Mis amigos I y G lo han dejado. El año pasado por estas fechas pasó lo mismo, pero luego lo “arreglaron” y ahora de nuevo, esas cosas que les separaron han sido más fuertes que las que les unieron.
Hay algo que se le rompe a uno por dentro cuando una pareja amiga, a la que se ha conocido unida en tiempos felices, se separa. Hay una especie de vieja herida que se reabre y duele en el recuerdo. En este caso, me duele mucho por las veces que me refugié en esa pareja tratando de huir de mi soledad.
I y G eran mis vecinos del bajo cuando yo vivía de alquiler con mi ex el desequilibrado. Fui muy feliz en aquel edificio de locos y mi transición hacia la vida independiente fue más fácil gracias a ellos. Con frecuencia cenábamos juntos, pasábamos las tardes en casa de unos u otros y subíamos y bajábamos las escaleras en pijama y zapatillas para visitarnos. Luego, cuando el desequilibrado se fue y yo me di de bruces con la más cruel de las realidades, ellos estuvieron a mi lado. Fueron mi apoyo, mi sustento, mis puntales para no derrumbarme. Les debo muchos viernes fríos de diciembre y enero, en los que me iba a su casa a refugiarme del atroz silencio que reinaba en la mía antes de acostumbrarme a él. Les debo las pocas sonrisas de esos meses. Les debo el apoyo, la compañía, la ayuda impagable en mi aventura de montar muebles y crear un espacio habitable en el que reconstruirme. Les debo una parte de quien soy ahora.
Por eso, me duele. Me duelen sus lágrimas, sus preguntas sin respuesta, sus razones que entiendo a medias, sus pasos vacilantes por un camino que intuyen duro. Me duele saber lo que les espera. Porque yo ya pasé por ahí. Sé lo que es creer que se va a pasar, pero levantarse al día siguiente con la misma angustia. Sé lo que es que día tras día caigas más y más hondo. Sé lo que es sentirse perdido, desorientado, desconcertado. Sé lo que es que tu vida y tus planes se derrumben y te queden sólo cenizas. Y sé lo que es resurgir de ellas como el ave fénix. Sé lo que es, pero ellos, tras ocho años de relación sólo lo intuyen con miedo y recelo.
Sé mejor que nadie que se pasa, que se sale, que puede haber algo mejor después. Pero sé también que hay golpes de los que uno no se levanta nunca del todo. Sé que te quedan cicatrices que de vez en cuando supuran. Sé que la vida no vuelve a ser la misma. Y sé que el tiempo, la ilusión y los cachos de corazón que pierdes por el camino no se recuperan.
Además, verles separados me recuerda que no hay nada seguro en la vida. Que por llevar equis años no tienes garantías de que esa persona no se vaya a ir mañana. Me recuerda que en cualquier momento puedes gastar tu último cartucho. Que tienes que estar preparado siempre para tener que volver a levantarte solo. Y me recuerda, con un dolor insoportable, que cuando no tienes nada ni nadie que realmente te importe, vives más tranquilo. Más aburrido y más acorchado quizás, como yo estaba hace unos meses, pero mucho más tranquilo. No temes nada porque no tienes nada que perder. Sin embargo, con alguien especial al lado vives más feliz, más ilusionado. Vives más intensamente… pero vives con el riesgo. Vives con miedo de perderlo. Vives con la espada de Damocles sobre la cabeza. Vives con la angustia de que quizás mañana tengas que volver a pasar por el calvario. Y me pregunto con el corazón en un puño y mis niños I o G entre los brazos, si todo esto merece la pena. Si el amor es tan poderoso que nos hace olvidar el miedo y el dolor que puede venir después. O si somos unos gilipollas reincidentes que caemos una y otra vez en el mismo error. Y yo, como ellos, no encuentro respuestas, ni consuelo, ni nada de nada. Pero les abrazo fuerte y les prometo que todo pasará y habrá luz al final del túnel. A ver si de tanto decírselo, nos lo creemos todos.
De todos modos, como soy una optimista inasequible al desánimo, voy a hacer acopio de valor y voy a escribir un manual para salir adelante de estas situaciones y reponerse de las rupturas a mi estilo,con un poco de humor. Lo iré publicando por capítulos en mi otro blog a partir de este fin de semana. Espero que lo sigáis y os guste, aunque espero que nunca os haga falta de verdad.
Shu shu!! Fuera penas...
ResponderEliminarNo podemos sufrir nosotros los que le toca a otros así que intenta no angustiarte mucho con esto, porque como tú sabes, se les pasará, y seguramente todo esto sea para mejor. Biquiños!
ResponderEliminarA pesar de mi habitual pragmatismo, yo estoy convencida de que el amor es más fuerte que el miedo. Me he dado cientos de leches y, sin embargo, cada vez que he empezado una nueva relación, la he empezado con toda la ilusión del mundo, como si nada hubiese sucedido en el pasado. Nunca sabemos cuál puede llegar a ser la definitiva. Un beso para ti y ánimo para I y G.
ResponderEliminarTú escribe la guía, pero yo espero no necesitarla nunca... La única vez que me rompieron el corazón yo era adolescente, y pensé que no saldría de aquella... Muy curioso, porque me lo rompió el que ahora es mi marido.
ResponderEliminarSeguro que sabrás ayudar a ambos para que se recuperen y que no caminen solos.
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