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miércoles, 22 de septiembre de 2021

Limpia

 

Se me ha independizado un sujetador. Hace ya un par de semanas salió volando del tendedero y se fue a vivir al tendedero del señor del primero que no vive aquí. Es un sujetador un poco tonto porque se ha tratado de mudar a una casa donde no vive nadie. Igual es un sujetador okupa, vete a saber. El caso es que al final, como nadie le recogía, se mustió de pena y se cayó al suelo. Así que cogí mis llaves y bajé al patio y lo recogí lleno de mugre. Y dije, bueno, sujetador pródigo, yo te perdono tu intento de huida, vuelve a casa. Le metí en remojo, porque pródigo vale pero pordiosero no y lo volví a tender. Y va el cabrón y se vuelve a pirar. Así tal cual, para dejarme claro que su intención es escapar a la mínima de cambio. Y no sé qué afán con el vecino del primero que no vive aquí, porque esta vez el muy descarado se fue directamente al poyete de su ventana. Que mira yo no sé ya qué pensaría ese hombre de mí si viviera aquí. Menos mal que no.

Y ahí sigue, el cabrón del sujetador tratando de vivir su vida en una casa que no es suya con un señor que no sé muy bien qué uso le daría.

Y yo me rindo a la evidencia. ¿Sabéis esa mierda de que si quieres a alguien debes dejarle ir? (tamaña gilipollez, dicho sea de paso). Pues eso, que se vaya. Era uno de mis sujetadores preferidos de estar por casa pero mira, no voy a seguir tratando de convencerle. Él no quiere estar aquí y no voy a retenerle a la fuerza.


Por otro lado voy a despedirme de más cosas. No dejo de ver mi armario abarrotado de ropa que no me pongo. Pero ay, es que me sigue gustando. Es que aún me vale. Es que igual un día me lo pongo. Es que está casi sin usar. Y ahí voy acumulando cosas, que tengo pantalones de los de tiro bajo esperando a ver si ponen de moda otra vez desde el 2010. Y la gente ha perdido el gusto y va por ahí con sus pantalones por los sobacos y el mom fit que hace los culos gordos y feos mientras mis pantalones de hace mil años esperan en el banquillo. No los voy a tirar, no pierdo la esperanza. Pero los retiraré al trastero. Ya se volverán a llevar, ya.

También voy a deshacerme de faldas cortas que no uso porque madre mía la pereza. Y de jerseys llenos de pelotillas y de camisetas con manchas que no se quitan y de pantalones de pijama que se me caen porque se les ha pasado la goma de la cinturilla. Y así hasta que me quede con un armario que se pueda ordenar y donde vea lo que hay. No es tan descabellado.


Igual en la limpia meto cosas para el pelo. Porque yo, que soy medio ingenua medio imbécil, empecé a hacer lo del método curly. Y a ver, esto está muy bien si tienes el pelo rizado. O al menos ondulado. O algo. Pero no es el caso. Aunque a veces sí. Francamente creo que mi pelo lo que hace es boicotearme. Trato de alisármelo y se ondula. Y digo, ah, pues qué bien, me lo rizo. Y empiezo el método curly de los cojones que es más complicado que la leche y tiene más pasos y más potingues y más movidas que agarrar una plancha o un rizador y hacerte lo que te salga del higo ese día. Que a ver, que el pelo está más sano y ñeñeñé, pero qué aburrimiento, la virgen. Y todo para nada, porque duermes y al día siguiente pareces la bruja avería (nótese en la referencia que tengo más años que la tos) y entonces resulta que además de los potingues, el mulli-mulli, el difusor y no sé qué más, tienes que dormir con un gorro y una funda de almohada especial y aun así refrescarte los rizos por la mañana. Mira, que me vale mejor raparme al cero y unirme a los hare krishna. Que yo pensaba, ilusa, que os digo que soy una ilusa, que los rizos eran la solución y el desentendimiento de los problemas del pelo. Que tú ibas por ahí con los rizos al viento como un caniche feliz y contento con sus lanillas. Pero nooooo... es la hostia de difícil. Y ni os cuento cuando encima ni siquiera tienes el pelo rizado.

Y entonces mientras decido si hacerme el curly o el harakiri se me vuelve a quedar liso. Así que sólo me queda preguntarme para qué cojones me lo corté yo a capas este verano y me siento a mirar al infinito pensando que es sólo pelo y no merece la pena amargarse la existencia y que total, yo sería muy feliz por ahí rapada al cero cantando y tocando la pandereta vestida con una túnica azafrán.

Me acuerdo de mi abuela paterna con frecuencia porque tengo la teoría que desde que enfermó y más tarde se murió, se ha quedado a vivir en mi pelo y me putea un poco a través de él. Es una teoría que suena absurda, pero si hubierais conocido a mi abuela y vierais mi pelo de verdad que lo entenderíais. Igual un día me animo y termino un post sobre ella que tengo a medias.


En cualquier caso, tengo que ir haciendo limpia de cosas. De cosas, de movidas, de roña en general. Que luego llega el final de año y no hago vida nueva porque todo lo que tengo es viejo.


miércoles, 17 de mayo de 2017

Pfffffff... qué pereza

Hace poco comenté que el mayor de mis pecados era la pereza. Y me he dado cuenta de que lo estoy llevando a un nivel muy elevado. Me dan pereza cosas absurdas. Por ejemplo, me termino una serie y tengo varias por empezar, pero me da pereza. Porque no conozco a los personajes, no sé de qué va la vaina y pffff... qué pereza. Así que vuelvo a ver las de siempre, que me sé los guiones de memoria.
También he descubierto un grado plus de pereza: la gente. La gente me da pereza. Juntarse en grupo con gente que no conozco, pfffff... Juntarse con mis amigos de siempre para hablar de niños, pfffff... Juntarse con gente inteligente para hablar de temas serios, pfffff... Juntarse con gente simple para hablar de idioteces, pfffff...
Empiezo a pesar que el momento de hacerme ermitaña, tener mi propio huerto y vivir sin más compañía que los gatos está acercándose peligrosamente. Tengo que terminar de convencer a Pimiento y Tomate de que la edad del bambo ha llegado YA.

El otro día, por ejemplo. Quedé con una amiga a la que llamaremos... Lua. Sí, eso. Lua ya me da un poco de pereza de por sí. Y no es por nada, de verdad que la quiero mucho. Pero últimamente le ha dado por unos rollos que no van conmigo, así que la pereza me ataca fuerte cuando quiere que quedemos. Pero bueno, repito que la quiero mucho, así que me obligo a mí misma a salir y verla. Y entonces, entre otras múltiples pamplinas que no vienen al caso, Lua me cuenta que se ha dado de alta en toda clase de páginas de esas para buscar “pareja” y que se está hartando a frungir. Y bueno, de entrada no me parece el mejor de los planes. Más que nada porque si me voy a dedicar a follar por follar con desconocidos, casi prefiero hacerlo cobrando, que la cosa está muy mal y tengo dos bocas gatunas que alimentar. Y segundo porque de nuevo, pffffff... la pereza a máximo nivel.
Y diréis, qué le ha pasado a esta mujer, que de repente se nos ha vuelto tan puritana. Nada más lejos. Yo he sido un poco golfa. Y no me arrepiento ni pizca. He pasado mis rachas de “vida alegre”, de amoríos, de dejarme querer, de saber que gustaba, de no pensar en el mañana. Dentro de mí aún late a veces aquel halo de misterio y de erotismo con el que sabía jugar tan bien. Aún sé mirar de reojo y notar cómo me crecen los colmillos. Pero nunca me dediqué a zumbarme a desconocidos sacados de cualquier página de mierda sin poner filtro alguno, sin buscar nada más que el pumba-pumba. Nunca me dediqué al sexo vacío de juego y de complicidad. No, porque no me aporta nada. A mí, ojo. Que por mí cada uno puede hacer lo que le venga en gana. Sólo que yo, repito que para hacerlo de ese modo frío y mecánico, prefiero cobrar una pasta gansa.
En todo caso, lo que me daba la pereza de las perezas eran las cosas que me contaba Lua, el tipo de personajes que hay en esas redes. Que habrá gente maja, gente que quiera buscar algo un poco más especial o un poco más personal o lo que sea. Que supongo que los habrá que busquen pareja de verdad. Y conste que a mí conocer gente por internet me parece genial. Una gran parte de los mejores amigos que tengo ahora los he conocido por el blog. Incluso tuve una relación maravillosa con Niño Chico, al que también conocí por aquí y al que sigo queriendo hasta la médula. Pero el rollito que se trae Lua es más tipo poner foto y pedir rollo al que sea, y si acepta, hala, barra libre de frungimiento.
Y claro, como para el punchimpún da lo mismo uno que otro y no los conoces antes ni un poco, se da el caso de ir a cepillarte a uno y descubrir toda clase de cosas desagradables. Que igual en la foto de perfil parece medio normal y luego lleva tatuada la cara de su hijo en el pecho a tamaño natural. O el escudo de su equipo de fútbol. O aún tiene el nombre de la exmujer (vamos a creernos lo de ex) en letras góticas. Y aún quitando ese tipo de regalitos, porque luego es que yo me pongo muy exquisita, están los tipos con un coche enorme y un pene diminuto. Los que te venden o intentan venderte toda clase de motos que no quieres comprar. Los que te mandan fotos de su rabo a los dos minutos de conversación. Y el típico que se ha creído lo de las 50 sombras de Grey y no llega a ser Torrente. Y a parte del pffff, puaj.
Además, para colmo de mis males y de mi bajada de líbido, me dio por pensar que ni uno de esos era capaz de escribir en condiciones. Le pregunté a Lua y me lo confirmó. Ella, que tampoco es una erudita admite que “patinan bastante”. O sea, gente que no distingue “a ver” de verbo “haber”. Y yo, lo siento mucho, pero soy una talibán de la ortografía. A mí me escribes “ola wapa” y ya se me ha cerrado el chichi como una lapa contra la roca. Es que no puedo, no lo soporto. Hoy en día, con tantas posibilidades a tu alcance, tantos libros, tantas cosas que leer, si no sabes escribir es porque no te da la puta gana. Porque pasas de todo, porque no prestas atención, porque eres de los que crees que eso son chorradas. Y esa gente no me interesa. Esa gente me da más que pereza.

Así que me da por pensar. De momento no creo que nunca más vuelva a buscar pareja (aunque por cierto, buscar, lo que se dice buscar, no la he buscado nunca, pero eso es otro tema). Y no porque me vaya bien en el tema precisamente, pero aún así lo tengo bastante claro. Y cuando veo estas cosas, más aún. Porque ya me da bastante pereza conocer a alguien y tener que pasar las primeras fases, como para encima tener que descartar al 90% de la población bien sea por tatuajes que me traumatizan, bien sea porque creen que ortografía es escribir con el orto. Que igual son manías mías, que me estoy haciendo más rara por momentos, pero madre mía qué pereza. Qué pereza más grande.  

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Anuncio de la Lotería (la conspiración de las viejas chochas)

Me reconozco poco sentimental. Y admito que las historias (películas, libros, anuncios, lo que sea) que van directamente a sacar la lágrima y a emocionar a costa del recurso barato, lo que hacen es cabrearme. A todo esto le sumamos que iba predispuesta a que no me gustase el anuncio de la lotería porque la verdad es que nunca me gustan. Y porque les tengo manía, que nunca me cae ni la cochina pedrea.
Entonces, lo ponen y al Ross le da la risa floja. Él, que se le salta la lagrimilla viendo a Pocoyó, a carcajada limpia en el sofá mientras todo el supuesto pueblo, no sé muy bien por qué, participa en mentir a una vieja chocha. Y claro, me lo pega. Y yo me río, sin saber muy bien por qué, mientras él, entre hipos me suelta “la puta vieja, jajajaja, está vacilando a todo el pueblo, jajajaja”. Y el colmo es el final, cuando el hijo va a decirle que no ha tocado nada y ella le regala el décimo, que obviamente no vale lo que han pagado por él. Que lo que cuenta es la intención y que la mujer lo que quiere es darle todo al hijo, blablá. No me vengáis a dar explicaciones, coño, que lo he pillado, que no es tan profundo. Entonces es cuando el Ross se retuerce en el sofá a la vez que se ríe, tose y se medio ahoga. Y a mí me pega las carcajadas mientras dudo si la tía realmente es estúpida, chochea en plan “hay que llevar a la abuela a un sitio especial” o se está quedando con todo el mundo y vengándose del hijo por algún retorcido y oscuro secreto del pasado, cosa que no me extrañaría ya que en este pueblo todo el mundo parece muy predispuesto a mentir sin ton ni son.
Me da por pensar en Homer cuando dice lo de "Y Lisa lloró. Y yo lloré. Y a Maggie le dió la risa... es más mona esa criatura". Porque claro, media España diciendo lo mucho que le ha tocado la patata el anuncio y el Ross y yo mientras, aquí descojonados.
Y es que a mí se me plantean muchas dudas. ¿Por qué es bueno mentir a una vieja? ¿Tanto poder tiene el gobierno que hasta en los anuncios hace apología de mentir a los pensionistas para ganar votos? ¿Por qué a todo el mundo le parece bien seguir la bola? La ilusión, blablá. Yo es que odio que me mientan, aunque sea para algo “bueno”. Porque vale, supongamos que la engañan. Que ya es inocente y pazguata la mujer para los años que gasta, pero vale. ¿Y ahora qué? ¿La engañan de por vida? ? ¿O algún día alguien le va a contar la verdad de UNA PUTA VEZ? ¿O hay que esperar a que llegue el cuñao de alguien y le diga eso de “pero que era una broma, mujer, que hay que tener sentido del humor” mientras le da palmadas en la espalda? O no, toda la vida pensando que tiene dinero y es más pobre que las ratas pobres. Porque esa es otra. Se lo da al hijo... ¿Y? ¿Ahora el hijo tiene que empezar a vivir como si le hubiera tocado la lotería? ¿pedir un préstamo para mantener la ilusión de la madre? ¿decirle que compró preferentes y lo perdió? ¿O como no queremos dar disgustos a la vieja hay que seguir mintiendo y gastando lo que no tenemos hasta que la visite la parca? Vaya herencia que nos dejó la abuela, oye. La muy cabrona. El puto pueblo endeudado por culpa de una anciana que chochea. Y a todo esto la nuera, que parece encantada con la mentira. Intuyo que la nuera la odia y quiere que a la vieja le dé un infarto, bien por la alegría, bien por el batacazo que se va a llevar al saber la verdad. No hay más que verla, parece que se relame pensándolo “déjala que se lo crea, la muy gocha, que no ha puesto ni una pasta para el café en su vida y ahora quiere celebrarlo. Vas a celebrarlo, sí... pero rodeada de velas, mala pécora.” Qué familia, señor, qué familia más perturbada.
Además, me vienen ideas muy perversas a la mente. ¿Os acordáis de ese pueblo que puso molinos de viento y con lo que se supone que iban a ganar se iban de viaje al caribe y llevaban a estrellas a las fiestas del pueblo y construyeron toda clase de chorradas? Ahora están endeudados hasta las trancas para los restos. Como media España que hizo carreteras, aeropuertos y toda clase de cosas inútiles, por cierto. Que en las épocas de vacas gordas la gente gastó y gastó hasta lo que no tenía. Luego vino la crisis y así nos luce el pelo. Pues el anuncio es lo mismo. Que como le hace ilusión a alguien, vamos todos a dejar que corra la bola, que se haga bien gorda y que ya se ocupe otro cuando todo se vaya al garete. Igual es una forma subrepticia de meternos el mensajito de “habéis vivido por encima de vuestras posibilidades porque se ha fomentado así, peeeero... era por vuestro bien, para que tuvierais ilusión.” Pues me cago en la madre que parió a panete, oigan.
O, mejor aún, igual es otro mensaje más feo aún y menos retorcido que es algo tan sencillo como “no os va a tocar ni un duro, pringaos, pero comprad con ilusión que es lo que cuenta.” Ya la mitad se la va a llevar el estado sí o sí, quizás dentro de poco no haya premio ni nada de nada y el sorteo sea simbólico, te toque, pero no te den un duro. Pero oye, la ilusión y tal.
Como se puede ver, soy una entusiasta de la lotería. Y de las viejas chochas. Y de los asuntos familiares ocultos, las venganzas y los mayordomos asesinos.


P.D. Para Reyes me pido un gorrito de albal para que los globos sonda del gobierno no puedan leer mis geniales pensamientos. 

miércoles, 19 de octubre de 2016

Teorías conspiranoicas y feminismo

Llevaba un tiempo dándole vueltas a un post sobre ciertos temas feministas y hoy me lo han puesto a huevo. Así que, allá vamos.
Hoy he estado en el ginecólogo (me pregunto cuántas entradas han empezado así) y bueno, la de siempre, estrujones de tetas, preguntas, cachirulos fríos metidos por partes íntimas y blablablá. El tipo, que por cierto se parecía mucho al actor gordo de Manolo y Benito, me dice mientras masca chicle con la boca abierta que igual debo cambiar de método anticonceptivo y que por qué uso el anillo. Le explico que no lo uso como anticonceptivo tal cual, que es para regular los sangrados y las hemorragias, pero que mis reglas siguen siendo abundantes y dolorosas y que en realidad no quiero cambiar porque las hormonas me sientan fatal y como me suba la dosis es posible que mate a alguien y además, muera en el intento. El tipo me propone un tipo de DIU hormonado que no sé qué y no sé cuántos. Ya investigaré al respecto. El tema es que de pronto me mira y me hace la puñetera pregunta de siempre: por qué no tengo hijos y por qué no los estoy planificando con la edad que tengo. Pues porque no quiero tener hijos. Así de sencillo, oiga. El tipo hace una especie de mueca que se asemeja a una sonrisa burlona y me dice que “vaya con las chicas modernas”. He notado como la mala leche me iba subiendo por la tráquea y le he escupido que no quiero tener hijos porque no me sale de las narices, que cuando fui al ginecólogo por primera vez con 16 años y lo dije me soltaron el condescendiente “ya cambiarás de idea”. Y lo repitieron a los 20, los 25, los 30 y seguimos en las mismas. Y que empezaba a a estar harta y a preguntarme hasta cuándo duraría la monserga porque ya cansa. Que tengo 33 años y sé bien lo que me digo y por qué lo hago. Que no soy una niñata tonta que no sabe de lo que habla. Y que por qué cuando una niña dice que quiere tener muchos hijos todo el mundo le ríe la gracia y le dice “muy bien, bonita” mientras que si dice que no los quiere todo el mundo tuerce el gesto y le dice que ya cambiará de idea. Por qué a mí me dicen que me voy a arrepentir de no tener hijos y que moriré sola pero nadie le dice a las demás que igual se arrepienten de tener hijos, que igual su vida se convierte en una mierda y que igual también mueren solas. Joder.
Y es que hay algo que me escama en todo esto. Yo, que me defino como feminista y que tengo que apostillar muchas veces explicaciones absurdas como que no soy radical, porque yo no soy radical en nada, ni política, ni religión, ni nada de nada, veo un claro caso de machismo hacia las mujeres que no queremos ser madres. Porque curiosamente encuentro más comprensión hacia mi negativa entre mujeres que incluso son madres que entre hombres. Ellas me suelen respetar, algunas lo entienden y otras no, pero salvo excepciones, lo aceptan. Pero los tíos se ponen como fieras. Que qué opina el Ross es lo primero que me preguntan, como si eso tuviera algo que ver, francamente. Y que ya veré y que qué clase de mujer soy y que qué hombre va a querer eso y toda clase de barbaridades. Y yo tengo la sensación de que da miedo una mujer que decida por sí misma hacer lo contrario a lo esperado para su naturaleza o su condición. Que asusta que ella sea dueña de su cuerpo, que elija y no le importe la opinión de nadie. Que sea libre y que imponga su derecho a serlo. Porque no estás haciendo lo que debes y eso no gusta. Porque no estás siendo sumisa con lo que se espera de ti y eso da por el culo. Y entonces es que eres una desnaturalizada, es que no eres una mujer de verdad, es que tienes no sé qué complejo o no sé qué egoísmo o no sé qué carencia de algo. Y mira, no. Es sólo que hago lo que me sale del coño y me da igual la opinión de todo petete.
Y ahora vuelvo con lo de ser una feminista radical. Repito que yo no soy radical en nada porque es como soy, pero también veo una conspiración chunga en ridiculizar a las feministas poniendo de ejemplo a tías que simplemente son unas locas o unas gilipollas. Porque si algo abunda en el mundo, en todos los ámbitos, son los gilipollas. También en el feminismo, claro. Y en el fútbol, no te jode. Ahora bien, creo que a alguien le viene muy bien dar muchísimo bombo a lo que diga una desequilibrada mental o una imbécil para ridiculizar a las feministas y para hacer creer que la lucha es absurda. Yo jamás estaré de acuerdo con las que ven machismo en absolutamente todo, con las barbijaputas del mundo que cada vez que alguien le lleva la contraria cree que es un machista sin más, con las que dicen haber abortado porque era un niño lo que iban a tener y eso era una traición a sí mismas. No estaré jamás del lado de las que creen que todos los hombres son por definición malos y todas las mujeres buenas, ni de las que dicen que la heterosexualidad es presión social y que acostarse con un hombre roza la zoofilia, ni de las que piensan que todo pene debe ser amputado o castrado químicamente, ni de las que dicen que los hombres son el origen de todas las aberraciones de la humanidad. No estaré nunca a favor de la discriminación positiva, ni del lenguaje inclusivo del todos y todas y mucho menos de las x para eliminar el género de las palabras. No, porque no estoy de acuerdo. Porque la lucha feminista es otra y es más importante y más grave. Pero repito, parece que hay mucho interés en hacer ver lo ridículas que suenan esas tías, en lo absurdo de algunas de sus afirmaciones y lo loco que es el feminismo. Porque viene muy bien mezclar cosas, confundir a la gente, hacer pensar que una zumbada nos da voz a todas. Y todo para desprestigiar, tirar por tierra y arrastrar una ideología necesaria como el aire. Todo para seguir empoderados y agarrados a una situación de privilegio.

Y bueno, seguiré yendo a ginecólogos que me digan que debería tener hijos o que ya cambiaré de idea. Seguiré escuchando gilipolleces de un lado y de otro y seguiré mandando a la mierda a quien considere oportuno.

Por cierto, las “declaraciones feministas” que he ilustrado no son inventadas. Todas y cada una han sido leídas en internet, en twitter y muchos lugares donde la gente se expresa y donde otros capturan sus palabras para usarlas como arma arrojadiza o en beneficio propio. Porque si algo tengo claro a día de hoy, repito, es que lo que más abunda en el mundo son los gilipollas.  

martes, 11 de octubre de 2016

Series, consuelos y Friends

Estoy viendo otra vez Breaking Bad. Al final el Ross ha entrado en razón y cada noche, después de cenar vemos uno o dos capítulos en lugar de tragar los bodrios que ponen en la tele. Y es que al muy melón le dió por decir que no quería engancharse a otra serie nunca más después de Lost y que por eso no veía ninguna nueva. Un día me hizo enfadar y le dije que yo sí pensaba ver todas las que me diera la gana y que me apenaba no compartirlo con él, pero que me daba igual porque era su decisión. De ahí lo de que haya entrado en razón, no por Breaking Bad en sí, que se ha convertido poco menos que en el paradigma de los pesados que te insisten para que veas lo que a ellos les mola, sino porque ahora sí quiere ver cosas conmigo. Hemos empezado por Narcos y tengo en mente ponerle Stranger Things que la vi sola este verano y me encantó. Pero de momento, Breaking Bad, que sabía que le iba a gustar.
Yo la estoy disfrutando porque me acuerdo bastante bien y puedo fijarme en los detalles y tomármela con tranquilidad. Me gusta casi más ver las cosas por segunda o tercera vez que la primera. Ya sé lo que pasa, estoy tranquila, me recreo en las cosas pequeñas y simplemente, disfruto. A la primera estoy demasiado atenta, demasiado tensa, demasiado queriendo saber y al final me queda un regusto raro.
No sé dónde leí que los niños siempre piden el mismo cuento porque se sienten seguros sabiendo lo que va a pasar. Y quieren que se lo cuentes igual, sin cambiar una coma. No lo sé, las pocas veces que he contado cuentos me los he inventado sobre la marcha. Y por cierto, nunca han servido para dormir a nadie; me enrollo, el cuento se pone interesante y los niños terminan despiertos y excitados queriendo saber más mientras yo me enredo con mi propia historia. En todo caso, para calmarse y dormir y tener dulces sueños buscan la seguridad del cuento de siempre que no tiene sorpresas.
A mí me pasa aún. Me gusta ver películas que he visto mil veces porque sé lo que pasa y me tranquiliza saber que va a terminar bien. O mal, o lo que sea. Pero ya lo sé. Y eso me reconforta.
De hecho, casi todas las noches termino viendo algún capítulo de Friends. Es mi serie por excelencia. Recuerdo cuando iba al instituto y hablábamos sobre si Rachel terminaría con Ross o no, sobre cómo seguiría la siguiente temporada, sobre el capítulo del día anterior. Y lo veíamos a medio día en la tele, sin descargas, internet ni estas moderneces. Os hablo del puñetero pleistoceno, cuando, por cierto, la televisión tenía algún respeto por las series extranjeras y no ponía los capítulos al azar, cambiando de horario y de día sin avisar, sino que seguían el orden cronológico, avisaban de cuando empezaba la siguiente temporada y todos los días la ponían a la misma hora. En fin, soy la abuela cebolleta y hacía mucho que no ejercía como tal. Pero es que me parece vergonzoso que las mejores series de los últimos años hayan pasado sin pena ni gloria por la parrilla televisiva o que directamente hayan sido ignoradas vilmente. Que una persona sin internet vive al margen de la sociedad, sin saber de qué se le habla cuando nombras series de la altura de Juego de Tronos. Una lástima.

Decía que veo Friends a día de hoy. Porque me gusta, me calma, me consuela. Sé que acaba bien, me sigue haciendo reír. Son mis amigos, la referencia con la que he crecido. Y la veo una y otra vez a pesar de sus fallos y sus gazapos, a pesar de su ingenuidad y de las modas noventeras. Me gusta porque no hay incertidumbre. Me gusta porque yo, que soy una persona caótica y desordenada, asustada y perdida, a veces quiero encontrar la seguridad de saber que nada malo va a pasar. Aunque sea durante los 20 minutos de un capítulo.  

miércoles, 8 de junio de 2016

Bodas y venganzas

Bueno, ya estamos a 10 días de la boda de Bombita. Joder, parece mentira. Hace tanto que sabemos que se lo iba a pedir y tal que se ha hecho más largo que la hostia. Y es que el grupo de amigos supimos como por marzo del año pasado que Bombita había comprado un anillo y que en verano, durante la visita a las cataratas de Iguazú iba a declararse y pedir matrimonio a Bubita.
No son pocas las veces que he expresado mi opinión sobre el hecho de “pedir matrimonio”. Mira, pedir se pide un whopper. Yo creo que una decisión de la pareja hay que hablarla y decidirla entre ambos. Casarse no es un favor que tú me pides y yo te concedo. Vamos, digo yo. Pero soy una rancia, así que no sé.
El caso es que ayer fuimos el Ross y yo a comprar una camisa y unos zapatos para el asunto. Ya tenemos alquilado el chaqué y sólo faltaba la parte que no se alquila. Tuvimos un montón de suerte porque sólo quedaban unos zapatos de una oferta que había en la tienda y por 50 euros hemos conseguido unos zapatos de piel que le resultan cómodos. Y la camisa le vale, es bonita y no ha salido cara, así que va que chuta.
Yo por mi parte ya lo tengo todo listo. Falda mona, camisa mona, zapatos preciosos y cómodos... casi no me lo creo. Sólo me falta saber qué cojones me hago en el pelo, que estoy harta de ver tutoriales en youtube y que nada me guste cómo me queda. Igual es que lo tengo excesivamente largo, pero no me apetece cortármelo porque me gusta tenerlo por la cintura. Ay, mira yo qué sé. Problemas absurdos del primer mundo.
Por último os comento que estoy elaborando una teoría. Empiezo a pensar que la gente se casa por venganza. Cuando llegas a cierta edad piensas en la cantidad de pasta que te has gastado en las bodas de amigos, familiares y personas que te importan un carajo. Y te dan ganas de ir casa por casa exigiendo tu pasta. Te planteas una boda unilateral contigo mismo o simplemente una fiesta de recogida de dinero porque sí. Además por otro lado, piensas en las incomodidades y coñazos que te han traído las bodas ajenas y te dan ganas de que te las paguen todas juntas, el dinero y la jodienda. Así que al final, si tienes oportunidad y pareja, te casas. Por joder. Por venganza, por rencor, por daños económicos. Lo que sea, pero que se jodan como te jodiste tú.

Y no, esto no es un anuncio como me han preguntado en tuiter al hilo de mi teoría. No tengo pensado casarme ni de momento los deseos de venganza son lo suficientemente grandes. Pero empiezo a no descartarlo por el mero hecho de fastidiar a mis amigos y familiares. Ja. Que les den. Que se busquen la vida para encontrar camisas de su talla, que alquilen trajes ridículos, que se pongan zapatos incómodos y que te tiren de los pelos tratando de peinarse.   

jueves, 23 de octubre de 2014

super poderes

Tengo la teoría de que todo el mundo tenemos un super poder. Claro, que no me refiero a cosas como las de los tebeos, en plan volar o superfuerza o rayos X o tal… me refiero a cosas cutres y vulgares, pero que no tienen los demás. O sea, un super poder de mierda, pero un super poder al fin y al cabo.
Ejemplo: mi madre tiene el super poder de sacar cosas de los tubos agotados. Tú crees que ya no queda crema de manos en el bote y los has estujado hasta la saciedad. Bueno, pues va mi madre y tiene crema para tres semanas. Y eso sin hablar de la pasta de dientes. Yo aprieto el tubo, lo estrangulo, lo retuerzo, lo muerdo, lo pongo debajo de la rueda de un tractor y nada, no queda. Bueno, pues viene mi madre y saca para cepillarse los dientes cada noche durante un mes. Yo no me lo explico.
El problema es que desde que vivo sola tengo la constante impresión de estar malgastando cada vez que tiro un tubo “vacío”.
El otro día pensaba en cuál sería mi super poder mientras trataba de meterme en unos pantalones ajustados. Porque me dio por imaginarme a superman dando saltitos rídiculos para ponerse las mallas tal y como yo estaba haciendo ante la atónita mirada de Ron. Y qué queréis que os diga, como que pierde mucho encanto de super héroe. Eso podría explicar que se ponga los calzoncillos por fuera, claro. Porque una vez que has conseguido embutirte en las mallas a ver quién es el guapo que se las quita por haberse olvidado de los gayumbos. Pues oye, por fuera y ya está, hala, se acabó.

El caso es que como de costumbre, gracias a esta mente caótica mía, me fui por las ramas y al final no averigüé cuál era mi super poder. Pero conseguí meterme en los pantalones. Y con las bragas por dentro y todo. Todo un triunfo. Soy más lista que supermán. Ja.  

lunes, 15 de abril de 2013

tetas y culos 2... la secuela.


A raíz del post anterior me ha dado por pensar más profundamente en culos y tetas. Es lo que tienen los temas de tan relevante importancia, claro.
Respecto a los culos, está claro que casi todos los hombres los prefieren respingones. Redonditos, altos y tal. Es curioso, yo de adolescente odiaba mi culo porque tenía la sensación de que era enorme. Y no lo era, tenía una 36-38 de pantalón, sólo que tenía muy poca cintura y el culo muy alto y redondo. Para mi desgracia, entonces se llevaban los pantalones elásticos de campana, por lo que mi culo iba embutido en esos horrores haciendo las delicias de mis hormonados compañeros. Por eso empecé a ponerme la camisa de leñador de cuadros de mi padre que me llegaba a las rodillas. Luego adelgacé estrepitosamente y mi culo se redujo para no volver a ser jamás lo que fue. Y a pesar de ello, lo sigo prefiriendo tal y como está que aquellos años de culo de pollo.
En el caso de los tíos supongo que también molan los culetes un poco respingones, pero no sé, a mí un tío con el culo gordo me estresa mucho. Ya dije que no soy de fijarme demasiado en las retaguardias, pero un tipo culón es lo peor. Anita me traumatizó con lo de “hombre con caderas de parir” y ahora no soporto un tipo de caderas redondeadas ni culo ancho. Sin embargo, los tíos “sin culo” no me molestan.
Y luego vienen las tetas. Al parecer, un buen escote tiene un punto a su favor siempre. Yo llegué a los catorce años totalmente plana. Con doce años o así me salió un bultito megadoloroso bajo un pezón. Y durante años ahí estuvo, doliendo hasta extremos insospechados sin que ocurriera nada más. Cuando por fin me bajó la primera regla y yo seguía plana a excepción del pequeño bulto doloroso, pensé que me quedaría así para siempre. Pero no. En cuatro meses exactos me salieron unas tetas descomunales en relación a mi tamaño. Además me salieron muy altas, muy redondas y duras como piedras. Esto también hizo las delicias de mis compañeros hormonados de instituto. Por eso, una vez más, me ponía la camisa de leñador de cuadros de mi padre. Tetas y culo tapados de un plumazo bajo un par de metros de tela de franela. Lo que tiene la adolescencia. Iba yo bellísima tapada con los cuadros de leñador, pasando un calor del carajo para que no se me vieran unas tetas que valían millones y un culo que era estupendo. Pero yo era estúpida, qué queréis que os diga.
Sin embargo, ahora que he cumplido los 30, es cuando más escotes me pongo. Y cuando uso pantalones ajustado y leging y de todo. De hecho, la semana pasada solté una carcajada porque el Ross no tuvo mejor idea de decirme que estoy más buena ahora que a los 20. Y nadie lo puede saber mejor que él, que fuimos novios a los 20 y volvemos a ser algo raro ahora. Él tiene la teoría de que con 20 estaba extremadamente delgada, que tenía las tetas tan altas que parecían operadas y que ahora estoy más compensada. Traducción femenina: estoy gorda y se me han caído las tetas.
El problema es que  respecto a los pechos hay muchas más vertientes que sobre culos. Hay tíos que los prefieren grandes, tíos que los prefieren más pequeños, tíos que les gustan puntiagudos, tíos que les gustan más redondos, tíos que les gustan operados, tíos que les gustan naturales… ahí creo que cada uno es un mundo. Yo no puedo entender el tema de la silicona. No sé, imagino que a mí un tipo se me acerca con una chorra operada y rellena de una bolsa de líquido viscoso y se la va a tocar su puñetera madre. Así, de buen rollito, para su puta madre. No puedo comprender que a los chicos les gusten las tetas de plástico, en serio. Y no hablo de esas cosas exageradas y fuera de todo orden natural de las cosas, esa gente que se mete cinco kilos de silicona por cada teta, hasta que tienen unas sandías ahí pegadas. Eso no le puede gustan a nadie en el mundo. A nadie con ojos, al menos. Y no sé, a mí no me gusta ninguna, ni las bien hechas. Son demasiado artificiales y a mí me gustan las cosas naturales aunque eso las haga imperfectas. Prefiero unos pechos pequeñitos y naturales que unas tetas talla 95 falsas. Opinión personal de una mujer, así que poco válida, supongo. Pero es lo que pienso.
Dentro de los pechos naturales, a mí me parecen muy bonitos los pequeños. Veo los sujetadores chiquititos, con su poquito de relleno y tal y se me van los ojos detrás de ellos. Además, los escotes poco generosos son mucho más elegantes. Puedes ponerte muchas más cosas y no llamas la atención. Puedes escotarte mucho más sin parecer una fulana. Los pechos muy grandes dan sensación de vulgaridad. Te hacen parecer más gorda de lo que estás. Hay cosas que te sientan fatal. Y los tíos no te miran la cara si llevas algo abierto. Pero al parecer por un tema neandertal de búsqueda de la fertilidad, los tíos prefieren mujeres de senos generosos.
Yo, al final, a fuerza de cumplir años, quitarme complejos y tal, llegué a la conclusión de que tengo unos pechos bonitos. Y hasta me gustan y tal, pero tampoco me importaría tener una talla menos. No me supondría un trauma. Y como según el Ross, no sólo no se me han caído, si no que se me han colocado (tócate las narices), pues de momento me quedo hasta contenta con el asunto.
Y creo que a veces nos obsesionamos más las propias mujeres que los tíos. A veces nosotras nos acomplejamos y le damos vueltas a las cosas, mientras que los chicos no son tan pejigueros. Ellos mismos admiten que no les importa que los pechos estén un poquito caídos o que no sean perfectos. Y la mayoría los prefieren naturales aunque eso implique que sean más pequeños o más blanditos o lo que sea. Creo que somos nosotras las que vemos todo como un problema mientras para ellos una teta es una teta y mola el 90% de las veces. los chicos en general prefieren mujeres naturales, que se diviertan, se rían y tomen las cosas con cierta ligereza que las que se pasan la vida tratando de ser y estar perfectas pero no dejan que las toquen para no estropear su maravilloso look currado. Lo que dice Sabina de “ten cuidado al desnudarme no vayas a estropear mi peinado.” Los chicos se estresan con esas mierdas.
Y eso que como soy mujer, a mí me surgen dudas con otras cosas, porque un pecho es todo un universo en el que los pezones son un mundo a parte. Hay pezones grandes como pizzas individuales. Y otros diminutos como un granito. Por las opiniones recogidas, van ganando los pequeños. El ideal, tamaño moneda. Luego, los hay rosas, marrones, beiges y de toda una amplia gama de colores. Y los hombres, esos mismos que no saben diferenciar el rosa del fucsia y el turquesa del verde, son todos unos expertos para decidir si les gustan los pezones de un color o de otro. Eso demuestra que todo es cosa de interés. La próxima vez que queráis su opinión sobre el color de la pared del cuarto de baño, pintaros las muestras en las tetas. Quizás así elijan en lugar de poner cara de estreñidos y decir que les da igual y que todos los que le estáis enseñando son iguales.

Y todas estas concienzudas ideas me llevan a concluir, ¿realmente las mujeres nos obsesionamos con nuestros pechos o son ellos los que nos provocan las fijaciones? ¿Qué tipo de pecho sería el ideal? ¿vosotras os operaríais, os pondríais o quitaríais? ¿vosotras también tuvisteis una adolescencia chunga y os tapabais con cosas raras?

Y obviamente, tanta reflexión me ha llevado a algo peor… he hablado de culos y tetas, ¿qué falta? Pues hablar de penes, obviamente. Aquí que en próximas entregas, un estudio sobre formas, tamaños y comportamientos de penes. Hala. (Qué chunga es la primavera…)

domingo, 14 de abril de 2013

de tetas y culos y demás


Últimamente, entre la boda de la puñeta y el Ross y demás paridas, este blog parece el de una moñas. Y no. Hombre ya. Así que ahora mismo me voy a poner a hablar de tetas y culos. Y punto.
Mi amigo el Gordito tiene la teoría de que los hombres se dividen en dos tipos: tetistas y culistas. Y yo apoyo la moción. Hay dos clases de tíos, los obsesionados con las tetas y los obsesionados con los culos. Y diréis que obsesión es una palabra un poco exagerada. No nos engañemos, los hombres piensan en sexo constantemente. Tú estás feliz de la vida limpiando el polvo o barriendo y ellos te imaginan como una pornochacha. Tú estás preparando unos macarrones con tomate y cantando “cocinero, cocinero” de Antonio Molina y ellos te imaginan como una pornococinera. Tú estás poniéndote unas medias y ellos te imaginan en plan actriz porno. Tú estás haciendo cualquier cosa inocente y ellos te imaginan haciendo eso mismo pero en plan porno.
El caso es que cuando imaginan todas esas cosas cochinas, tienen dos opciones, centrarse en tetas o en culos. Y cuando te miran, cuando pasas por su lado, tienen dos opciones, fijarse en las tetas o en el culo.
Y vosotras diréis, pero si tengo unos ojos/labios/pelo/loquesea preciosos. Sí, muy bien. Igual lo han visto y todo. Puede que hasta les guste. Pero inevitablemente se terminarán decantando por fijarse en tus tetas o tu culo. Y la clave está en qué elegirán primero, en a qué prestarán más atención.  
Y una vez metidos en harina habrá claras inclinaciones. Yo estuve con un tipo hace bastante tiempo que ignoraba mis tetas de una manera que rozaba lo preocupante. Sin embargo tenía una afición desmesurada a sobarme el culo. Y eso, dado mi caso, es casi pecado. Y también he conocido casos de lo contrario, de pensar “¿algún día me mirará a la cara y descubrirá que tengo los ojos verdes?”
El caso, si me lee algún hombre, haced el favor de no ser descarados. Vale que os guste más una cosa que otra, pero no seáis de ideas fijas, joder, que mira que sois mononeuronales a veces. Escuchad un poco a la chica en cuestión y prestad atención a diversas partes de su cuerpo. No metáis la cabeza entre sus pechos y olvidéis que existe un mundo y una mujer ahí fuera. No agarréis su trasero con ambas manos e ignoréis el resto de su cuerpo. Eso así, a modo de Naar consejo. Pero lo que me interesa en este caso es que confeséis si sois tetistas o culistas y por qué.
Y ahora, mujeres del mundo… ¿en qué nos fijamos nosotras? ¿somos más ambiguas? ¿nos dan venas cursis tipo fijarnos en los ojos, las manos, los labios y demás? ¿o echamos un ojo al paquete a ver si abulta o no? Y sed sinceras, no me vengáis con remilgos a estas alturas. Que sí, que el conjunto, que blablablá. Pero ¿en qué os fijáis primero? ¿qué es eso a lo que se os van los ojos irremediablemente?
Para que no se diga, hablo yo la primera. Reconozco que no tengo un prototipo físico de hombre así como muy definido. He pasado de chicos morenos de 1,70 (escaso) a rubios de 1,90 sin despeinarme. El tema es que el chico en sí me guste y no sé muy bien de qué depende eso. Supongo que en general me gustan más los rubios, los altos y tirando a gorditos. No me gustan los tíos delgados ni huesudos. No me gustan nada los calvos ni los peludos. Me atraen los tipos con gafas. Y me pierden las sonrisas. A mí un chico con una sonrisa bonita me tiene medio ganada desde el minuto cero. Quizás es lo primero en que me fijo. Luego en los ojos, en la mirada. Y los hombros y la espalda me obsesionan un poco, la verdad. Me gustan los tíos anchos de espaldas, con buenos hombros de los que agarrarme. Y sí, lo admito, a veces echo un ojo a la bragueta si llevan vaqueros. Eso sí, no es lo primero que miro. Sin embargo, es rarísimo que mire los culos. Igual llevo un mes con un chico cuando me da por fijarme en si tiene buen culo o no. Y sea cual sea la respuesta, me resulta muy indiferente.
Obviamente, estamos hablando de físico puro y duro, que sí, que a mí una conversación me gusta como a la que más. Que la inteligencia me parece muy sexy. Que necesito estar al lado de alguien mínimamente culto, interesante y tal. Pero seamos superficiales por un rato, que de vez en cuando viene muy bien.

viernes, 21 de diciembre de 2012

se ha acabado el mundo?? no?? pues vaya...

Jopé. Qué asco. No ha pasado nada. ¡¡Yo quería que se acabara el mundo!! Me siento estafada. Yo quiero mi fin del mundo.
No sé si os pasará a vosotros, pero yo tengo la extraña sensación de que llevo toda mi vida oyendo hablar de un fin de mundo inminente. Y sobre todo desde el 2000, ya es una especie de obsesión. Ay, que se acaba hoy. Ay, que no, que mañana. Ay, que si pal lunes que si pal miércoles. Y nada. Aquí no se acaba nada más que mi paciencia. Además, me pregunto, una vez pasado el 21 de diciembre de 2012 de los cojones… ¿cuándo será la próxima fecha prevista? Necesito datos para estar atenta, porque yo siempre he pensado que sería guay presenciarlo. Oye, es historia en vivo. El final de la historia para ser exactos. ¿Y quién no quiere leerse un libro hasta el final? Además, luego podrás ir al cielo, al limbo o lo que sea y fardar que te pasas.

-         ¿Y tú de qué moriste?
-         De un infarto/de viejo/atropellado por un seiscientos/de un empacho de judías pintas con chorizo.
-         Bah, pringao. Yo morí en el fin del mundo.

Y molas mil más que el resto, claro. Así que siempre que he oído lo de tal día es el fin del mundo, me entra la curiosidad a ver qué pasa y cómo va la cosa. Si se va a llenar todo de lava y fuego y azufre, si aparecerá el diablo con su tridente y sus cuernos y su rabo. Si no nos enteraremos de nada porque la Tierra volará en pedazos y se convertirá en un bonito fuego artificial. Yo qué sé, pero eso hay que verlo.
Lo malo es que poco a poco, voy perdiendo la ilusión. Me siento como el del cuento del pastorcillo y el lobo. Que tanto “ay, que viene”, que ya no me lo creo y a este paso, un día me voy a levantar y van a estar los jinetes del Apocalipsis aporreando la puerta de mi casa...

-         ¿Naar? ¡salga que es el fin de los tiempos!
-         No me interesa ningún seguro, gracias.
-         No vendemos seguros, oiga, somos los jinetes del Apocalipsis salga y muera, que se acaba el mundo.
-         Gracias, pero tampoco quiero cambiar de compañía de gas, de luz, de teléfono ni de nada. No voy a comprarle calendarios ni a darle aguinaldo. Váyanse, hombre ya.
-         Pe… pero oiga, en serio, que somos los ángeles de la muerte y la exterminación.
-         Ya, ya, eso ya lo he oído antes. Hale, zumbando de aquí.

Y tantos años de intriga no servirán de nada, porque se acabará el mundo mientras yo estoy aquí como una gilipollas tejiendo una bufanda para mi abuela y tirando la pelotita de albal al gato. Me pillará en pijama de pelotillas y despelujada. Me pillará con unas bragas viejas y sin maquillar. Me pillará comiéndome los lacasitos por un estricto orden de colores.
No sé por qué, pero tengo un repentino sentimiento de estar desperdiciando mi vida mientras los jinetes del Apocalipsis cabalgan a toda leche hacia mi puerta.

viernes, 7 de septiembre de 2012

la teoría de los tres polvos

Mi amigo Jimmy es todo un personaje. Es la persona con más teorías absurdas que conozco. Tiene cientos. Y casi todas sexuales, cómo no.  Lo curioso, es que aunque en general cuando las cuenta nos lo tomamos a coña, muchas de ellas tienen un porcentaje muy alto de verdad. Y se te quedan grabadas. Y la vida, maldita sea, nunca vuelve a ser igual después de las teorías del Jimmy.
Así, la vida de Pa cambió cuando conoció la “teoría de la recompensa”. Puede que sea la más famosa y además, se recrea en contarla siempre que puede. Generalmente, al poco de conocerle, por lo que tu imagen sobre él se ve seriamente afectada. Mis otros amigos siempre que le ven, le piden que la cuente. Y él encantado de dar su discurso. Yo me niego a reproducir semejante teoría en este blog, si alguien quiere saber más al respecto, que se ponga en contacto con el Jimmy y él se la cuenta en directo.
Además de esa, hay muchas otras: la de “partir nueces”, la de “hasta el ombligo”, la de “sin dolor no cuenta”, la de las manos, la de las cejas, la del tomate… las mil y una. Creo que podría escribir un libro con esto y forrarse. O podría hacerlo yo y forrarme. Tengo que meditar al respecto.
El caso es que tiene una sobre la que he pensado a raíz del post anterior y de una conversación con G. Es la teoría de “los tres polvos” y reza simplemente con que no puedes saber si una persona es buena en la cama para ti y te gusta de verdad hasta el tercer polvo. El primero estás nervioso y confuso, cohibido y cortado. El segundo estás aún receloso y un poco avergonzado. Y el tercero es donde demuestras ya tu verdadero potencial.
Y estoy bastante de acuerdo. Con peros, eso sí. Creo que hay con gente que desde el pre-polvo uno sabes que no va a funcionar, que es una pérdida de tiempo. Y gente con la que sí, con la que todo va como la seda. Esto es raro, lo confieso. Encontrar alguien con quien la primera vez es buena, sale todo bien, te entiendes y dices, “madre mía, qué buen polvo”, hay poca en el mundo. Y además, cada uno tiene sus cosas. Igual yo creo que un chico es un dios y otra piensa lo contrario. Y viceversa. En la cama no hay normas escritas, hay gustos y preferencias y no son las mismas para todos. El caso es que cuando esa primera vez es lo bastante buena, procura que no sea la última. Procura retener un tiempecito a esa persona a tu lado, que de torpes y de malos polvos está el mundo lleno. Este es mi naar-consejo.
Ahora bien, he de decir que las primeras veces están sobrevaloradas. Es por lo que me he acordado de la teoría del Jimmy y he soltado todo este rollo. Porque le damos demasiado valor a las primeras cosas. A cómo fue el primer amor, el primer beso, el primer polvo. El primero-primero y el primero de cada relación. Como si fuera determinante. Y no lo es. Si tienes la suerte de que sea bueno desde el principio, mejor. Pero no es tan fundamental. Porque lo que es seguro, o casi seguro, es que por bueno que sea, no va a ser el mejor. Ni el mejor amor, ni el mejor beso, ni el mejor polvo. Así que no merece la pena obsesionarse. Hay que dar tregua. Hay que dar el margen de los tres polvos.
Maldito Jimmy y sus teorías descabelladas que le marcan a uno la existencia…