Todas las mujeres hemos pasado por
alguna crisis (emocional en muchos de los casos) en nuestra vida que
nos ha empujado a hacer alguna locura con nuestro pelo. No sé por
qué, pero es así. A todas se nos ha ido la cabeza y hemos decidido
cortar por lo sano, rizar, teñir o sabe dios qué atentado contra
nuestra propia imagen.
Mi amiga Pa hace unos meses sucumbió a
la tentación de creer que el pelo es el culpable de que su vida esté
hecha unos zorros y a pensar que cortándolo podría solucionar algo.
Así que en cosa de tres meses fue a la peluquería unas diez veces.
Primero lo cortó un poco. Y bueno, pase. Luego lo tiñó de naranja.
Y mal, pero vale. Luego lo tiñó de más rojo. Luego lo cortó otra
vez. Y otra. Y otra. Y ya no tenía pase ninguno, pero ella volvió a
cortarlo más hasta que no quedó pelo que cortar porque se lo dejó
poco menos que como la teniente O´neill. Y claro, para cortar
siempre hay tiempo, pero una vez rapado ya no hay nada que hacer más
que esperar a que crezca. Y eso no ocurre de hoy para mañana.
Obviamente no está contenta porque aunque quiero mucho a Pa, no le
favorece nada, pero nada de nada. Ella tenía un pelo precioso, rubio
natural, ondulado y un montón, por lo que es una pena. Y encima
tiene la cara muy rendondita, así que ese corte le hace una cara de
hogaza que no veas, con lo mona que estaba con su pelazo. Yo trato de
tranquilizarla y de decirle lo de siempre, que ya crecerá y que
total, no es para tanto. Pero sé que en esos momentos no consuela
una mierda. Y que encima te sientes estúpida porque te lo has
buscado solita. En fin.
El caso es que Pa el otro día publicó este enlace en facebook sobre el tema dándole toda la razón. Y me
dan ganas de darle dos tortas a ella y otras dos a la mongola que lo
ha escrito. Claro, que yo soy muy partidaria de la técnica de la
colleja, pero a ver si es para menos.
La autora del
texto dice que sólo se corta el pelo cuando está hecha mierda y
cuando ha roto relaciones porque así simboliza la ida del ser amado.
O sea, que como se ha ido algo que quieres y no puedes tener, vas y
te automutilas. Ah, qué bien, qué lógico. Y que cuando está bien,
no corta el pelo ni un centímetro. Primero, cochina, el pelo se
corta cada pocos meses, que debes llevar unas greñas gitanas que
dará gusto verlas. Y segundo, estás reafirmando que sólo usas el
tijeretazo como modo de autolesión cuando las cosas no van como tú
quieres. Dice textualmente: “Ya
no
eran trozos de pelo los que estaban en el suelo. Eran sentimientos,
ilusiones, amores inconclusos y una amarga realidad. Me
di cuenta de que para mí, la partida de alguien era la tijera que
cortaba la ilusión.” Pues
vale. Lo que tú veas. Pero me das un poco de yuyu.
Además,
si por la razón que sea no estás muy conforme contigo misma, un
cambio radical de look no suele ayudar. Y menos si es algo tan poco
favorecedor como un corte tipo chico. Cada día, cada jodida mañana
te levantarás y te verás ese estropicio y te recordarás a ti misma
que estás hecha polvo y que eres tan gilipollas que has pensado que
eso iba a solucionar algo, cuando en realidad lo único que has
conseguido es que te cueste mirarte al espejo. O sea, que estabas
hundida y has pensado que sería buena idea echarte veinte kilos de
mierda por encima.
Yo sólo me corté el pelo en plan
radical una vez. A los quince. Y fue por pura rebeldía. Mi madre me
había llevado con el pelo largo casi siempre y estaba hasta el culo
de él. Literalmente, porque la melenaza me pasaba con muchas creces
de la cintura. Luego me arrepentí porque pasé meses siendo un
champiñón. A parte de que me lo cortaron mal y hubo un tiempo
horrible en que llevé un trasquilón en la coronilla. En fin, un
desastre. Pero aprendí del asunto. Escarmenté y nunca más. Y
reconozco que cuando me separé y pasé mi crisis existencial
correspondiente lo pensé. Pero no. NO. O sea, no. Y me alegro de no
haberlo hecho. De hecho, me alegraba al rato de pensarlo por entrar
en razón antes de que no tuviera arreglo.
Por supuesto que si a alguien le ayuda
el asunto pues bien por ella, eh. Yo sé que a mí y que a la mayor
parte de la gente que conozco y lo ha hecho no le ha ayudado nada de
nada. Pero bueno, de todo hay en la viña del señor. Y ojalá a mí
me funcionara. Ojalá mis crisis y mis rachas chungas tuvieran una
solución tan fácil como darle la vuelta a la melena.
Yo
ahora sólo me atrevo a los cortes o los cambios cuando estoy bien, a
gusto conmigo misma, segura de lo que hago. Cuando sé que si me
queda mal tengo suficiente fuerza en mi interior para saber que es
sólo pelo y que no pasa nada, que no es tan grave y que ya crecerá.
Si estoy mal, procuro estarme quietecita y no empeorar las cosas con
decisiones estúpidas. Porque es más fácil ir a la peluquería y
decir “me corte el pelo, oiga” que asumir que estás mal porque
has metido la pata hasta el fondo y que lo que hay cambiar está
dentro de ti y que va a requerir esfuerzo, sudor y lágrimas. Es más
sencillo pensar que la solución que nos haga sentir bien va a venir
de fuera en vez de tener que currárnosla nosotros solitos. Y mucho,
por cierto.
En
fin, nadie dijo que la vida fuera fácil. Lo que no sé es quién nos
hizo creer que un corte de pelo podría solucionar nada.
Yo sí que alguna vez he hecho eso de tirar de tijera cuando quería dar un cambio a mi vida, por la razón que sea. Aunque claro, no limito el corte de pelo a esos momentos, que si no lo que tú dices, iría con unas greñas... xD
ResponderEliminarSaludos!
Yo una vez me lo rapé al 1 porque por un problema de salud se me descamó la cabeza y parecía que tenía ahí copos de trigo.
ResponderEliminarEs muy cierto que los bajones no son buenos consejeros. Si quedas bien, te puedes animar; pero si te dejan peor... te hunden en la miseria.
Besos
39+0
http://www.proyecto-kahlo.com/2014/10/mi-pelo-me-controlaba/
ResponderEliminarIgual a tu amiga le gustaría leer este post...
Un saludo!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHas dicho algo que a mí me parece una verdad como un templo. Las decisiones se hacen con calma, cuando uno se encuentra capacitado para tomarlas. Porque sí que parece ser que el pelo tiene más importancia de lo que parece. De hecho tengo varias que relacionan el pelo con mi vida. Recuerdo cuando era pequeña y tomé la comunión, que llevaba el pelo largo. Cuando pasó todo, me lo cortaron de golpe haciéndome una trenza, por si algún día quería ser fallera hacerme de ahí las extensiones. Pero yo me eché a llorar de repente, ni siquiera me lo esperaba. Me dio mucha pena que me lo cortaran. Luego me gustó llevarlo corto, pero desde entonces que ya no ha sido igual porque me salieron rizos que antes no tenía. Y luego caspa. Y me hice mayor. Durante un tiempo pensé que con aquel corte de pelo tan radical se me fue algo más que mi trenza. Por otra parte, la peluquería cerró y no recuperamos mi pelo.
ResponderEliminarSalí con un chico al que le encantaba mi pelo y me pidió que me lo dejara largo. Cuando corté con él también me corté el pelo y me puse flequillo además. Me dejé una melenita y sentí una gran libertad. Pero es que cortar con él fue una liberación. Ni duelo ni nada. Lo que me dio lástima fue que no pudiéramos quedar como amigos.
Y la última fue cuando me decidi el año pasado a cortármelo por encima de los hombros. Fue una decisión bien pensada porque yo no me suelo entretener mucho arreglandome el pelo. Ojalá pudiera lavármelo y punto. Siempre acababa haciéndome una cola y apenas lo lucía. Así que cortito me va mejor. Aunque los demás me hayan dicho que lo tenía que aprovechar porque muchas querrían tener mi pelo, yo no. Lo prefiero cortito porque es más práctico y lo llevo más aseado. Y los demás que digan lo que quieran.
En fin, que es tontería, pero que el pelo es más importante de lo que quisiéramos que fuera. Influye en nuestra identidad y estado de ánimo. Ya ves, si luego crece y ya está. Cómo somos...
Cari, pues yo soy al revés que tu, Me suelo dejar crecer el pelo desde enero a enero, es que me crece mucho, y luego llega fin de año y me lo rapo al 2, a lo militar, pero claro, porque yo me veo muy bien aunque al resto le guste mi melena rubia con caracoles en las puntas.
ResponderEliminarSiempre me he sentido muy agusto con mi pelo y mi look, gorda, hipermegaflaca, gordísima, rubia, de azul, verde y con pelos de loca.
Con lo único que no puedo es con comprarme ropa nueva, por eso intento no cambiar ya de talla, el pelo, la verdad para mí solo tiene dos estilos mi largo-largo o mi corto-cortísimo.
A mí cuando me da el arrebato, y estoy mal, me da por tocarme la cara, es decir, coger todos esos puntitos negros que creo que existen, aunque no los haya, y dejarme la cara hecha un cristo....cada cual con su penitencia....jajaja
Kiss
El artículo ése que has enlazado es terrible. Sí que entran ganas de lo de la colleja que dices.
ResponderEliminarYo siempre que he decidido dar un cambio radical ha sido en un buen momento anímico. Lo que me falta ya es salir hecha una piltrafa de la peluquería estando deprimida. Como mucho, le he cambiado el color en épocas de crisis pero ahí siempre te queda la opción de volver a teñirlo si la cosa no te convence. Con los cortes hay que tener cuidado.
ResponderEliminarDe todas formas, nunca entenderé la relación entre una cosa y otra. Como dices, la procesión va por dentro y si estás fastidiada con el pelo largo, vas a seguir estándolo con le pelo corto. Besotes!!!
Vaya, pues debo ser la única que no ve tan mal lo que hace la chica. Es un poco como cuando empiezas un nuevo año y estás deseando estrenar tu agenda nueva y tirar la vieja.
ResponderEliminarYo me corté un pelo más cobardemente. Primero me lo corté yo misma a la altura de los hombros, y después de un par de semanas fuí a la peluquera. Primero otra vez por la encima de la oreja (con cierto aire champiñoniano, sí, pero no me quedaba mal del todo) y más tarde ya chico-chico, que contra todo pronóstico, me quedaba bien (no sólo me lo parecía a mí).
A mí sí me resultó liberador porque de tener una melena larga y rizada a tener un flequillito y poco más hay mucho cambio. Y no sé, a veces cambiar uno mismo da ánimo a modificar otras cosas que necesitas cambiar. Un empujón. Lo malo es cuando quieres dejártelo largo, que pasas un tiempo en modo champiñón y luego en modo paje que se hacen eternos.
De todas formas es verdad que un momento depresivo o bajo de ánimo no es la mejor ocasión para tomar decisiones radicales, mejor esperar a que se pase un poco el temporal.
Porque las fases del duelo son 6: negación, ira, negociación, depresión, corte de pelo y aceptación. Todas hemos pasado por eso, y muchas nos acabamos arrepintiendo más de lo hecho en el paso 5 que en todas las demás fases juntas.
ResponderEliminarHola. tienes razón con los cambios radicales que a veces nos hacemos pensando que la vida nos va a ir mejor... Me gustó mucho leer la prensentación de tu blog. Original y sencilla... una mujer con un gato... Acabo de descubrir tu blog y me gusta mucho la variedad de temas que tratas. En este momento he creado un blog dedicado a los jóvenes y al uso que hacen de las nuevas tecnologías. Te invito a visitarlo: http://cativodixital.blogspot.com.es/ Si quieres seguimos en contacto. Yo ya me hice seguidora de tu blog.
ResponderEliminarEl q piense q con un cambio de pelo va a cambiar algo tiene mucho q criar en su cabecita y no precisamente el pelo.
ResponderEliminarEso no quita q yo q no soporto la monotonía cuando tenía ganas de cambio cambiaba el color o corte de pelo. Fue ordenar mis cositas en la azotea y hace 7 años q llevo el pelo igual. Un corte moderno comodo y q me sienta bien a la cara :)