sábado, 26 de julio de 2014

Vacaciones capítulo 1: En el infierno se habla en andalú.

La semanita de vacaciones se ha pasado demasiado rápido. El  problema es que volver a Madrid es un rollo, tengo el ordenador portátil secuestrado y no sé cuándo ni en qué condiciones me lo devolverán ni a cuanto ascenderá el rescate y para colmo mi madre me ha limpiado la casa, lo que me cabrea y me confunde porque no encuentro la mayor parte de mis cosas. Total, que los días buenos se pasan demasiado rápido y los malos se hacen largos y bochornosos.
Y eso que el comienzo de las vacaciones no fue sencillo.
Habíamos quedado Pimiento, Tomate, el Niño Chico y yo en Almería con Mar. Habíamos alquilado un apartamento (o algo parecido) en un pueblecito en el Cabo de Gata. No os doy demasiados datos porque aquello es todo muy pequeño y luego todo se sabe. Pero vamos, que había una distancia de unos 40 kilómetros y aunque la carretera era malilla, nos suponíamos unos 50 minutos de viaje. Una hora u hora y algo contando con imprevistos.
Tres horas. TRES PUTAS HORAS tardamos en llegar.
Y es que vale que yo no atiendo mucho cuando me dan explicaciones. Y vale que odio los GPS y aún me oriento con un mapa de carreteras del 2005. Y vale, vale, que a pesar de haber autovía, decidí ir por la comarcal para ver paisaje y pasar por pueblos. Sí, vale a todo. Pero es que nos perdimos. Nos desorientamos. Nos metimos por donde no era. Terminamos en el mirador del cabo donde la carretera se acababa y donde la muerte nos acechaba en unas curvas de un solo carril para ambos sentidos con barranco al lado. Y después de todo eso, después de pasar el calor de todos los infiernos, la sed y el hambre de los que vagaron por el desierto, paramos a preguntar. Como yo era la conducía e iba delante, me bajé en un bar.

-          Hola, mira, nos hemos perdido, pero vamos a Pueblichuelo de arriba.
-          Ya. Ehto eh mu fasi. Blablablau, blablau… - ¿en qué idioma habla este hombre? ¿por qué asiento con la cabeza si no me estoy enterando? – Y cuando llegue a Rohca, pue ya eh ahí la deviasió.

“Rohca” parecía el punto clave, así que lo busqué en el mapa. En el mío. En el que el hombre me estaba enseñando. En todas partes.

-          Perdona, ¿Cómo has dicho?
-          Rohca.

La virgen santa. Volví a mirar. Y a mirar. Y a volverme loca. Ese pueblo no existía. No estaba en ningún sitio. Estaríamos aún más lejos de lo que yo pensaba. Seguramente moriríamos allí en mitad del desierto con el espíritu de John Wayne persiguiéndonos por toda la eternidad. Entonces el hombre del bar alargó el dedo y señaló el mapa.

-          Mira, ¿veh? Aquí, en Rohca.
-          Ruescas. – leí.
-          Seh.
-          O sea, que donde tengo que ir es a Ruescas.
-          Claro, a Rohca.

Volví al coche.

-          No pienso volver a bajarme del coche. No entiendo nada de lo que me dicen. A partir de ahora te bajas tú, Mar que hablas el idioma de aquí o que se baje el Niño que habla otro parecido pero yo me niego.

Y seguí conduciendo con el calor, la sed, el hambre y la carretera de cabras con sus curvas y sus chumberas a los lados y la madre que lo parió a todo. Y lo que pareció una eternidad más tarde llegamos a Pueblichuelo de arriba. Y eran cuatro casas mal contadas en mitad de la nada.
Almería. Cuatro y media de la tarde. Mil grados a la sombra. Ni dios por la calle. Los pelos pegados a la cabeza, los chorretones de sudor, la ropa fundida al cuerpo y una mala leche de espanto. Y sale una mujer de una casa.

-          Perdone, ¿la calle Fulana?
-          Eh ehta.
-          ¿y el número 8?
-          ¿A quién buhca?

A mí estas cosas de los pueblos me enfadan. Si pregunto una dirección, dímela, no me preguntes cosas.

-          ¿soih cinco?
-          Sí.
-          Ah, entonceh sí.

¿Es que si no somos cinco no? Esa señora definitivamente quería morir ese día. Al final resultó ser la señora que tenía la llave de nuestra casa y nos dio unas instrucciones confusas en el extraño dialecto almeriense.

-          Parca ahí nel anchurrón ese.
-          ¿Cómo?
-          Parca ahí, muhé, nel anchurrón.

“Anchurrón” Cerebro procesando. Procesando… procesando… NOT FOUND.

-          ¿Que dejemos ahí los coches?
-          Sí, hija sí… deha ahí losssss cochessssss.

Me cago en mi vida, ¿me está vacilando? Mar y yo nos miramos y al final después de bufar dejé el coche en el anchurrón, que es un trozo de tierra sin nada.
La mujer, que no nos había contestado a nada de lo que habíamos preguntado previamente y que no nos había dado instrucciones para llegar y que encima me había vacilado, nos pidió el dinero que faltaba del apartamento por tercera vez en lo que iba de día. Mar le dijo que se lo dábamos luego. Pimiento y Tomate le dijeron que se lo dábamos ahora. Y le mujer por sexta vez me lo repitió.

-          Bueno, vamos a calmarnos un poquito, ¿eh? Que estamos descargando los coches, ahora te pagamos, coño ya.
-          Vaya tela, parece que veníh buhcando guerrita.

¿Guerrita? ¿GUERRITA? ¡¡¡YO LA MATO!!!


Y esta es la bella historia de cómo una horda de orcos furiosos y sudados llegaron a Almería arrastrando un montón de bártulos y a punto de matar señoras de pueblo. En el próximo capítulo os cuento cómo sobrevivimos a la fauna autóctona. 

7 comentarios:

  1. Ay que susto me llevé con el estanque de al lado!! Ya me veía bañándome con los pececitos de 3 ojos! Y encima entramos y la tia diciendo que si la piscina tiene un horario, que viene el del control de sanidad... Que vamos, sería panchito el que vigilaba porque otro... Y eso otra, vaya recibimiento el de panchito!!!
    Que bien nos lo pasamos, Quieoh repetijj ya!
    Tomate

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  2. Ay por Dios lo que me he reído. Muy cachondo todo, visto desde fuera, claro. Recuerdo hace muchos años unas vacaciones con amigas en Andalucía, las de Salamanca les llamaban los "codificaos", no entendían nada. Yo he veraneado mucho por el sur y suelo entender.
    Un beso

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  3. Jajajaj cómo me he reído! Yo estuve en un camping en Cabo de gata, todo aquello es precioso. Pero es verdad que no entiendes nada jjajaja

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  4. Uf, conozco esa sensación... bajarse del coche después de conducir bajo el sol y estar deseando meterte en una ducha, o tirarte a una charca, que también vale para quitarse el pringue y refrescarse. La señora que morro tenía. ¿Y si el apartamento estaba lleno de cucarachas? Tenéis derecho a verlo antes de pagar, digo yo ¿no?

    En fin, espero que lo hayáis pasado bien, chorretones de sudor aparte.

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  5. Jajajaja lo que me he reído!! Debo decir que fue así, TAL CUAL. Sin exageraciones ni nada, tal cual. Yo también pensé que moriríamos en la carretera de un solo sentido al borde del barranco, o de un golpe de calor, o por la mordedura de una cobra desértica. Yo qué sé. Y también estuve a punto de matar a los dueños de los bares donde preguntábamos (un saludo para el autor de ¿¿¿Pueblichuelo de Arribaa??? ¡¡Eso está a tomar por c***!! y para el señor de Rohcah) y a la señora del anchurrón. Pese a todo, fueron unos días increíbles, los disfruté mucho y los pasé en la mejor compañía. ¿Qué más se puede pedir? :D

    Estoy deseando leer el siguiente capítulo. No voy a hacer spoiler, pero sólo diré que entre la fauna autóctona aparecieron algunos bichejos que casi nos provocan un infarto.

    ¡Un beso enorme! :)

    #NaarEduca #NaarDivierte #NaarEnseña #VivaNaar

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  6. Piensa en positivo. Después de eso, puedes aprender alemán, japonés o lo que te apetezca. En comparación, no son tan difíciles XDDDDDD

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  7. Perdón por los murcianos y los almerienses, pero es tal cual lo has contado, no se les entiende.

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