El jueves fui al estanco. Estoy haciendo esfuerzos titánicos por reducir el consumo de tabaco, pero hay días que me pregunto si seré capaz de dejarlo del todo. El caso es que fui al pequeñito de la parte profunda de mi barrio. Debería haber hecho una etiqueta en este blog: aventuras en el estanco. Pero ya no, que cada vez voy a ir menos.
El caso es que entré y había un tipo que conozco remotamente. Es uno de los dos únicos supervivientes de toda una generación que sucumbió a la heroína en los ochenta y los noventa. Aunque parecía relativamente recuperado, está estigmatizado de por vida. Le ves de lejos y piensas, “coño, un yonki”. Me sonrió con el disimulo del que apenas tiene dientes y me hizo un gesto con la mano ennegrecida de uñas rotas y maltratadas a jeringazos durante años.
- Pasa bonita, que yo estoy liado con los rajcas.
Yo me reí mentalmente de esas J que metemos a veces los de Madrid donde debería haber un S. Efectivamente, estaba apoyado en el pequeño mostrador, frotando una moneda contra unos cartoncitos.
- Estoy seguro de que esto es un timo, tronco. – le dice al estanquero. – he rajcao tres y no me ha tocao ná. Pero ná. Y claro, estoy pensando… la lotería de verdad tiene que tocar. Sacan un número del bombo, ¿no? por huevos alguien lleva ese número. Y la quiniela. Si eres listo o adivino y sabes quién va a ganar los partidos puedes llevarte la pasta. Pero escucha, ¿esto quien lo controla? ¿quién, eh? Que hay un menda ahí haciendo los cartoncitos y con no hacer ninguno premiado ya tiene el negocio hecho.
Yo sonreí para mis adentros mientras el estanquero abría una caja de mi marca y sacaba un paquete, cosa que siempre le lleva un buen rato. El yonki me miró con unos ojos negros penetrantes y cubiertos por un inconfundible velo amarillento. La piel morena, curtida por el sol y la mala vida. Los brazos delgados llenos de tatuajes carcelarios y cicatrices.
- Dime que no tengo razón… que esto no puede estar trucado.
- No lo sé. – respondo tratando de disimular el miedo que me dio ese hombre hace ya más de dos décadas. – No soy de loterías y esas cosas.
- Pero lo he pensao, ¿eh? – se toca la sien como si le hubiera llevado horas de profunda meditación. – que esto es fácil de trucar y los pobres panolis como yo vamos y lo compramos. Y hay alguien forrándose con esta mierda.
- Supongo que sí, pero entonces…
Decidí morderme la lengua mientras sacaba las monedas de mi cartera y las escurría por debajo del cristal que protege al estanquero, que sonreía con su alegría habitual ajeno a las tribulaciones del yonki, que por su parte siguió con su discurso sin importarle que nadie le escuchara demasiado:
- Había un anuncio con una cancioncilla que decía “no me llames iluso porque tenga una ilusión”… y a mí me hacen ilusión los rajcas estos, oye. Aunque no toquen nunca, yo rajco a ver qué pasa.
Salí del estanco con una sensación rara. Y si es verdad. Y si la gente no compra lotería para que le toque si no sólo para sentir la ilusión de la posibilidad. Y si alguien que ha malgastado su vida y su salud, ahora que apenas le queda ni lo uno ni lo otro, se aferra a la ilusión de rascar un cartoncito a sabiendas de que quizás nunca le toque nada. Y si no invierte ese euro en ganar más, si no en recuperar la ilusión que quizás perdió de niño, entre agujas y rincones inmundos. Y si lo que buscamos todos no es más que los sentimientos que hemos perdido no se sabe dónde.
Me ha gustado tu post,en especial ese último párrafo, tanto que al terminar de leer me quedé pensando "ojalá que le toque algo al pobre hombre, que le toque algo aunque sea poco para que tenga al menos una alegría o una segunda oportunidad" :) Saludos.
ResponderEliminarSu ilusión es tan legítima como tantísimas otras. No le falta razón en decir que quien no tiene ilusión, ¿qué le queda? Ojalá pueda disfrutar con más cosas.
ResponderEliminarMe alucina tu reflexión, y creo que tienes razón. Que sin ilusión, la que sea, la vida sería "un poco más un asco". Que cuando todo está perdido, o casi, una ilusión es lo único que te saca del pozo.
ResponderEliminarBesote, cielo.
La ilusión debería ser nuestra eterna búsqueda, porque sin ilusión no somos nada. Biquiños!
ResponderEliminarPues sí. Todos tenemos que tenemos que tener una ilusión, ya sea cambiar de trabajo, comprar una mansión en la playa o rajcar un cartoncito... Es la sal de la vida. Un besote!!!
ResponderEliminarYo juego a los euromillones con la ilusión de poder comprarme un caserío y poder ayudar a muchos gatitos. Si, lo mas seguro es que nunca me toque, pero de momento mantengo esa ilusión.
ResponderEliminarHola Naar, lo mio es mas gracioso por que ni juego ni creo en los juegos de azar, pero no me impide soñar ni pensar en todo lo que haría si me tocara un premio gordo y solamente con pensarlo soy feliz.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mi me pasa esto con la lotería de navidad, nunca me lo pierdo y tengo hasta mi ritual jaja luego nunca toca nada, pero eso ya es lo de menos, lo mejor es la ilusión con la que me despierto ese día ^^
ResponderEliminarYa se sabe que de ilusión también se vive!
ResponderEliminarSaludos!
bua, es que sin ilusión, qué somos? no?? yo creo que es una de las cosas más importantes..
ResponderEliminargracias por pasarte por mi blog!,hasta pronto!