miércoles, 6 de agosto de 2014

Así no hay manera

Debido al aluvión (bueno, igual aluvión, aluvión no) de quejas remitidas a mi persona por mis lamentos de no tener portátil y la insistencia en que puedo escribir desde el móvil o la tablet o el ordenador de sobremesa, os diré que si tanto interés tenéis en que escriba, lo que tenéis que hacer es una colecta para recaudar fondos pro ordenador nuevo y no obligarme a estar incómoda y/o desquiciada. Que sois muy poco comprensivos con mis dramas cotidianos, coñe.
Pero vamos, es algo a lo que empiezo a estar acostumbrada. Cuando volví del viaje por tierras almerienses sufrí un caso agudo de ignoritis.
Os pongo en antecedentes: soy una guarra de mucho cuidado con el coche. Todo lo que limpio mi casa, ensucio mi coche. Todo lo que me esfuerzo en recoger y ordenar en mi hogar, lo desparramo en el coche. Y es que el bólido-Naar es mi espacio preferido del mundo. Ahí soy libre, voy donde quiero, insulto a la gente, hablo sola, canto a pleno pulmón y esparzo porquería sin sentimiento de culpa. Ahora bien, admito haber llegado a límites insalubres. Tengo pañuelos, colillas de cigarros, mecheros gastados, papeles de propaganda, botellas vacías, bolsas y demás basura. Tierra y mierda como para plantar patatas en el suelo de los asientos traseros. Pero me la pela. Así de duro, me la bufa por completo que el coche esté sucio. Sin embargo todo el mundo que monta se afana por recordarme que hace falta una manita de limpieza. Y ya me empiezo a sentir mal por ellos.
Así que cuando volví del viaje dije pues vale, pues lo limpio en Pueblodelsur, que para eso hay manguera en el patio y enchufe para el aspirador. Me compré unas alfombrillas nuevas y todo. Y encargué al Niño Chico que lo hiciera. Porque a mí gastar dinero en limpiar el coche me parece una pérdida de dinero. Y gastar tiempo en limpiar el coche me parece una pérdida de tiempo. Y el Niño es muy dispuesto, pero ya sabéis cómo son los hombres, que si se lo das todo mascado, lo hacen, pero no pidas que resuelvan solos los conflictos. Así que le dí los trapos, el aspirador y tal.

-          Nena, dónde enchufo el aspirador.
-          Hay un enchufe en el patio.
-          No lo veo.
-          Coño, nene, hay un enchufe ahí al lado.
-          No lo veo.

Fui hecha una furia. Y enchufe había…


-          Bueno, pues coge el alargador y enchúfalo dentro.
-          ¿Dónde está el alargador?
-          En el trastero.
-          No lo veo.
-          Coño, nene, busca un poco.
-          No lo veo.

Fui de nuevo aún más enfadada. Y no, no había alargador.

-          Bueno, pues lávalo por fuera al menos.
-          ¿Con qué?
-          Con la manguera.
-          ¿Dónde hay una manguera?
-          Ahí al lado del enchufe inutilizado.
-          No la veo.
-          Coño, nene, ahí hay una manguera de toda la vida de Dios.
-          No la veo.

Fui dispuesta a encontrar la manguera y estrangularle con ella. Pero no estaba. Así que me poseí por todos los diablos y llamé a mi madre.

-          ¡¡¡Mamá!!! ¡¡¡Esta casa es un puto infierno!!!
-          ¿Gñé?
-          Quería lavar el coche, pero no puedo. Y nos hemos quedado aquí a dormir para poder lavarlo, si no me habría ido a mi casa. Y ahora no puedo, ¡así que como me vuelvas a decir que mi coche está sucio te tiro de él en marcha!
-          Pero si hay un enchufe ahí mismo.
-          No, no lo hay.
-          Sí hombre, donde el fregadero…
-          Mamá, no está operativo. – Y le mandé la foto.
-          Pues coge el alargador y…
-          ¡¡No hay alargador!!
-          Compré uno de rollo, ¿no te acuerdas?
-          ¡¡Que no está!!
-          Sí, hombre, en el trastero hay…
-          ¡¡Que no, joder, que ya lo he revisado entero!!
-          Huy, jeje, pues igual se lo han llevado los obreros pensando que era suyo, jejeje…
-          Sí, una puta gracia, oye.
-          Bueno, pues lávalo por fuera…
-          ¡¡Si no hay manguera!!
-          Sí, hombre hay una ahí mismo donde…
-          ¡¡¡Que no hay manguera!!!
-          Ay, hija, yo qué sé, pues aprovecha y vete a dar un paseo por el monte, que mira que eres negativa.

Al final no quedó más remedio que dormir en el pueblo, más incómodos que la puñeta y yo de una mala hostia de espanto. El pobre Niño es un santo, os lo digo, un santo. Al día siguiente me volví a Madrid, deseando perder al puto Pueblodelsur de vista por una temporada. 
A los dos días me voy a trabajar con mi madre y aparece con un paquete de toallitas para limpiar el salpicadero.

-          Hija, es que tienes el coche llenito de mierda, que mira que tu casa la limpias, pero el coche está siempre lleno de porquería… mujer ya que estabas en Pueblodelsur podrías al menos haberle dado una manita con unos cubos y unas bayetas y…
-          Mamá, guarda despacio las toallitas y procura no decir una palabra más del asunto porque no respondo, ¿eh? ¡¡No respondo!!


Total, la cosecha de patatas de coche se espera para otoño y creo que el musgo que está creciendo debajo de los asientos tiene una civilización propia de seres nuevos que espero que se alimenten de las colillas y los tickets del mercamoñas descoloridos.

4 comentarios:

  1. Yo no me apunto a la colecta porque ya dije que entendía perfectamente tu incomodidad a la hora de escribir desde una tablet. Soy rápida, ¿eh?
    Pobrecica ella, con el coche guarro y sin posibilidades de lavarlo... Me voy curando en salud por si pides también colecta para el coche. Jajajaja. Besotes!!

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  2. Yo odio limpiar el coche yo misma porque me sale una vena obsesivo-compulsiva que me hace ponerme histérica cuando me quedan guarreados los cristales. Así que me compensa llevarlo a que me lo limpien, por salud mental.. jajajaaja!
    Besos!

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  3. Limpiar el coche es lo peor... Pero la satisfacción que da cuando por fin lo limpias es brutal! Lo digo porque hace poco que lo limpié después de muuucho tiempo sin hacerlo jajaja

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  4. interesante tu blog
    me quedo a leerte

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Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!