Ay madre. Tengo tanto que contar y va a ser tan complicado
explicarlo que creo que sería mejor huir haciendo la croqueta. Abandonar el
blog, cambiar de nombre, de cara de casa y pegar la vuelta. Espera, me estoy
liando.
Bueno, a ver.
Hace meses os dije que estaba muy apagada. Y notasteis que
escribía menos y tal. Pues no lo quise contar, pero fue porque el Ross y yo
empezamos a estar en una situación complicada. Bueno, complicada, complicada…
no. En realidad es muy sencillo. Que él no quería estar conmigo y punto. Ahora lo
veo claro. Él empezó a hacer toda clase de cosas que me hacían sentir mal. Y yo
me harté de querer a alguien a lo gilipollas. Así que me quedé hecha polvo. Para
colmo de las cosas absurdas que el Ross decidió hacer, una de ellas fue irse
una semana de vacaciones con un ex rollete suyo. Conmigo no quería salir un fin
de semana, pero con una tía que apenas conocía de nada, se iba una semana de
viajecitos, hotelitos y su puta madre. Eso colmó mis límites. Así que yo hice
otra cosa más absurda aún en una especie de escalada de gilipolleces: irme con
Seis la misma semana para no verle pasearse con la tía en cuestión.
Francamente y como se pudo intuir en mi entrada anterior, no
me apetecía mucho irme con Seis. Le quiero mucho, de verdad, pero es una persona
complicada cuanto menos. Y unos días antes de viajar empezó a tocarme las
narices. Pero yo seguía resignada. Al parecer, nadie me gana a gilipollas. Y tras
los últimos meses con el Ross me había acostumbrado a la idea de que “lo normal”
es que los tíos me traten mal. Así que estaba la noche de antes de irme de
vacaciones totalmente aplastada, sintiendo que es normal que un chico al que
adoras y le das todo se vaya de vacaciones con otra. Resignada a irte esa
semana con alguien más raro que un perro verde que no es capaz de tener contigo
un detalle y asumiendo que las cosas nunca serán distintas. Como si para mí no
hubiera otra opción. Como si yo no mereciera algo mejor.
Pero el destino al final nos pone en nuestro camino aunque
sea a hostias. Nos empecinamos en hacer cosas raras, complicadas, difíciles. Luchamos
y luchamos con la esperanza de que algún día salgan bien. Y no vemos que a
veces, todo es tan difícil porque no es para nosotros. Que lo que de verdad es
nuestro, sale solo.
Cuando estábamos terminando de preparar el viaje, Seis me
dijo que había decidido pasar noche en Sevilla para hacer el viaje en dos
partes y que no se hiciera tan largo. Y yo pensé que era buena idea decírselo a
mi ex. (Para los nuevos, el año pasado estuve seis meses saliendo con un chico
sevillano encantador con el que lo dejé por razones normales, jamás me trató
mal ni me engañó ni se fue de vacaciones con otra. Para más información, la
etiqueta del niño chico). Al principio se lo dije por quedar bien, la verdad.
Me parecía feo estar en su ciudad y que ni lo supiera. Pero no tenía intención
alguna de verle. Lo que pasa es que nos pusimos a hablar. Y a hablar. Y nos
tiramos tres días hablando. Y quedamos en vernos la noche que yo pasaba en tan
maravillosa ciudad.
Esa noche con él empecé a pensar que llevaba un tiempo haciéndolo
todo al revés. Si para mí es tan fácil reír como esa noche, si me sentía tan
yo, tan natural, tan llena de vida, ¿Por qué hacía meses que no me sentía así
ni un solo día?
A las cinco de la mañana me desperté empapada en sudor y con
unos dolores mortales. Tuve un cólico de escándalo. Y mientras me retorcía ante
la atónita mirada de Seis, llegué a la conclusión de que así no iba a ningún
sitio. Ni Algarve ni pollas en vinagre. No me iba a ir enferma y jodida a un
pais que no es el mío, donde no sé si hay médicos y no sé decir nada más que “gracias”.
No me iba a ir a estar una semana en un país extraño donde iba a pasar más de
ocho horas al día sola mientras mi amigo hacía surf.
Así que por la mañana, cuando recibí un mensaje del niño
chico deseándome buen viaje le dije que me había puesto mala. Y antes de que
pudiera explicarle nada más, su respuesta fue inmediata: “voy para allá”. Diablos.
“VOY”. Qué gran palabra. Hacía meses que no la escuchaba sin mil excusas,
preguntas y explicaciones de por medio. Un voy a tu lado incondicional. Le dije
que buscara un hotel para que pasara ese día y que al día siguiente cuando me
encontrara mejor, cogería un bus para volver a Madrid.
Vino a por mí a la otra punta de Sevilla. Me llevó a un
hotel y me cuidó mucho ese día. Y me reí muchísimo. Y recordé por qué me gusta
tanto Sevilla. Y decidimos quedarnos toda la semana juntos.
No tengo palabras para explicar qué giro ha pegado mi vida
en unos pocos días. Ya no sólo porque el niño chico haya puesto mi vida del revés
otra vez un año más tarde. Si no por cómo ha cambiado mi percepción de muchas
cosas. Me he dado cuenta de que los últimos meses he hecho el gilipollas con el
Ross. Cuando un chico te quiere no te deja tirada cuando le necesitas. No se va
de vacaciones con otra. No le da igual verte llorar durante semanas. No pasa de
ti cuando te ve pasándolo mal. No te deja sola en casa cuando le llamas
llorando porque te has hecho una fisura en el tobillo y se queda viendo la tele
en la suya, sin preguntarte si quiera como estás. NO. Eso no es así. Y ya está.
Y yo he sido imbécil y lo he aguantado todo esto y más, pensando que nadie podría
ni querría tratarme mejor. Pensando que nadie se daría cuenta de que por muy
bruta que sea, a mí también me duelen las cosas, también necesito ayuda, también
necesito cariño. Pensando que tenía que resignarme.
Y esto es en lo que mejor me ha venido esta maravillosa
semana. Porque sí, lo he pasado muy bien. Me he reído hasta asombrarme de cómo
suenan mis propias carcajadas. Me he enamorado un poco más aún de una de las
ciudades más bonitas del mundo. He comido cazón en adobo, pinchitos de pollo,
pan con salmorejo y jamón del güeno, montaditos y cosas ricas. He pasado calor
y bebido tanto aquarius como para un equipo olímpico. He canturreado y gastado
bromas. He paseado hasta hacer desaparecer mi celulitis. He hecho muchas cosas…
pero sobre todo, me he dado cuenta de que no tengo que conformarme con migajas.
Que si alguien me quiere, me lo demostrará. Que hay chicos que se cruzan una
ciudad en coche a las nueve de la mañana para ir a buscarte aunque les digas
que no pasa nada. Que hay chicos dispuestos a renunciar a sus planes por mí. Que
hay chicos que cada día cuando te despiertas te dicen que eres un regalo. Que hay
chicos que se alegran tanto de que vayas a buscarles a la parada del bus que te
abrazan y te sonríen. Que hay chicos que te dicen que no les sobras ni un
segundo y que cada vez que se dan la vuelta y te ven, son felices de que estés
ahí. Que hay chicos que ven más allá de tus defectos, que les importa una
mierda que seas más fuerte o más valiente que ellos y te cuidan, te protegen y
te dan todo el cariño que otros creen que no necesitas o no mereces. Que hay
chicos que te devuelven la vida cuando creías que empezaba a estar todo
perdido.
Tooooootal… que mis vacaciones han sido mucho mejor de lo
que podría haber soñado. Y poco a poco os contaré muchas más cosas, porque mi
vida es así de sencilla. Muy fácil todo, oiga. Si no me busco yo aventuras para
animar el blog, la vida me las da ella sola. Pero aquí no hay quien se aburra.
Que bueno que tus vacaciones hayan sido tan buenas.
ResponderEliminarHay muchos como el Ross por ahí sueltos... he sufrido a uno de ellos. Enhorabuena por haber encontrado a alguien como el niño chico. Aprovecha y disfruta.
Bss
Pues me alegro mucho que haya acabado bien!
ResponderEliminarSi tras leer esta entrada, alguien no se siente más feliz es que no tiene alma. Contagias felicidad.
A disfrutar de la vida!
PD: creo que alguien ha hecho méritos para ocupar un hueco en mi terrenito.
Ayyyyyyy madre, lo que yo quiero a Naar y a ese niño chico que vale millones!
ResponderEliminarNunca olvides que todo lo bueno que te pueda pasar es poco. Necesitas que te traten bien, que se preocupen por to. No mereces menos, de verdad. A veces lo damos todo por la persona equivocada, pero ya ves que al final todo pasa como tiene que pasar.
No te imaginas la ilusión que me hizo la foto, de verdad. Y ya sabes... espero verte pronto!
Un besazo
Joder que vuelta de todo! y por fin has soltado el peso por el blog, bien que haces.
ResponderEliminarAl final te han quedado unas vacaciones de envidia ^^
Me gusta muchísimo leerte así. Te mereces que te quieran, te cuiden y se preocupen por ti. No te conformes con menos.
ResponderEliminarUn beso (no me olvido de que te debo una foto)
No te conformes con menos de lo que te mereces que es todo.
ResponderEliminarResumiendo: tenías una venda en los ojos. Me alegro de que todo haya salido bien y que esas vacaciones hayan sido mejor de lo que esperabas.
ResponderEliminarY como bien dices: te mereces algo mejor ;) Ya nos irás contando cómo sigue la historia con el niño chico ^o^
Bss
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Cuanto me alegro Naar! Eso si que son vacaciones! Y disfruta y sobretodo no te conformes con menos !
ResponderEliminarDi que sí! Te mereces alguien que te cuide y se preocupe por ti, hombre ya... que vales mucho!
ResponderEliminarMe alegro que te lo hayas pasado genial ^^
Besos!
Tomate
Ayyy, guapaaaa. Cuánto me alegro!!! Ya sospechaba yo que con el Ross las cosas no iban bien, ya que hacía tiempo que ni lo nombrabas. El niño chico me da buenas vibraciones. Este chaval merece la pena y mucho así que, a disfrutarlo, que te lo mereces. Besotes!!!
ResponderEliminarAl final no serán unas vacaciones que pasen sin pena ni gloria :)
ResponderEliminarMe alegro muchíiiiisimo.
Me has dejado alucinando no, lo siguiente... ¡Qué cambio de rumbo!
ResponderEliminarNo sé ni cómo puedes pensar que te mereces a alguien que no te merece. A veces se nos mete algo en la cabeza y lo que cuesta sacarlo de ahí!
A mí siempre fue el que me gustó para ti, el Niño Chico.
ResponderEliminarEl Ross no merece la pena, tiene la cara muy dura.
Besosss
¡Esta era la entrada que me había perdido! No puedo pasar ni una, que me quedo en babia y la telenovela de tu vida sigue pasando.
ResponderEliminarPues no sé cuántas vueltas más darás, pero tienes mucha razón: no tienes que conformarte con migajas. ¡Con lo que tú vales!
Ai qué bonito :____)
ResponderEliminarCreo que muchas veces sabemos la persona que nos conviene y la que no, pero hacemos caso omiso de esa sugerencia inteligente del cerebro. Algo me dice que tú ya sabías desde hace no poco tiempo, que el Ross no era el hombre que necesitabas. Creo, ¿eh?
Me alegro de que hayas tenido un gran finde. Un abrazo!