miércoles, 16 de noviembre de 2011

el bricolaje y yo

Después de casi un año sin mesillas de noche en mi habitación, por fin el otro día encontré unas que se adaptaban bastante a mis gustos y con un precio de lo más asequible. Así que las compré. Estaba harta de tener la lamparilla, la crema de manos, el bálsamo de labios y el paquete de pañuelos haciendo extraños malabares sobre una destartalada y diminuta banqueta amarilla. Total, que ahora tengo mesillas. Eso sí, tras mil esfuerzos para montarlas. Porque las he montado yo sola. Sí, yo solita con mis herramientas. Ja. Monté los cajones, los tiradores y todo quedó perfecto. No me sobraron piezas. No se caen, no se tambalean. Los cajones abren y cierran. Estas mesillas eran, posiblemente, el mayor logro de mi vida…  hasta esta tarde, que he superado mis propios límites.
 El caso, es que, crecida tras haber montado unas mesillas de modo impecable y sin más ayuda que la de mi destornillador eléctrico, esta tarde he decidido ir un paso más allá. Hace muchísimos meses que compré un perchero. Pero no había colgado por aquello de que hacer taladros es algo terrible. Por eso es algo de lo que se suelen encargar los hombres. El taladrador es un aparato del infierno que pesa una tonelada, que hace un ruido de lo más desagradable y con el que corres un riesgo de muerte. Pero aún así es mucho menos peligroso que un hombre. Así que yo tengo un taladrador, un juego de destornilladores, un martillo y otras herramientas que no sé cómo se llaman, pero no tengo un hombre. Y extrañamente, cada vez me apaño mejor.
Total, que esta tarde estaba medio deprimida y bastante aburrida, cuando me he acordado del perchero. Y ni corta ni perezosa, me he arremangado y me he puesto en modo bricomanía. Y de nuevo sin pedir ayuda. Yo sola, con mi taladro, mis tacos, mi martillo y mis destornilladores. Mi testosterona y yo frente a frente. Y no es por presumir, pero me ha quedado estupendo. Casi me disloco el hombro malo haciendo fuerza para taladrar la estúpida pared, pero lo he logrado. El perchero se sujeta, está recto y queda genial.
Y yo me siento invencible, lo reconozco. Me siento independiente, fuerte y capaz de cualquier cosa. Me siento el hombre de mi vida.
La verdad es que cuando era pequeña soñaba con vivir sola. Y me imaginaba haciendo muchas cosas que hago ahora, pero no pensaba que algunas fueran tan complicadas, dolorosas o deprimentes. O simplemente tan complicadas que te dan ganas de pedir ayuda al vecino del primero, que por cierto, es el único que te habla y además te tira los trastos. Yo me imaginaba como una mujer estupenda como esas de las series de televisión, autosuficientes y maravillosas, capaces de hacer cualquier cosa con una buena banda sonora detrás. Sin embargo, durante el último año no he sido exactamente ese tipo de mujer. Pero ahora lo estoy consiguiendo. He sido capaz de montar unas mesillas. De hacer unos taladros y colgar un perchero. He sido capaz de hacerlo sin ayuda y sin miedo. Y me siento la ostia.
Esto demuestra algo sobre lo que llevo días pensando aunque en un contexto un poco diferente. Que no existe el “no puedo”, si no el “no quiero”, o el “no me atrevo”. Pero  poder, se pueden hacer cosas increíbles. Y si puedo yo, que soy una birria de persona, puede todo el mundo.  Así que, adelante, poned a prueba vuestros límites. Están mucho más altos de lo que pensáis.

5 comentarios:

  1. Después de leer la entrada me han entrado ganas de coger un taladro, no sé bien porque... y taladraaaar. Desvarío ya, deberíamos poner el yo puedo en nuestras vidas, muchas veces le tenemos olvidado.

    Un beso

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  2. Yo intenté clavar un cuadro (sin taladro ni na, más fácil aún) y el resultado fue tres agujeros en la pared y la pintura caída. Pero bueno, como dice mi madre, con dinero todo se arregla y es cuestión de echar un puñadito de yeso y apañarlo. Yo creo que muchas veces nos puede más el miedo que la realidad.
    Por cierto, tu frase de que un hombre es más peligroso que un taladro me ha encantado. ¡Me la quedo!

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  3. Por supuesto que siempre se puede. Pero yo no me animo con el bricolaje. Creo que también necesito un hombre en mi vida para esos menesteres.

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  4. Y por alto que lo pongan los miedos o los demás, puedes subirte a ellos y seguir adelante.

    Bien por el "momento bricomanía", en ocasiones arreglar por fuera encaja piezas por dentro.

    Un gusto leerte.

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  5. Además el dinero que te ahorras... yo recuerdo que me clavaran por colgar dos lámparas, que diez minutos tardó, y a mí me parecía supercomplicado lo de los cables, y los agujeros y el todo.. y a base de preguntar y con vídeos del youtube ahora lo hago yo. Y como te dicen en otro comentario, así también se arreglan cosas por dentro, porque sentirse autosuficiente e independiente sienta muy bien.

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