miércoles, 24 de diciembre de 2014

Las Navidades molan... si quieres

Ya sé que la Navidad a veces es un rollo. Que parece la época para quejarse por antonomasia. Que todos estamos cansados, agobiados, llenos de colesterol e hiperazucarados. Sé que te gastas una pasta en regalos y en salidas y en mil cosas. Lo sé todo. Pero como yo soy de ir a la contra, hoy os voy a contar las cosas buenas.
Una de ellas son las tarjetas. Me encanta mandar y recibir cartas a mano y sólo lo hago en navidad. Escribo las tarjetas, los sobres y pongo pegatinas monas. Y escribo con rotuladores plateados y dorados, hortera todo. Me encanta. Y me duele la muñeca porque ya no escribo a mano nunca, pero es parte de la tradición. Y mola.
Mola mucho porque mis amigas del blog a las que adoro tantérrimo y que sólo veo un par de veces al año escriben por wasap que les ha llegado al fin la tarjeta. Y mandan fotos. Y vídeos haciendo la gallina, aunque no sé muy bien qué explicación tiene eso a parte de que no están bien de la cabeza. Y lo que más mola es cuando un par de gemelas dicen que no saben si sus tarjetas van a llegar porque olvidaron poner los sellos al enviarlas. Y que no se habían dado cuenta del pequeño detalle hasta que no han recibido las del resto de la gente y los han visto. Y que no sabían si seguían existiendo los buzones. Y en un día un poco feo, te pasas el tiempo riendo a carcajadas con gente tan cercana que te calienta el corazón a cientos de kilómetros. Eso mola mucho.
Mola porque con mi gente de aquí me junto para cenar. Y entre los que vieven lejos, los que viven en otros paises y los que están casados, pues es una de las pocas veces al año que nos juntamos todos sin prisas. Y como este año no hemos podido hacer el amigo invisible, hemos decidido hacer el amigo invisible mierdoso inverso, que es que cada uno lleva un regalo costroso a la cena, se meten todos en una bolsa y luego todos sacamos uno. Y a ver quién lleva la mayor de las porquerías. No queremos cosas, queremos reír, hacer el gamberro, hacernos putadillas como toda la vida. Queremos seguir siendo aquellos que se conocieron hace más de diez años y que ahora no pueden verse tanto como les gustaría. Y eso mola mucho.
Y mola, porque aún tengo abuelos que se arreglan mucho, que ponen la casa bonita, que encienden el belén y que se emocionan con las fiestas. Y eso mola.
Y mola, porque a veces la Navidad es una excusa para decir a la gente que la quieres, para hablar con amigos que el día a día no tienes apenas tiempo o para quedar con quien vive lejos. Mola mucho.
Así que, gruñid un poco si queréis, pero la navidad tiene cosas que molan. Y no son los regalos, ni los gastos, ni el comer como si no hubiera mañana. La gente mola. Sonreir mola. Y cualquier excusa o razón es buena.
Molad mucho estas fiestas. Y por si no vuelvo a escribir antes, molad mucho el Año Nuevo. Molad mucho todo el 2015.

Salud, alegría, amor, paz y esas cosas, queridos. ¡¡FELICES FIESTAS!!

lunes, 22 de diciembre de 2014

una especie de dejá vù

El otro día fui a poner una denuncia porque me han intentado robar el coche y me han reventado la cerradura. AGAIN. Que no es que tengáis un dejá vù de esos ni que yo esté chocheando y cuente lo mismo cuatro veces. No. Es que lo han vuelto a hacer. Y digo yo, ¿qué cojones creen que van a encontrar en un coche tan sumamente roñoso como el mío? Obviamente no se llevaron nada porque no había nada. Que un poco más y me dejan un par de euros en el salpicadero para que lo lleve a lavar. Además esta vez me han jodido la cerradura de mi puerta, así que tengo que abrir la del copiloto y dar la vuelta de nuevo al coche para entrar por la mía o directamente entrar por la del copiloto y hacer contorsionismo, cosa muy fácil con el bolso, el abrigo, la bufanda estranguladora, las botas y con suerte, el paraguas.  El invierno, que da gusto la vida misma.
En fin, que tuve que volver a comisaría. Y mi amigo el poli ha dejado de ser poli. Bueno, no lo ha dejado, pero ahora está en otra cosa y se dedica a otros menesteres. Y  ya no lleva uniforme ni pistola ni placa ni nada. O sea, que es un pringao cualquiera sin autoridad ni sex appeal ninguno. De hecho, creo que voy a dejar de ser amiga suya. Bah. Y obviamente en comisaría sin enchufe me tocó esperar una hora. Y a pesar de los muchos policías guapos y buenorros que andaban por allí me tuvo que atender uno feo. Y mongolo. Tanto fue así cuando salí llamé a mi examigo el expoli y le dije que ya me acordaba porqué los policías me caían mal.
Luego fui al taller. Y resulta que el perito del seguro tenía no sé qué historias (o sea, comilonas y borracheras navideñas varias) y no volvía hasta el lunes. Pues qué bien. Ya verás como me quedo sin coche hasta el año nuevo. Literalmente.
Por otro lado mi pobre y maltrecho portátil está más que agonizante. Ahora sólo carga la batería si el cable está retorido y tengo que sujetarlo con una pinza. Y los Reyes Majos me van a traer otro, pero me jode, porque no quiero el puto windows 8 ese que es la pus. Pero a ver qué remedio. Mueg.
Y dentro de mis males se me ha caído un pompón de los monérrimos zapatos que me compré hace un par de años para la boda del Gordito y que pensaba ponerme para la cena de Navidad con mis amigos, así que mi arte y yo tenemos que inventar algo para hacer el apaño, porque son unos zapatos preciosos y comodísimos. Supongo que bajaré al chinorris y compraré algo que pegar en el lugar de los pompones. Y todo esto en dos días. Muy bien todo.

En fin, seguiremos informando. A no ser que me toque la lotería, que me compraré montones de zapatos, un coche a prueba de robos y un amigo policía nuevo por si acaso. Y un portátil megaguay que llevarme a mi lujoso hotel de las Maldivas. Ja.

viernes, 19 de diciembre de 2014

como me toque la lotería... huyo!!

El invierno es un rollo total. Frío, lluvia, miles de capas de ropa, las botas, el plumas que te hace parecer michelín y para colmo, las quedadas familiares, las cenas de empresa, de amigos, de antiguos alumnos de un curso de inglés que hiciste hace diez años... el horror. Hay días que a todos nos gustaría salir corriendo y no volver en una temporada.
Y la idea de huir lejos se ve alimentada por la posibilidad de que nos toque la lotería y podamos escapar de las navidades con el suegro, el cuñado y la prima esa que nos cae tan gorda. ¿quién no ha soñado con pasar unas felices fiestas lejos de todo ese mundanal ruido, dedicándose a estar tranquilo y a gusto, rodeado de lujos y comodidades?
Yo al menos, sí. Lo admito, cada año por estas fechas me imagino ganando la lotería y corriendo al aeropuerto con las maletas y los millones que, desde luego, no pienso compartir con nadie. Y siempre digo que me iré al Caribe a tumbarme bajo una palmera, pero luego lo pienso otra vez y no me convence tanto. Yo ya he estado en el Caribe y son muchas horas de avión para al final estar en un resort rodeado de catetos. Así que lo he pensado de nuevo, ¿para qué voy a irme al otro lado del charco si bien cerca tengo un paraíso de clima estupendo y con hoteles de gran  lujo en Tenerife?
Pues eso, que si este año me toca la lotería he pensado pirarme de la urbe y pasar tan entrañables fechas en el Hotel Botánico donde se hospedan los reyes y los famosos, que bien sabrán ellos lo que es bueno con tanto dinero que tienen. Como por soñar que no quede, he estado mirando y hasta tienen programas especiales para Navidad y una gama de restaurantes que quitan el hipo.  Y eso sin contar con que tienen un spa donde podría deshacerme de mis contracturas de una vez por todas y relajarme para recibir el año de buen humor y no estresada y harta de cocinar y de hacer cosas como es costumbre.
En fin, que como me toque a lotería ya me habéis visto el pelo, porque desde luego me lo voy a pulir todo en el hotel de lujo de Tenerife, sin mil horas de vuelo ni mosquitos tropicales. Yo allí, debajo de la palmera, de buen rollito y rodeada de gente elegante. Y tan ricamente, nunca mejor dicho.


jueves, 18 de diciembre de 2014

Un regreso, un máster y una lucha

Hace un par de semanas me llegó un mensaje de un antiguo compañero de instituto. Me sorprendió mucho porque le hacía en Ecuador. La última vez que habíamos hablado fue antes de verano y me dijo que se iba a trabajar allí, pero ha vuelto y está haciendo un máster de planificaciónterritorial y gestión ambiental.
 La verdad es que no le imaginaba estudiando de nuevo. A pesar de que es un chico increíblemente inteligente nunca le gustó estudiar. Le recuerdo con catorce años, dando saltos en el pupitre como si le quemara el asiento. Se pasaba el día distraído, durmiendo cada vez que los profesores no le miraban directamente o haciendo dibujos raros en los márgenes de los cuadernos. Porque otra cosa no, pero para las matemáticas y para el dibujo lineal tenía un don especial. Aún me parece verle con el flequillo tan rubio y tan liso cayéndole por delante de los ojos azules cuando se encorvaba sobre los folios blancos con su escuadra, su cartabón y el compás haciendo cosas que a los demás nos resultaban poco menos que imposibles. Pero a él no le costaba nada, le salía solo. De hecho, el examen de dibujo lineal de primero de BUP me lo aprobó él. Yo era una inútil redomada en esos temas. Pero él era capaz de hacerte una planta, un alzado y un perfil a mano alzada y que quedara perfecto. Por eso cuando por fin terminó el instituto y se metió en arquitectura tardó poco en destacar. Por desgracia llegó la crisis, el mundo de la construción saltó por los aires  y le tocó trabajar de camarero. Un talento desperdiciado por completo.
Eso sí, el tío no se rinde. Se fue a trabajar a Ecuador, pero no lo aguantó. Me dijo que no le gustaba tener que ir siempre con seguridad, en taxis que le enviaba la empresa y sin poder salir solo a ningún sitio. Así que se dio media vuelta y volvió a España. Y como todos en esta época, trata de encontrar su sitio y de reciclarse, de seguir formándose, de seguir peleando por destacar lo suficiente para trabajar de su pasión, de lo que realmente ha hecho bien desde que era un adolescente con aspecto distraído y pelo lacio. Así que con los ahorros que ha traído del otro lado del charco se ha metido en un máster. Al parecer así puede tener alguna salida más en el mundo de la construcción, enfocado hacia la gestión medioambiental o incluso dando clases del tema.

Espero que tenga suerte, como tantos que andamos intentando mejorar y escalar posiciones en nuestro campo para conseguir una oportunidad de demostrar que hicimos una carrera porque realmente valíamos para ella. Ya que una vez que encontramos nuestra vocación, no estamos dispuestos a renunciar a ella porque el viento sople en contra.

martes, 16 de diciembre de 2014

La petición absurda

Debido a las peticiones que habéis hecho me veo en el brete de tener que contar lo de mi fallida y bochornosa petición de mano. Que conste que ya dije cosas al respecto aquí. No es un secreto el asunto, vaya.
El caso es que yo nunca he querido casarme. No soy de las que sueñan con vestido pomposo, ni iglesia, ni flores ni nada de nada. Me parece estupendo que la gente se case y haga lo que le dé la gana, pero esas cosas no son lo mío. A mí me agobian las familias, los compromisos, las fiestas, los preparativos, los planes a largo plazo, las fechas cerradas. Así que no, no es mi rollo.
De todos modos, llamadme loca, pero a mí lo de “pedir matrimonio” me suena fatal. ¿Cómo que pedir? ¿qué es, un favor? Yo no creo que tenga que ser algo que me pidan y yo conceda, creo que es algo que se habla, que se acuerda, que se quiere hacer entre dos. Porque el día de la boda no es nada, es un día, una fiesta y poco más. Lo difícil y lo real empieza luego. Y hay que tenerlo muy clarito, muy seguro y tener una relación muy asentada y sólida. Creo yo, vamos.
Así que sumemos:  yo no quiero casarme, no me gustan las bodas, las peticiones me parecen algo arcaico y absurdo y para colmo, ni siquiera me iba especialmente bien con el desequilibrado. El acabose, oiga.
Y durante tres años, el zumbado de los cojones de mi ex me oyó decir todo esto cientos de veces. Me vio despotricar de cada boda a la que fuimos. Jamás de los jamases me vio una ilusión al respecto. Pero como él iba a su bola totalmente, decidió de manera unilateral que quería casarse. Porque sí, porque él lo molaba fuerte. Y para colmo se casaron mis amigas del pueblo. Y sus primos. Y algunos amigos cercanos. Así que culo veo, culo quiero.
Un año antes del terrible altercado en Roma, ya tuvimos la bronca del siglo porque por razones que ahora no vienen al caso, salió el asunto de que iba a pedirme matrimonio tras la boda de una amiga mía de Pueblodelsur. Le pillé antes de que lo hiciera y le dije textualmente, que menos mal que no había llegado el caso porque le habría dicho que no y se hubiera armado bien gorda. ¿Creéis que eso le hizo desistir de su absurdo empeño? Noooooo. ¡Claro que no!
Así que un año después, me regaló un viaje a Roma en mi cumpleaños. Y yo me olí la tostada, pero no quise creerme a mí misma. No podía ser tan ridículo todo. ¿Por qué Roma? Él sabrá. Yo ya había estado y sí, me gustó mucho, pero no es la ciudad de mis sueños ni me impactó especialmente. Pero vale, Roma, lo que sea. Pasamos el primer día bien y yo me relajé un poco. Pero llegó el segundo día. Visita al Vaticano, paseos, cena en el Trastévere. Ví que tenía un empeño muy raro en cenar en un sitio bonito y romántico. Y yo como, “pero qué querrá este tío, si sabe que yo no ceno nunca y que lo único que quiero es un té caliente y volverme al hotel que me matan los pies”. Pero no, erre que erre. Hasta que cenamos en una terracita y después de insistirme en que cenara y me tomara una copa de vino o de algo (cosas que no hice) me dijo que había soñado con que esa noche cenara con él y tomáramos una copa como en las películas. Sí, muchas películas de mierda había visto este tipo en su vida.  Y entonces siguió hablando, aunque apenas recuerdo nada porque a medida que lo iba haciendo yo valoraba seriamente la posibilidad de salir corriendo. Correr, correr lejos. Yo, que no acelero el paso ni para evitar que  me atropellen, pensando en batir el récord de Ussain Bolt.
Y entonces, tachán, anillo de brillantes y frase tópica. Y yo queriéndome morir allí mismo. Ojalá la tierra se hubiera abierto bajo mis pies y yo hubiera aparecido en Australia. Ojalá hubiese podido salir corriendo de verdad como me gritaba mi mente en lugar de quedarme totalmente petrificada. Sólo acerté a decir eso, “no me jodas, no me jodas, no me jodas Desequilibrado, no me puedes hacer esto”. Después de eso cerré la boca y no la volví a abrir hasta que volví a Madrid dos días después.
El resto, como diría aquél, es historia.
Y hay quien dice que todo esto es porque él no era la persona adecuada. Que no, no lo era. Pero no es sólo eso. Es que yo hablo bien claro. No digo una cosa para que se haga la contraria. Y si llevo toda la vida diciendo algo, lo mínimo que espero es que se me escuche y se me respete. Si realmente tu sueño es casarte y tener hijos, yo no soy la persona con la que quieres estar. Si por el contrario me quieres a mí, asume y acepta que nunca seré la mujer ilusionada por un anillo y un vestido estilo merengue que quizás se espera. Pero las dos cosas no son compatibles. Así que elige. O vete a la mierda, lo que prefieras. Pero no me obligues, no me presiones, no me acorrales. Porque para mí fue un momento horrible por todas estas razones, pero sobre todo porque me sentí contra las cuerdas. En plan “esto es lo que tienes que querer, quiérelo. Y si no lo quieres, será tu culpa, todos seremos infelices porque no has querido lo que debías, so puta”.
Y seré rara (vaya novedad) o estaré loca, o lo que sea, que tres cojones me importa, pero en contra de lo esperable, uno de los peores momentos, más vergonzosos, más abochornantes, más agobiantes y más irritantes de mi vida fue esa estúpida pedida de mano. Por mucho que a la gente le sorprenda. Y aunque no creo, no sé si algún día llegaré a casarme porque como he dicho varias veces, no creo en el futuro y no sé qué será de mí mañana, pero puedo asegurar que no será en ese plan ni con petición ridícula de por medio. Eso garantizado.

Pues hala, ya sabéis la historia. Si queréis saber más cosas de mi pasado más estúpido, sólo tenéis que decirlo, el buzón de sugerencias de Naar se encuentra disponible.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

quién me lo iba a decir

¿Sabéis eso de “si me lo llegan a decir…”? A mí me pasa a menudo.
Si me hubieran dicho a los 14 años que a los 31 iba a rechazar un café con mi rubísimo amor platónico del instituto, no me lo hubiera creído y me hubiera puesto histérica como buena adolescente, segura de que esperaría ansiosa esos 16 años su llamada. Pero no.
Si me hubieran dicho a los 15 años que a los 20 me iba a enamorar perdidamente de ese compañero raro y desgarbado, con gafas y aparato que era el Ross hubiera soltado una carcajada. Ese tipo raro jamás podría ser nada mío, no estábamos en la misma onda para nada.
Si me hubieran dicho a los 23 que a los 25 me iba a ir a vivir con el Desequilibrado con que salía esporádicamente, hubiera salido corriendo. Ni loca me iba a meter yo en ese follón y menos con ese tío.
Si me hubieran dicho, en cualquier momento de mi vida que a los 27 me iban a pedir matrimonio en Roma y lo primero que iba a contestar es “no me jodas, no me hagas esto”, me hubiera quedado de piedra. Si me hubieran dicho que recordaría ese momento supuestamente romántico como el más bochornoso de mi vida, hubiera pensado que no podía ser verdad.
Si me hubieran dicho a los 27, con la vida patas arriba y todo del revés, que en ese momento iba a empezar a ser yo misma,  a ser feliz y a encontrar mi camino, me hubiera echado a llorar. Si me hubieran dicho entonces que cuatro años más tarde iba a estar como estoy ahora, me hubiera costado mucho creerlo.
Por eso, me dijeran lo que me dijeran ahora, no creería nada del futuro. Porque hace cuatro años abrí este blog, más perdida que la hostia. Y no sé cómo, ni dónde ni de qué manera estaré dentro de otros cuatro. Pero que sea lo que Dios quiera. Yo ya no espero nada, sólo dejo que llegue mientras sigo caminando.  
Felices 4 años, blog.


domingo, 7 de diciembre de 2014

Explicaciones al (des)amor

A ver si soy capaz de contaros lo que quiero sin parecer una especie de misógina estúpida y me hago entender. Sé que es un post un poco largo, pero me gustaría mucho vuestra opinión al respecto.

Tengo una amiga que está un poco en crisis personal. No pasa nada, todos tenemos temporadas de estar perdidos, atolondrados o simplemente encadenar decisiones estúpidas. Lo que pasa es que a veces, decirle a una amiga que está haciendo el gilipollas provoca que se enfade y que tú te encabrones porque no te hace caso y ella se mosquea más y… da mucha pereza.
El asunto es que hace poco se empeñó en frungirse a un tipo que se veía a la legua que no iba a hacerle ningún bien. Se lo advertí y pasó de mí, cosa que me parece normal porque todos necesitamos hacer ciertas cosas y escarmentar por nosotros mismos. Obviamente el tío se la frungió dos veces y pasó de ella. Mi amiga se hundió en la miseria. Yo le dije, suavizando las palabras, que dejara de hacer el capullo y que pasara página, que el asunto era tan sencillo como que ese tío pasaba de ella. Y que, de nuevo suavizando el modo de decirlo, que no la quería, que es posible que ni siquiera le gustara y que simplemente le hubiera echado dos polvos por no tener nada mejor que hacer. Ella por supuesto, no me quiso hacer caso, volvió a revolcarse en la mierda, le mandó unos cuantos mensajes (en contra de mis consejos) que obviamente fueron ignorados, y por fin pareció que estaba saliendo adelante. Pero el tío le mandó un mensaje y ella salió corriendo a quedar con él de nuevo. Y éste la utilizó para lo que le interesaba, que ni siquiera era un plan sexual y pasó de nuevo de ella. Y mi amiga volvió a llamarme hecha un trapo. Tía, te he dicho que pasa de ti, que no te quiere, que no le gustas, ¿para qué recaes? ¡Que no quiere nada contigo! Explicación de ella “no, yo creo que lo que pasa es que se ha asustado, no está acostumbrado a mujeres como yo y por eso no se atreve a seguir adelante.” Vale, me rindo. De verdad, basta, basta de darme cabezazos contra un muro.

Por otro lado, casi a la vez en el tiempo me llamó mi amigo A. Yo adoro a A, es uno de los mejores amigos que he tenido nunca. Y una de las cosas que más me fascina de él es que siempre me dice que hablar conmigo le hace un bien inmenso, que mi sinceridad y mi forma de decir las cosas le hace pensar y le ayuda mucho. O sea, que con él no tengo que suavizar nada. El caso es que me llamó y me dijo que le había dejado la novia. Al principio estaba bastante triste, así que le consolé, pero cuando me contó el caso, no me lo pensé: “niño, esa tía no te quiere, cuanto antes pases página, mejor.”  Se quedó callado. Pensé que me iba a mandar a la mierda o darme alguna explicación al estilo de la de mi amiga. Pero no. Se echó a reír. Y me dijo que tenía razón. Me siguió contando cosas. Y poco a poco, él mismo se fue dando cuenta y fue racionalizando el asunto hasta que me dijo “tienes toda la razón, esta chica no me quiere ya, por la razón que sea, ya no quiere estar conmigo. Y si ella no quiere, no voy a estar detrás.” Le apostillé una de mis frases preferidas para estos casos, que el amor no es limosna. No se pide, no se suplica, no te lo dan así como de mala gana, no te dan sobras. El amor de verdad se regala a manos llenas. Y cuanto más das, más tienes. Es terrible y maravilloso a la vez. Me volvió a dar la razón. Anoche quedé con él para salir por la noche. Lo pasamos genial. Él está guapísimo y tan animado como siempre. Me dio las gracias mil veces, me dijo que cuanto más lo pensaba, más razón me daba. Que no quería una relación como la que tenía, que quiere otra cosa como las que yo le conté que se pueden tener. Y que no iba a olvidar mis palabras, como no olvidaba otras muchas que le había dicho en el pasado.

Y no sé, hay algo que me mosquea en todo esto, algo como que las mujeres tendemos a buscar intrincadas explicaciones a cosas sencillas mientras que los hombres a veces simplifican hasta el extremo cosas un poco más complicadas. Y sí, por una vez generalizo un poco. Porque obviamente no todas las mujeres hacemos eso de dar vueltas y buscar recovecos en donde no los hay. Pero hay cierta tendencia. Nos cuesta mucho decir “este tío pasa de mí, me ha mandado a la porra y punto”. ¿Por orgullo? ¿Por tratar de salvaguardar la dignidad y la honra? ¿Por estupidez pura y dura? Lo desconozco. Pero siento que cuando a una amiga le dices que está haciendo el tonto y le pones las cosas claras, casi siempre consigues que se enfade al menos un poco mientras que los amigos te lo suelen agradecer. O así es en los casos que me rodean. Y quizás por eso, el número de amigos gana por goleada al de amigas. Porque me parece más fácil hablar con ellos y no tengo que buscar explicaciones rocambolescas para no herir sus sentimientos.

Porque a veces las cosas son sencillas. O al menos, más sencillas de lo que las vemos. A veces, incluso hasta más sencillas de lo que nos gustaría. 

jueves, 4 de diciembre de 2014

ignorancia tecnológica

Mis padres son bastante enemigos de la tecnología. Así en general. Mi padre es el loco de la pradera que no tiene móvil. Mi madre tiene un ordenador portátil prehistórico y por más que le explique que las cosas se guardan en un sitio, tiene las mismas fotos en el ordenador ocupando mil de sitio, en las tarjetas de memoria de la cámara, en los pendrive, que tiene como una docena de cada y en el disco duro. La verdad es que son muy cansinos los dos y me cuesta auténticas broncas con ellos su inutilidad tecnológica. Pero es que se la pela. No es que sean tontos, es que pasan del asunto como de comer piedras.
La parte buena es que cuando quiero les tomo el pelo como me da la gana. Últimamente he estado escribiendo unos artículos sobre cosas curiosas e historia de Madrid y quiero encuadernarlos para regalárselo por su aniversario en plan sorpresa, que sé que les va a hacer ilusión. Lo malo es que he tenido que soltar varias mentirijillas por el camino y encima no se han enterado.
Hace un par de semanas mi madre me pidió que le enviara alguno de los artículos por mail para leerlo. Yo lo hice, totalmente consciente de que no iba a poder, porque desde la “reparación” de mi portátil tengo el office que usaban los hombres de cromañón y los word se guardan como .docx, mientras que mi madre sólo puede ver .doc. Pero se lo pasé para tenerla entretenida e ir haciendo tiempo.

-         - Hija, lo que me pasaste no se vé.
-         - ¿Qué te pasé?
-         - Lo de Madrid…
-         - Ah… ¿y no se ve, dices?
-         - No, no se ve.
-         - Ah, pues es raro que no se vea.
-         - Pues no se ve.
-         - Ya, pues qué raro.
-         - Pero no puedo verlo.
-         - Ya, es lo que tiene.
-         - Hija, no me haces caso.
-         - Sí, mamá, sí, que no se ve, te hago mucho caso.
-         - Vale, ¿y qué hago?
-         - Pues no sé, ya investigaré a ver qué pasa, seguro que es un virus.

En caso de duda, siempre es un virus, eso la acojona y queda quietecita sin investigar por su cuenta, así que me dio para otra semana haciéndome la loca. Pero al final mi madre volvió a la carga.

-        -  Nena, he pensado que si por mail no se puede mandar igual me lo puedes meter en un pendrive.
-        - Huy, no, no… qué va.
-        - ¿Por qué no?
-       -  Porque si no lo ves por el correo puede que sea un virus. Y si lo metes en un pendrive puedes infectarlo todo.
-        -  Ah. Bueno, pues pasa un antivirus de esos a tu ordenador no vayas a perder la información.
-         - No mamá, porque debe ser un virus de los que se llevan a otro ordenador pero no afectan al mío. Y como me voy a pedir un portátil nuevo para reyes, pues ya no merece la pena.
-        -  Ah, claro.

Rollos, rollos patateros que me saco de la manga sobre la marcha pero van colando. Luego pensé que molaría mucho poner  fotos suyas en la portada de los artículos y tal. ¿Cómo hacerme con ellas? Fácil, con más sucias artimañas.

-         - Mamá, necesito que me dejes el disco duro con la memoria de vuestros ordenadores.
-        -  ¿Para qué?
-        - Para ponerle un protector de virus.
-        - ¿Para que no se contagie del tuyo al mío?
-        - Exacto, mamá, cuánto sabes.

Y oye, el fin justifica los medios. El librito va a quedar bien mono. Y no me interesa en absoluto que aprendan más o se me jode el chiringuito. Bendita ignorancia.



martes, 2 de diciembre de 2014

hecha una rosca y tapada con una manta

Supongo que a nadie le mola ponerse malo. Bueno, depende. Reconozco que cuando trabajaba con un horario de mierda y me cogía un catarro iba al médico la mar de contenta a por mis tres días de estar en casa haciendo el vago absoluto. Pero vamos, que en general, no mola.
Y si vives sola, mola menos. Porque piensas “qué bien me sentaría un zumito de naranja natural ahora”… pero luego piensas en que tienes que levantarte, exprimir las estúpidas naranjas, fregar el exprimidor, el vaso, la cucharilla, tirar las pieles a la basura y pasar la bayeta por la encimera y… mira, oye, que tampoco te apetece tanto el zumo. Y te haces una rosca en el sofá tapada con la manta.
Luego piensas que te vendría genial echarte un fusfus de ese de la nariz para despejarte un poco, pero recuerdas que está arriba en la habitación y maldices tu estampa por haberte comprado un dúplex, que no sé en qué momento te pareció buena idea y total, tampoco tienes tanta necesidad de respirar como para tener que subir. Y te haces una rosca en el sofá tapada con la manta.
Y así va pasando el día, dejando de hacer cosas porque total, no las necesitas ni las quieres tanto y hecha una rosca en el sofá tapada con la manta y haciendo el esfuerzo de cambiar de postura de vez en cuando para que no te salgan llagas. Y con el gato encima, que para él esto es una vidorra estupenda.
Total, que no me encuentro muy bien. Quería haber publicado un par de premios que me pasó Eva, pero uno de ellos implica que se me oiga la voz y si no me gusta escucharme de normal, ya resfriada puede ser el acabose. Así que tendrá que esperar.

En fin, voy a tomarme un par de paracetamoles con un colacao de soja calentito y… bueno, mira, voy a hacerme una rosca y taparme con una manta.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

El excitante efecto templao

A ver, o yo soy un bicho raro o a la gente le van cosas sexuales de lo más absurdas. Que yo no me meto con nadie, ojo. Por mí como si en la intimidad de tu hogar te gusta poner velas aromáticas, darte un relajante baño de sales y meterte una enorme calabaza por el culo. Mientras no violes, no dañes y no fuerces a nadie, haz lo que te venga en gana.
Ahora bien, que a mí me la traiga floja todo lo que hace el resto del mundo no significa que siempre lo comprenda. Hay veces que no, que no, que no lo entiendo aunque me esfuerce.
Una de las cosas que me estresan bastante es esta moda de los lubricantes de “sabores”. Que no sé yo para qué sirven, porque en las zonas bajas no se tienen papilas gustativas en ninguno de los dos casos. Y está el listillo de turno “mujer, son para juegos y para hacer cosas con la lengua”. Mira, no. Si quieres hacer sexo oral, hazlo y no uses mejunjes. Que sobra ahí tanto pringue que además huela a piña. Y si no te gusta el sabor de algo, no lo chupes, así de fácil, no trates de enmascararlo con cochinadas químicas. Que es como echar ketchup a las judías verdes para ver si así pasan y te las puedes comer. Mira, no, no fuerces. Si te gusta te lo comes y si no, pues déjalo, pero no guarrees, joder.
Esto me recuerda a la vergonzosa historia de una amiga (cuya identidad mantendré oculta) que le echó medio bote de leche condensada en el pene a su novio. ¿Resultado? Se empachó, se pringó hasta las cejas y él terminó restregándose con fairy porque los pelos se hicieron un pegote y no había forma de quitarlo. Una odisea sin final feliz. (Igual un día debería hacer una recopilación de las aventuras sexuales patéticas de mis amigos. O escribir un libro, uno tamaño Ken Follet pero más entretenido. O algo. Tendría que pensar sobre ello, pero me resulta muy desagradable.)
En fin, volvamos al asunto. Que conste que aunque no soy partidaria personal de los lubricantes, puedo entender que haya casos en los que sean necesarios. Pero para eso los hay neutros, que no huelen y no saben y hacen la función que tienen que hacer y punto.
Últimamente mi paciencia se ha colmado con un par de anuncios que he visto de una conocida marca de preservativos que tiene una amplia gama de lubricantes de sabores y colores. Toda una psicodelia sexual para prácticas avanzadas que al parecer una humilde servidora desconoce. Y como guinda del pastel han sacado una nueva chorrada que es un dúo de lubricantes con efecto calor para ella y efecto frío para él.
Esto me confunde y me trastorna, os lo juro. Primero y principal porque si juntas frío con calor, queda tibio, que ni lo uno ni lo otro ni sí ni no ni todo lo contrario. Y lo anuncian tal cual, “efecto calor para ella, efecto frío para él”. O sea, que cuando los juntas se da el mágico y alucinante efectotemplao” para los dos. Suena apasionante de cojones.
Además se me generan dudas, porque no sé qué hará la gente, de verdad, pero ¿para qué quiero yo ese efecto calor? ¿Acaso voy a asar pimientos en el chumino? Oiga, que una tiene una temperatura corporal de lo más correcta, no me hace falta un volcán uterino capaz de convertirme en un microondas humano.
Y lo mejor de todo, el efecto frío para él. ¿Por qué? No, en serio, ¿¿POR QUÉ?? ¿Qué extraño morbo puede dar una picha fría como un témpano, al estilo del vampiro de la famosa saga? ¿Por qué voy a querer que alguien me meta una cosa refrescante que no sé si me recuerda a un calipo o a un artilugio pringado en vicks vaporub? ¿Es acaso para contrarrestar el ardoroso efecto de mi gel? En tal caso, ¿para qué me lo he untado y ahora tengo el chumi echando humo si viene el bombero, manguera fresca en ristre? No comprendo nada.
Y habrá quien diga que igual es para usarlos por separado, él con su frío y  yo con mi calor, pero es que no sé, igual llevo todos estos años haciéndolo todo mal, pero juraría que el plan es que mi parte supuestamente calentada entre en contacto con su parte supuestamente enfriada, logrando finalmente el mencionado efecto templado y pringoso que tan poco erotismo me sugiere.
Así que no sé, cuando veo estas cosas siempre me pregunto si es que yo soy una sosa en la cama y me creo que lo estoy haciendo bien cuando en realidad me estoy perdiendo un mundo de posibilidades fantásticas con cambios de temperatura y olor a frambuesa del desierto, pero joder, me sobra tanta pompa. Yo sólo necesito un hombre que me guste, unos besos, unas caricias, unas risas, un poco de jugueteo, unos mordiscos y quizás unas palabras susurradas al oído. No me hace falta untarme de potingues, con el asquito que me dan a mí los pringues. No me hace falta chupar parafinas con olores exóticos y sabores dulzones y artificiales. No me hace falta ponerme el chichi a punto de ebullición y desde luego, no me hace falta una minga que irradie frescor alpino.
Lo dicho, que debo ser muy rara, ahí disfrutando del sexo natural como un animal primitivo, que no entiendo de avances, ni de modas, ni de cosas sofisticadas y “cuquis” (como me da por el culo esa palabra, oye) ni de nada. Que parezco un primate o algo, que no me entretengo en artificios ni necesito gastar ingentes cantidades de dinero en absurdos y follo ahí, a lo loco, sin que ninguna gran empresa me explique qué productos necesito para disfrutar de verdad. Qué ignorante que soy, de verdad. Yo pensando que me gustaba el sexo y resulta que no.

Joder con la tontería, hombreyaaaaa.  

martes, 25 de noviembre de 2014

ganas de matar aumentando...

Lunes, ocho de la mañana. Estoy tratando de ignorar los lametazos, cabezazos y manotazos de Ron que exige su desayuno demasiado temprano. Yo me he acostado a las cuatro de la mañana porque últimamente escribo como una posesa mental hasta la madrugada. Y entonces me suena el móvil. Un wasap. Dos, tres, cuatro, diez. Me cago en mi vida.
Al final me levanto, echo un puñado de bolitas al plato del señor gato y me vuelvo a la cama. Una horita más, por diorrrr, una horita aunque sea. Otro wasap. Un mail. Dos notificaciones de twitter. El mundo me odia. El universo conspira para que mis ojeras aumenten cada día.
Me meto en la cama, me tapo la cabeza con el nórdico y trato de ignorar que tras el desayuno, Ron ha encontrado toda una suerte de cosas ruidosas con las que jugar a la par que corretea con la delicadeza de un ñu por el salón. Otro wasap.
Al final alargo la mano y cojo el móvil. Gordito es el culpable de los pitidos.
“Nena, necesito un favor. Uno de los gordos, como yo. Oye, verás, necesito que me compres unas empanadas en Sitiofamoso que queda cerca de tu casa. Porfis. Porque a hacérmelas tú no te da tiempo… ¿Verdad? Pues eso, que necesito siete. Son para llevarlas al curro por mi cumple. A vosotros os invitaré a otra cosa. Total, que si puedes. Esta tarde voy a tu casa a por ellas. Y te las pago. Y me invitas a una cerve. Y te dejo que me tires de las orejas.”
Me doy de cabezazos con la almohada. Le odio. Me tapo y dejo el móvil en la mesilla mientras Ron sigue poseído por una fuerza infernal corriendo por el salón y peleándose con todas sus pelotitas.
Ocho y veinte de la mañana. El móvil suena de nuevo. Wasap, wasap y más wasap. Como sea Gordito le mataré. Abro un ojo, alargo la mano. Es el grupo de mis amigos satánicos.

Bombita: Felicidades, melón!!!
Flumi: ¿Es el cumple de alguien? Me apunto, felicidades!!
Rachel: ¿Qué coño decís?
Gordito: Es mañana, capullos.
Bombita: ¿Mañana? ¿Qué día es hoy?
Rachel: El día de antes del cumple de Gordito.
Flumi: Bombi, ¿en qué día vives?
Bombita: coño, yo qué sé, juraría que era hoy, ¿estáis seguros de que es mañana?
Nacho: eso ha dicho siempre mi madre.
Bombita: tu madre no tiene ni idea, hazme caso a mí que es hoy.

Ahora les quiero matar a todos. Saco un dedo de la cama. Escribo al Gordo, que luego le digo algo, pero que no estoy segura de que me dé tiempo. Sin embargo sé que lo voy a hacer. Porque soy gilipollas buena amiga.
Al final me levanto, me visto, me voy al médico. Subo dos pisos. En la puerta de mi consulta hay un cartel que me dice que baje a recepción porque mi doctora no está. Bajo dos pisos. Pregunto. Me mandan a otra sala. Dos pisos para arriba. Me atiende una mujer que no tiene ni idea de quién soy. Le explico que quiero una cita para el traumatólogo porque el ganglión de mi muñeca me está volviendo loca. Mi móvil no deja de sonar. Parezco una adicta al wasap. La mujer me mira y me dice:

-         - Tu número de teléfono es 672 35 44…
-         - No siga, no ha dado ni una.
-         - ¿No?
-         - Ni uno, doctora, ni uno.
-         - ¿No eres Fulanito de tal?
-         - Juraría que no, la última vez que lo comprobé era Menganita de cual.
-         - ¿Mengana? – me mira como asombrada de que sea una mujer. Y joder, voy con pintas roñer, pero tengo tetas. Y llevo el pelo largo. Y no tengo paquete, las mallas me delatarían.
-         - Sí, le juro que no soy Fulanito y ese no es mi número de teléfono.
-         - Ahhh… claaaaro… es el expediente de otro paciente, jejeje… es que coincide que él tiene una muñeca rota. - ¿”Coincide”? WTF!! ¡Aquí no coincide nada!
-         -Ya, lo que sea. Deme mi volante, tengo prisa.

Salgo del médico, me voy a por las empanadas del maldito Gordo. Hablo con Anita, con Nuri, con mi madre, paso por el punto limpio a reciclar mil trastos viejos. Voy al despacho, dejo haciéndose una copia de seguridad del ordenador. Vuelvo a casa, como, pregunto al Niño Chico cómo está, que anda resfriado. Descanso un poco y me voy a casa de mi madre de nuevo a recoger unas cosas para mañana. Bajo al despacho, compruebo la copia, mando un par de correos, desenchufo todo y me vuelvo a casa. Llega el Gordito, me abraza, charlamos un rato y me dice:

-        - Tienes cara de cansada… ¿No duermes bien últimamente? ¿y eso? ¿Tienes una aventura amoroso-frungidora que te quite el sueño?

No, es que matar amigos y enterrar sus gordos cadáveres me resulta agotador. No te jode.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Un taco en lugar de cerebro

Nunca he sido una persona de ideas claras. Cuando sí tengo algo claro no hay quien me pare ni quien me apee del burro, pero reconozco que dudo de casi todo. De hecho, ni siquiera me fío mucho de la gente que lo sabe todo y no acepta flexibilidad ni opciones diferentes.
El caso es que tengo una mente un poco caótica, así como con muchas cosas remezcladas, envueltas en una tortilla y regadas con salsa confusa. O sea, una especie de taco en lugar de cerebro.
Ayer me vi metida en un atasco. Los atascos no son buenos para mí, me hacen pensar y en el coche pienso mucho ya de por sí. Así que estaba ahí, rodeada de lucecitas rojas de freno y escuchando a Guns´n Roses, cuando me vino un recuerdo a la cabeza. Uno de esos que aparecen de la nada, sin saber por qué. Y de repente te ves echando de menos a alguien de quien por lo general no te acuerdas. Avancé un par de metros y cambié de canción. Led Zeppelin. Otro recuerdo indebido. A veces pienso que debería cambiar de estilo musical, darme al reguetón y dejar que mis neuronas se suiciden lentamente. Pero no. Empezó a sonar AC/DC. Y como si me hubiese embestido un ñu, me acordé de aquel beso. Joder. Aquél en concreto.
Me dio por pensar. Hace mucho de aquellos recuerdos, pero yo no he cambiado tanto. Puede que haya cambiado de década, puede que ya no sea tan joven y lozana, puede que ya no esté tan loca, pero… a veces lo echo de menos. Extraño hacer ciertas cosas. Extraño perderme del mapa. Extraño escaparme a rincones oscuros. Extraño robar besos. Y extraño poder contar aquí las pocas cosa “malas” que hago.
En estas iba cuando al fin tomé mi desviación y llegué al centro comercial. Me fui a la ropa de bebés para ver si encontraba algo mono para en niño de Anita. Pero no me gusta la ropa de bebé y todo es confuso. No entiendo las tallas y obviamente no puedo saber de qué tamaño va a ser el nene. Y debe ser cosa mía, pero todo me parece amorfo y raro y cursi y… no me gusta la ropa de niño. Así que me puse a mirar zapatos, que siempre me hacen más gracia. Y no sé de qué tamaño son los pies de un bebé, pero esos zapatitos que podría ponerle a Ron me hacen sonreír siempre. Lo que pasa es que de nuevo no sabía cuales serían mejor. Cogí unos super graciosos y pensé “joder, dan ganas de tener un niño para ponerle cosas como esta.”
Mi empanada mental está empezando a pasarse si pienso cosas como esa. Así que me empecé a agobiar. A hiperventilar. Solté los zapatitos y reculé despacio. Salí al pasillo central y aceleré el paso. Salí a la calle, me monté en el coche y de un acelerón salí de allí sin mirar atrás.
Y es que será que últimamente me rodean preñadas por todas partes, pero empieza a saturarme el tema. Yo nunca he querido tener hijos y desde que el barco de que el Ross y yo estuviéramos juntos zarpó, deseché los últimos resquicios de duda. Que no es que quisiera tener hijos con él, ojo. Es sólo que con él hubiera podido plantearme la posibilidad de pensar en pensarlo. Pero como no, pues nada. Nada de nada. Y lo tengo claro, pero aun así, a veces veo zapatos pequeños y me pregunto qué será de mí mañana. Y qué es de mí hoy, que no sé si quiero volver a robar besos a quien no debo o si quiero comprar patucos.

En fin, a ver si cambio el taco mental por un cerebro de verdad y empiezo a pensar con la más mínima claridad. Que parezco gilipollas, coño ya.

sábado, 15 de noviembre de 2014

¿Me das para gasolina?

No soy una persona roñosa, de verdad que no. Puede que no tenga un duro, pero a veces doy a la gente que pide. Al chaval que hay en la puerta del Día de debajo de mi casa, que siempre te abre con una sonrisa y palabras agradables a veces le doy algo de la vuelta. Y a veces, dejo que me limpien el parabrisas del coche en los semáforos y les doy un eurillo. Y quiero colaborar con un par de proyectos que ha comentado Eva, que molan un montón y al menos el de la caja con regalitos tengo que hacerlo, me parece un proyecto precioso que no cuesta tanto. Y desde luego, cuando me han pedido comida no me he negado nunca, hace un par de semanas compré varias cosas al banco de alimentos que estaba haciendo campaña para dar meriendas en los colegios. Y no voy a explicar más cosas, no estoy tratando de demostrar que sea una persona estupenda y generosa. Sólo quiero sentar un antecedente antes de lo que voy a contar.
El caso es que ayer por la tarde fui al mercadona. Estaba muy triste y con mucha ansiedad por cosas que ahora no vienen al caso. Y he estado mala toda la semana, así que iba arrastrando mis huesos, con unas mallas viejísimas, un forro polar que ocultaba la camiseta del pijama y un plumas raído de color indefinido. De los malos pelos que me gasto últimamente prefiero ni hablar. Total, que si me hubiera sentado en la puerta de la iglesia me habían dado un buen puñado de monedas a mí. Y no me hubieran venido mal del todo, he tenido unos cuantos gastos imprevistos y llevaba veinte euros para toda la compra, de los cuales me debían sobrar la mitad al menos para la semana que viene. Un cuadro.
Bueno, pues de repente me llama un chaval bastante arreglado y apoyado en una moto bien hermosa azul y con pinta de nueva. No entiendo una mierda de motos, pero vamos, era “aparente”. Me giro por si está perdido y me dice: “oye, me he quedado sin gas, ¿me puedes dejar cinco euros para echarle?” Como soy una persona educada le he dicho que no, que lo sentía y he seguido arrastrando mi carro descolorido. Pero ahora en serio… ¿Me pides pasta para gasolina? Y cinco euros, nada menos. Pues no, tío, no te los doy. Yo también tengo coche y no se me ocurre parar a nadie y decirle que me deje pasta para gasolina. Además, que no me lo creo, ¿No llevas nada de nada de dinero? ¿No tienes tarjetas? ¿No llevas el móvil para llamar a un amigo, padre, vecino, conocido o quien sea que te venga a buscar o que te eche un cable? ¿No tienes seguro con ayuda que pueda venir? Venga, coño.
Y a lo mejor es verdad que por una serie de catastróficas desdichas el chaval se estaba viendo en ese apuro, pero no sé, yo buscaría mil soluciones, pediría incluso hacer una llamada, pero no se me ocurre pedirle a alguien que me llene el depósito. Que un coche o una moto es un artículo de lujo y el petróleo está muy caro, oiga. Y para colmo estaba en la misma boca del metro. Deja la moto aparcada y vete a casa, coge pasta y vuelve a por ella. Igual debería haberle dicho todas estas cosas al chaval porque no se le habían ocurrido y lo que pasa es que yo soy muy resolutiva.

En fin, me parece que en este país pasamos de lo barrido a lo fregado, que luego hay un montón de desconfianza para los proyectos buenos y honrados, pero también hay quien abusa. Que hay quien no compra un paquete de macarrones para donar en una operación kilo y hay quien te pide para gasolina y se queda tan ancho. 

martes, 11 de noviembre de 2014

Indignación

Vengo con la indignación subida. No puedo evitarlo. Que estoy con la regla, sí, pero a ver si no es para que me lleven los demonios.
Reconozco que yo soy una novia horrible. Una larga lista de exnovios pueden dar fe de ello. Y os digo más, me importa bastante poco serlo, porque me niego a ser una mujer abnegada y absurda cuya única motivación en la vida sea complacer a su hombre. De hecho, las mujeres que son así me enfadan. A mí me parece que está bien ser madre, esposa o lo que te dé la gana siempre que no dejes de ser tú misma. No soporto la gente que cuando se define dice lo primero de sí misma que es “mamá” o que es la “esposa de”. ¿Eso es todo lo que eres? ¿En serio? Me parece una manera simplista y sesgadísima de ver la vida. Somos un complejo de cosas, una suma de piezas, un montón de partes que componen un ser, no somos una única cosa plana y mononeuronal que ser reduce a ser algo de la vida de otro. O yo al menos, no. Me niego. Jamás seré sólo la novia o mujer de fulano o la madre de menganito. Siempre seré primero yo (sea lo que sea) y luego habrá otras partes de mí. También soy hija, soy nieta, soy amiga, soy amita de Ron y soy Naar. Pero no soy sólo una de esas cosas.
Todo este rollo viene porque una amiga mía se está estupidizando por momentos. Tiene un novio que a mí me parece un mongolo de gimnasio, manipulador, acomplejado y maltratador psicológico. Por alguna razón que desconozco a ella le gusta el payaso este de medio metro con musculitos. Y desde que empezó con él, hace ya más de dos años, cada vez queda menos con el grupo de amigos, cada vez es más difícil localizarla y es prácticamente imposible hablar con ella un solo minuto a solas porque palabras textuales de él, “por qué no va a poder enterarse o estar presente en lo que tengamos que hablar con ella.” Se me revuelven las tripas. Además ella antes no era así, la conozco desde los 18 años y este gilipollas la ha ido envolviendo en su mundo jugando sus cartas hasta hacerla sumisa, sé lo que es, lo he vivido y cada vez que lo pienso me dan ganas de rajarle de arriba abajo.
Hoy estábamos hablando todos los amigos por el grupo de wasap para ver si organizábamos la cena de navidad. Por extraño que parezca, estábamos todos de acuerdo, teníamos fecha, sitio y todo. Tan bien iba todo que no me lo podía creer. Y hasta he dicho, no puede ser, ya veremos como salta la chispa por algún sitio.
Efectivamente. Va ella y dice “no sé si nosotros podremos ir, porque aún no sé qué turno le tocará a Musculitos para diciembre”. El mongolo musculado trabaja en un gimnasio, que como muy tarde cierra a las 11. Así que otro de mis amigos, por no desatar polémica, le dice que bueno, que igual pueden venir luego, que se apunten aunque sea a las copas de después. Y yo con la sangre en ebullición, hasta que he explotado y he puesto “Igual es porque soy una solterona que morirá rodeada de gatos, pero no entiendo por qué no puedes venir a cenar tú porque Musculitos trabaje, en el peor de los casos, que se apunte luego, que como mucho van a ser dos horas antes lo que vengas tú.” Y la imbécil de mi amiga me contesta “No sé, nosotros somos así, donde va él voy yo y donde voy yo va él” y una cara con corazones por ojos. Casi vomito encima del móvil. No doy crédito, no puedo, no lo soporto. De verdad que me dan ganas de cogerla por las solapas y zarandearla, de darle de hostias hasta que reaccione  y entienda que estar enamorado no es ser la mitad de algo, que es ser uno mismo al lado de otro. Sólo he acertado a poner “me pregunto cómo será eso de ir a cagar en pareja” y he cerrado el grupo, paso de hablar con gente mononeuronal cuando estoy hormonada y furiosa.
Pero en serio, ¿qué mierda es esta? ¿Qué cojones nos han vendido para que aceptemos que eso es normal? ¿por qué tener vida propia es malo? ¿Por qué ir a una cena de amigos sin el novio es algo peligroso? ¿por qué no puedes ni siquiera adelantarte a tu novio y llegar antes a una fiesta mientras él trabaja? ¿por qué no puedes salir sola de casa sin él? ¿¿Por qué, Zeñó, por qué??
De verdad que no soporto la idea de vivir así. Yo NECESITO vivir, salir y hacer cosas sin necesidad de explicárselo a nadie, de que mi novio lo supervise o me de el visto bueno. Yo no pido permiso. Yo no quiero alguien que no me deje espacio, no me deje vivir, no me deje respirar. Yo tengo vida propia, yo soy yo, soy todas esas piezas que me conforman, no puedo renunciar a todas a favor de una sola. Me parece tan empobrecedor que me da pena, asco y rabia.
En fin, puede que sea verdad que me muera sola, rodeada de gatos y que quizás mis amigas me tengan pena a mí por ser la pobre solterona a la que no quiso nadie, pero lo sigo prefiriendo. Porque además no es cierto. El amor no es eso, por mucho que me vendan. El amor es respeto y enriquecimiento, no renuncias constantes y dejar de ser quien eres para ser sólo el pedazo triste de algo que no eres tú misma.


No puedo ser la mujer de tu vida porque ya lo soy de la mía. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Frenología para una garza

Estoy empezando a pensar que tengo la cabeza demasiado grande y/o pesada para mi cuello. Eso, o tengo el cuello demasiado largo y flaco. Como una grulla cabezona o algo semejante, no sé.
El caso es que siempre me duele el cuello. Pero siempre, siempre. Y la verdad es que suelo achacarlo a mis posturas imposibles para dormir, a que me hago un nido en el sofá con cojines y no hay quien me saque de él o a cualquier cosa así. Pero empiezo a pensar que mis problemas van más allá.
La verdad es que empecé a mosquearme con el tema en la adolescencia. Yo tenía una amiga que a la que llamaban La Sincuello. Y era literal, oye, la cabeza le surgía directamente de los hombros sin transición alguna. Por eso podía dormirse en clase sin que los profesores la pillaran mientras que a mí me caían una broncas horribles, porque a ella no se le movía ni el flequillo mientras que yo pegaba unas escandalosas cabezadas. Pero claro, tampoco puede decirse que me diera envidia de alguien que no podía ponerse una gargantilla o un jersey de cuello vuelto.
Aunque mi fisonomía de garza también tiene sus contrapartidas a parte de no poder dormirme en clase, por ejemplo nunca he podido hacer abdominales sin un terrible dolor de cuello. “Eso es que no las haces bien”, diréis los listillos. Y un cojón de pato. He ido a varios gimnasios a lo largo de mi vida y me han “enseñado” a hacerlas de diferentes maneras. Incluso el otro día en pilates, al verme parar de hacer las dos millones de abdominales vino mi profe ultragay y me dijo:
-         Qué haces, chumi, si tú puedes aguantar mucho más.
-         No, me duele el cuello.
-         A ver, levanta otra vez y tira bien de aquí.
Y lo de siempre. Me toqueteó la tripa, la espalda y la cadera.
-         Pues no, chumi, lo estás haciendo bien, no sé por qué te duele, estarás más cargadita hoy.
O tendré la cabeza más gorda de lo que debo. El caso es que llegué a casa un poco depre. Igual ese terrible peso que siento a veces sobre mis hombros no es más que mi enorme y pesadísima cabeza. Y me miré en el espejo. A ver, estéticamente tengo un cuello muy bonito, no voy a decir lo contrario. Tengo unas clavículas y unos hombros elegantes. O sea, que soy la perfecta dama del romanticismo que se pone escotes hermosos y no hace más que ir a la ópera a escandalizarse por todo. La movida es que nací con dos siglos de retraso. Y que no puedo hacer abdominales ni sobarme en público sin que se note y sin riesgo de morir desnucada. Y el plan de fortalecer el cuello y terminar pareciendo Fernando Alonso no me convence mucho.

Me pregunto qué tendría que decir la frenología de todo esto.


domingo, 2 de noviembre de 2014

¿Cambiar de rumbo?

Supongo que la mayor parte de la gente nos pasamos la vida perdidos y desorientados. O no, sólo algunos. O sólo yo, oiga, yo qué sé. Además la crisis no ayuda, claro, porque antes hacías una carrera y lo más seguro era que terminaras trabajando de ello o de algo bastante relacionado. Pero ahora no. Ahora cualquier cosa puede pasar: que seas ingeniero y termines de barrendero o que fueras para barrendero y termines de ministro cobrando comisiones… me estoy desviando del tema.
El caso es que hoy en día hay que saber reinventarse y cambiar de rumbo mil veces, estar siempre dispuesto a aprender y a evolucionar, a tener ideas y a seguirlas. Al Niño Chico por ejemplo, que es aparejador, le dio hace poco por pensar en hacer un curso a distancia de educación infantil como éste. Yo le busqué algunas opciones, porque entiendo un poco más que él del temario y los requisitos que luego puedan ser más o menos útiles. A ver si al final lo hace o cambia de nuevo de idea. 
Yo también estoy pensando en hacer algún tipo de curso o algo para no oxidarme. Lo que pasa es que tienen que ser cursos online o a distancia porque, por paradójico que parezca, no tenemos hoy en día tiempo de ir a clase. Y lo que es peor, es que tampoco sé muy bien hacia dónde tirar. Hace un par de años hice uno de Recursos Humanos y Psicología Empresarial, que me encantó y luego no he podido poner en práctica. Así que no sé si seguir formándome en mi rama o hacer como el Niño y pegarle un giro de 180º a la situación y hacer algo completamente diferente.
La verdad es que sí, estoy perdida. Y no creo que sea la única, la verdad. En España las cosas han cambiado a marchas forzadas en los últimos años y todos hemos ido corriendo detrás de los acontecimientos como buenamente hemos podido. Pero eso hace que a veces no se tengan referencias a las que agarrarse. Mi abuelo se puso a trabajar con 14 años cuando terminó el colegio. Y allí empezó de chico de los recados, luego de aprendiz, luego de profesional y luego de maestro de otros chicos. Y se jubiló. Mi padre que siempre ha sido más loco tuvo varios trabajos, cambió de empresa varias veces pero siempre trabajó de lo mismo, de lo suyo. Y cuando consiguió unos pequeños ahorritos, se montó su propio negocio. Así que ahora me veo con una carrera, con un posgrado y con un par de cursos y sin saber qué hacer.

Es complicado esto de reinventarse, pero casi peor es no moverse del sitio. 

miércoles, 29 de octubre de 2014

El poli bueno

Me he hecho amiga de un poli. ¡¡De un poli!! Nacional, para más datos. Porque los municipales son como medio polis, pero no impresionan tanto. Son los pringados de los polis. (Madre mía, espero que no haya ningún munipa leyéndome)
El caso es que cuando me lo presentaron no sabía que era policía. Era una fiesta de rugby y ya se sabe lo que pasa en esas fiestas. Y si no lo sabéis, pues os recomiendo ir a una. Luego nos pusimos a hablar y pues bueno, me lo dijo, pero lo ignoré un poco. A mí el trabajo de la gente es algo que me da bastante igual. Y además me lo estaba pasando bomba con él, así que no me terminé de tomar en serio que fuera un madero. En parte, quizás porque casi nunca nos topamos con la policía en momentos agradables. Obviamente uno no marca el 091 para decir, “oye, que va todo bien y que sólo les llamo para informarles de lo a gusto que estoy”. No. Más bien uno llama cuando pasan cosas chungas. Y eso crea una asociación de ideas negativa. Eso, y que una vez un policía me dijo que me iba a detener por desacato por insinuarle que si se iba a desnudar o algo. Y ni siquiera se sacó la porra. Un rollo patatero de tío. Como este chaval era de lo más divertido y le gustaba Loquillo, pues pasé del asunto de que a diario se vista de azul.
Luego le di el blog. Y empezó a venir a leerme. Y hablamos algunos días por wasap. Y luego nos tomamos una cocacola el sábado porque tenía que pedirle un favor. Favor de policía. Y no de esos en los que se arrancan los pantalones de velcro, si no un favor un poco más burocrático.
Hoy he ido a comisaría para que me echara una mano con una denuncia, porque hace tiempo que me intentaron robar el coche y me apalancaron la puerta y ahora no cierra bien y está descolgada y la cerradura no funciona y el seguro pasa de mí sin denuncia, y… y… mal todo. El caso, que he ido a comisaría. Y claro, estaba él ahí, vestido de poli. Pero de poli de verdad, con pistola y la toda la hostia.
El caso es que supongo que sigue siendo el mismo, que el hábito no hace al monje. Pero me resulta raro. Siento que estamos a distintos lados de una línea difusa. Y no porque yo me pase la vida haciendo cosas ilegales (que no es el caso, señor agente, se lo juro)  si no por el mero hecho de que a mí la autoridad en sí misma me da repelús. Y que hacerla cumplir por la fuerza me da sarpullido. Y que yo, como trabajadora social en muchos momentos empatizo mucho con el bando opuesto.
Sin embargo, sigo siendo amiga suya. Me gusta mucho la persona que hay detrás de la placa. Así que le he llevado bollitos de chocolate para agradecer el favor y espero que no se entiendan como soborno o tráfico de influencias de esas. Sólo eran humildes bollitos. Y tengo que reconocer que joder, está guapo de uniforme. Y que debe ser un buen policía porque se suponen que estan para ayudar al ciudadano y aunque él no lo sepa, la noche nos conocimos me ayudó mucho. Esa noche él me provocó la risa que me salvó de un naufragio. Y porque gracias a él y a Loquillo di un paso al frente que era necesario dar desde hacía tiempo.

Así que, por todas las veces que he despotricado de la pasma y de las cosas chungas que hacen (que sigo pensando que todo no está bien), el karma me ha mandado un amigo policía nacional cojonudo. Ains, qué puñetera vida esta… 

domingo, 26 de octubre de 2014

Mis amigos y los planes

Quiero a mis amigos. Mucho, de verdad. Pero tienen una tendencia terrible a los planes cutres e incluso ridículos y absurdos.
No sé por qué, organizar algo con ellos roza lo imposible. Aún recuerdo los nueve meses que estuvimos tratando de preparar la despedida de soltero del Gordito para al final, no hacer nada más que una cena en un sitio encontrado a última hora. Y eso después de discutir, dejarnos de hablar, mandarnos mails enfurecidos y crear diverosos grupos de facebook y de wasap. Total, una pesadilla para nada.
También se recuerda la vez que unos cuantos fueron a hacer puenting. Y Bombita quedó en tierra porque nadie preguntó si había límite de peso para hacerlo… y él pesaba 50 kilos más de lo permitido. Y eso sin hablar de cuando Rachel organizó el descenso del río en piragua y más de la mitad del tiempo se invirtió en meter a Gordito y al mismo Bombita en sendos trajes de neopreno mientras el dueño se tiraba de los pelos dándolos por perdidos.
En fin, podría seguir con la lista de planes fracasados, abortados o que simplemente salieron regular. Desde luego siempre puedes recurrir a uno de nuestros míticos bares de apoyar un codo en la barra y empinar el otro con cañas y tapas. Que no está mal, pero yo qué sé, a veces quiere uno hacer algo diferente o especial. Y si algo he aprendido de la experiencia de más de una década con ellos haciendo planes, es que hay que dárselo mascadito. En plan fechas, horas y precio cerrado. Porque el gran problema es que nadie tenemos mucho tiempo ni mucho don para la organización.

El otro día me puse a buscar cosas para futuros planes. Hay un par de cumpleaños redondos a la vista y alguna que otra posible celebración. Como yo también necesito que me den las cosas fáciles, encontré este sitio al que seguro que voy a recurrir para alguna de las celebraciones futuras. El tema del paintball siempre me ha parecido super divertido y en este sitio ofrecen un montón de escenarios y la posiblidad de hacer barbacoa para pasar el día con unos precios muy asequibles... y aquí cerca, que mis amigos son muy de irse al quinto pino para nada. Así que espero que tengan trajes para mis gordos porque a la próxima, nos armamos estilo Rambo y nos quitamos el estrés a bolazos de pintura. Me voy a desquitar por todos los planes absurdos y todas las peleas, por todas las veces que hemos estado meses tratando de hacer algo diferente y al final por falta de organización hemos terminado en el bar cutre de la esquina. 

jueves, 23 de octubre de 2014

super poderes

Tengo la teoría de que todo el mundo tenemos un super poder. Claro, que no me refiero a cosas como las de los tebeos, en plan volar o superfuerza o rayos X o tal… me refiero a cosas cutres y vulgares, pero que no tienen los demás. O sea, un super poder de mierda, pero un super poder al fin y al cabo.
Ejemplo: mi madre tiene el super poder de sacar cosas de los tubos agotados. Tú crees que ya no queda crema de manos en el bote y los has estujado hasta la saciedad. Bueno, pues va mi madre y tiene crema para tres semanas. Y eso sin hablar de la pasta de dientes. Yo aprieto el tubo, lo estrangulo, lo retuerzo, lo muerdo, lo pongo debajo de la rueda de un tractor y nada, no queda. Bueno, pues viene mi madre y saca para cepillarse los dientes cada noche durante un mes. Yo no me lo explico.
El problema es que desde que vivo sola tengo la constante impresión de estar malgastando cada vez que tiro un tubo “vacío”.
El otro día pensaba en cuál sería mi super poder mientras trataba de meterme en unos pantalones ajustados. Porque me dio por imaginarme a superman dando saltitos rídiculos para ponerse las mallas tal y como yo estaba haciendo ante la atónita mirada de Ron. Y qué queréis que os diga, como que pierde mucho encanto de super héroe. Eso podría explicar que se ponga los calzoncillos por fuera, claro. Porque una vez que has conseguido embutirte en las mallas a ver quién es el guapo que se las quita por haberse olvidado de los gayumbos. Pues oye, por fuera y ya está, hala, se acabó.

El caso es que como de costumbre, gracias a esta mente caótica mía, me fui por las ramas y al final no averigüé cuál era mi super poder. Pero conseguí meterme en los pantalones. Y con las bragas por dentro y todo. Todo un triunfo. Soy más lista que supermán. Ja.  

jueves, 16 de octubre de 2014

Escorts

Tengo un amigo que siempre dice que si fuera mujer se metería a prostituta. Por más que trato de hacerle entender que  no es tan fácil ni tan sumamente lucrativo como puede parecer, él no entra en razón. Siempre repite lo de “¡¡pero que te pagan por tener sexo!! Y mucho además.” Le tengo dicho que él lo que quiere es ser escort. Que viene a ser lo mismo pero de más alto nivel y en inglés, que siempre suena mejor.
El caso es que lo repite tanto, que hace poco me puse a investigar un poco el tema y llegué a este portal de anuncios de prostitución. Como trabajadora social mi experiencia con el mundo de la prostitución ha sido siempre con la parte más sórdida y marginal del asunto, con mujeres explotadas, traídas de otros paises bajo falsas promesas, metidas en el mundo de la droga o empujadas a esa vida por no tener otra opción. Pero es verdad que hay otra cara de la moneda, que hay mujeres que deciden libremente poner precio a su cuerpo y a sus servicios. Y siempre que sea una decisión libre, no me parece mal. Cada uno es dueño de su vida y decide cómo quiere vivirla. Como ejemplo, encontré el caso de esta chica, que lo explica bien claro.
La verdad es que mi investigación me ha enseñado cosas de lo más interesantes. Ellos mismos han publicado un estudio con datos interesantes y curiosos que podéis ver pinchando aquí. Como que no sé si por la crisis o por qué, pero hay muchas mujeres que deciden ser escorts. Algunas durante todo el día y otras lo son digamos “a tiempo parcial”, siendo estudiantes o teniendo otros trabajos y haciendo esto para conseguir unos ingresos extra. Y visto lo visto, no son pocos. Según algunas encuestas, la mayor parte de las escort gana entre 4.000 y 5.000 euros al mes. Y eso que aseguran que ganan menos que el año pasado. Al parecer el nivel adquisitivo de todo el mundo ha bajado y la cosa está mal en todos los sectores. Y obviamente, si los clientes ganan menos, tienen menos dinero para sus servicios.
Un dato curioso es que ellas mismas dicen que la hora de más ajetreo es cuando los clientes salen de trabajar, especialmente los lunes. Supongo que para quitarse el mal sabor de boca que deja el comienzo de semana. Lo malo es que con tantísimo paro, ahora tienen menos clientes que salgan de trabajar, simplemente porque no tienen trabajo al que ir.
A estas alturas de mis nuevos conocimientos, vuelvo a acordarme de mi amigo. Porque él se cree que ser prostituta es poco menos que recibir clientes guapos y educados que te hacen disfrutar con sus artes amatorias. Sin embargo, me temo que no sea así, que aún está vigente la idea de que si pagas por sexo, aprovechas para pedir cosas que no te darían las mujeres “normales”. Cosas que van desde sexo oral hasta extrañas depravaciones como oler condones usados, asuntos escatológicos o tipos que quieren beberse su propio semen o adorar tu culo como si fuera el mismísimo dios Sol. No sé si hay dinero que pague estas cosas. Y eso contando con que, como cualquier autónomo, hay que aprovechar los días buenos y no desperdiciar clientes, así que hay muchas que aseguran tener diez o más al día. Supongo que esto es lo de ganarte el sueldo con el sudor de tu frente… o de donde sea. Pero vaya que si lo sudan. Al menos lo ahorrarán en gimnasio.

En fin, me parece que mi amigo ha visto Pretty Woman más veces que yo y no entiende que el perfil de cliente se parece más al personaje de Torrente que a Richard Gere. 

domingo, 12 de octubre de 2014

abrazando bichos

Cuando estoy angustiada, cocino. No sé por qué, porque luego no como, pero cocino y luego lo reparto.
Cuando estoy triste, me abrazo a los animales. Generalmente al gato, pero si tengo acceso a más, mejor todavía. Abrazar animales calma mi dolor por segundos.
Ayer en la capea no podía cocinar, obviamente. Así que me dediqué a abrazar bichos. Toqué el morrito suave a todos los caballos que había, que por cierto eran muchos. Uno me frotó la cabeza en el brazo y me recordó a Ron cuando busca cariños. Sólo que en tamaño gigante, claro. Y les dí de comer melón. Lo admito, mangué un plato de trocitos de melón de la mesa y se lo llevé a los caballos. Y me comieron de la mano, pasando esos labios suaves por mis palmas. Me encantan los caballos, de pequeña iba a montar y me sentía libre galopando. Ojalá tuviera dinero para seguir haciéndolo de vez en cuando.
 Luego encontré un corderito muy pequeño metido en una especie de cuadra. Y lo cogí en brazos. Porque sí, porque quiero. Porque mis amigos van con sus novios o sus mujeres, pero yo abrazo ovejitas. El corderito me metía la cabeza en el cuello y se acurrucaba. Y si le acercaba un dedo, creía que era la tetilla de la madre y lo succionaba. Yo me reía y lo achuchaba. Los animales me hacen feliz. Y creo que ellos son bastante felices conmigo.  
Hasta la perra de Bombita se me acerca. La recogió de un refugio y la pobre había sido maltratada, así que aún se asusta un poco de la gente. Pero a mí desde el primer día se me acerca y me pone la cabeza en la mano, yo le acaricio con la otra y ella mueve muy tímidamente el rabo, aún entre las patas. La pobre, con lo guapísima y lo buena que es, cómo algún gilipollas pudo pegarla. Son cosas que no concibo. A ella le dí unos trocitos de panceta.
También toqué un toro. Estaba amaestrado, el dueño me contó que la madre murió en el parto y lo habían criado a biberón, así que era completamente manso. Le toqué la testuz ante el asombro de mis amigos. Qué animal tan hermoso, tampoco entiendo que ningún gilipollas quiera liarse a espadazos con él y tener el morro de decir que es arte. El toro me miraba, plantado con sus cuatrocientos kilos negros zaínos delante de mí. Y yo le pasaba las uñas pintadas de rojo por la frente de pelo arremolinado.
A veces quiero pensar que si llego a vieja cumpliré el sueño de ser una loca del coño que recoja animales y viva a su bola, con todos los gatos, los perros, las gallinas, los conejos y demás bichos que pueda recoger. Y una cabra. Y un burro. Y desde ayer empiezo a pensar que una oveja. Aunque sea el único de todos los putos sueños que llegue a cumplir. Aunque tenga que esperar a vieja para sentir que mi vida sirve para algo. Aunque ni en ese momento sea comprendida. Pero seré feliz porque cada día abrazaré a mis animales. Y el resto, cada vez importará menos.


sábado, 11 de octubre de 2014

capea again

Hace ya tres años mis amigos decidieron hacer una capea por el cumpleaños de Gordito. Vaya por delante que a mí no me gustan las capeas porque no me gusta implicar a animales en el divertimiento humano. Luego cuando lo vi en directo me pareció que se divertía más la vaquilla que mis amigos, pero aún así sigo sin ser fan del asunto.
El caso es que hace un par de meses Bombita nos anunció que iba a hacer una capea (again) por el 30 cumpleaños de su novia. A mí me parece un rollo patatero y cateto, pero la verdad es que necesito desconectar de ciertas cosas y decidí apuntarme.
Cuando se hizo la capea original yo estaba levantando cabeza de una de las peores rachas de mi vida. Al fin en agosto había visto la luz después de meses de oscuridad, dolor y cosas feas. Y en noviembre, en el aniversario de mi separación del desequilibrado, estaba tan feliz y llena de vida que me puse unas botas altas y un jersey gordo y me fui de capea. Estuve rodeada de mi gente, de algunos amigos fundamentales que me sujetaban en aquellos momentos y tenía las pilas muy cargadas. Bailé, canté, me reí e hice fotos a porrillo.  Lo único un poco desagradable fue encontrarme de morros con el Ross y su novia de entonces. Sin embargo lo pasé muy bien.
En la capea again las cosas están muy diferentes. No estoy tan tocada y hundida como antes de aquel agosto del 2011 pero tampoco tan pletórica como en noviembre de ese mismo año. A esta capea no vienen algunos de esos amigos que te sostienen en pie con sólo mirarte y guiñarte un ojo. Tampoco viene ninguna novia poco deseable. El Ross y yo nos llevamos bien y de hecho vamos juntos en el coche. Sin embargo tengo pocas ganas de buscar las botas, de sacar los jerseys y de ir a ninguna parte.
Supongo que simplemente estoy cansada. Y que no me he pintado las uñas del color adecuado para el único jersey que tengo a mano. Y que está lloviendo. Y que prefiero quedarme en casa y comer fideos chinos de sobre que carnaza de barbacoa. Yo qué sé.
Sólo me queda la duda de cómo estaré para la próxima capea, porque mira que mis amigos son reincidentes, coño.


martes, 7 de octubre de 2014

Agujetas, un alijo y el regreso del flequillo

Hoy he dado mi segunda clase de pilates. Creo que no podré volver a moverme con normalidad nunca. Lo bueno es que para que no me duelan las abdominales no toso ni aunque me ahogue, así que no seré sospechosa de estar infectada de ébola.
Las clases me están gustando mucho, podría ser la nieta de la mayor parte de las otras alumnas y la hija de las restantes, pero el profe es un gay que nos llama “chumis” y es bastante divertido, así que de momento no voy a hacer la croqueta hacia la puerta y a huir rodando, cosa que había planeado el primer día.
En otro orden de cosas, por la mañana he ido a la peluquería  y me he cortado el flequillo. Antes del verano me lo dejé largo porque estaba aburrida de él, pero luego no soporto verme la frente tan despejada. Desde los 21 que me lo corté han sido escasas las rachas que no lo he llevado. Me termina estresando verme tanta cara al aire. Yo qué sé, manías mías. Dejadme con mis locuras.
También hoy al volver de pilates me he puesto a montar una silla para el ordenador que me compré en Ikea la semana pasada y aún no había tenido tiempo de meterle mano. Al mover el sofá para sacar mi caja de herramientas he encontrado un par de calcetines, un sujetador, un pañuelo arrugado, una pinza, cinco pelotitas de Ron, tres gomas del pelo y una familia de pelusas. Que yo soy un poco desastre, sí, pero es que Ron todo lo que le gusta lo arrastra debajo del sofá y monta ahí su pequeño alijo. Me pregunto para qué quería el sujetador, aunque por la cantidad de pelos suyos que tiene me temo que lo ha usado como almohada. En fin, de momento lo he rescatado todo excepto la familia de pelusas, que me ha dado pena y las he dejado ahí. Total, vivimos en armonía y no nos molestamos mutuamente.

Os seguiré contando, de momento me voy a yahoo answers a ver si alguien tiene un remedio milagroso para las agujetas.

lunes, 29 de septiembre de 2014

La risa te hará libre

A veces creo que lo único que me salva de la locura, del abismo y de la oscuridad es una capacidad innata mía de reírme de todo. Y como digo, es innata, no es algo que busque, no es algo que provoque, es simplemente algo que forma parte de mi extraño ser. Mi madre cuenta muchas veces que tenía dos o tres meses cuando un día, en casa de mis abuelos, me estaba cambiando de pañales y ante una cucamona, solté una estruendosa carcajada. Tan exagerada para un bebé tan pequeño que mi madre se asustó y le dijo a mi bisabuela que si me pasaba algo. Ella le dijo “Hija, estás tonta, ¿no ves que se está riendo? Déjala, la risa la hará libre.” Mi bisyaya, qué grande. Y cuánto se reía conmigo. Ahora mismo se debe estar descojonando de mí desde el cielo de ver que se me saltan las lágrimas de recordarla.
El caso es que entre unas cosas y otras, llevo una racha complicada. Mi abuela paterna está… mal. Y de momento voy a dejarlo ahí porque tendría que reunir muchas fuerzas para hablar de eso. También es verdad que el otoño me deprime siempre, que no encuentro trabajo, que últimamente oigo más desahogos y malas noticias que chistes. Es verdad que siento cierta presión y cierta angustia.
Y sin embargo, mi forma de enfrentarme a todo eso es la reducción al absurdo. Voy a ver qué parte puede tener gracia. Y si nada de esto la tiene, la buscaré fuera. Porque mi bisyaya tenía razón, lo único que me ha hecho libre siempre ha sido la risa. Cuando me dejó mi primer novio. Cuando en el colegio los niños se metían conmigo. Cuando el desequilibrado se fue de casa. Cuando todo se tuerce, a mí siempre hay algo que me hace gracia. Y de una carcajada me hago libre.
Ayer estuve triste, me quedé en casa con dolor de ovarios, con mil cosas en la cabeza, con un montón de cosas que solucionar a partir del lunes. Estuve cocinando, que es lo que suelo hacer cuando me angustio. La gente come cuando se deprime, yo no pruebo bocado, pero cocino. La cocina me gusta, me reconforta, me acerca a mi bisyaya, que es la que me enseñó a cocinar, la que me dijo que la risa me haría libre.
Hoy ya estaba mejor. Con el frigorífico lleno y la cabeza algo más vacía. El Niño Chico me ha llamado y me ha contado un problema. Y me ha hecho gracia. Pobre, de verdad que entiendo que le moleste a veces, pero es mi reacción, me río. He salido a la calle a dar un paseo y a llevar taper de comida a mi madre. Por la calle una chica a pisado una caca de perro y se ha puesto a maldecir mientras restregaba el zapato por el suelo. Y me he reído. El Ross me ha mandado un mensaje diciéndome que había encontrado la chilaba que su madre le hizo en 2º de BUP para una fiesta de disfraces y que se lo iba a poner de camisón para estar por casa. Y me he reído. He cenado y he visto un tuit de un caballo en una terraza con la frase modificada de una canción “me asomo a la ventana eres la yegua de ayer” y me he reído. Me he puesto a jugar con el gato, que corría como un poseso y saltaba como una cabra montesa con su pelota de media. Y me he reído.
Y ahora soy más libre. Ahora me importa menos que mi abuela paterna esté empeñada en amargarnos lo que le resta de vida. Me importa menos la posibilidad de llevar sus genes y acabar como ella. Porque también tengo dentro los de alguien mucho más fuerte, mucho más grande y mucho más libre, los de una bisabuela que al principio de mi vida ya me pronosticó que la risa me haría libre.
Por eso, vengan los problemas que vengan, sólo le pido a Dios seguir encontrando motivos para reirme, por pequeños que sean. Porque mi bisabuela lo sabía, entre otras cosas porque había leído a Miguel Hernández, que la risa nos hará libres.

“Tu risa me hace libre
Me pone alas
Soledades me quita,
Cárcel me arranca...”


Miguel Hernández, Nanas de la Cebolla.

jueves, 25 de septiembre de 2014

La danza y el absurdo

Lo he decidido, voy a patentar una idea que me hará rica. Voy a inventar un chisme para mujeres que vivimos solas y cada vez que tengamos una idea absurda nos diga, en voz bien alta “¿Pero qué dices, so chalada? ¿Tú lo has pensado bien?”. Y que lo repita hasta que nos replanteemos lo que estamos haciendo.
Y es que uno de los problemas de vivir sola es que como nadie te contradice nunca, todas tus ideas absurdas te parecen geniales. Y una vez que estás metida en el embolado, pues ya no te queda otra que tirarte de los pelos, correr en círculos y rodar por el suelo presa de la histeria. O solucionarlo, que también es opción, pero generalmente después del ataque de pánico.
El caso es que con el subidón del verano y a la vez, el bajón de la vuelta al mundo real, me dio por pensar que tengo que hacer algo. No sé el qué, no sé para qué, pero ALGO. Todo el mundo hace propósitos y cosas a principio de curso y yo también debería. Así que fui al centro cultural del barrio de mi madre y me inscribí en un par de actividades. Hasta ahí bien, si no fuera porque una de ellas era danza del vientre.
Ojo ahí, danza del vientre. Como si fuera fácil. Como si yo tuviera coordinación alguna. Como si yo fuera capaz de hacer algo mínimamente rítmico sin que parezca que estoy sufriendo convulsiones y alguien avise al samur. También me apunté a pilates, que no sé muy bien qué es, pero las famosas estupendérrimas lo hacen y al menos me obligará a sacar mi culo del sofá un par de tardes  a la semana.
Por desgracia, todas las viejas de mi barrio debieron pensar lo mismo y cuando salieron las listas, yo me había quedado fuera del pilates de marras. Eso sí, a danza del vientre me habían aceptado a la primera. Claro. No me veo yo a la panda de ancianas meneando las caderas y agitando vaporosos pañuelos.
Y entré en crisis, claro. Que yo soy un pato mareado. Que nunca aprendí a bailar sevillanas porque o muevo los pies o muevo los brazos, pero las dos cosas a la vez, no. ¿Cómo diablos voy a parecer una diosa del lejano oriente si soy un saco de huesos y un culo fláccido incapaz de menearse de forma grácil? La imagen de las hipopótamas de Fantasía de Walt Disney volvía una y otra vez a mi cabeza. Si hubiera tenido mi chisme de hacer recapacitar no hubiera pasado esto.
Pero claro, en medio de mi dramita personal, tampoco quería renunciar a la única posibilidad de hacer algo con mi cuerpo en todo el invierno. Que me conozco y el sofá me atrapa y no me deja irme.
Por suerte, un par de días después me llamaron del centro cultural en cuestión para decirme que habían abierto otro grupo de pilates debido a la cantidad de gente que había quedado fuera. Y que si me interesaba. Los horarios no son tan buenos como los que yo había elegido, pero oye, lo que sea. Es una señal de dios. De la diosa Shiva o Vishnú que se niegan a verme hacer el ridículo, en plan “Anda, maja, haz pilates y no nos pongas en evidencia”.
Total, busco gente que financie mi aparato de hacer recapacitar. Así me haré millonaria y podré pagarme tratamientos de belleza megachupis y no tendré que hacer pilates, ni danza ni ninguna otra cosa en la que me ponga en ridículo.

  

lunes, 22 de septiembre de 2014

De la virginidad al Imserso

El viernes fui a hacerme una ecografía. La ginecóloga pensó que era buena idea. Y a mí me venía muy bien escaquearme ese día de otro tipo de cosas que ahora mismo no me apetece explicar, así que hala, me fui al hospital a dejar que me miraran las entrañas tan contenta. Os podéis imaginar cómo era el otro plan para decir esto.
Después de perderme un poco por los pasillos laberínticos, claustrofóbicos y superpoblados del Clínico, llegué a la salita en cuestión dispuesta a despatarrarme en una camilla y dejarme hacer. Es lo mejor con los ginecólogos. Y me atendió una mujer súper maja y súper cuidadosa que tras darme los buenos días me dijo:

-         ¿Cuántos años tienes?
-         31. – madre mía, qué vieja soy, no soporto decir “treintay”.
-         ¿Has tenido relaciones sexuales?
-         ¿Cuándo? ¿Hoy?
-         Ehh… No… en general.

¿Me está preguntando si soy virgen? ¿En serio? Oh, qué mona la doctora. Hacía más de diez años que nadie me preguntaba esto. Espera, igual ha entendido 21 en vez de 31.

-         Sí, claro.
-         Entonces además de la normal, te haré también una eco vaginal.

Pues vale, me han hecho un montón ya. No es la mejor experiencia del mundo, pero tampoco es nada traumático. Le ponen un condón al turulo ese, lo embadurnan en lubricante pringoso y asqueroso y ya está. Así que miro al techo buscando formas en el gotelé y tratando de ignorar el hecho de que tengo el culo al aire.

-         Te voy a introducir esto, pero lo haré despacio y trataré de no hacerte daño.
-         Ehhh… vale.

Hacía 16 años que no escuchaba nada parecido. Casi, casi, estoy rejuveneciendo. Casi ni me importa tener una cámara helada y llena de mejunje metida hasta el alma.

-         ¿Te duele?
-         No.
-         Si te duele me lo dices.

Madre mía, qué dejà vù de esos. Y no, no me duele, caramba, qué empeño todo el mundo en que me duelan cosas que no me duelen.

-         Bueno, ya hemos terminado.

Joder, esta mujer cada vez me recuerda más a mi primer novio.

-         Vete vistiendo mientras imprimo las fotos y te hago unas preguntas para el informe.

Bueno, al menos mi ex no hizo un informe. Ni imprimió fotos. Creo.

-         ¿Has tenido algún embarazo?
-         No.
-         ¿Y lo estás buscando?
-         No, por Dios.
-         Hum… pues con 31 años no es para que te lo pienses mucho.

Vaya, ya empezamos. El rollo patatero de que ya no tengo edad de esperar mucho y que mis antecedentes y blablablá. Joder, hasta hace un minuto me sentía joven. Igual no es que me viera joven, igual sólo me veía cara de virgen. Estupendo. Me puse las mallas empezando a plantearme los viajes con el imserso. Que no quiero tener hijos, pero cada vez que me dicen estas cosas me siento al borde la menopausia y me veo haciendo cruceros con viudas, lesbianas y solteronas. La buena mujer, intuyendo mi depresión interna me sonrió y me dijo:

-         Eres muy buena paciente, no te has quejado nada.

¿Por qué me iba a quejar? ¡¡Oiga!! Que una tiene un pasado y ha visto grandes cosas en la vida. Grandes e incluso muy gran… ejem. Estoooo… ¡que me deje irme!

-         Toma, las fotos de la eco. Con esto vas a la ginecóloga y…

Y que me suelte otra vez el rollo de la edad, ya lo sé. Pasaré antes por el centro de mayores a ver cuando se hace el próximo viaje a Benidorm. 
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