No sé si os acordaréis que el año
pasado más o menos por estas fechas, me fui a pintar la casa de
Pueblodelsur. Aquello fue una tortura china que casi me cuesta la
poca cordura que me queda. Pero como a cojones no me gana ni el
caballo de Esparteros, pues pinté y limpié y lijé techos y puse
emplaste y me cagué en todo lo cagable, pero lo hice. Y LO HICE DE
PUTA MADRE.
El caso es que mi casa no es un
palacio, pero es una casa de pueblo, lo que significa grande. Y yo
odio las casas grandes. Sé que suena a excusa de pobre, pero creo
que las casas grandes son para ser asquerosamente rico y tener gente
que la limpie y la mantenga y tú sólo tengas que molestarte en
saber qué jacuzzi es el que te pilla más cerca en ese momento y si
recibir al embajador de los bombones en el salón de invierno o en el
verano. Si no, son un coñazo. Y mi casa de Pueblodelsur no es
enorme, pero es grande. Y yo no soy rica. Mala combinación.
El caso es que hace poco vino mi madre
a mi casa. Y la temo cuando se apoya en el marco de la puerta de la
cocina mientras yo trajino en los fuegos. Me recuerda a cuando yo era
adolescente y teníamos esa postura, pero cambiando los papeles.
Porque además usa el mismo tono que yo y hace lo que hacía yo
cuando quería pedirle que me dejasen salir hasta las mil y monas. Y
no, mamá, no cuela. Toda esa mierda ya la inventé yo y te recuerdo
que contigo no colaba.
- El caso es que tendremos que pedir presupuesto, claro. Y allí ya sabes cómo se pasan. La ley de la oferta y la demanda, como no hay otro que lo haga, pues claro. - me decía con tono lastimero.
- Ya. - sigo picando cebolla.
- Y nos querrán cobrar un pastón.
- Ajá.
- Un dineral, claro. Y no estamos como para tirarlo.
La miro de reojo. No cuela. Remuevo la
olla y lavo un pimiento verde. Mi madre se cruza de brazos, suspira,
melodramática ella.
- Y es una pena, porque algo tan fácil... si tu padre no fuera así lo hacíamos nosotros, pero claro, ya sabes que tu padre no sabe ni cambiar una bombilla. Pero pagar tanto dinero por algo así... pues qué pena. Porque igual ese dinero podría ser para algo mejor.
- Pues qué pena. - escucha activa que se llama. O repetir como un loro lo que te digan, vaya.
- Porque es algo que yo creo que se podría hacer fácil, en serio. Eso, os vais el Niño Chico y tú un fin de semana allí y os lo ventiláis. Y os sacaríais unas pelillas.
- Vaya por Dios, ya salió.
- Si es fácil...
- Mamá, quieres pintar la fachada. De una casa de dos plantas. ¿Cómo cojones se supone que tenemos que llegar hasta el alero del tejado?
- Con una escalera alta.
- Sí, y otra cosita, no te jode...
- ¿Para pintar? - me mira ojiplática.
- Para bailar la bamba.
- Jo hija, ¡mira que dices tonterías!
- ¡¡Pero si has empezado tú!!
- Mira, haz una cosa, vais, miráis a ver si se puede pintar la fachada y si ves que no, pues nada.
- Vale.
- Y ya que estáis allí, pues pintáis la habitación grande, la pequeña de la izquierda y el techo del baño de arriba. Y montáis los muebles del vestidor. Y se barnizan las vigas del techo. No hagáis el viaje en balde, al menos ya dejáis eso arreglado y oye, echáis el fin de semana allí tan a gusto.
Sí, tan a gusto. Manda huevos. En fin,
volveré. Supongo. Mientras tanto, crónica en twitter.
Genial... acabo de recordar que tenemos que pintar la fachada de la casa del pueblo antes de la boda y Miki está convaleciente... Ou yeah...
ResponderEliminarBeijos
Pues espero que te resulte más fácil que a mí, que de momento sigo pensando cómo hacerlo...
EliminarJajajajajajaja qué pringadilla eres (sin ofender, que lo digo desde el cariño).
ResponderEliminarCómo picas en tus propios métodos de persuasión jajajajaja.
Venga, ánimo que seguro que os queda genial
Besos
No, no, dilo con todas las letras: PRINGADA. Soy una total y absoluta pringada. A ver si me hago rica y busco a otros pringados que hagan estas cosas por mí.
EliminarAy, mi niña... Si es que te dejas convencer muy rápido... Un besote y arriba y arriba y arriba iré.
ResponderEliminarSoy una pringada, lo dicho. :D
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