La otra tarde tuve que sacar mis mocos
a paseo. La verdad es que hacía bueno y como iba sola podía caminar
con mi paso de tortuga anciana. Reconozco que los 32 me han sentado
fatal con la gripe, los virus y su puta madre, ver si poco a poco el
buen tiempo me rejuvenece o llego a los 33 hecha un churro.
El caso es que me metí callejeando por
una de esas zonas de mi barrio que se suelen denominar “humildes”.
O sea, cutre. O sea, tirando a barriobajera y punto. En una de las
calles estrechas había un abuelo hablando con el nieto desde la
ventana. Por suerte era una entreplanta y no quedaba tan raro como si
le voceara desde un quinto. El nieto, en la calle, era un chaval de
unos 18 o 20 años, con unos vaqueros anchos, una camiseta en plan
nigga, barbita y el pelo un poco largo, pero no tenía mala pinta ni
de lejos. El abuelo, con todo el cachondeito del mundo le estaba
diciendo:
- Si es que pareces un mangui con esas pintas.
- ¿Mangui? ¿qué es eso? Abuelo, eso no se dice desde el siglo pasado.
- Bah, lo que tú quieras, pero tengo razón. Que llevas una camiseta como los raperos esos. Y barbas de talibán y pelos largos de hippie. Me dirás tú a mí que con esas pintas podrías conocer a los padres de tu novia.
- ¡¡Pero si no tengo novia!!
- Ni la vas a encontrar con esas pintas, pasmao.
Tuve que acelerar el paso dentro de mis
escasas posibilidades para no soltar una carcajada allí delante.
Luego pensé qué es lo que realmente
nos lleva a caer bien o mal a los suegros así a primera vista.
Porque está claro que si la pareja se lleva mal, los padres a veces
se ponen en contra simplemente porque no ven a su hijo feliz. Pero
dentro de relaciones digamos “normales”, ¿qué es eso que hace
que la suegra tuerza el morro cada vez que te ve? Yo en general no he
tenido problemas con las familias políticas. Excepto con la madre
del desequilibrado, pero porque era una mujer sin educación ninguna
y a mí el rollo de confundir sinceridad con impertinencia me termina
tocando el moño más de la cuenta. Sin embargo, por ejemplo con la
madre del Ross me unía un cariño y una complicidad mutua. Y la sigo
queriendo y respetando porque es una señora fantástica que siempre
me ha tratado genial. Y porque hace los mejores brownies, coño, que
todo hay que decirlo.
Que hablando del Ross, al día
siguiente fuimos a casa de mis padres a llevar la cama plegable en la
que duerme Tomate cuando vienen a Madrid. Por el camino vimos a mi
padre, que nos saludó con cierta desgana y siguió su camino. Mi
padre en modo sieso on. Y conste que mi padre no tiene nada en contra
del Ross. No lo tenía cuando éramos novios y no lo tiene ahora. Sólo es que no se entienden, ni se han entendido nunca.
Son muy diferentes tirando a incompatibles, es sólo una cuestión de afinidad.
Pero el Ross arrugó la nariz.
- No le caigo bien a tu padre. Nunca le he caído bien.
- ¿Y qué?
- Igual si me gustara el fútbol le caería mejor.
- No, no tiene que ver con el fútbol.
- Entonces ¿por qué es?
- Yo qué sé Ross, tendrás pintas de mangui.
Jajajaja. Yo creo que es como cualquier relación humana. Hay gente que nos cae mal aunque no nos haya hecho nada malo. La diferencia es que si esa persona que te cae mal es, por ejemplo, un compañero de trabajo, no es lo mismo que tener que estar aguantándola en tu casa y, claro, cuando alguien te cae mal aunque no sepas precisar el motivo, vas a encontrar mil motivos para justificar la inquina. Un besote!!!!
ResponderEliminarEn mi caso, siempre me he sentido aceptada por mis diferentes suegros. Debo ser una nuera fácil jajaja Pero esta es la primera vez que mis padres aceptan a mi pareja y creo que es por lo feliz que me ven. Definitivamente, para mis padres eso ha sido crucial.
ResponderEliminarBesos!
Yo creo que los padres nunca aceptan a las parejas de sus hijos a menos que las hayan elegido ellos. Y como eso ya no se suele dar, los roces son frecuentes. Por eso lo mejor es vivir lo más lejos posible de la familia política. Siempre.
ResponderEliminarBesos!!
El gustar o caer bien muchas veces es una cuestión de química que no sabes explicar con palabras.
ResponderEliminarEn cuanto a los suegros, a mi mi suegra me cae bien y yo a ella, aun con nuestras diferencias. Sin embargo mi suegro me satura muchísimo, se que es buena gente y no se decir por qué exactamente pero siempre me satura. Lo que decía, cuestión de química.
Besos
Uf, el escabroso tema de los suegros. Yo la verdad es que al mío no lo soportaba, aunque con mi suegra me llevaba genial. Por suerte siempre estaban viajando y no se metían en nuestras vidas. No sé yo cómo llevaría el asunto con unos suegros mangoneadores. Bueno, sí que lo sé: fatal. Acabarí discutiendo fijo. Aunque fracamente, lo que un futuro suegr@ opine de mí me la reflanfinfa; que yo con quien salgo es con tu hijo y a ti te encontré en la calle. Hombre ya.
ResponderEliminarQué bueno el abuelo vacilando al nieto. El Ross se quedaría pillao con lo de mangui, no?
ResponderEliminarYo mejor no digo na de los suegros que luego to se sabe. Ains. Es que las relaciones impuestas (sease familias políticas, vecinos o compañeros de trabajo) no suelen funcionar si alguna de las partes se cree con más derechos que la otra. El respeto se diluye entre las confianzas y los lazos afectivos.
Un abrazo Naar!