El otro día dije que el Ross el único
novio que he tenido al que llamo por su nombre de pila y se creó
cierta curiosidad al respecto. Incluso mi querido Mr Roboto trató de
adivinarlo. Me parece divertida la idea de que intentaseis
adivinarlo, pero me temo que sería muy difícil, es ese tipo de
nombre que casi nunca se te ocurren.
El caso es que no sé si os habrá
pasado alguna vez, pero a mí cuando alguien me cae muy mal, pero muy
mal muy mal, le cojo manía a todo lo que me recuerda esa persona. A
veces es el nombre, otras un gesto o una expresión y otras
simplemente un leve parecido físico lo que hacen que alguien me
recuerde a otro alguien y me haga arrugar el hocico como Ron cuando
huele algo que no le gusta. Que luego generalmente se me pasa, rompo
esa primera impresión y no me dejo llevar por el impulso de coger
manía a alguien por algo tonto y me termina cayendo hasta bien.
Un ejemplo claro es el Ross.
Hagamos historia. Cuando yo era una
cría e iba al colegio de monjas del que he hablado en varias
ocasiones, había un niño en mi clase con el que me unía una
antipatía mutua. Él era el guay de turno, con su pelito de punta,
su pendiente en la oreja y su pose de “miradme todos cuánto molo”.
No le soportaba. Y como yo le odiaba en lugar de ir detrás de él
con los pompones de animadora, él me odiaba a mí. Era una bonita
enemistad que duró una década. Y se llamaba igual que el Ross.
Por eso, cuando conocí al Ross y me
dijeron su nombre lo primero que pensé es que era imbécil. Así, de
primeras. Se llama igual que un imbécil, ergo debe ser imbécil. La
lógica aplastante de los 14 años.
Luego le conocí un poco más. Y le di
una oportunidad porque francamente, no se parecía nada al otro niño
mongolo aunque compartieran nombre. El otro era bajito, delgaducho,
moreno y bizco. A día de hoy, aún me pregunto por qué era el guay,
os lo juro. Mi Ross por el contrario era grandote, rubio y con los
ojos verdes. Así que se me fue olvidando que se llamaba como mi
archienemigo de la infancia. Y me ganó con ese humor absurdo, esa
bondad y ese carácter tranquilo y apacible suyo. El resto ya lo
sabéis, fuimos amigos, nos reencontramos en el bus y pum, amor al
canto.
A día de hoy me he olvidado del tonto
de turno que se llamaba con el Ross y me parece un nombre precioso.
Moraleja: un prejuicio es una barrera
que ponemos nosotros mismos y que nos puede hacer perdernos cosas o
personas maravillosas. Saltemos por encima de ellos.
Por increíble que parezca, a mí me pasa algo parecido. Si alguien se llama igual que alguien que detesto en un primer momento me saltan todas las alarmas. Luego ya me esfuerzo en intentar olvidar ese prejuicio tonto...
ResponderEliminarY coincido en que el Ross no es ningún mongolo. Al churri y a mí nos cayó genial (aunque no habíamos conocido previamente a un mongolo con el mismo nombre, jajajaja). Besotes!!!!
Sabía que os caería bien :)
EliminarJo¡¡ Pero no has desvelado su nombre y ahora me he quedado con la intriga, aghhhh
ResponderEliminarIgual algún día...
Eliminarostras, si un día me presentan a una chica que se llame paloma, espero no torcer el gesto, que yo también soy muy transparente en mis expresiones faciales.
ResponderEliminartendré que ir a la verbena del mismo nombre que se celebra en madrid, seguro que lo pasaré bien y borraré los malos recuerdos que tengo asociados. ^_^
besos!
Ve a la verbena, pero que conste, yo también le tengo cierta manía al nombre de paloma :)
EliminarTiene nombre de país y los nombres de países son graciosos.
ResponderEliminarA mí en general no me gustan los nombres de países, pero el suyo sí :)
EliminarPero y el nombre??????, la entrada no iba de decirnos el nombre???...
ResponderEliminarDe momento no, pero hay pistas :)
EliminarTengo la facultad de "conocer" a una persona con solo mirarlo, no sé cómo, pero casi nunca me equivoco.
ResponderEliminarBesos
A mí también me pasa un poco, pero hay que dar una oportunidad.
EliminarA mí me ocurre algo parecido con los nombres, solo que en lugar de antipatía me producen melancolía. Por eso nunca pregunto el nombre a una chica, no vaya a ser...
ResponderEliminarSeguro que el mongolo era popular porque repartía droga. Aunque desde que fallé lo del nombre empiezo a dudar de mi intuición annunaki.
Besos!!
El mongolo no repartía nada, era popular por razones desconocidas. Tú intuición anunaki está bajo mínimos :)
EliminarQue me gustan tus entradas! Me enganchas.
ResponderEliminarYo creo que con los nombres nos pasa a todos un poco eso, no?
No le pondría por ejemplo nunca en la vida, a un hijo mío un nombre de alguien a quien no soporte, aunque ese nombre me encante. Y sé que es una gilipollez enorme, pero...
Los prejuicios no son nada buenos y deberíamos pasar de ellos, pero todos los tenemos.
Besotes
Uf, lo de los hijos es cierto, yo no quiero tenerlos pero hay nombres que estarían vetadísimos!! Jajaja
EliminarEs muy curioso , pero hay algunos nombres que detesto y me resultaría extraño hacerme amiga de alguien con ese nombre de esa persona detestable pero es verdad que es absurdo pero de primeras importa XD
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