sábado, 28 de agosto de 2021

Elegía al naarbólido

 

Como decíamos ayer...


El naarbólido se jubiló. Decidió que 20 años de servicio eran suficientes y que hasta aquí habíamos llegado. Qué pena me dio decirle adiós. Y sí, era un coche y a los coches no se les quiere. Pero era mi coche. Mi primer coche. El coche que siempre quise. Y yo qué sé, que no era sólo el coche. Es que fue el coche con el que nos perdimos por Almería. Con el que fui a recoger al Dorniense a la estación la primera vez que le conocí. Con el que nos fuimos de viaje de novios. Fue el coche donde besé por primera vez al chico aquél con el pelo largo. Donde metí todos mis trastos para hacer las mudanzas. Donde traje mis muebles del ikea. Es el coche con el que iba por Madrid en mis años locos, las noches de fiesta, las tardes de rugby. Con el que iba con la yaya a hacer la compra. El coche donde pasé la noche esa que fue un punto y final con el dueño de mis sábanas. Era una parte de mi vida, como un rasgo más de mi personalidad, como una extensión de mí misma.

Me tuve que comprar otro, claro. Porque lo necesito para ir a trabajar y porque reconozco que este culo gordo de vaga no se hace a base de andar. Y el nuevo es un coche majo. Se parece mucho al naarbólido, de hecho es el modelo siguiente pero misma marca y todo. Pero no es igual. El primer mes me lo pasé pensando “vale, muy bien este coche nuevo pero a ver si me devuelven el mío”. Ahora ya no lo pienso, pero cada día cuando voy a cogerlo me sigue pareciendo raro.

Además es negro. El naabólido era de un color de esos que las madres llaman “sufridito” y que se traduce en “se nota poco la mierda”. Al principio era un azul clarito metalizado que fue quedándose así como gris plata roñoso. Y bien, eh. Que no lo lavé nunca y aguantaba dignamente. Pero este cabrón no. Éste siempre está sucio. Pero sucio modo me da vergüenza decir que es mío. Tanto es así que lo llevé a lavar. Vaya cinco euros tirados a la basura. A la siguiente vez que se me ocurra me lo gasto en porros.

Primero fui a una gasolinera un día de estos tórridos de hace unas semanas, cansada, sudada, después de hacer mil cosas y hasta el coño de todo. Y resulta que la máquina lava-coches con sus rodillos de colorinchis estaba estropeada. Vayapordiós. Vuelva usted mañana. Y yo dije, mira, será que el destino o el dios de los coches cochinos no quiere que lo lave. Pero a los pocos días estaba aún más sucio, las cacas de pájaro se estaban resecando y comiendo la pintura. Así que me armé de paciencia y me fui a otro sitio, otra vez acalorada, sudada y cansada. Eché una gasolina que en realidad no necesitaba para que me hicieran el descuento, pagué mis cinco euros para un lavado super premium y dejé el coche reluciente.

Mmmmñé. La alegría dura poco en casa del pobre. Lo aparqué lejos de los árboles para que no le cagaran los pájaros. Y quiso el destino o el dios de los coches cochinos, que ese mismo día por la tarde hicieran obra en la calle, con su picar de asfalto, su levantar baldosas y su descargar un camión de arena justo al lado de mi coche antes reluciente y ahora cubierto de una gruesa capa de polvo. Cuando lo cogí a la mañana siguiente para ir a trabajar casi me echo a llorar.

Así que me he dado por vencida. Nací para tener el coche sucio, así lo quiso el destino o el dios de los coches cochinos. Que le den por culo. Que me mire con toda la cara de pena que quiera, lleno de polvo y churretes. Que aprenda de su predecesor, que ahí estaba con sus mil bollos, su roña acumulada de casi dos décadas y sin decir ni mu.


Al menos el otro día mientras conducía volví a sentir la inspiración de la M30, que es esa que me ataca cuando voy por la circunvalación maldita y mi cabeza bulle de ideas que se disipan en cuanto llego a casa y me siento delante del ordenador. Y pensé que eso sólo me pasaba en el naarbólido, pero se ve que no, que vale cualquier coche, que igual hasta me servía una elegante calesa tirada por caballos.


He perdido el ritmo de escribir. Incluso la capacidad de escribir medio regular. He perdido muchas cosas en el último año. Desde que empezó el 2020 todo es... indescriptible. Y aún así, vuelvo aquí de vez en cuando, soplo un poco el polvo, esquivo los arbustos rodantes y me recuerdo a mí misma que pase lo que pase, aunque esté desierta, abandonada y mis vecinos se hayan ido, esta sigue siendo mi casa.

1 comentario:

  1. Holaaa. Te había perdido la pista. Ahora que te he encontrado, no dejes de escribir, porfa. Me gusta muchos. Bicos

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Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!