Clac. Un segundo. Quizás menos.
A veces hay algo que salta en mi interior, como un resorte. Clac.
Y entonces ya no hay vuelta atrás.
Volvía a mi casa, conduciendo el coche. Mi ex el
desequilibrado se había quedado de juerga a pesar de lo que llevábamos a las
espaldas aquel día, aquel mes, aquel año. Puse la radio. Un segundo, quizás
menos. Clac. Llegué a casa y le hice las maletas. Cuando llegó a la mañana
siguiente sólo tuvo que recogerlas y cerrar la puerta por fuera.
Estaba en la discoteca, la noche de la despedida de soltero
de Gordito. El Ross me besaba contra una barra y fuera me esperaba un tipo
increíblemente guapo, inteligente y divertido. Me esperaba, me buscaba, me
mostraba un interés desconcertante a pesar de poder tener a la tía que le diera
la gana. Un segundo, quizás menos. Clac. Despedí al guapérrimo y me quedé con
el Ross.
Me quedé mirándole un segundo. Era el día antes de irme de viaje
con Seis. Dos días antes de que su rollete con el que iba a pasar las
vacaciones llegara a su casa. El Ross estaba sentado en el sofá tan pancho
mientras yo trataba de explicarle por todos los medios que me las estaba
haciendo pasar canutas, que necesitaba un poco de apoyo, una palabra amable, un
gesto de calor. Pero no entendía nada. Un segundo, quizás menos. Clac. Cogí mi
bolso, troté escaleras abajo, arranqué mi coche que estaba en la puerta y salí
derrapando.
Llevaba toda la tarde riéndome. Me había cogido de su
pequeña mano, le había mirado de reojo mientras él conducía. Me había abrazado
temblando. Yo tenía el pelo ondulado por el aire y hacía frío. Sevilla me era
extraña así, sin calor, sin sol. Le miré y me eché a reír. Un segundo, quizás
menos. Clac. Tiré de su mano y le besé en una calle desconocida.
Me desperté dolorida. Me incorporé en la cama entre palabras
poco amables. Un segundo, quizás menos. Clac. Me quedo en Sevilla, vete tú al
Algarve. Vete donde quieras.
Estaba en la cama de un hostal cutre que para mí era
perfecto. Estaba en el corazón de una ciudad que cada vez me enamora un poco más.
Le estaba acariciando el pelo y me clavó sus ojos negros. “Yo no puedo pedirte
nada, todo depende de ti. Tienes que volver, tienes que hablar con el Ross.” Un
segundo, quizás menos. Clac. Me quedo contigo, te vuelvo a abrir las puertas de
mi vida.
Las decisiones, sean importantes, sean absurdas yo las tomo así,
en un segundo, quizás menos. Clac. Algo salta en mi interior, como un resorte.
Y entonces sé que es lo que debo hacer. No sé si es lo correcto, no sé si me
estoy equivocando. Sé que es lo que quiero hacer en ese momento. Clac.
Decidido. Dejo que esa primera reacción, que ese instinto sea el que prevalezca
ante todas las voces que hablan a la vez en mi cabeza. En ese segundo estoy
segura, si lo pienso más, empiezo a dudar. Por eso no soy de pensarlo.
Aprovecho el instante de valor. Clac. Adelante, hazlo. Al vacío, de cabeza. Y
ya no hay vuelta atrás. Es un segundo, quizás menos. Clac.
Si es que tú eres como la Pantoja, ¡dónde el corazón te lleve! Claro que yo también...
ResponderEliminarQue post más bonito. Y qué cierto que a veces lo que queremos hacer se nos presenta claro, diáfano, cristalino...
ResponderEliminarYa me gustaría a mí tener esa facilidad para hacer clac. A mí me cuesta. Meses, incluso años. Aguanto y aguanto, y así estoy durante mucho tiempo, como una olla a presión a punto de estallar.
ResponderEliminarEso sí: el día que hago clac (y también puede ser en un segundo), ya no hay stop (como el slogan de las Pringles). Ni stop ni vuelta a atrás.
Mi clac tarda, pero cuando se produce, es definitivo.
Me ha encantado el post, as usual!
Un beso.
Esos clacs son necesarios. No siempre acaban bien pero es evidente que, cuando suceden, es porque necesitamos un cambio. Besotes!!!
ResponderEliminarSon mi padre de impulsiva... los vivo constantemente U_U Me llevan por la calle de la amargura y por la avenida de la felicidad.
ResponderEliminarEsto es así y no hay nada más.
Eso es que escuchas tu corazón, qué envidia (sana) A ver si aprendo algo de ti :-)
ResponderEliminarEsta entrada me ha "tocado". Quizá es necesario que la vida sea así, un barco al que de buenas a primeras le puedes pegar un volantazo al timón y dejarte llevar por el viento. Y que le den, que le den a todo. Clac.
ResponderEliminarbufff... en tantos momentos soy así tambien... esos clac son lo que realmente queremos hacer... y ese valor hay que aprovecharlo..
ResponderEliminarQué post más bonito Naar... Es como una canción, dejas caer las palabras con ritmo.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Pero es que hay otra manera de tomar decisiones? Me alegro de no ser la única jeje
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