domingo, 5 de febrero de 2012

Naar señorita vs Naar albañil

Desde que vivo sola, no dejo de descubrir cosas de mí misma y de sentirme fascinada por lo que puedo ser capaz de hacer. A veces creo que mi gurú Seis tiene razón cuando me dice que soy una heroína. Y es que nunca creí que llegara tan lejos y que fuera capaz de ser tan feliz sola. Y todo esto, porque he puesto unas estanterías. Igual suena excesivo, pero es que el bricolaje me pone. He descubierto que es como el sexo. Al principio da miedito. Luego te das cuenta de que todo lo que necesitas es una buena broca y un poco de maña y de práctica para disfrutarlo. Y en ambos casos (si lo haces bien) terminas cansado y dolorido, pero súper reconfortado y satisfecho. De hecho, el bricolaje tiene ventajas respecto al sexo. No hay nadie que te moleste luego, que te hable, que de el coñazo y que ronque. Y puedes admirar tu obra y presumir de ella sin parecer una furcia.
Pero hasta que empecé a vivir sola, no había descubierto esta faceta bricomaníaca mía. En casa de mis padres, las chapucillas las hacía mi abuelo. Porque mi madre no es una persona decidida y mi padre es un manazas que no sabe ni cambiar una bombilla. Luego me independicé y el loco se encargaba de hacer esas cosas. Se empeñaba en decirme que él era muy apañado y se daba muchos aires para cada tontería que hacía. Así que yo asumí de nuevo que eran cosas de hombres y me conformaba con ayudarle si me dejaba.  
Total, que entre unos y otros, yo pensaba que era incapaz de hacer ciertas cosas. Creía que tendría que buscarme un novio manitas que las hiciera. A mí me educaron para ser una señorita. Y esperaba ser tan elegante y femenina como mi madre y mi yaya. De ellas aprendí a andar con tacones, a coser, a hacer punto y a cocinar. Aprendí a maquillarme, a pintarme los labios de rojo, a cruzarme de piernas cuando llevo falda y a bajar de un coche sin enseñar las bragas. Y bien que lo agradezco, por cierto. Que estoy muy orgullosa de esa parte mía que puede irse a cenar al sitio más elegante del mundo sin que le tiemblen las rodillas porque sé que estaré a la altura y jamás nadie me señalará con el dedo. Puedo hacer gala de una educación exquisita si quiero.
Pero como soy una persona contradictoria y llena de contrastes, también he aprendido a hacer taladros, a cambiar cerraduras, a lijar madera, a poner tornillos y a arreglar aparatos electrónicos.  A dar martillazos, a montar y restaurar muebles. Y todo como si tuviera más cojones que el caballo de esparteros.
Total, que paso de andar con stilettos, pintalabios rojo y la raya del ojo larga, finita y perfecta a darme de ostias con herramientas, tacos y brocas sin término medio. Paso de hacer magdalenas el sábado, con mi delantal y música francesa de fondo, a hacer talados el domingo, con heavy a todo volumen, el pelo lleno de polvo, sudando y jurando como un arriero. Mis vecinos deben creer que tengo una esquizofrenia de las chungas. Y puede que sea verdad, pero me la pela porque cuando me veo a mí misma encaramada a una escalera, con el taladro en las manos, haciendo fuerza, maldiciendo y cubierta de yeso como un albañil, me digo, “pero Naar, ¿cómo has llegado a ser así?” y la respuesta es sencilla. He llegado a ser quien soy yo de verdad. He llegado a ser quien quería ser, aunque sean varias Naar a la vez. He llegado a ser feliz. Feliz haciendo magdalenas dulcemente y feliz pegando porrazos a la pared como una mala bestia. Feliz siendo extraña, absurda, contradictoria. Feliz de ser quien soy, cosa que llevaba años sin conseguir.   
Ha aprendido que no necesitaba un novio manitas. Lo que yo necesitaba era una buena caja de herramientas.

11 comentarios:

  1. Claro, hay que saber y valer pa tó. Creo que el ser autosuficiente (saber cocinar, colgar un cuadro o arreglar un grifo que gotea) es bueno para el ánimo, para sentirse válido e independiente. ¿Ron se asusta con el ruído del taladro?

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  2. Uh. Has descubierto el bricolage. Eso es como si un tío descubriese el mundo de los esmaltes de uñas...

    ¡Sal de nuestro terreno! ¡Invasora! :D

    Besos

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  3. ¡¡Me encanta que seas feliz!! Yo de pintarme los labios rojos y guardar la compostura no sé mucho... pero también sé colocar estanterías y no veo a que vienen tantos aires desde el sexo masculino. Que nosotras además, cuando acabamos, lo dejamos todo muy limpito ;D

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  4. Abisal: pues sí, se asusta un poco, pero se va y aprovecha a meterse en la cama, jeje.
    Opiniones: pues mira que la pintura a mí se me resiste un poco. aunque si hay que pintar, se pinta.
    Sunseeker: no, no me voy del territorio masculino. me gusta. me mola dar martillazos y atornillar y hacer el bruto. el sueño de mi vida es mear de pie y ya que no voy a conseguirlo, me quedo con el bricolaje. con J.
    Isita: estoy contigo. se dan muchos aires los hombres por colgar un cuadro y dejarlo todo cochino, lleno de polvo. vamos!! que lo hacemos tan requetebien nosotras. hombre ya.

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  5. ¡Qué envidia! Yo creo que tarde o temprano aprenderé a hacer cosas de ésas, a fuerza de tutoriales de youtube o algo...

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  6. Me he emocionado, joder!
    seré boba....jejejeje, supongo que esta entrada va más allá de colgar estanterias y ser apañada y tal y cual....creoq ue me he emocionado porque verifica el último párrafo y eso es lo que ha dibujado una sonrisa en mi cara.

    Eres fuerte y única.

    Que se aparten todos! nAAR TIENE UN TALADRO!!! Muahahahahaha

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  7. Cuando necesite poner una estantería te avisaré, porque yo soy un ceporro del tamaño de un dinosaurio en materia de bricolaje.

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  8. Yo es que ya soy bastante masculina cuando me da la gana... lo de los taladros ni lo he intentado, chica. Pero desde luego que no te hace falta un hombre para nada. Te bastas y te sobras, hombreya!!
    Un besote enorme

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  9. ARRIBA LA NAAR arf arf ;)!
    Si es que la que vale,vale,y la que no,pa esperar que s elo hagan to!

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