Llegué ayer de la playa. Y ya estoy harta de Madrid. Menos mal que me voy en pocas horas. Y es que aquí hace calor, no hay quien duerma y no hay playa, ni aire fresco ni los perros de mi amiga Pa. Así que en cuanto termine de poner lavadoras compulsivamente, me vuelvo a montar en el coche y tras casi tres horas de berrear canciones a todo volumen, me planto en el sur. En mi casa roñosa pero de muros de piedra que el calor no traspasa. En mi patio roñoso pero desde el que se ven las estrellas y donde por la noche corre el aire del monte que huele a jara y a pino. En ese lugar del mundo que sí, es roñoso, pero es el mío. Es donde fui adolescente, donde aprendí a vivir, a reír, a amar y a besar. Es donde aprendí que ser yo no era siempre un problema. Donde aprendí lo que significa que la amistad es la familia que uno elige. Donde aprendí que los veranos de la tele existen. Donde aprendí que hay un mundo más allá del asfalto, los edificios altos y el ruido de los coches. Es mi sur, el mío, el que me llena los pulmones de aire puro y la cabeza de buenas vibraciones. Y este año lo comparto un poco con el niño chico. Y lo digo y me da miedo, lo reconozco. Porque ese sitio es mío. Muy mío. Y allí yo soy muy yo. Y no me gusta que cualquiera entre en ese espacio vital. Pero no es cualquiera. Es el niño chico. Mi niño chico. El que me ha devuelto tanto que no habrá vida para agradecérselo. El que ha hecho que de nuevo me enamore del sur. El que ha hecho que palabras y expresiones olvidadas tomen sentido otra vez. El que me ha hecho pensar por primera vez en mi vida que alguien puede quererme por lo que soy y no echármelo en cara como un extraño reproche. El que no me pide que me calle, que deje de pensar cosas raras, que me ponga esto o lo otro, que sea así o asá. El que, pase lo que pase, me ha dado la oportunidad de sentirme viva y bien conmigo y con otro. Por eso, se merece unas vacaciones roñosas en mi pequeño refugio.
Bueno, y basta de ponerse moñas. Hombre ya.
Total, que me largo. Y ya volveré, supongo. Dejaré un par de post programados. Uno tiene su razón. El otro es para que os entretengáis. Así que, ya que hago el esfuerzo, comentad, malditos. Que lo veo desde mi móvil ultrachupi y me hace ilusión. Y cuando vuelva, os cuento aventuras sureñas, palabra.
¡Felices vacaciones, guapa! :)
ResponderEliminarYo lo de estar en bolas y que me sobre hasta la piel para dormir lo llevo muy mal (Así estoy a estas horas despierta). Ha sido leer lo de las paredes de piedra fresquitas y sentir una envidia cochina que no veas. Diviértete mucho y vente cargada de buena energía.
ResponderEliminarRecuerdo cuando escribiste un post hablando de cuánto te gustaba Madrid. Es curioso cómo podemos amarlo y odiarlo al mismo tiempo. Creo que sólo viviendo en Madrid se puede entender eso.
ResponderEliminarDisfruta de tus vacaciones roñosas y comentaremos. Palabrita.
Madrid esamor y odio al mismo tiempo. ahora mismo es odio, en cuanto me vaya será amor y cuando vuelva será odio de nuevo... es lo que tiene!!
EliminarQue os lo paséis muy bien y durmáis mucho! xD
ResponderEliminarFríooooooooooooooooo :):):):):)
ResponderEliminarComo en el sur, en ningún sitio. Que disfrutes tus vacaciones!
ResponderEliminarLlamándonos malditos no sé yo si te mereces nuestros comentarios. Upsss, pero si estoy comentado ;-) Pásatelo bien y saludos al niño chico. Biquiños!
ResponderEliminarCómo te entiendo!!! Yo soy también del sur y aunque llevo en Madrid casi la mitad de mi vida, mi tierra no hay quien me la saque del cuerpo. Y Madrid me gusta y lo odio de forma alternativa, pero volver a Almería es siempre maravilloso.
ResponderEliminarEstuve una semana en la playa, volví a la capital y ahora tacho los días para que llegue el 3 de agosto y poner de nuevo rumbo al sur :-)))
Un beso, y me quedo por aquí!