Muchas veces he comentado mi fobia a cortarme el pelo desde aquel estropicio de cuando tenía 15 años. Así que hasta para cortarme las puntas me lo pienso y repienso mil veces. Y generalmente voy a la peluquería con el puñal malayo entre los dientes, para acojonar a la peluquera y que no haga conmigo lo que quiera. Porque si algo me jode, es el extraño poder que tienen las peluqueras. Tú te sientas ahí, inocentemente y dices aquello de “sólo las puntas” o “córtame un par de dedos”. Y ellas hacen lo que les sale de las narices. Y encima te cobran por ello.
Además, en muchas ocasiones, te tratan como si fueras estúpido. Tú pides algo, tipo, desfílame por los lados. Y ellas te dicen “pero es que eso no se hace así, tengo que hacerte capas, porque si no, no queda bien”. Oiga, hágame lo que yo digo que para eso es mi pelo, mi cabeza, mi gusto y, todo sea dicho, mi dinero. Pero nada, la dictadura de las peluqueras se impone siempre de un modo u otro, porque una vez puesto en sus manos, eres totalmente vulnerable y ellas mandan.
También temo que me laven la cabeza. A veces creo que en lugar de lavarme el pelo están frotando ropa en el río. Qué restregones, por dios. Sólo les falta la tablilla de escalones y arrearme con una pala de madera para que quede más limpio. Joder, ni que me revolcara en el barro con los gorrinos. Que encima yo tengo un pelo muy agradecido y es muy raro que se me ensucie realmente.
Y eso sin contar con los comentarios que tienes que soportar cuando vas a la peluquería. Sus profundos y elevados estudios las autorizan para decirte cosas crueles sobre tu pelo, desde “es que lo tienes graso”, “es que lo tienes muy descuidado” o “es que tú tienes el pelo muy fino”, sea verdad o no. Y, desde luego, mi frase preferida cuando cambias de peluquería: “¿pero quién te hizo este corte?”, lo que te hace pensar que igual la vez anterior te esquilaron como a una oveja y has ido llena de trasquilones sin saberlo.
Son un colectivo al que da gusto odiar.
Sin embargo, debo decir que la chica donde voy a ahora es una maravilla. Súper discreta, súper cuidadosa. Te lava la cabeza de modo que parece un masaje. Te corta lo que le dices y como tú le dices. Total, adoro a mi actual peluquera.
Y hoy he ido a visitarla. Ya tocaba. Que me pillaba las puntas del pelo con el pantalón. Además, necesitaba un cambio. Algo discreto. Sigo necesitando tocarme las puntas cerca de los riñones. Pero también era el momento de empezar las fiestas y el Año Nuevo con un look un poco distinto. Tras este año de renacimiento interior, también necesitaba un poco de metamorfosis exterior. Así que me he sacado flequillo, como en mis tiempos mozos. Y me veo estupenda, cosa rara, porque generalmente cuando una sale de la peluquería suele verse rara, extraña y generalmente, peor que antes de entrar. Sin embargo yo hoy me veo genial. Estoy en un buen momento. El año casi ha terminado. Las fiestas apuntan bien. Y el 2012 me da buen rollo. Todo puede ir a mejor por qué no. Tampoco va a ser muy difícil, la verdad.
Hay un refrán por ahí que dice que el pelo no es lo más importante de la vida, pero que puede ser un buen lugar por donde empezar.
Estoy contigo. Los peluqueros son odiosos.
ResponderEliminarYo he optado por el "free-style" y a partir de ahora me lo corto yo misma. Nunca se me ha dado bien la peluquería (ni las manualidades, ni el bricolaje, ni casi nada que tenga que ver con maquillaje/estilo) pero... para que me hagan lo que otras quieren y encima no me quede bien y me gaste el dinero... pues me lo hago yo, que sé hasta dónde quiero arriesgarme. Además es gratis. Y la verdad es que una vez ves unos cuantos vídeos de distintos peinados... como que mola atreverse a ello.
De todos modos me alegra que hayas encontrado una peluquera en condiciones. Guárdala bien, es un tesoro.
Saludos!
Cortarse el pelo puede ser MUY peligroso. Siempre me acuerdo de Supercoco en Barrio Sésamo cuando decía "cortarse el pelo no duele". Que no? Ja!!! Miedito.
ResponderEliminarPero seguro que tú estás preciosa, porque lo eres. Cuida bien a esa peluquera, vale su peso en oro... :)
Un beso enorme.
Me alegro que hayas encontrado una peluquera que ya no se le vaya la pinza. Eso sí, recuerda que la mano que mece la tijera es la mano que maneja el mundo.
ResponderEliminarMe perdí tu anterior entrada, cagontó >.<
ResponderEliminarMi pelo me lo corto yo, y en su defecto pasamos la máquina al 2 o al 3, así me crece sano. Pero recientemente me corté la melena de un tijeretazo, a lo guarro frente al espejo, sin marcar ni peinar, y tengo un peinado a capas muy curioso xDD
Besotes y felices fiestas :)
No sabes cómo te comprendo... yo también sufría cada vez que iba a la peluquería. Pero ahora ya no. Un día pensé que, si le corto el pelo a mi marido, a mi padre y a mis hijos, ¿por qué no iba a poder cortármelo yo misma? Pues eso, y a partir de ese día he sido más feliz.
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