martes, 31 de marzo de 2020

Raro


Está lloviendo. Mucho. Normal siendo abril. Normal, si no fuera porque nada es normal estos días. No dejo de pensar en la canción de Sabina que dice “más raro fue aquel verano que no paró de nevar”.
Desde hace semanas todos nos asomamos a la ventana a ver llover, a ver el sol, a ver el mundo parado. Nos asomamos, incrédulos a veces, desesperados otras, esperanzados a ratos. La mayor parte del tiempo, simplemente nos asomamos, como los gatos, a ver lo que ocurre fuera creyéndonos seguros desde el interior.
El mundo no ha dejado de girar, pero ha dejado de moverse. Al menos al ritmo normal. Y nosotros, que nunca fuimos más viles hormigas que ahora, suspirando y pensando que ayer (bueno, no ayer, pero hace unos días) nos creíamos invencibles. La fragilidad humana siempre escondida tras la apariencia de dominarlo todo. Hasta que viene un enemigo invisible y nos arrasa a su paso.

Pensábamos que esto no podía ocurrir. Pensábamos que controlábamos algo. Y hacíamos planes. De viajes, de bodas, de salir, de trabajar, de ir y venir. Ahora sabemos mejor que nunca que el futuro no nos pertenece y que apenas el hoy, el momento, es nuestro. Y valoramos más que nunca un abrazo de nuestra madre, un rato con amigos o poco de sol en la cara. Valoramos todo lo que dábamos por sentado, sin saber, pobres mortales, que apenas poseemos el aire que entra en nuestros pulmones un segundo antes de que vuelva a salir. Y pensamos en qué haríamos si volviéramos atrás. Adelantaríamos acontecimientos, celebraríamos más, nos querríamos más, nos besaríamos más. Aprovecharíamos más el tiempo que ahora se nos está robando. Quizás le daríamos menos importancia al trabajo o a los sinsabores diarios y a los disgustos tontos. Iríamos a visitar más a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestros amigos. Saldríamos de casa y correríamos calle arriba y calle abajo con la ilusión de un perrete cuando le desatas la correa. No creo que nadie, si pudiera retroceder seis meses o un año, dijera “voy a trabajar más” o “voy a discutir más con el vecino”. No. Aprovecharíamos la vida. Aprovecharíamos el tiempo. Haríamos cosas realmente importantes. Saborearíamos los momentos. Disfrutaríamos de verdad este precioso regalo que malgastamos más a menudo de lo que realmente nos gusta admitir.

Hasta el aire está raro estos días. Creo que todos en algún momento nos hemos acostado o levantado pensando que era un mal sueño y que despertaríamos de nuevo en el mundo que conocimos. Igual, poco a poco, aprendemos que ése ya no existe, que ha cambiado y que ahora la vida es otra. Y seguirá adelante, de un modo o de otro, porque la vida siempre se abre camino. Quizás sin nosotros, aunque espero que no. Pero está raro. Más raro incluso que aquel verano que no paró de nevar.