Hace justo diez días cumplí 35 años.
Madre mía. A veces tengo que contarlos, que echar cuentas, que
asegurarme. Porque me parecen muchos. Luego me doy cuenta de que lo
que yo opine, al tiempo le importa una mierda. Él sigue a lo suyo,
ajeno a que queramos que vuele o que se detenga. No hay nada como el
tiempo, que sigue a tu trantrán ajeno a las opiniones de todo el
mundo.
El caso es que he llegado a la mitad de
la treintena. Los abuelos de mi trabajo me dieron muchos besos,
muchos abrazos y hasta algún regalito ese día. Son más bonitos que
un sol. Y todos me decían lo mismo “pero si aún eres muy joven”,
“huy, quién los pillara”, “si estás en lo mejor”. La mayor
parte me aseguraban que no los aparento. Y una mujer, una preciosa y
adorable que está entre mis favoritas, me dijo que me deseaba que
llegara al menos a los suyos. 97 primaveras, oye. Ahí es nada. Y se
lo dije de corazón “que si llego, que sea como ella”.
Esa misma noche, después de un día
bastante feliz, de haber comido con mis padres, los yayos y el Niño
Chico, me enteré que se había muerto un chaval del equipo de rugby
del Ross. Un tipo que era una leyenda porque había llegado a la
selección nacional. Un tipo grandote y risueño, con unas espaldas
como un armario de tres cuerpos y unas enormes manazas que te
apretaban y te hacían migas. Era como un ogro bonachón, que me
levantaba con un sólo brazo y se reía fuerte, con estruendo,
cerrando sus ojillos negros. El año pasado en el torneo de todas las
primaveras estuve mucho rato hablando con él. Nos relataba historias
de sus años de Erasmus, sus aventuras por Europa y nos hacía reír
a todos a carcajadas. Qué loco el tío, qué cosas nos contaba. Y
bebía cerveza y se reía de nuevo y nos seguía amenizando la noche
con anécdotas disparatadas.
Pues ya no está. Más de cien kilos de
músculo y fuerza bruta reducidos a cenizas. Ya se sabe, polvo al
polvo y tal. Que la tierra te sea leve, compañero.
Mi cumpleaños, qué maldito, ni un año
me deja irme de rositas por completo.
El caso es que me dio por pensar. He
cumplido 35. No son muchos. No hoy en día. No en esta engañifa que
llamamos primer mundo. Pero es la esperanza de vida en muchos países
aún hoy en día. Es más de lo que conseguían vivir algunos de
nuestros antepasados. Es más de lo que ha vivido alguna gente que ya
he dejado por el camino.
Tenía una amiga en el pueblo de mi
padre que murió cuando cumplimos los 9 años. Meningitis. Dos
semanas antes estuve con ella jugando en la plaza de ese pueblucho y
me dijo que le dolía la cabeza. Yo me fui a la playa con mis
padres. Cuando volvimos, la habían enterrado vestida con su traje de
comunión.
En julio va a hacer tres años que se
murió mi amigo AD de Pueblodelsur. Mi vecino de enfrente los veranos
de la adolescencia, el primero con el que monté en moto, el que me
traía cestas de higos, el que me hacía rabiar y me sonreía desde
su puerta cuando llegaba los viernes por la noche desde Madrid. Le
había visto una semana antes cuando estuve con los blogger de
quedada veraniega. Y una noche mientras trabajaba, un camión se lo
llevó por delante con 33 años.
Quizás parece una reflexión extraña
para un post más o menos de cumpleaños. Quizás parece un tanto
deprimente. La muerte nos inquieta, nos incomoda, nos pone en
guardia. Quizás porque no la controlamos. Quizás porque sabemos
que, sin saberlo, cada año pasamos por el día que vamos a morir.
Quizás porque es la única certeza y a la vez la mayor duda que
tenemos desde que somos conscientes de nuestra propia existencia.
Quizás porque vivimos en una cultura aséptica y estúpida que trata
de vendernos la juventud, la belleza y la perfección a todas horas.
Quizás, simplemente, porque no sabemos lo que nos espera al otro
lado y la incertidumbre nos asusta.
En todo caso, yo trato de tomarlo por
el lado bueno, que lo hay. Cada día que estamos vivos es un triunfo.
Porque muchos dejan de estarlo. Y cuando va pasando la vida te vas
dando cuenta de ello. Vas dejando compañeros y amigos por el camino.
Se van quedando y tú sigues. Y no entiendes muy bien la razón de lo
uno ni de lo otro. Pero te levantas al día siguiente, vivo. Y tienes
que aprovecharlo, porque no hay seguridad, no hay garantías. Todos
creemos que llegaremos a viejos, pero quizás no sea así. Quizás,
algún día seamos nosotros los que nos quedemos por el camino y
otros los que nos recuerden y traten de seguir adelante y de
despertarse al día siguiente. Por eso mientras uno pueda tiene que
ser feliz, disfrutar, reírse y contar anécdotas divertidas. Tiene
que vivir, en la mejor acepción de la palabra. Porque un día, uno,
el que sea, ya no podremos hacerlo.
Total, 35 años. No es mucho todavía,
pero no es poco. Me gusta, porque va sumando. Porque de momento,
hasta hoy, cada vez que el dios de la muerte se me ha presentado le
he podido decir: not today.
Me encanta este post. Por el frikismo y por el mensaje de carpe diem. Uno de mis amigos de la infancia murió de un derrame cerebral con 30 años: deportista, sano. En esos momentos cuesta entenderlo, pero con el tiempo lo veo todo clarísimo.
ResponderEliminarY 35 años sí que son algo, son un mucho. Pero nada comparado con los que vendrán :) MUAKS!
35 añitos no son nada... aunque sí, para algunos 35 años son muchos. La muerte es lo único seguro que tenemos así que nos tenemos que esforzar por hacer lo más agradables posible el resto de cosas. De todas formas, seguro que tú llegas como poco a los 95, igual que esa señora tan maja. Besotes!!
ResponderEliminarenvejecer es malo pero la alternativa es peor, dicen. en mi promoción del colegio ya hay cuatro compañeros que nos han dejado, y uno de ellos poco después de una quedada a la que finalmente no fue. allí habría tenido mi última oportunidad de verle...
ResponderEliminartú estás estupenda, de físico y de espíritu! una vez en la cola de la panadería, una señora me dijo "oye, tú que eres joven y sabrás de estas cosas, sabrías aumentarme la luz de la pantalla del móvil?". me alegró tanto el día que me llamara joven, que no paré hasta arreglárselo.
besos!!
Me han gustado mucho tus reflexiones. Creo que le quitan importancia a todas las chorradas que nos importan (apariencias, tiempo, preocupaciones, etc.) e invitan a disfrutar de la vida.
ResponderEliminarFeliz cumple (aunque ya sea tarde) y sigue así, que hay que llegar a los 97. ;)
Felicidades hermosa y carpe diem
ResponderEliminarPrimero, felicidades!! tanto por tu cumpleaños como por el post.
ResponderEliminarMe ha hecho recordar también a esas personas que vamos perdiendo por el camino. Y es que por desgracia, solo nos acordamos de que nuestra vida es un regalo cuando se le arrebata ese regalo a alguien o la vida te sacude.
Por desgracia, yo eso lo aprendí a la fuerza. Cuando mi hijo tenía 2 años tuvo meningitis, nos dijeron que no había nada que hacer y la vida nos dio un vuelco.
Afortunadamente todo fue perfecto y mi príncipe está conmigo, pero te planteas mas veces que la vida está para disfrutarla y que no hay que dar nada por sentado.
Un besazo ennorme!
Muy bueno! Y sí, vivamos mientras estemos vivos, porque sin lugar a dudas, algún día dejaremos de estarlo
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