Soy gilipollas. No se puede decir que
esto sea una novedad, pero viene al caso de lo que os voy a contar.
El otro día estaba pacíficamente
escribiendo las tarjetas navideñas que este año van a llegar más o
menos para San Valentín, cuando le sonó el móvil. Era una persona
a la que en el pasado quise muchísimo, pero con la que ahora apenas
tengo contacto. Me dijo que necesitaba alguien que fuera amante de
los gatos (y gilipollas). Y yo pensé “ya la estamos liando”. Y
efectivamente. Que se había encontrado una gatita, que era muy
buena, muy guapa y muy cariñosa, pero que no se la podía quedar
porque aunque había intentado adaptarlos, los dos perrospatada que
tiene no dejaban de ladrarla y que la pobre estaba cada vez más
asustada.
Al parecer, la gatita un día de lluvia
se había metido en el portal buscando un poco de refugio. Habían
puesto carteles por toda la zona, la habían llevado a todas las
veterinarias que conocían, pero nadie la había visto y no tenía
chip. Así que, por favor, que si podía quedármela.
Y a ver... Os juro que me la quedaría.
Esa, y cincuenta más. Pero no puedo. Ron está muy bien, pero tiene
sus achaques que no se puede jugar con ellos y que me cuestan una
pasta al año en veterinario. Y además está Maya. Y el Niño tiene
a Coco, que si algún día nos arrejuntamos, ya son tres bocas
gatunas que alimentar. Y mira, no me da la vida.
Pero aquí entra mi vena gilipollas. Le
dije que no me la quedaba, pero que le buscaría casa. La llevé a la
veterinaria que siempre me ayuda con estas historias y las chicas
fueron tan adorables como siempre. Le hicieron revisión, test de
inmuno y leucemia y por unos eurillos más, se la quedaron unos días
en una jaulita. ¿Era la solución ideal? No. ¿Era la más parecido
a una solución? Sí. ¿Me dejé (porque soy gilipollas) la mitad de
mi presupuesto para regalos de Reyes en el test, la comida y la
estancia de la peque? Obviamente.
Ahí empezó la locura de difundir por
Twitter, por facebook, y por grupos de amigos y conocidos. Pero nada.
Así que me pasé dos días llorando por las noches (porque soy
gilipollas), molestando a todo el mundo por el día (porque soy
gilipollas) y echando cuentas de si me podría gastar algo más de
dinero en tenerla más días en la veterinaria (porque soy gilipollas
y pobre).
Hasta que se me ocurrió preguntar a la
chica que a veces me echa una mano con la casa desde que trabajo más
horas que un reloj. Es brasileña, adora a los gatos y mis gatos la
adoran. Me dijo que ella no podía pero que buscaría a alguien, que
conocía muchos grupos de brasileños. Y oye, empiezo a estar
enamorada del país de la samba. En un solo día me hablaron dos
chicas que querían a la gatita. Una de ellas me dijo que el problema
es que se iba de viaje hasta enero y la otra me dijo que la recogía
al día siguiente. Así que me decidí por esa. Quedé con ella, le
hice mil preguntas y las pasó todas con nota. Había tenido gatos
ya, podía permitirse el veterinario, la castración y todos los
cuidados. Y quería, realmente quería, salvar a un gatito de la
calle. Así que se la llevé. Y la dulzura con la que la habló y la
cogió en brazos me convencieron. Ahora me manda fotos y me cuenta
que ya va comiendo sola, que poco a poco tiene menos miedo y que
están muy bien las dos juntas.
Así que la historia tiene un final
feliz. Gracias a Dios. Y a los brasileños.
Y me diréis aquello de que no soy
gilipollas, que tengo buen corazón y blablá, pero la verdad es que
sí soy una imbécil. Porque a ver qué hago yo metiéndome en más
líos con la de problemas que tengo, disgustándome y queriendo
salvar el mundo a través de los gatos. Pero no lo puedo evitar. Hay
gente que le conmueven los niños de África, los del Sáhara o los
enfermos de no sé qué. Hay gente que colabora con la iglesia, con
cruz roja o con fulanitos sin fronteras. Muy loable todo. Hay gente
que sólo colabora con su propio ombligo. Menos loable, francamente.
Yo trabajo cada día con personas y a veces termino hasta el coño de
los humanos, así que en mi tiempo libre, cuido gatos. También
cuando puedo dono algo de dinero para perros, ratas, conejos o
ballenas. Cualquier animal no humano me vale. Y es que veo en ellos
toda la vulnerabilidad. Veo que pagan las consecuencias de una
sociedad absurda de la que no tienen la culpa. Me muero de pena cada
vez que leo que los peces, tortugas o cualquier ser marino que muere
por culpa de nuestros deshechos, nuestra contaminación, nuestros
plásticos. Cada vez que leo que hay menos y menos espacio libre para
leones o tigres o monos. Cada vez que leo que una especie se extingue
o entra en números rojos de población. Me duele, me duele el alma
de pensar que somos así de crueles. Así que sí, soy gilipollas,
pero hago lo que me conciencia me grita, que es cuidar y dar voz a
cada bicho que no puede hacerlo por sí mismo. Y no me arrepiento. Y
lo seguiré haciendo. Y seguiré siendo pobre. Y gilipollas, sobre
todo, gilipollas.
Yo hubiese sido igual de gilipollas que tú, así que por mi parte estás más que disculpada. Jajajaja.
ResponderEliminarMe alegro de que la gatita ya tenga hogar y que vaya a aprender a maullar en portugués. Besotes!!!
me alegro mucho de que haya acabado bien, y esa gata ya tenga su hogar. yo también soy hipersensible al daño a animales, y por eso no soporto cuando la gente cuelga en facebook imágenes que hieren la sensibilidad...
ResponderEliminary es verdad, a cada uno le tocan la fibra sensible cosas diferentes, y está bien que así sea, porque todos los problemas que pueda haber en el mundo son importantes y se necesita que alguien les preste atención.
besos!!