Lo primero… ¡¡sois unos horteras de mucho cuidado!! Me
encantáis. Entre twitter y los comentarios y tal me habéis ayudado mucho.
Algunas canciones concretas no me gustan, pero me han inspirado para sacar
otras y al final me va a quedar una lista verbenera de lo más apañada. Os iré
informando al respecto. Y seguid añadiendo las que se os ocurran, ¡nunca son
demasiadas canciones mierder! Respecto a los que me recomendáis cosas que sí
molan (gracias LuzMarina, eres un amor y tu estilo musical me encanta) os advierto
que el rollito “canciones modernas para cuando los abuelos se cansan y se
sientan” debe ser para otras familias. En mi caso, mis abuelos bailan más que los
jóvenes. Ellos no se cansan y lo dan todo hasta el final de la fiesta, así que
apuntaré esas canciones por si acaso de madrugada se retiran y los “jóvenes” aún
seguimos en pie, cosa que dudo. Y lo que es peor, mis yayos bailan súper bien. Ahora están un poco
artrósicos, pero bailaban el tango arrabalero que dejaban a la gente con la
boca abierta. Y mi yayo baila boleros que te quieres morir de bien. Y los
pasodobles los bordan. No sé qué pasó con sus genes bailongos, pero en algún
punto entre ellos, mi madre y yo, se perdieron. Y yo heredé el colon irritable
y la intolerancia a la lactosa. Bien por mí.
Dicho esto, os contaré uno de los traumas de mi vida.
Yo de pequeña no quería ser una princesa disney. Puede que a
estas alturas esto no os sorprenda mucho, pero lo curioso es lo que yo quería
ser. Yo quería ser como Sandy, la de Grease. O como Baby, la de Dirty Dancing.
Yo quería bailar que te mueres y cantar bien. Y tener un novio macarra
como John Travolta o como Patrick
Swayze. Pero sobre todo lo que bailar. Bailar bien molaba mucho, muchísimo.
Para mi desgracia, yo nací con el tímpano de esparto porque no les quedaban finas membranas, así
que mi oído para la música es nulo. Y por lo tanto, mi sentido del ritmo.
Tampoco me acompaña la genética, mi padre es de una zona seca y árida de Burgos
con menos gracia que el pan sin sal. Y de Madrid, he sacado la chulería pero
cero arte. Así que digamos que mi sueño de saltar en medio de una elaborada
pero espontánea coreografía a los brazos de un Johnny se vio frustrado en la
más tierna infancia.
Cuando empecé a ir al sur y a conocer a mis amigas, me di
cuenta de que el caso era aún más grave de lo que yo pensaba. Mientras ellas
bailaban, yo hacía el ganso en un desesperado intento por que el ridículo pareciera
voluntario. Y más o menos la cosa iba colando hasta que llegó un momento en el
que me ví ante la tesitura de aprender a bailar sevillanas o amputarme las
extremidades para siempre, dado que no me valen apenas para nada.
Mis amigas se afanaron en enseñarme los pasos. ¿quién se los
enseñó a ellas? Misterio. Yo creía que los andaluces saben bailar sevillanas
porque sí, porque es un gen especial. Sin embargo en el viaje a Granada
descubrí para mi absoluto asombro que les enseñan en el colegio. Así como matemáticas,
lengua e historia, pues sevillanas. Lo normal. Como si en Madrid nos enseñaran
chotis o en Galicia les enseñaran muñeiras. Así que claro, todos los andaluces
bailan sevillanas como si las hubieran mamado. Con la misma facilidad con la
que alguien suma dos más o dos. Cada vez tengo más claro que nací en la
comunidad autónoma equivocada. A mí en gimnasia me enseñaban cosas absurdas e
inútiles como balonmano, fútbol o bádminton. Que ahora que lo pienso, ¿Bádminton?
¿En serio? ¿En qué diablos estaría pensando el gilipollas de mi profesor?
¡¡Sevillanas, oiga, sevillanas!! Porque las sevillanas siempre te sacan de un
apuro, siempre puedes lucirte en una boda, ir a la feria de abril o vacilar un
poco en una verbena… pero ¿bádminton? ¿Qué vas a hacer con eso? ¿sacar una
raqueta en mitad del banquete y decir “sí, vosotros bailaréis muy bien pero nadie
tiene huevos a jugarse un partidillo conmigo”? Pues eso, que no.
Total, que me desvío. Que mis amigas del sur trataron de
enseñarme a bailar sevillanas. Pero no lo consiguieron, obviamente. Primero,
mis piernas no se hablan con mis brazos, por lo que no se ponen de acuerdo y
van cada uno por su cuenta. Segundo, mi arte y gracilidad taconeando y
deslizando los pies es más o menos el mismo que el de un rinoceronte enfurecido
trotando por la sabana. Y tercero, tengo los brazos demasiado largos y
excesivamente delgados, por lo que tienen cero gracia al moverse. Son más como
si agitas una escoba para quitar una telaraña del techo. Y claro, al final,
después de varias intentonas, mis amigas abandonaron su empeño y me dieron por
imposible.
Lo cierto es más o menos, lo tenía asumido. En Madrid
tampoco hay demasiadas ocasiones en las que te arrepientas de haber aprendido
bádminton en lugar de sevillanas. Como mucho, bodas y tal. Y ahí te haces el
loco mientras los que sí saben bailan. Pides una copa, comes alguna chuche de
las que ponen en la barra libre o sales a fumar un piti. Y aunque mi pequeña
niña interior que soñaba con ser la reina de las pistas de baile llore en mi
interior, la convenzo de que algún día nos liaremos a raquetazos y dejaremos a
todos K.O.
Ahora bien, hay casos en los que me tiro de los pelos. El
otro día por ejemplo, Medioprima de Bilbao me dijo que pusiera alguna sevillana
en la boda de mis yayos. Y yo si hay que ponerla, la pongo, pero me voy a
retorcer por dentro. Porque a mí me gustaría bailarlas. Debería saber
bailarlas. Quiero bailarlas, por todos los diablos del bádminton. Y mis
estúpidas primas de Granada sí saben, claro. Les enseñarían en sus estúpidos
colegios del sur. Y Medioprima fue a una academia.
Entonces claro, me acuerdo del niño chico, que para colmo de
mis complejos y mis traumas infantiles es sevillano. Y claro, claaaaaro que
sabe bailar sevillanas. Maldito niño. Le odio. Y el cachondo mental me dice que
él conquistaba mucho bailando sevillanas en la feria y mirando de cerca. Ya ves,
qué bien. Él ahí todo plantado como un señoritingo zapateando encima de mis
traumas. Y ni siquiera se da cuenta de que con esos ojos negros conquistaría lo
que hiciera falta. Hasta sin bailar. Pero eso es igual. Hasta él que es un
sieso sabe bailar sevillanas. Y yo aquí, como un pato mareado, con mis brazos
estilo palo de escoba, mis pies descoordinados y mi raqueta de bádminton.
Bah, seguiré bajando canciones mierdosas. Todo lo bailo mal,
pero al menos hay cosas con las que tienes la opción de hacer el monguer y que
parezca que haces el ridículo por elección y no porque no vales para otra cosa.
Cualquier día de estos me armaré con una raqueta y buscaré a mi profesor de
gimnasia. Y va a aprender a bailar sevillanas a mamporros, hombre ya.
Si no puedes saltar bailando a los brazos de un John Travolta de la vida pues salta por la arbolada y que te bajen los bomberos de la copa de un árbol, seguro que con eso terminas de tener al niño a tus pies, con lo que le encanta a él volar de él como él quiero xddd! Biquiños!
ResponderEliminarOye, oye, oye... Sevillanas no es una asignatura más del cole o se da en Educación Física. Lo dan en el cole, pero en clases extraescolales. Yo estuve apuntada un año y sólo aprendí la primera. El flamenco no me gusta.
ResponderEliminarY ahora me he frustrado con Danza del Vientre por temas burocráticos.
Pues yo que si se bailarlas te puedo asegurar que lo único que tienes que saber es cuando te tienes que cambiar de sitio con la compañera de enfrente, todos los demás pasos te los puedes inventar y con un poco de postureo flamenco cualquiera te confunde con Sara Baras jajaja
ResponderEliminarPor cierto, no te metas con el bádminton!! mola un montón, Pimi y yo eramos unas cracks :)
Besos ^^
Tomate
Yo en lugar de dar baile flamenco en el colegio hice un máster en banderillero. Por cierto siempre que leo lo de bailar sevillanas, me acuerdo siempre de esto (A partir del minuto 1:45)
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=DCZwbz0V4mc
No sabes cómo te entiendo. Yo no es que no tenga ritmo, es que parece que no tengo articulaciones. Soy como un palo bailando. Y lo de escaquearme en las bodas también. Que siempre hay un@ motivad@ en hacerme bailar.
ResponderEliminarY la lástima es que flipo mucho con la música y me gustaría saber bailar. No sé, igual unas clases con un cubano marchoso nos ayudan, ¿no crees?
Jajajaja veo que te caló hondo lo de las clases de sevillana en Educación Física! Pues sí, tenemos esa extraña costumbre por estas tierras. Sin embargo, tengo que decir que también aprendíamos badminton, volley, baloncesto, fútbol, béisbol... De todo un poco. Eso sí, fuera cual fuera la actividad, yo era un pato mareao.
ResponderEliminarEspero poder enseñarte algún día eso de las sevillanas, aunque me parece a mí que ya tienes maestro ;)
Un besazo!