Este verano está siendo un rollo. No tengo dinero ni para salir a la puerta. Y tampoco ningún plan lo bastante bueno como para prostituirme en una esquina y conseguir los euros suficientes para hacerlo.
Así que ayer quedé con chicososo, que ha vuelto de la playa. Total, estaba aburrida, medio pachucha y temía que mi vocabulario se redujese definitivamente a “miau-miau” “¿quieres comidita?” y “ven a que te limpie ese hocico, gato cochino”.
Y estaba pensando en cambiarle el apodo a chicososo, pero he decidido que está bien como está, porque los otros que se me ocurren son incluso peores.
Puede que yo sea algo conflictiva a la hora de buscar hombres. Mi madre dice que mi camino se torció cuando de pequeña me gustaba más Mark Lenders que Oliver Aton y que terminé de rematarlo cuando mi primer amor platónico fue Hugo Sánchez, el jugador del Madrid que ha llevado los pantalones más cortos y apretados del mundo.
El tema es que me gustan los hombres con carácter. Con iniciativa, con ganas, con sangre en las venas. Me gustan los hombres que están “vivos”, que se ríen, se enfadan, lloran, gritan y te besan en mitad de la calle. Me gustan los hombres dispuestos a hacer planes, a quedarse en casa viendo la tele, a salir a bailar hasta las mil y monas, a cuidarme si estoy mala y a hablar de metafísica hasta la madrugada.
No me gustan los hombres que se escandalizan por cosas tontas, que les da vergüenza todo, que te tocan con miedo, que son mártires de causas absurdas y que se acobardan. No me gustan las nenazas. Quizás porque yo misma no me permito ser blanda, tener miedo, llorar o asustarme. Y si yo no lo hago, tú tampoco. ¡Sé un hombre, por todos los diablos! Y no hay excusas. Si yo puedo tú también, no me jodas.
El caso es que chicososo es un poco así. Un poco blandito para mi gusto. Tan mono él, con sus sonrisa perenne y sus ojillos verdes tan inexpresivos. Tan rojo cuando se habla de sexo. Tan ojiplático cuando me oye hablar. Tan tembloroso cuando me roza una cadera sin querer. Y anoche se lo dije, “chicososo, que no tienes 15 años” y su respuesta casi me deja muerta: “es que tú me impones mucho.” Madre mía. Le asusto. Y claro, me contó que sus novias habían sido todas tontas, de las que lloriquean, te preguntan si las quieres y te abrazan para dormir porque es muy romántico. Claro, este chico no ha visto a una mujer de verdad en su vida. Traté de convencerle de que no es tan fiero el león como lo pintan, que no tengo hombres emparedados por casa, que no tengo un cajón con instrumental sado (está todo en una caja en el armario de arriba… ¿cómo lo iba a tener en un cajón? Menuda estupidez) y que, hasta ahora al menos, todos mis ex han salido vivos. Pero él me vuelve a mirar como si fuera a darle de latigazos de un momento a otro y me replica que es que le gusto mucho. ¿Y te asusta que te guste? ¿Estás asustado por eso? ¿Estas asustado por que sea yo? ¿Estás asustado de estar asustado? Hummmmm… ¿Alguna vez en la vida has estado “no asustado”?
No me molesté en explicarle que no duele. Anda y que se lo cuente otra. Yo prefiero hablar con el gato.
Ahora me acuerdo por qué le engañé con otro cuando salimos la primera vez y me olvidé de que existía. Ahora recuerdo porqué tras nuestra primera cita me puse a hablar con el dueño de mis sábanas. Ahora sé por qué volvería a hacerlo mil veces. Ahora sé que esto no va a ninguna parte. Ahora sé que le he olvidado antes de recordarle. Ahora sé porqué de niña prefería a Mark Lenders en vez de a Oliver Aton.
Porque te pasa como a mí. Que no quieres tener niños. Y aún en el caso de que quisieras, no niños de veintitantos, vamos, no se si me explico. Que hay hombres que parecen ratones... y tú eres la chica de los gatos :D
ResponderEliminarUn beso enorme.
ya te has hecho moderadamente famosa en mi blog :P
ResponderEliminarCMQ tiene razón, pero además yo creo que pasa otra cosa. Hay hombres para quedárselos y hombres de transición. Esos que, aunque esté muy feo decirlo y quede como una bruja, nos sirven para probar, pasar un bache y sobre todo, tener material para comparar cuando llega el que si merece la pena.
ResponderEliminarAnimo, que él está ahí, a la vuelta de la esquina. Solo te queda doblar esa esquina.
Este parece más un cachorrillo que un hombre... pero espero que no te de por adoptarlo ;)
ResponderEliminar