Con frecuencia me sorprendo de la facilidad de algunas personas para “enamorarse”. Y lo pongo entra comillas porque dudo, francamente, que eso sea amor.
Yo soy de las que creo que una persona, con suerte, se enamora de verdad una vez en la vida. Dos, como mucho, muchísimo. El resto de las veces, se puede querer, claro. Yo he querido mucho. Y a muchos, lo que es peor.
También creo, porque soy así de raruna yo, que el amor es algo que se construye con el tiempo. Que lo del principio es pasión, locura, enchochamiento. Pero que eso se pasa pronto. Y si cuando se pasa, no queda nada, mal vamos.
Si por el contrario, cuando la novedad deja de deslumbrarte sigues teniendo ganas de estar con esa persona, de mimarla, de cuidarla, de renunciar a cosas por ella, de ceder y de trabajar por una vida común… tienes una remota posibilidad de que salga bien.
Y vale que yo soy una descreída, que estoy resentida con los hombres y que he tirado la toalla respecto al amor. Que sólo la palabra me sienta como una patada en los cojones. Pero es que hay cosas que me sacan de quicio.
Una es la especie de moda de decir “te amo”. Tendría que hacer memoria para saber si he dicho yo eso así alguna vez, tal cual: te amo. Aún flipo cada vez que lo oigo. Y sé que tiene una explicación racional por la influencia de la inmigración. Los sudamericanos sí usan esa expresión y a fuerza de oírsela, la hemos normalizado. Pero vamos, que si cuando yo era adolescente alguien llega a decir “te amo” a otro, le esperamos a la salida para zurrarle la badana. Por moñas.
Y encima no es que uno diga “te amo” cuando realmente lleva mucho tiempo con esa persona y tiene una relación estable y seria. No. ¡Es que lo dicen a los tres días de estar juntos! Y vuelvo a echar cuentas. Yo llevaba meses con el memo de mi primer novio cuando me dijo que me quería. Y yo no se lo dije nunca, pero eso es otro tema. Con los demás novios que he tenido, se han dado diversos casos, pero siempre se puede resumir en meses de relación antes de dar el estúpido paso de decir “te quiero”. Y repito: te quiero. Nada de esa ñoñez del “te amo”. Pero bueno, el caso es que se espere un tiempo prudencial. Que hoy en día no sabemos tomarnos las cosas con calma. Así pasa. Que lo hacemos todo tan corriendo, que se acaba en seguida. Todo rápido: conoces a alguien, te lo frunges, le dices que le quieres, te prometes matrimonio y amor eterno y le dejas. Así, en cosas de unos días. Pa’ qué perder tiempo.
Y otra cosa de las que me dejan alucinada de hoy en día es lo de pedir matrimonio. Ves a niños de instituto que se dicen (o escriben en redes sociales y demás) “te amo, quiero casarme contigo”. Y yo alucino pepinillos. Me dan ganas de gritarles que son unos jodidos críos, que ni aman, ni saben nada. Y que se dejen de chorradas y vivan la vida, que antes de lo que se creen tendrán treinta y se preguntarán qué ha pasado con sus mejores años. Y luego miro atrás de nuevo. Cuando yo era adolescente sólo pensaban en boda las niñas cursis que tenían grabado el cuento de la cenicienta y soñaban con vestirse de merengue. Los demás ni nos lo planteábamos. Y puede que yo sea un caso perdido. Dos veces en mi vida se me ha pedido matrimonio. Y las dos han tenido el mismo resultado. Pero es que cuando se lo oigo a gente súper joven o a parejas que llevan tres meses, me dan los males. ¿Es que la gente es estúpida? Si llevas pocos meses, estás encoñado perdido. Pero no es amor. Y no tienes ni jodida idea de quién es la otra persona. No la conoces de nada. Tú espera años, convive, acepta sus defectos, pelea, lucha, agótate, decepciónate. Y después, si sigues queriendo, te casas. Pero a los pocos meses es de gilipollas pensar en boda. Porque así pasa, que la mitad de los que se prometen, no llegan al altar o al ayuntamiento o a donde se quiera casar cada uno. No llegan ni a la vuelta de la esquina.
Para colmo de mis males, nunca he sido muy de hacer demostraciones públicas sonadas ni de hacer aspavientos. Es decir, a mí no me importa besar, abrazar o dar la mano a mi pareja en cualquier sitio. Soy, o más bien era una persona cariñosa. Pero sin empachos. Y sin teatro. Cuando yo quiero, la persona en cuestión lo sabe. No me hace falta que se enteren los chinos. Y hoy en día la proliferación de las redes sociales y de la publicación constante de la vida íntima hacen que la gente cante las alabanzas de sus amores como si tal cosa. Que publiquen sus sentimientos como si eso los hiciera más grandes, más importantes, más fuertes. Sin darse cuenta de que lo que se muestra demasiado se convierte en superficial en el mejor de los casos. O en ridículo cuando cada poco tiempo se cambia el estado del feisbuc o se habla del profundo amor hacia gente distinta.
En fin… que cada uno puede hacer con su vida y sus sentimientos lo que quiera. Puede decir “te amo” a todo el que pasa por la calle. Puede creerse profundamente enamorado todas las semanas. Puede salir al balcón y gritar a los cuatro vientos sus hondos sentimientos hacia el vecino. Que allá cada cual con su historia.
Puede que todo esto sea porque yo he perdido mi capacidad de ser dulce, tierna y cariñosa. He perdido mi capacidad de creer en los hombres, en las parejas y en el amor. He perdido las ganas, las fuerzas. Y por extensión, todo lo que se le parece me provoca rechazo. Y puede que algún día cambie de opinión. O no, me da lo mismo. Soy mucho más feliz desde que estoy sola de lo que fui en muchos años de relaciones. Así que de momento, Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy. A pesar de todo.
Que no, que tienes toda la razón del mundo. Y cuando descubres un amor maduro y tranquilo, y no por ello menos puro, te das cuenta de las tonterías que has hecho, has dicho y has pensado a lo largo de tu vida. Pero también es verdad que todo ello, sin precipitarse, es la sal de la vida. Entiendo que se critique San Valentín porque todo se lleva al regalo, al consumismo inútil... pero también es lindo entregarse a la ñoñez una vez al año.
ResponderEliminarCreo que esto que acabas de escribir debería introducirlo en cada uno de los regalos que se han dado hoy.
ResponderEliminarPara que se enteren. En fin...
Eres grande.
Quiero que sepas que me has dado una idea para mi entrada de mañana :P (lo de "te amo" y "te quiero" necesita una mayor profundización :))
ResponderEliminarEn cuanto a lo demás...estoy contigo. Estoy en mitad de los treinta y sin pareja, o lo que es lo mismo: mejor que nunca.
Besos.
La gente confunde el enamoramiento con el amor, porque no les ha llegado el amor de su vida. Yo me he enamorado una vez y no me podría enamorar de nadie nunca más, porque NO es lo mismo.
ResponderEliminarNo puedo evitar reirme cuando hay gente que siempre que tiene pareja es el amor de su vida y le dura dos telediarios. Hay que ser más honesto con uno mismo. Te puede gustar, quererle, estar a gusto, ¿pero enamorarte 20 veces? xD
Tienes razón, se le llama estar enamorado a cualquier cosa de unos pocos meses. Igual que a cualquiera se le considera amigo y tantas otras cosas importantes que acaban perdiendo su significado.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este post. Yo soy otra descreída, como tú. Y a veces las parejas me dan mucha agonía.
ResponderEliminarSabía que una vez tuviste fecha de boda, pero no sabía que te pidieron dos veces. Casarse en los tiempos que corren me parece casi algo anacrónico. Creo que eso del amor viene ya con fecha de caducidad. Pero qué sé yo, solo soy una descreida.
Pues no sé qué opinar. Tienes parte de razón, el "te quiero" no se debe decir a la ligera. Pero tampoco creo que haya que esperar equis meses.
ResponderEliminarEn esta mierda de mundo, unas palabras dulces nunca sobran, siempre que no sean mentira. Ni tan deprisa, ni con tanta calma. Que mañana nos pilla un camión, y quizás nos arrepintamos de no haberlo dicho más.
Un besete
Pues claro que si hija mia....tienes toda la razón. Aunque yo creo que una persona si que se puede enamorar varias veces, otra cosa ya es hacer el paripé ese de "te amo" y todo éso rollo pelis sud-americanas. Yo soy muy enamoradiza y confeso que con las parejas estables que he tenido y con el chico que estoy he estado y estoy enamorada. Éso depende de la persona y del carácter. Aún así, ole tú!
ResponderEliminarY los sudamericanos lo adaptan sobre todo de los norteamericanos moñas que para todo dicen Love it, love you, with love...
ResponderEliminarPara potar, vaya. Yo lamento profundísimamente la pérdida de sentido de este verbo... se ha banalizado tanto...
Mucha razón!!!
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