Mostrando entradas con la etiqueta los cuentos que yo cuento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta los cuentos que yo cuento. Mostrar todas las entradas

domingo, 9 de marzo de 2014

Teatro gatuno

Como Eva de Opiniones Incorrectas está como una cabra, nos propuso hacer un teatro gatuno para celebrar su aniversario de blog y de paso, repartir algunos premios. Y yo la verdad que no pensaba apuntarme porque lo de escribir no es lo mío... bueno, un poco sí, pero chorradas y tal, el teatro es complicado. El caso es que la mujer andaba un poco disgustada porque a todos nos dió el canguis y nadie quería participar. Y por las amigas hace uno cada cosa que... en fin. Total, que eso, que me tiro a la piscina y publico una minihistorieta con nuestros gatos como protagonistas. Espero que le guste y que me dé algún premio (Ejeeeeem) Los demás no seáis muy crueles conmigo, que no soy Lope de Vega, coño, sólo soy una pirada que quiere sacar una sonrisa a una buena amiga. Y por cierto, si os gusta, podéis votarme aquí


FORLÁN: ¿Miau? O sea… ¿diga?
RON: Forlán, soy Ron, ¿puedes hablar ahora?
FORLÁN: Sí, la bruja se ha ido, estoy en mi momento feliz yo solito en casa.
RON: Mira que eres rancio, con lo bien que estoy yo cuando mi ama me coge en brazos y me achucha y me canta cosas.
FORLÁN: Será que tu ama canta bien.
RON: No, lo hace fatal. Pero pone tanto afán, la pobre… Bueno, escucha, tenemos un problemilla.
FORLÁN: ¿Se te ha acabado el pienso? ¿Has perdido tu juguete favorito?
RON: No, mi ama quiere escribir una obra de teatro con nosotros de protagonistas.
FORLÁN:¡¡Ay, madre!! ¿Y esa chaladura?
RON: Pues mira, ha sido idea del ama de Ferny, Perfi y la pesada de Grace… que quiere hacer un concurso o no sé qué puñetas. Y como mi ama es tonta, se apunta a un bombardeo.
FORLÁN: Fijo que la bruja se ha apuntado también y me lo está ocultando para que no monte un numerito de los míos.
RON: Pues seguro… pero es que a mí me da corte. Además que Grace quiere rollo conmigo, se lo ha cascado su ama a la mía.
FORLÁN: Jo tío, que suerte. A mí de esa familia sólo me llegan los troleos de Ferny.
RON: Ya, mira que es camorrista el tío.
FORLÁN: ¿Y qué opina de que Grace quiera tema contigo?
RON: Espero que no lo sepa, se pondría como una fiera…
FORLÁN: A mí me mola más Perfi, es tan blanquita… seríamos como el ying y yang.
RON: ¿¿Te mola Perfi??
FORLÁN: Igual un poco… ¡Pero sólo un poco! ¡¡No se lo digas a nadie!!
RON: Huy, espera que me está entrando otra llamada. Ahora te vuelvo a llamar.


RON: ¿Miau? Esto… ¿diga?
GRACE: ¿Ron? Soy Grace.
RON: (ay, madre) Hola Grace, qué pasa.
GRACE: Nada… estaba pensando y he dicho, pues voy a llamar a Ron a ver qué se cuenta.
RON: Verás Grace, estaba hablando con Forlán y…
GRACE: ¿sabes que su ama va a hacer una obra de teatro para la mía?
RON: Eso sospechábamos, sí.
GRACE: ¿Y la tuya? ¿Va a escribir algo?
RON: Eso me temo.
GRACE: Podría ser una historia de amor. Yo podría ser la protagonista. Y tú el otro claro.
RON: Sí, sí… es una idea “buenísima”.
GRACE: Tú y yo haríamos buena pareja, ¿verdad?
RON: ¿A ti no te castraron el otro día, guapa?
GRACE: Pues sí, pero el amor es lo que tiene, que llega así de esta manera…
RON: Grace, no te enfades, pero estás como una cabra.
GRACE: ¿Quieres que haga algo romántico? ¿te llevo a la tele?
RON: Tu ama ve demasiado telecinco y te estás contagiando. Cambia de canal pisando el mando, yo lo hago cuando mi ama ve cosas que no me gustan.
GRACE: No, esto es amor del bueno.
RON: Pero qué amor ni qué lata. Déjame, no quiero novias. Y tú eres demasiado joven para mí.
GRACE: Pero Ron, es que tu amor llegó como una ola.
RON: ¿Cómo una ola?
GRACE: Tú amor llegó a mi vida.
RON: ¿¿Cómo una ola?
GRACE: De fuerza desmedida.
RON: Me das miedo.
FERNY:¡¡Miedo vas a tener como vaya yo para allá!! ¿qué le estás diciendo tú a mi Grace?
RON: ¿Ferny?
FERNY: Tú a mi hermana no te acercas, ¿me oyes?
RON: Pero, pero…
FERNY:¡Pero nada! ¡Que tú eres un vulgar gato callejero, yo soy un angora turco!
RON: ¿Pero qué dices, chalao, si te encontraron en un vertedero?
FERNY:¡¡Y a ti en un polígono!!
RON: ¡Que me dejes, piraoooo!
FERNY: ¡¡Poligonero, que eres un poligonero!!


FORLÁN: ¿Miau?
RON: Forlán soy yo otra vez, era la loca de Grace. Que sí que le molo, pero tío, le ha quitado el teléfono el loco del Ferny y se ha puesto a decirme cosas…
FORLÁN: Se lo tiene de un subidito el Ferny…
RON: Siempre con lo de que es un angora turco… ¡pero si le encontraron en un vertedero!
FORLÁN: ¿A ti no te encontraron en un polígono?
RON: No estamos hablando de mí… porque oye, ¿a ti dónde te encontraron?
FORLÁN: Ejem… ¿Y qué dices que te ha dicho Grace?
RON: Que le molo…
FORLÁN: ¿Y vas a hacer algo?
RON: Sí, esconderme debajo de la cama. Que en esa familia están todos locos.
FORLÁN: Haces bien, yo haré lo mismo. Y cuando mi ama se ponga a escribir al ordenador, me sentaré delante para que no pueda hacer teatro ninguno.
RON: Gran idea, yo lo hago siempre, pero seré aún más insistente esta vez. Hay que impedir que esta locura siga adelante.
FORLÁN: ¡Sí! ¡Tenemos que controlar a esta panda de amas locas!
RON: Y de paso a Ferny y compañía, claro…
FORLÁN: Todos locos, colega, todos locos menos nosotros…


jueves, 3 de enero de 2013

al habla con la vida

-         Hola… ¿es La Vida? Naar al aparato. Quería hablar con el responsable de esta mierda y hacer unas cuantas peticiones.
-         ¿Peticiones de qué tipo?
-         No me gusta mi vida ahora mismo.
-         Si desea hacer una devolución necesita usted el tique de adquisición de vida que le fue entregado a los solicitantes.
-         ¿Tique? ¿qué tique? ¿y qué solicitantes?
-         Sus padres, generalmente.
-         ¡Yo no tengo ningún tique y dudo que mis padres lo tengan!
-         Sí, suele ocurrir, en ocasiones los solicitantes olvidan pedir el resguardo o no llevan bolsillos en el momento para guardarlo y lo pierden.
-         Pues mire, fui “solicitada” como usted dice, en julio del 82 y por lo que sé de las “solicitudes” es más que probable que mis padres no llevaran bolsillos en ese momento.
-         ¿verano del 82? Sí, el mundial en España… lo recuerdo. Fue una época agitada. Tuvimos muchas solicitudes. Pero si no tiene tique no puede pedir una devolución.
-         No, no quiero devolver mi vida… o al menos no de momento. Quizás prefiero un cambio.
-         Muy bien, le paso con el departamento de cambios.


-         Buenos días, departamento de cambios, le atiende Naar, ¿en qué puedo ayudarle?
-         ¿Cómo que me atiende Naar? ¡¡Yo soy Naar!!
-         Sí, claro, pero este es el departamento de cambios de vida. Para cambiar de vida nadie puede ayudarle más que usted misma.
-         O sea, que esto no me sirve para nada.
-         Sí, sí le sirve. A ver, dígame cual es el problema.
-         Que no me gusta mi vida.
-         Cámbiela.
-         No puedo.
-         Lo siento, no comprendo el significado de lo que acaba de decir. Quizás quiera decir “no quiero”.
-         No, no puedo.
-         Quizás quiera decir “no me atrevo”.
-         No, no quiero decir nada de eso. Quiero decir que no puedo, joder, no puedo cambiarla.
-         Lo siento mucho, “no puedo” es algo no computable en este departamento. Si no le gusta su vida cámbiela.
-         Ah, claro, así de sencillo.
-         Nadie ha dicho que sea sencillo.
-         Cojonudo. Oiga, no quiero hablar más usted, o sea, conmigo. Bueno, que no quiero hablar con este departamento de mierda que no da soluciones. Páseme con el departamento de quejas.
-         Ahora mismo.



-         Buenos días, departamento de quejas y lloriqueos, le atiende Naar.
-         ¿Qué me atiende Naar? ¿Otra vez? ¡Yo soy Naar!
-         Sí, usted es la responsable de este departamento, de hecho. Todos los motivos que tiene para quejarse los ha creado usted.
-         ¿Y entonces qué hago?
-         ¿Le paso con el departamento de cambios de vida?
-         No, gracias, ya he hablado con la Naar de ahí y no me ha dado ninguna solución.
-         Lo dudo, somos muy competentes en nuestro servicio.
-         Sí, vamos, muchísimo. Escuche, estoy muy descontenta con todo esto. No me gusta mi vida, no me gusta mi futuro, no me gusta no tener respuestas y no me gusta nada este servicio.
-         Entiendo.
-        
-         ¿quiere usted algo más o…?
-         ¿No es el departamento de quejas? ¡Quiero quejarme!
-         Ah, pues puede seguir, pero si quiere le comunico con el servicio externo de amigas. ¿Desea usted hablar con Anita o con Pa?
-         No, no quiero hablar con ellas. Quiero una solución para que mi vida me guste de nuevo.
-         Ya le han dicho que si no le gusta su vida, cámbiela. Esa es la solución.
-         Maldita sea su estampa, que de hecho es la mía. Quiero una solución concreta.
-         Solución concreta a qué problema concreto, señorita Naar. No entiendo cuál es su queja y este es el departamento de quejas. Si sólo quiere refunfuñar, le paso con el departamento de cháchara interna o le remito de nuevo al servicio externo de Anita o Pa.
-         No me remita a nadie. No quiero hablar ahora mismo con Ana ni con Pa.
-         ¿Con Ignacio quizás?
-         ¡Que no, coño! Que no me pase a nadie.
-         Muy bien, ¿tiene alguna queja entonces que hacer?
-         Claro que tengo quejas, en plural. Hace meses todo iba bastante bien. Iba muy bien, de hecho. Pero se ha torcido. Y ahora no me gusta como va nada. Nada funciona bien. Quiero que se calme el dolor, la duda y la ansiedad. Quiero no tener miedo del futuro, de la operación de mi abuela, de una vida insulsa, de problemas económicos y de frustración laboral y personal. Quiero que todo vaya bien.
-         Entiendo.
-        
-        
-         ¿Y? ¿No me va a decir nada?
-         Este es el departamento de quejas. Sirve para quejarse. Sus quejas son recibidas y archivadas.
-         ¿Y qué más?
-         Nada más. Este es el departamento de quejas, no el de soluciones.
-         Está bien, páseme con el departamento de soluciones.
-         Lo siento, ese departamento no está en comunicación abierta. Ese departamento sólo se pondrá en contacto con usted cuando halle la solución y el tiempo se la demuestre.
-         O sea, que no sirve para nada. ¿sabe usted que La Vida es una mierda?
-         Esa es una queja recurrente. Pero es la política de la empresa.
-         Pues todo es una mierda y no me están ayudando nada.
-         ¿cómo que no? Usted pidió un cambio de vida y le dijeron como hacerlo. Usted pidió hablar con departamento de quejas y lloriqueos y ya se está quejando y lloriqueando. ¿qué más quiere?
-         ¡No quiero esta vida!
-         ¿Tiene usted el tique?
-         No. Al parecer mis padres no llevaban bolsillos cuando hicieron la “solicitud”.
-         Comprendo, es un problema muy común.
-         ¿Y ahora qué hago?
-         Eso sólo lo puede decidir usted.
-         Pues le voy a mandar a la mierda y a colgar.
-         Hace usted bien. Con un poco de suerte, dejará de perder el tiempo y hará caso de las sugerencias que le hemos ofrecido.
-         Bah, este servicio es una porquería, como todos los de atención telefónica.
-         Que tenga usted un feliz año, Naar.
-         Muchas gracias por su deseo.
-         No es un deseo, señorita, es una sugerencia.
-         Mejor aun.

domingo, 19 de junio de 2011

la chumbera (algo había que hacer)

Hace muchos años ya, uno de los tipos más peculiares que he conocido, me contó esta historia. Y aunque en el momento me eché a reír, luego me he acordado de ella muchas veces a lo largo de mi vida. Y últimamente, muy a menudo.
Supongo que es sólo una especie de leyenda urbana, o de fábula que se inventó este tío o algo así, pero la contaré como algo totalmente veraz, tal y como me fue contada a mí. Porque hay cosas que tienen más gracia así.

Había una vez un grupo de amigos que llevaba unos días en una playa desierta. Llevaban ya días allí tirados sin hacer absolutamente nada, sin moverse apenas, casi sin comer y sin cambiarse ni el bañador. Nada. El tiempo pasaba y nadie hacía nada.
De repente, uno de los chicos de grupo, salió corriendo y se tiró en plancha encima de unas chumberas. Los amigos corrieron hacia él para rescatarle. Le sacaron maltrecho, lleno de espinas por todas partes, herido, sangrando, gritando de dolor. Tenía espinas clavadas muy hondo, otras en la cara, en las manos… todo su cuerpo estaba traspasado por pequeñas pero dolorosas espinas.
Los amigos le arrastraron fuera de las chumberas y le preguntaron:

-         Pero… ¿¿POR QUÉ LO HAS HECHO??

Él, que seguía retorciéndose de escozor y con espinas clavadas por toda su piel, se encogió de hombros y dijo:

-         Bueno, algo había que hacer.





Y lo primero que piensa uno tras esta historia es “pues qué gilipollez, vaya tío idiota”. Ahora, hay que darse un respiro y volver a pensarlo con calma. A veces en la vida, hay que hacer cosas. Hay momentos, que uno sabe que va a salir escaldado, pero aún así, hay que hacerlo. Hay que decidirse, hay que asumir riesgos, hay que dejar que las espinas traspasen la piel. Hay veces, que algo hay que hacer. Aunque sea tirarse a una chumbera.

martes, 15 de febrero de 2011

te usé como refugio

Te usé como refugio, lo reconozco. Tú no lo sabes, ni lo sabías, ni posiblemente lo sabrás, pero fuiste mi escondite durante mucho tiempo.
Cada noche, cada silencio, cada desprecio. Cada segundo que no era feliz, me escondía en ti. Y en los últimos meses fueron muchas veces, demasiadas. Me pasaba más tiempo contigo que con él, aunque viviera a mi lado. Me resultaba más dulce tu recuerdo que mi realidad.
Por las noches, al apagar la luz, él se iba con ella y yo contigo. Dormíamos juntos, pero soñábamos por separado.
Yo recordaba tus besos, tu olor, el tacto suave de tu pelo largo. Caminaba con mi dedo índice y corazón por tu costado, haciéndote cosquillas porque me gustaba ver cómo te agitabas y te reías, levantando la cabeza para que te diera besos. Te mordía los hombros y te pasaba la mano por el pecho, enredando la punta de mis dedos en la pelusilla rubia que te salía. Bajaba por esa línea de pelo y jugaba con tu ombligo.
Él se imaginaba que la besaba el cuello, pero a mí me daba igual, me daba media vuelta en la cama y pensaba intensamente en ti, imaginando que estabas de nuevo ahí, en mi espalda.
Te girabas y me abrazabas por detrás. Te pegabas a mi espalda y me decías que te encantaba que durmiera desnuda todo el año. Pero es que a tu lado nunca era invierno. Tu recuerdo está ligado al verano, a las noches templadas, a dormir sin ropa, a amaneceres dorados que me hacían sentir bien. Así que imaginaba tu torso cálido pegado a mi espalda y tu respiración en mi nuca. Tus manos juguetonas acariciándome el estómago, tus dedos rozando la goma de mi única prenda. Esa forma tuya de agarrarme los pechos y de canturrearme bajito al oído. Me decías que de qué me reía. “de ti”, decía yo. Y tú me llamabas boba y seguías recorriéndome con la yema de tus dedos, con los ojos cerrados y diciéndome que tenía le piel muy suave. Y notaba cómo te excitaba pasarme la mano por la cara interna de los muslos y me besabas justo entre los omóplatos, susurrando que aún era temprano para dormir, o para levantarse o para cualquier cosa. Aún teníamos tiempo. Aún podíamos quedarnos un rato.
Me mordisqueabas la oreja y yo me reía de nuevo. Tú me canturreabas otra vez con ese tono tan bajo y tan dulce que ponías, y hundías la nariz en mi pelo. Me dabas la vuelta y me besabas. Así, con pasión medio contenida, como besabas tú. Y me rodeabas con tus brazos. Yo te seguía los besos, claro. Quién se resistía a esos labios. Te los mordía suave y jugaba con la punta de mi lengua. Te metía las manos en la nuca, me enredaba en tus mechones rubios y me agarraba de tus hombros.
Generalmente a estas alturas él se había dormido. Y soñaría que le llevaba el desayuno a la cama o que la arroparía con una manta o que compartirían un pastel. Por mí, cuanto más lejos mejor.
Yo lo que quería era esas cosas que tú me hacías. Esas que recordaba con detalle. Esas que me hacían estremecer. Ese modo tuyo de suspenderme en el aire con un brazo rodeándome los riñones. Ese modo de abrazarme cuando me tumbaba sobre ti y sentía todo tu calor en cada resquicio de mi piel. Esa mirada que me traspasaba las costillas. Ese gemido suave que me aceleraba el pulso.
Fue mucho tiempo escondiéndome en tu recuerdo para no asumir mi realidad. Muchas noches de ignorar que él no me quería recordando mis noches a tu lado. Mucho tiempo de huir en sueños, de usarte de escudo, de cobijarme en tu memoria.

Él se iba con ella. Yo me refugiaba en ti.  Ahora él se ha ido, no sé si con ella. Y yo no tengo donde esconderme.