miércoles, 29 de agosto de 2012

Sin miedo


-         Tú nunca tienes miedo.
-         Sí, sí lo tengo. Pero hago como que no.
-         ¿Y qué ganas con eso?
-         Pues que al final me creo.
-         Eres una heroína, nena.
-         No, lo que soy es una temeraria.


Cuando hace ya más de año y medio toqué fondo aprendí un montón de cosas. Hubo un par de frases que me repetí durante meses como un mantra hasta que me las creí. Una de ellas era “esto también pasará”.  Quien conoce mi casa sabe que hay un post-it en el escritorio que me lo recuerda de vez en cuando. Por si acaso, que yo soy muy de agobiarme por paridas. Pero me lo digo y me calma. “Se pasará”. Y parece que ya me agobia menos porque sé que no durará para siempre.
Otra de esas grandes enseñanzas es que nada es tan importante en realidad como puede parecer. El fondo es el mismo, supongo. El de relativizar los problemas. Porque vamos a ver, siendo realistas… ¿a qué tenemos miedo? Al dolor. El dolor se pasa. Recurrir a frase mantra número uno.  Al fracaso. Vale, muy bien, te has equivocado, la has cagado o te ha salido mal algo. ¿Y qué? ¿Qué cojones importa? Arréglalo o aprende del error. Lo has intentado, has luchado, has puesto de todo de tu parte, no es tu culpa si fracasa. Porque si lo intentas y sale mal, es que no tenía que ser. Si no llegas a intentarlo, la culpa del fracaso es tuya y sólo tuya. Por capullo. Por cobarde. Por gilipollas. Y yo reconozco que no puedo con esa sensación.
Además, que las cosas no son para tanto, de verdad. Yo me empeñé en creérmelo cuando empecé a vivir sola. Porque yo era muy de miedo a cosas tontas, muy tremendista, muy de ahogarme en un vaso de agua.. Huy, soy la Naar de antes de vivir sola y tengo miedo a ponerme mala, a vomitar, a desmayarme. Hasta el día que me dije, “bueno, ¿y qué coño pasa?” que me pongo mala, pues mira tú que cosa. Ya me mejoraré. O me moriré. Qué más da, en todo caso. Porque lo peor de lo peor que te puede pasar en la vida es morirte, obviamente. Muy bien, es chungo, hay que reconocerlo. Nadie quiere morir. Nadie en su sano juicio, digo. Pero la muerte es la única certeza de la vida. Que te vas a morir es lo único que sabes seguro. No sabes cuándo, ni dónde ni de qué manera. Pero que morirás tenlo clarito. Porque la parca no deja escapar a nadie. Nadie, por rico o poderoso o grande que sea puede esquivar la afilada hoja de la guadaña. Así que, ¿qué pasa si me muero? Pues nada. Que me muero y punto. Ya ves tú qué cosa. Si lo voy a hacer de todos modos, sólo varía el modo. Y no digo con esto que vaya uno por ahí haciendo el memo. Que no es cosa de hacer puenting sin cuerda. Que a mí me gusta estar viva y procuro cuidar la poca salud que tengo. Pero vaya, no sé si explico la idea. Que es perder el tabú del asunto. Asumir la realidad y no huir de ella volviendo la cara hacia otro lado, como un caballo con anteojeras. Que hasta lo peor de lo peor, no es para tanto.
El problema de todo esto, es que a estas alturas no tengo miedo a nada. Y no lo digo en un buen sentido. Para nada. Lo digo con cierto resquemor contra mí misma, en plan, joder, Naar, que eres estúpida, que eres una kamikace, que eres un peligro. Pero es así, es un hecho. Ya no tengo miedo. Ya no creo que se me puedan hacer cosas mucho peores que las que ya he pasado. Así que me presento ante los problemas o las cosas como quien espera un toro a puerta gayola. A pecho descubierto.  De frente, como al ariete que mi signo dice que soy. A cabezazo limpio.
Sólo me sigue asustando lo que le pueda pasar a la gente que quiero. Porque soy muy gallinita y me gusta tener a mis pollitos bajo las alas. Incluso a gente que está por encima mía, digamos. Como mi madre o mi abuela. Como Pa, A, o muchos de mis amigos que sí se cobijan un poco bajo esa forma mía de arrollar la vida. Como Anita, que vale mil veces más que yo. Pero da igual, trato de protegerlos a todos, los que lo necesitan y los que no. Trato de cuidarlos. Trato de ponerme de escudo y llevarme sus hostias si hace falta. Y lo hago encantada. Que a mí me las den todas y a mis pollitos no les pase nada.
Porque lo que es a mí, me la trae floja. ¿Que me hacen daño? Que me lo hagan. ¿Que me dan hostias hasta en el cielo de la boca? Que me las den. ¿Que me hacen añicos el pedacito minúsculo de corazón que me queda? Que lo pulvericen si hace falta. Me da lo mismo. Prefiero vivir intensamente que hacerme vieja y estar vacía. Prefiero retorcerme de dolor una temporada (recordemos, se pasa) que preguntarme algún día qué he hecho con mi vida. Porque puede que lo único que me encoja un poco las tripas a estas alturas es pensar que en mi lecho de muerte llegue a decir, “la de cosas que he dejado por el camino por miedo a arriesgarme”. Porque este camino, al fin y al cabo, no es ni más ni menos que para caminarlo, como la vida no es ni más ni menos que para vivirla. Hombre ya.

6 comentarios:

  1. no hay que quedarse nunca con la sensación de que podías haber vivido lo que no has vivido, ni de dar lo que no has dado... se VIVE con mayúsculas, y si te caes te levantas y si no puedes... ¡ya te pondré yo en pie de una colleja! (¿quién soy?, jeje)
    Guapa!

    Anita

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  2. Hay una frase que me gusta mucho y que reza algo así como: Lo relevante no es el miedo, lo importante es saber que hay algo más importante que él. Biquiños!

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  3. cuando llegas a situaciones limites, tu cuerpo, mente o lo que sea que tengamos ,reacciona con una mezcla de corazas fisicas y psiquicas,que a unos mas que a otros nos permiten seguir adelante y con fuerza.
    Parece que has llegado al "sindrome de Rambo",ese que te permite enfrentarte a todo sin miedos como dices, que aunque no me guste el personaje en si , el espiritu de lucha constante y de no doblar rodilla si me gusta,y tu ya lo posees.
    Siento llamarte "Rambo", porque se que mas guapa y fuerte que el eres. Abrazo enorme

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  4. Parece ser el valiente no es el que no tiene miedo, sino el que lo tiene y aún así actúa como si no lo tuviese. Igual tenemos el fracaso demasiado magnificado y por eso la mitad de las veces nos paralizamos. Pero es cierto, mejor intentarlo que no hacer nada.

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  5. En las situaciones duras nos asombramos de lo fuertes que podemos llegar a ser (k)

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  6. Coincido al 100% contigo en que la muerte es lo único seguro que tenemos aunque sí reconozco que para los dolores soy bastante acojonada. De todas formas, tienes razón. Todo se pasa. Besotes!!!

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