jueves, 7 de enero de 2016

Resumen de las navidades

Este año me he propuesto escribir un poco más. No sé, tengo la sensación de que el 2015 no he escrito lo suficiente en el blog. Y quiero remediarlo. ¿Cómo, de qué, para qué, por qué? Pues ni puta idea, oiga. Por nada, para nada y de nada, supongo.
Las navidades han sido cansadas. Los yayos son los que las disfrutan porque los niños ahora son ellos, pero es a cambio de mucho esfuerzo de mi madre y mío cocinando, limpiando, recogiendo y poniendo mucho ánimo y buena cara siempre. Y lo hago de mil amores porque ellos lo disfrutan y al final nos contagian de una ilusión que no sé cómo lo hacen, pero aún así, hay días que me duele la espalda tanto que me cuesta respirar, literalmente.
Además ha habido ciertos problemillas típicos de estas fechas, mi abuela paterna haciendo de las suyas, mis hormonas haciendo la revolución por su cuenta, cansancio acumulado, la familia presionándome un poco demasiado sin darse cuenta... lo de siempre. Que como no hay nadie más, al final me llevo yo la mitad de los palos me correspondan o no. Y de nuevo el dolor de espalda, ay.
Los Reyes han estado... bien. La verdad es que yo sólo quería dinerillo para un móvil nuevo porque el mío lleva dándome señales ya un tiempo y temo que cualquier día se duerma y no despierte más, el pobre. Para abrir algún paquete la noche en cuestión tras la cena y el roscón familiar, me compré una chaquetita, una camiseta y un par de chorradas que la yaya me envolvió con mucho mimo. La pobre mía. Por supuesto y como ya es tradición, también me encargué de los regalos de mi madre, los de mi padre, los de los yayos, los de todo el puto mundo. Luego la gente se escandaliza por lo de las reinas magas. Perdonad que os diga, desde que soy mayor de edad la reina maga de mi familia soy yo. Terminamos de cenar, del roscón y cuando ya he recogido la cocina, voy repartiendo paquetes al son de “este es para tal de parte de cual”. Yo. Todos. Y claro, qué sorpresa todo el mundo. Sorpresa doble, de hecho: la de tu regalo y la de ver qué le has regalado a los demás. A mí la yaya me suele hacer algo de sorpresa, algo que hace con sus manos de más de ochenta años. Unos calcetines de lana, una bolsita para las medias... o como este año, una funda-bolsa para los libros. Y me hace más ilusión eso que los 200 euros de móvil. Porque es lo único que abro sin saber qué es, lo único que no me he comprado yo tras patear las tiendas abarrotadas y estresantes. Y no sé qué voy a hacer si un día no tengo ese paquetito que me hace ella. Igual, ese día, dejo de creer en los reyes magos.
Por su parte el Ross no me ha regalado nada. NADA. Me preguntó si quería algo y le dije que no, es verdad, pero luego me lanzó algunas indirectas que yo interpreté como que me había comprado algo. Interpreté erróneamente, por supuesto. Yo le compré un detalle que francamente no sé si le ha gustado o no y que me dieron ganas de devolver y comprarme yo algo con la pasta, así os lo digo. Y no es por el hecho de que no me haya comprado nada, que no quiero nada, si no por el hecho de pasar de un día especial como de la mierda y de poner cara de disgusto cuando yo encima le di mi paquete. Que lo mejor que hizo fue preguntarme cuánto me había costado. A veces tiene estas cosas que sé que no hace a propósito, pero que me duelen. En fin, lo mismo da.
Total, que el balance de las navidades es el mismo que desde hace unos cuantos años, bien, pero cansada. Por suerte ya vuelve la rutina, con mi pilates, mis clases de inglés con mi profe tarado, mis gestiones mañaneras y mis clases con la adolescente malhumorada. Así cuando me quiera dar cuenta es febrero y las cosas empiezan a rodar en condiciones.


11 comentarios:

  1. A mí es que las fiestas me agotan. Y no es que haga nada especial porque no soy yo muy navideña pero eso de ver todos los sitios abarrotados y de ir a trabajar hoy sí, mañana no, luego es finde, luego otro día de trabajo, luego otra fiesta... Es como que no me termino de acoplar ni a la vagancia ni al trabajo. Jajajaja.
    Si te sirve de consuelo, a mí tampoco me ha caído nada pero ya caerá. Y seguro que de parte del Ross también te cae algo cuando menos te lo esperes.
    Besotes!!!

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    1. No, aquí ya no cae nada, pero bueno.
      Y sí, la rutina al final nos viene bien a todos :)

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  2. En esta casa solo se regalan juguetes a los niños.

    Besos

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  3. Es cierto que la Navidad estresa un montón y más si te encargas tu de todo. En mi casa solo pillan los niños y menos mal. En casa de mi ex se regalaban todos a todos y aquello era una locura, anda ya, jaja.

    Feliz año guapa!

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    1. Hombre, yo me quejo porque me toca un poco el marrón, pero la verdad es que somos cuatro gatos y no hay niños, como no regalemos entre nosotros no hay fiesta ninguna, jeje

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  4. Un hurra por los regalos artesanales de la yaya, por la ilusión del yayo y por el trabajazo que te has dado estos días. A descansar, ojazos.

    Un beso enorme!!

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    1. Hurra por la yayos! jejeje. Y sí, ahora llevo tres o cuatro días que lo único que hago es dormir :)

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  5. Qué malo el Ross, merece colleja!!!

    Dile a la iaia que no me he olvidado de su foto, sólo estoy esperando a que haga más frío y el pie de BB sea mayor :)

    Besosss

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    1. El Ross tiene estas cosas que... en fin. La yaya se pondrá contentísima cuando la vea :)

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  6. Me voy a poner en plan Mariconsejos sin que nadie me lo haya pedido. Mi compañero es muy pasota para fechas especiales, regalos, etc. Intenté llevarlo bien durante un tiempo pero al final yo iba guardando rencorcillo. No del chungo, porque nos queremos, pero una cosa ahí en el fondo que muchas veces salía en las discusiones. Al final acepté que sí quería mis regalos, y que sí quería que celebraramos de alguna forma el día que nos conocimos (fíjate, el de la boda o San Valentín me da igual, pero el de la primera que nos vimos para mí es importante). Así que lo hablé con él y se lo dije claramente, que quería que me comprara algo en mi cumpleaños y en Enero (me gusta empezar el año con regalos, cómo no), que sentía que lo tuviese que hacer como una obligación pero lo contrario me dolía y acababa por hacer daño a la relación. Así que le obligo a hacernos regalos, sí. Suena fatal pero bien que disfruta los suyos y yo los míos. Ambos contentos y creo que es mucho mejor que la tristeza secreta de esperar que esa vez sí me regalara algo y ver que no había sido así.

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