jueves, 14 de enero de 2016

El ginecólogo de los ovnis

El otro día me tocó ir al ginecólogo. Los médicos se empeñan en que les visitemos regularmente para luego ponernos su cara de mierda cuando les contamos lo mismo otra vez. Yo de verdad que no lo entiendo. Y es que todos los años me citan para verme los quistes de los pechos que por cierto son los mismos desde que me salieron las tetas. Por suerte esta vez me han dicho que si no noto nada raro, vuelva en dos o tres años porque todo está perfectamente.
El caso es que la noche anterior conseguí dormir dos horas, así que no iba de especial ben humor. Primero me desvelé leyendo. Bueno, no me desvelé, es que se me fue el tiempo y no sabía qué hora era. Luego me dolía el cuello y no encontraba postura. Y cuando al fin estaba a gusto, Ron decidió liarla parda. Y es que el cabroncete ha aprendido a abrir la puerta de la cocina. Hace un montón de ruido, pero la abre, que es su objetivo. Y es un peligro, porque para Ron cualquier cosa es comestible. ¿Restos de mayonesa de la cena pegados en el plato y mezclados con jabón que ha caído en el fregadero? Rico. ¿Papel de periódico con las pieles de la fruta encima? Rico. Un cuchillo que corta como su puta madre con un posible resto de algo? Riquísimo.
Total, que a las cinco y media de la mañana estaba más cabreada que una mona repartiendo azotes y haciendo guardia ante la cocina como una gilipollas. A las siente estaba mirando el vacío sentada en sofá. A las ocho estaba mirando el vacío sentada en el sofá y cuestionándome el sentido de mi vida. A las nueve, yendo al autobús en medio de una ventisca. Y a las diez estaba mirando el vacío sentada en la consulta preguntándome si sería capaz de reconocer mi nombre cuando me llamaran.
Por suerte no se demoró mucho el tema y cuando entré en la salita me encontré con Santiago Vázquez. Al menos me iba a toquetear un friki de los ovnis, que siempre da una tranquilidad.
Luego lo de siempre, enséñeme las peras. Y yo ahí, en pelotas tratando de imaginar que estoy en el caribe. Mejunje pringoso, rodillo, blablá.
Lo más sorprendente de todo es que Santiago Vázquez es increíblemente cuidadoso. No como los brutos de otras veces o las impertinentes de las últimas experiencias. Nada de daño, nada de estiramientos pezoniles. Al contrario, una disculpa.

  • Perdona, imagino que con el anillo vaginal se te pondrán las mamas sensibles y quizás te moleste la exploración, estoy tratando de tener cuidado.
  • Ehhhh... no, tranquilo, está bien.
  • ¿Te da problemas el pezón invertido o es así de siempre?
  • De toda la vida. Mi bisabuela los tenía así, al parecer fue parte de la herencia.
  • Entonces bien.

Me dió papelitos para que me limpiara y me pidió que me vistiera. Me senté ante su mesa esperando las mierdas de que me estoy quedando estéril y todo el rollo. El buen hombre se dió cuenta de que al estar con el anillo era evidente que no buscaba un embarazo y me preguntó si las hormonas me sentaban bien. Le dije que no mucho, pero le conté mis problemas con los sangrados y las puertas del ascensor del Resplandor. Me sonrió.

  • Hay personas que no toleran bien los tratamientos hormonales, pero no puedo hacer más por ti, lo siento. Sé que es un incordio los problemas derivados de tus patologías, que lo pasarás mal y que afectará a tu vida, pero...
  • Ajo y agua.
  • Ojalá pudiera decirte otra cosa.


Dios mío, cásese conmigo doctor experto en tetas, ovnis y cosas paranormales, le amo. Ojalá me toque siempre este tío. De verdad. Ojalá no más pellizcos en los pezones, no más preguntas estúpidas, no más “o tienes hijos ahora o lo mismo ya no puedes”, no más respuestas condescendientes y absurdas cuando les digo que no quiero ser madre. Ojalá no más impertinencias, no más estrujamientos, no más preocupaciones de las necesarias. Ojalá más médicos tranquilos, empáticos, sinceros y cuidadosos. Ojalá más Santiagos Vázquez por el mundo.

6 comentarios:

  1. Yo quiero otro como ese. A mí también me han preguntado, con pena, que si estoy buscando ser madre, porque me iba a resultar imposible con mis ovarios atrofiados. Me han mareado, me han compadecido, me han manoseado en plan saco de papas... Qué poco tacto tiene la mayoría de la gente.

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    1. Yo he puesto algunas de mis experiencias en los enlaces y no son las peores! De verdad que una asignatura de medicina (y de las gordas, de las que costara sacarse) debería ser empatía y trato al paciente.

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  2. Ay, ¡cuánto me alegro! Has dado con tu media naranja, Naar, no le dejes escapar. Jajajaja. Besotes!!!

    P.S. Lo mismo se ha dado cuenta de que eres reptiliana y te quiere como objeto de estudio...

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  3. Pero que buena eres!!! Cómo no había descubierto yo tu blog antes? Me has hecho reír un buen rato. Eres brutal contando las cosas. Te has planteado un libro? Lo digo en serio, enganchas.
    Con respecto a las hormonas y demás...cuando quieras compartimos experiencia y nos echamos unas risas. A mí con el carro de hormonas que me pusieron para la in vitros, me salieron eccemas por toda la cara y los dedos de las manos. Se me pusieron las tetas hinchadísimas y yo ya soy de natural bien servidita, así que imagina. Y luego sensible que soy yo de normal, pues lloraba hasta con los anuncios de compresas....en fin. Lo mío al menos fue pasajero, ahora he vuelto a ser yo. Pero si tienes que llevarlas siempre...putada del quince la verdad.
    Con lo de encontrar un gine decente, es verdad que es una suerte. Yo aún no dí con él

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    1. Lo de las hormonas es el horror, a mí me hinchan, me revuelven, me ponen de un humor de perros, me quitan la líbido, me alteran el sueño... un asco!!
      El gine decente ha sido casualidad, he dado con veintemil y no sé si volveré a ver el pelo a este pobre hombre. Es lo malo de la sanidad pública.

      P.D. Gracias por tus palabras, yo con hacer sonréir a veces me conformo, un libro se me queda muy grande :)

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