Se me ha independizado un sujetador. Hace ya un par de semanas salió volando del tendedero y se fue a vivir al tendedero del señor del primero que no vive aquí. Es un sujetador un poco tonto porque se ha tratado de mudar a una casa donde no vive nadie. Igual es un sujetador okupa, vete a saber. El caso es que al final, como nadie le recogía, se mustió de pena y se cayó al suelo. Así que cogí mis llaves y bajé al patio y lo recogí lleno de mugre. Y dije, bueno, sujetador pródigo, yo te perdono tu intento de huida, vuelve a casa. Le metí en remojo, porque pródigo vale pero pordiosero no y lo volví a tender. Y va el cabrón y se vuelve a pirar. Así tal cual, para dejarme claro que su intención es escapar a la mínima de cambio. Y no sé qué afán con el vecino del primero que no vive aquí, porque esta vez el muy descarado se fue directamente al poyete de su ventana. Que mira yo no sé ya qué pensaría ese hombre de mí si viviera aquí. Menos mal que no.
Y ahí sigue, el cabrón del sujetador tratando de vivir su vida en una casa que no es suya con un señor que no sé muy bien qué uso le daría.
Y yo me rindo a la evidencia. ¿Sabéis esa mierda de que si quieres a alguien debes dejarle ir? (tamaña gilipollez, dicho sea de paso). Pues eso, que se vaya. Era uno de mis sujetadores preferidos de estar por casa pero mira, no voy a seguir tratando de convencerle. Él no quiere estar aquí y no voy a retenerle a la fuerza.
Por otro lado voy a despedirme de más cosas. No dejo de ver mi armario abarrotado de ropa que no me pongo. Pero ay, es que me sigue gustando. Es que aún me vale. Es que igual un día me lo pongo. Es que está casi sin usar. Y ahí voy acumulando cosas, que tengo pantalones de los de tiro bajo esperando a ver si ponen de moda otra vez desde el 2010. Y la gente ha perdido el gusto y va por ahí con sus pantalones por los sobacos y el mom fit que hace los culos gordos y feos mientras mis pantalones de hace mil años esperan en el banquillo. No los voy a tirar, no pierdo la esperanza. Pero los retiraré al trastero. Ya se volverán a llevar, ya.
También voy a deshacerme de faldas cortas que no uso porque madre mía la pereza. Y de jerseys llenos de pelotillas y de camisetas con manchas que no se quitan y de pantalones de pijama que se me caen porque se les ha pasado la goma de la cinturilla. Y así hasta que me quede con un armario que se pueda ordenar y donde vea lo que hay. No es tan descabellado.
Igual en la limpia meto cosas para el pelo. Porque yo, que soy medio ingenua medio imbécil, empecé a hacer lo del método curly. Y a ver, esto está muy bien si tienes el pelo rizado. O al menos ondulado. O algo. Pero no es el caso. Aunque a veces sí. Francamente creo que mi pelo lo que hace es boicotearme. Trato de alisármelo y se ondula. Y digo, ah, pues qué bien, me lo rizo. Y empiezo el método curly de los cojones que es más complicado que la leche y tiene más pasos y más potingues y más movidas que agarrar una plancha o un rizador y hacerte lo que te salga del higo ese día. Que a ver, que el pelo está más sano y ñeñeñé, pero qué aburrimiento, la virgen. Y todo para nada, porque duermes y al día siguiente pareces la bruja avería (nótese en la referencia que tengo más años que la tos) y entonces resulta que además de los potingues, el mulli-mulli, el difusor y no sé qué más, tienes que dormir con un gorro y una funda de almohada especial y aun así refrescarte los rizos por la mañana. Mira, que me vale mejor raparme al cero y unirme a los hare krishna. Que yo pensaba, ilusa, que os digo que soy una ilusa, que los rizos eran la solución y el desentendimiento de los problemas del pelo. Que tú ibas por ahí con los rizos al viento como un caniche feliz y contento con sus lanillas. Pero nooooo... es la hostia de difícil. Y ni os cuento cuando encima ni siquiera tienes el pelo rizado.
Y entonces mientras decido si hacerme el curly o el harakiri se me vuelve a quedar liso. Así que sólo me queda preguntarme para qué cojones me lo corté yo a capas este verano y me siento a mirar al infinito pensando que es sólo pelo y no merece la pena amargarse la existencia y que total, yo sería muy feliz por ahí rapada al cero cantando y tocando la pandereta vestida con una túnica azafrán.
Me acuerdo de mi abuela paterna con frecuencia porque tengo la teoría que desde que enfermó y más tarde se murió, se ha quedado a vivir en mi pelo y me putea un poco a través de él. Es una teoría que suena absurda, pero si hubierais conocido a mi abuela y vierais mi pelo de verdad que lo entenderíais. Igual un día me animo y termino un post sobre ella que tengo a medias.
En cualquier caso, tengo que ir haciendo limpia de cosas. De cosas, de movidas, de roña en general. Que luego llega el final de año y no hago vida nueva porque todo lo que tengo es viejo.
jjajaja ay guapa, yo también pertenezco a la secta del método curly y tengo muchas más cosas de las que me he puesto nunca y vivo con miedo a que me caiga algún producto no apto, no me vayan a reñir...
ResponderEliminarHacer limpieza no me gusta, pero tiene una parte terapéutica, como de romper con algo, como dices y empezar de nuevo (y supuestamente mejor). Yo me deshice de sujetadores en primavera y vivo feliz (aunque es cierto que mi pecho es pequeño, los usaba más por imperativo social que otra cosa). Y con respecto a pelos, aunque aún no me siento segura en la decisión, me sorprendo a mi misma a menudo fantaseando con dejarme las canas.
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y me quedo a leerte. Espero que el mío te parezca también interesante.
Un abrazo.
"Mientras decido si hacerme el curly o el harakiri" jajaja, claramente la segunda opción, el pelo nos boicotea a todos jajajaja
ResponderEliminarNi s ete ocurra tirar los pantalones de tiro bajo, van a volver cuando menos te lo esperes. Recuerda mis palabras. La locura de los tiros altos horribles tiene que acabar ya!