Los años me están enseñando muchas cosas. Una gran parte de
ellas poco agradables, la verdad. Pero otras sí son buenas o al menos útiles.
Una de éstas segundas es la capacidad de discernir lo que es
importante de lo que es una chorrada. Y curiosamente, cada vez pienso que hay
más tonterías y menos cosas importantes. Porque a ver, importante, importante
de verdad es la salud y los seres queridos. Punto. El resto es cuestionable y
se mueve en la amplia gama de cosas menos importantes, que va de lo no muy importante
a las soberanas idioteces.
Ahora bien, que las distinga no significa que sea capaz de
aplicarlo en el día a día y que a veces me vuelva loca por cosas absurdas,
mientras que las cosas gordas las ventilo en un pispás.
De hecho, tengo bastante tendencia a gestionar mal la
cantidad de neuronas que dedico a cada asunto. Por ejemplo soy capaz de tomar
decisiones más o menos drásticas en unos segundos sin titubear, mientras que
para algo tan banal como elegir una plancha de pelo puedo estar semanas dando
vueltas como una peonza.
He comentado ya que llevo tiempo queriendo comprarme una
plancha del pelo un poco decente. Primero porque la que tengo es una caca de la
vaca y me encrespa el pelo más que otra cosa. Y segundo porque en breve me voy
a pegar un tajo a la melena y seguramente la necesite en momentos de crisis.
Porque tengo el pelo liso, pero tengo un montón y me coge mucho volumen.
A fuerza de hurgar por Internet y acabar en lugares de lo
más sórdido, llegué a la conclusión de que las GHD son una buena marca, con
buenas referencias y encima son preciosas. Súper importante todo, ¿eh? Para mi
desgracia son caras, carísimas. Así que seguí hurgando en sitios delirantes
donde la gente vende su pelo y descubrí que las que son de un precio más razonable
son imitaciones falsas y mierdosas. Así que empecé a chinarme. Y seguí
rebuscando, cual loca psicópata en foros, viendo vídeos de pavas ególatras que
se secan el pelo delante de la webcam para enseñar al mundo cómo lo hacen y
leyendo toda clase de opiniones. Miles de minutos y neuronas perdidos. ¿Y para
qué? PARA NADA. Porque dos semanas después seguía sin saber si quería gastarme
la pasta, si quería una plancha o si ni siquiera quería cortarme el pelo.
Al final, justo antes de darme por vencida y esquilarme cual
oveja merina, conseguí un momento de lucidez.
A ver, las GHD es verdad que son de buena calidad, pero
¿tienen algo maravilloso y fantástico que realmente no pueda ofrecerte otra
plancha? NO. Así que hice una especie de lista de lo que quería de verdad en mi
plancha: placas de cerámica o de titanio, basculantes, con cierto ancho, que no
pese mucho, que sea de verdad profesional para peluquería, blablablá. Y
encontré montones. Y todas mucho más baratas que las GHD, por cierto. Porque
las GHD son buenas, repito, pero tienen mucha parafernalia alrededor, mucho
marketing, mucho diseño, mucho bolso bonísimo, mucha caja estupenda… mucha cosa
que no vale para nada más que para aumentar el precio una barbaridad.
Por suerte, y tras mucho, mucho rebuscar de nuevo por
páginas de artículos de peluquería y tal, encontré la que por fin me enamoró
del todo, cumplía todos los requisitos del mundo y algunos más, como que se
puede regular la temperatura, cosa que extrañamente no hacen las GHD.
Total, que tras encargarla, pagarla y hablar con el
responsable del tema, que fue súper amable y me facilitó muchísimo las cosas y
me ahorró los gastos de envío (eran gratis a partir de 50€ y mi plancha costaba
49,99), me ha llegado hoy. Y con unas muestras de regalo súper chulas. Ya os
contaré qué tal me va porque aún no la he estrenado. Qué gusto cuando te tratan
bien, te ayudan y las cosas salen así de redondas, coño. Si queréis algún
artículo de peluquería, me lo decís y os doy la página, son majísimos y tienen
muy buenas ofertas.
Total, que igual muy importante no es, pero estoy contenta.
Y eso sí lo es, así que mira, lo que se va por lo que se viene.