No sabéis lo que me alegro de que hayan empezado de nuevo
los colegios. Y es que me he pasado las navidades despertándome temprano y
asustada ante los desaforados gritos de los niños de abajo. Dadas las fechas,
he llegado ala conclusión de que Herodes era un incomprendido.
Muchas veces he hablado de mis vecinos. Y para ser un
edificio tan pequeño, hay un porcentaje muy alto de gilipollas. Está el acosador
del primero, que es majo pero muy cansino. Están los gritones del segundo y los
subnormales roncadores de enfrente de mí. Y luego yo, que seguramente tampoco
soy un ejemplo de vecina. Un gusto.
Los del segundo gritan a todas horas. Mucho, y muy alto. Lo único
bueno que puedo decir a su favor es que vocalizan claramente y me entero de
todo lo que les pasa. Si me interesara, sería toda una ventaja. Pero no. Me
importa un huevo que el niño tire el zumo o que tarde mucho en vestirse. Me da
igual que la madre no encuentre sus zapatos o que la niña haya roto un vaso. Porque
tampoco es que sean cosas así como para escribir una novela. Pero da igual, la
madre lo radia todo a nivel nacional desde que se levantan hasta que se
acuestan. A diario al menos los mocosos se van al cole y puedo vivir medio
tranquila, pero en vacaciones ha sido terrible.
Y vendrá quien me diga lo típico, que son niños, que soy una
incomprensiva y que se nota que no tengo hijos. Pues a ver, a mí no me gustan
los niños y es verdad que me molestan
con facilidad, pero la culpa básicamente es de la madre. Ella es la que grita a
todas horas, la que les habla a grito pelado y por lo tanto la que les da
ejemplo para vocear por todo. Y no sé, yo no soy una experta en educar a críos,
es cierto que no tengo hijos (ni putas ganas de tenerlos) entre otras cosas
porque no tengo ni idea de cómo hacer de ellos una personita decente. Entiendo
que a veces debe ser desesperante, que debe ser un trabajo arduo. Sé que en un
momento de desesperación todo el mundo levantamos la voz. Pero yo también he
sido pequeña y mi madre no me gritaba por todo. Y desde luego me enseñó a no
gritar yo. Además no creo que sea un buen método de enseñanza. No creo tampoco
en los rollos esos de enseñanza con apego que se lleva ahora, pero los gritos
no son buena opción. Porque algún día esos niños serán adolescentes y la única
forma que conocen de expresarse es a gritos. Así que me espera un futuro poco
esperanzador en cuanto a silencio, la verdad.
A parte de los temas de educación, que poco me importan
francamente, el asunto es lo mucho que me desconcierta la gente que grita a
todas horas. ¿No se cansan? ¿No les duele la cabeza? ¿No se sienten un poco estúpidos?
Porque repito que un momento de cabreo o de frustración tenemos todos. Yo soy
la primera que alzo la voz cuando me mosqueo, pero no estoy a todas horas con
el volumen a tope. Que mis vecinos se han tragado un puto megáfono, coño.
En todo caso, mi propuesta desde aquí es que ya que hay
animar a los niños a encontrar su auténtica vocación, mis vecinos hagan algo
productivo y se vayan a vivir a un pueblo perdido. Podrían recuperar el
honorable oficio del pregonero que se está perdiendo en el mundo moderno. Así sus
chillidos valdrían para algo y yo me quedaría tan a gusto. Por favor, si hay
algún pueblecillo que busque pregonero, que me avise, que le mando dos adultos
y dos aprendices ahora mismo.
A mí me pasaba hace tiempo. Yo pasaba algunas noches con mi abuela y alguna vez coincidió que también iban mis primos recién nacidos, mellizos. Ellos daban ruido como bebés que eran y yo dormía muy bien, pero su madre se pasaba la noche dando voces a diestro y siniestro. Ella era la insoportable, no los niños.
ResponderEliminarTampoco soporto que griten, básicamente porque no soporto la mala educación, y en el 90% de los casos ambas cosas son lo mismo. Todos podemos enfadarnos en un momento puntual y gritar, pero hacerlo por costumbre, mala cosa... Biquiños!
ResponderEliminarEn mi edificio nuevo, por suerte, no tengo cerca ningún vecino que grite pero los que teníamos antes arriba era una cosa insoportable. Entre las voces que se daban entre ellos y las fiestas que montaban los hijos adolescentes era aquello un no parar. Eso sin contar con las que teníamos al lado, que se pasaban el día peleándose a voces y a golpes, que llegaron hasta a romper el marco de la puerta. Un lujo de comunidad, sí. Un besote!!!
ResponderEliminarMis padres se comunican por gritos, se ve que están sordos o algo, soy tan irritable con las voces altas que por eso creo que yo hablo muy bajito jajaj
ResponderEliminarSpringfield necesitará pregoneros seguro, aunque no se si a homer le gustará que le quiten el puesto...
Besos!
Pimiento
Uffff qué horror, un mal vecino es un dolor. Yo soy de vivir en el centro y por lo tanto, con vecinos. No me quejo de los míos actuales pero he tenido algunos terribles.
ResponderEliminarTus pregoneros parecen de lo peor. Animooooo!!!!
Al padre de mi sobri D. le gusta cuando los niños están en el cole porque el parque está vacío xD
ResponderEliminarA esos no les hace falta un megáfono para hacerse oír, ¿verdad? Vaya tela de gente...
ResponderEliminarLa verdad es que yo vivo en una casa de planta baja y, salvo los vecinitos de al lado dando balonazos contra la pared de mi cuarto, no me puedo quejar demasiado. Pero tiene que ser un poco coñazo vivir con gente tan... gritona.
Ánimo nena, y si un día se ponen pesaditos, coge un palo y que sea lo que Dios quiera.
Un besazo.