lunes, 9 de enero de 2012

Regalos

A veces creo que nos hemos vuelto todos gilipollas. Y en Navidades esa parte gilipollas sale a la luz de un modo descarado. Menos mal que ya han pasado y poco a poco el mundo vuelve a su normalidad.
El otro día estaba haciendo unas compras para Reyes. Y esperando la cola de una tienda, escucho la conversación entre dos marujas que me pone los pelos de punta. Son las típicas con abrigo de pieles y sortijones en ristre. Y una le dice a la otra:

-         Yo es que esto de los regalos lo veo un despilfarro. Regalas cosas a la gente sin saber si le van a gustar. Y te gastas el dinero sin saber lo que ellos se van a gastar en ti.

La otra gorda, rubia oxigenada y pintada como una puerta, asiente y añade:

-         Yo lo digo siempre: sería mejor si el dinero que gastamos en regalar a los demás lo gastáramos en regalarnos a nosotros mismos las cosas que realmente queremos. Así todos tendríamos lo que nos gusta y sin gastar en otra gente. Que a veces uno se gasta un dinero y recibe una porquería de los chinos.

Puede que a efectos puramente prácticos esta tía tuviera razón. Que uno puede coger su presupuesto para regalos y gastárselo en uno mismo.  Así recibe cosas que le gustan sí o sí.  Pero no recibe sonrisas y abrazos. No le dan las gracias. No desenvuelve paquetes con intriga, ni ve la cara de sus seres querido al recibir algo que has estado buscando durante días. Y sí, hay regalos que parecen una venganza. Pero en general merece la pena sólo por la ilusión con la que se hacen o se reciben. Digo yo, vamos.
Y es que esta sociedad es una mierda. Cada vez estamos más solos, más aislados y somos más egoístas. Tenemos chorromil amigos virtuales, pero nadie con quien tomar un café cara a cara. Nuestra agenda del móvil es interminable, pero apenas somos capaces de llamar a unas pocas personas de esa lista. Tenemos mil compromisos sociales en Navidad, pero vamos renegando y sin ganas a todos. Gastamos una pasta en regalos, pero gruñendo y con resquemor por si los demás se gastan menos que nosotros.  Pues qué mierda. Qué pedazo de mierda, oye.
Total, que yo sigo haciendo regalos a mi familia y mis amigos más cercanos con ilusión. Tomo nota mental cuando les oigo decir que quieren o necesitan algo. Busco lo que les pueda gustar e imagino sus caras, su sorpresa o su ilusión. Y recibo los suyos con alegría y agradecimiento. Y no es cosa de cuanto se gasta uno o cuanto vale lo que te han dado.  Porque el contacto humano no tiene precio y curiosamente es de lo que más carecemos en los tiempos que corren.

8 comentarios:

  1. Bueno, es que más razón no puedes tener. Es asqueante oir estas conversaciones, me gustaría ver a las famílias de estas personas.

    PD. gracias por el enlace, lo he visto ahora :)

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  2. Plas, plas, plas. Gran aplauso por el post.

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  3. Porque será que cada dia me gustan más tus entradas al blog?

    Tienes tanta razón...y esque vivimos en una sociedad hipócrita.
    Suerte que todabía queda gente cómo tu.

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  4. Qué te voy a decir... chapeau.

    Esas conversaciones serían cabreantes si no fuera por la tragedia que hay detrás de esas palabras: a esas señoras nadie las conoce lo suficiente para acertar con los regalos y ellas muy probablemente tampoco conocerán bien a nadie. Miden el afecto por el dinero. Deberíamos preguntarnos todos cómo hemos permitido esto.

    El consumismo desmesurado va a terminar por consumirnos. Sólo quien sea capaz de desligarse de las modas y de las normas, del aparentar y del "ser feliz a toda costa" va a poder pensar con claridad.

    La verdad es que la temática que tocas da para un libro.

    Me gusta cómo trabaja tu cerebro, chica ;)

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  5. Suscribo letra por letra todo lo que has escrito. Yo soy de compartir esas ilusiones en la gente que quieres. A veces peco en ser más espléndido en los demás que en mí mismo. Pero no me importa. La vida es compartir, no en ser un avaricioso.

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  6. uy, si yo te contara... se de alguien que no es que se compre los regalos para si misma, es que saca dinero de la cuenta de su hijo o de su marido para comprarse ella sus propios regalos y asegurarse de que a) tiene regalo, b) el regalo le gusta, y c) se gastan lo que ella considera que deben gastarse. Cuando me lo contó casi le escupo, jajajajaja.
    En fin, reina, como siempre, chapeau. Un besote enorme!!!

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  7. Qué pobre de espíritu es la gente que regala para que le regalen. a mí me hace muy feliz regalar, mucho más que ser agasajada yo. No puedo con el egoísmo y el individualismo.
    ¡Qué post más sabio!

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  8. La pena es que cada vez hay más gente así. ¡Y luego lo llaman espíritu navideño!
    Yo soy de las que disfrutan más haciendo los regalos que recibiéndolos... Desde luego a mí no me importa lo que cuesta el regalo, o si no recibes uno a cambio. Yo lo que quiero es ver esa cara de ilusión, ya sea en mis hijos, en mi marido, en mi familia o en mis amigos.

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