Ya sé que la Navidad a veces es un rollo. Que parece la
época para quejarse por antonomasia. Que todos estamos cansados, agobiados,
llenos de colesterol e hiperazucarados. Sé que te gastas una pasta en regalos y
en salidas y en mil cosas. Lo sé todo. Pero como yo soy de ir a la contra, hoy
os voy a contar las cosas buenas.
Una de ellas son las tarjetas. Me encanta mandar y recibir
cartas a mano y sólo lo hago en navidad. Escribo las tarjetas, los sobres y
pongo pegatinas monas. Y escribo con rotuladores plateados y dorados, hortera
todo. Me encanta. Y me duele la muñeca porque ya no escribo a mano nunca, pero
es parte de la tradición. Y mola.
Mola mucho porque mis amigas del blog a las que adoro
tantérrimo y que sólo veo un par de veces al año escriben por wasap que les ha
llegado al fin la tarjeta. Y mandan fotos. Y vídeos haciendo la gallina, aunque
no sé muy bien qué explicación tiene eso a parte de que no están bien de la
cabeza. Y lo que más mola es cuando un par de gemelas dicen que no saben si sus
tarjetas van a llegar porque olvidaron poner los sellos al enviarlas. Y que no
se habían dado cuenta del pequeño detalle hasta que no han recibido las del
resto de la gente y los han visto. Y que no sabían si seguían existiendo los
buzones. Y en un día un poco feo, te pasas el tiempo riendo a carcajadas con
gente tan cercana que te calienta el corazón a cientos de kilómetros. Eso mola
mucho.
Mola porque con mi gente de aquí me junto para cenar. Y
entre los que vieven lejos, los que viven en otros paises y los que están
casados, pues es una de las pocas veces al año que nos juntamos todos sin
prisas. Y como este año no hemos podido hacer el amigo invisible, hemos
decidido hacer el amigo invisible mierdoso inverso, que es que cada uno lleva un
regalo costroso a la cena, se meten todos en una bolsa y luego todos sacamos
uno. Y a ver quién lleva la mayor de las porquerías. No queremos cosas,
queremos reír, hacer el gamberro, hacernos putadillas como toda la vida.
Queremos seguir siendo aquellos que se conocieron hace más de diez años y que
ahora no pueden verse tanto como les gustaría. Y eso mola mucho.
Y mola, porque aún tengo abuelos que se arreglan mucho, que
ponen la casa bonita, que encienden el belén y que se emocionan con las
fiestas. Y eso mola.
Y mola, porque a veces la Navidad es una excusa para decir a
la gente que la quieres, para hablar con amigos que el día a día no tienes
apenas tiempo o para quedar con quien vive lejos. Mola mucho.
Así que, gruñid un poco si queréis, pero la navidad tiene
cosas que molan. Y no son los regalos, ni los gastos, ni el comer como si no
hubiera mañana. La gente mola. Sonreir mola. Y cualquier excusa o razón es
buena.
Molad mucho estas fiestas. Y por si no vuelvo a escribir
antes, molad mucho el Año Nuevo. Molad mucho todo el 2015.
Salud, alegría, amor, paz y esas cosas, queridos. ¡¡FELICES
FIESTAS!!