Más de una vez he dicho que soy una
persona impaciente. Quizás en parte por eso me cuesta mucho hacer
planes a largo plazo, porque en lo relativo al tiempo, no veo más
allá de mis propias narices.
Ayer quedé con dos de mis blogger
preferidos que viven cerca, Álter y Chema. Y les explicaba que yo
cuando escribo algún post, es para publicar en el momento. Como
mucho, lo puedo retrasar un día o dos, si quiero que coincida con
una fecha especial, pero no más. De hecho, si escribo y no lo
publico, al final termina por ahí perdido y casi nunca llega a
puerto.
Admito que ser impaciente me ha traído
problemas en la vida. Quererlo todo para ya no suele ser sinónimo de
hacer las cosas bien. De hecho, con los años he aprendido a ser algo
más paciente, pero no mucho. Y trabajo en ello, pero se me da
regular.
Cuando volvía para casa, escuchando a
Nirvana después de pasar un buen rato con ellos, me acordé de una
anécdota tonta en cuyo caso la impaciencia me salvó un poco el
culo.
Muchas veces he dicho ya (son años en
el blog y empiezo a repetirme) que en el colegio no fui feliz. Mis
compañeros eran imbéciles y hoy en día se diría que sufrí
bulling. Entonces simplemente era cuestión de que yo era la
marginada y que eran cosas de críos. Lo pasé regular, pero a día
de hoy me parece que forjó una parte de mi carácter y que en fin,
que son cosas que pasan. El mundo no es de color rosa y no todo el
mundo es bueno.
El caso es que a pesar del coñazo de
aguantar a aquella gente durante diez largos años de mi vida, salí
bastante airosa de casi todas las situaciones. No fue un caso extremo
de acoso, entre otras cosas porque yo tenía una forma de ser...
peculiar. Sólo de pequeños llegamos a las manos y no en demasiadas
ocasiones. Ahora creo que una de las razones por las que no me
pegaron más de una zurra es porque yo cogí fama de estar medio
zumbada. Debía estar en primero de EGB, con cinco o seis años, y no
sé por qué, discutí con un niño de la clase. Era un chulito medio
tonto que con los años se convirtió en un chulo tonto entero. Me
acuerdo que me dijo “a las cinco nos pegamos. Te vamos a pegar
hasta que te salga sangre por los ojos”. Y yo, a caballo entre mi
impaciencia y mi mala leche, le di un empujón y le dije “a las
cinco no, nos pegamos ahora.” El niño me miró con cara rara,
debía ser la primera vez que una chica le plantaba cara en vez de
llorar y que encima no quería esperar a la salida. Yo, viendo sus
dudas, me vine arriba “¿No quieres que nos peguemos? Pues vamos”.
Y el otro que no, que a la salida. Y yo que no, que a la salida igual
ya no tenía ganas de pegarme. Y él que no, que a las cinco me
esperaba. Y yo, harta, le dije “mira, yo me quiero pegar ahora, así
que o nos pegamos ya o nada, tú verás.” Y es que me indignaba el
asunto. Yo estoy cabreada ahora, igual dentro de tres horas se me ha
pasado. Y mientras ahí con la angustia ¿nos pegaremos o no? ¿Se
acordará o no? ¿Será sólo una amenaza, un juego psicológico
cruel de un pequeño idiota o realmente terminaremos a tortas? De
verdad que no tengo tanta paciencia. Prefiero una paliza ahora que
horas de incertidumbre sin sentido. Así que o nos pegamos ahora que
estoy en caliente y con suerte te encajo un par de leches o ya nada.
Y no, no nos pegamos. Por suerte, porque francamente, yo tenía las
de perder. Siempre he sido poca cosa y de darse el caso, no sé si
habría sangrado por los ojos como prometía el memo aquel, pero me
habría llevado unos cuantos mamporros. Sin embargo, cosas de la
vida, me fui de rositas. Debí parecer una auténtica loca asegurando
que el momento de pegarse era ese y pocas veces más alguien me retó
a lo de “a la salida nos pegamos”. Quizás, por una vez, la
impaciencia fue buena consejera.
De hecho, odio decirlo, pero con los
chicos tuve pocos problemas más. Fueron las niñas las que me
hicieron la vida imposible y con ellas era más difícil porque
jugaban con armas que yo no sabía manejar, como la manipulación, la
mentira, la crítica cruel y despiadada y las bromas estúpidas. Y
ahí no había manera de plantar cara. Y creedme si digo que fue
mucho peor. Que hubiera preferido mil veces tener que encararme con
“a la salida nos pegamos” aunque alguna de las veces mi
impaciencia no me hubiera salvado y me hubieran puesto un ojo a la
funerala.
¿Y vosotros? ¿También sois de todo
para ya mismo o sabéis esperar?
Yo también soy muuuuy impaciente, lo quiero todo para ayer. En tu caso fue una mezcla de impaciencia y de echarle un par de ovarios bien puestos, ¡con lo chica que eras! Ya se iba forjando una pequeña guerrera. Besazos.
ResponderEliminarPues yo también soy bastante impactante pero dependiendo del asunto he aprendido a ir echando paciencia. Tienes suerte de tener bloggers cerquita.
ResponderEliminarUn besito
con el blog me pasa algo parecido. como a veces mis posts tienen dibujitos escaneados, pienso "pues voy a ir preparando los dibujitos y mañana escribo el texto", pero luego cuando me pongo a ello acabo escribiendo y publicando el post entero del tirón.
ResponderEliminarsupongo que ese chaval no esperaba tu reacción. hay gente que "huele el miedo" por decirlo así, y ahí es cuando te atacan. lo peor que puedes hacer es mostrarte débil. le plantaste cara y se echó atrás. ;)
lo pasé genial con vosotras el otro día. besotes!! :*
Yo tampoco programo y también soy impaciente a muerte.
ResponderEliminarLo intentó ir controlando con poco éxito, porque tiene más malo que bueno. Pero además de la destornillan te anécdota tuya, hay más casos en los que viene bien.
A mi no me quitarían un puesto de trabajo por contestar tarde un dato (le pasó a una amiga que se le adelantaron), porque mi ansia viva hace que conteste ligera.
Ha habido más casos en los que gracias a mi impaciencia he conseguido cosas que habrían pasado de largo o habrían sido para otro, si me hubiera quedado meditando.
Lo ideal es el justo medio: ni ser un huevonazos ni una impaciente, pero es tan difícil!!!
Besos
Jajajaja. Yo nunca me he pegado con nadie pero estoy segura de que si me hubiesen dicho "a la salida nos pegamos" hubiese sacado la agenda y lo hubiese apuntado. Jajajaja. Besotes!!!
ResponderEliminarYo también soy un poco impaciente lo reconozco, con los años tb he aprendido a serlo un poco menos
ResponderEliminaray con el bulling y los niños que van de matones, a mí tb me las hicieron pasar canutas en más de una ocasión
Un besico.