El otro día mi amigo el poli me dijo
que se había hecho casa de acogida para una perrita y que creía que
al final la iba a adoptar. La pobre lo ha pasado muy mal, ha vivido
siempre en una perrera y ahora que tiene una casa y unos amos que la
quieren, pues se porta de maravilla. Al principio tenía mucho miedo,
pero por lo que dice mi amigo, ya va levantando el rabito, oliéndolo
todo y saliendo a recibirle a la puerta cuando llega a casa. Me mandó
una foto y es preciosa. Y qué queréis que os diga a mí es que
estas historias me ponen el corazón blandito.
El caso es que al ver a esa perrilla
negra y blanca, me acordé de mi perro. Él era blanco y tenía una
especie de lunares negros, pero así como deslavazados. Imaginaos un
dálmata que hubiera desteñido. Bien, pues Amigo era así.
Me gustaría decir que era un perro muy
bueno. Y a es verdad que tenía un buen carácter, era simpático y
sociable. Pero lo destrozaba todo. Se comía las zapatillas, los
estropajos y las medias. Y luego los vomitaba. Se revolcó en el
traje de novio de mi padre y lo llenó de pelos y de babas. Unas
navidades arrancó del gancho de la pared el jamón que le regalan a
mi padre en el trabajo y se comió la mitad. Nos quedamos sin jamón.
Otra vez me mangó una cuña enorme de queso que me había comprado
mi abuela. Y también se lo comió. Me quitaba mis peluches y hacía
cosas sucias con ellos. Mordisqueaba mis nenucos. Me destrozó un
bañador rosa que me habían regalado antes de estrenarlo. Rompió
innumerables cosas. Se comía todo lo que encontraba. Y vomitaba la
mitad de ellas.
Además era un guarro. Le encantaba
abrir las bolsas de basura de la calle y revolcarse en ellas. Y en el
barro. Y en la hierba húmeda, hasta que terminaba siendo verde.
Incluso una vez, en el colmo de la porquería, se revolcó en los
restos de una oveja muerta que había en un descampado. Era un
puerco. Y claro, cuando llegábamos a casa le teníamos que bañar,
cosa que no le gustaba mucho. En el pueblo del sur podíamos lavarle
en el patio, pero en Madrid teníamos que apañarnos en la azotea de
casa de mis padres. Él corría creyendo que era un juego y mi padre
le perseguía con cubos de agua y la esponja. A veces se había
puesto tan, pero tan sucio, que había que lavarle con lavavajillas.
Y lo ponía todo perdido. Se sacudía y nos empapaba. Y aunque le
secáramos con toallas, al final toda la casa olía a perro mojado.
Hoy en día hay más opciones que ayudarán a los que tengan perros
gorrinos como era el mío, como este autolavado para perros de Zaragoza. Al menos se ahorrarán el jaleo del agua por la casa,
el olor a chucho mojado y salpicarse entero cuando se sacuden.
En enero va a hacer veinte años que
Amigo se fue al cielo de los perros. Seguro que allí sigue
comiéndose todo lo que encuentre y revolcándose por todas partes.
Seguirá corriendo detrás de los conejos aunque jamás pilló
ninguno. Y seguirá pensando que yo soy su cachorrita y que tiene que
protegerme, porque era un desastre de perro y me destrozaba montones
de cosas, pero me quería mucho. Y cuando nos quedábamos solos en
casa siendo yo pequeña, me empujaba hasta su manta y se enroscaba a
mi lado. Cuando íbamos al pueblo de mi padre se escapaba de la
cuadra donde le encerraban y se venía a dormir a mi habitación
porque sabía que yo tenía miedo de aquella casa. Y cuando lloraba
me ponía su hocico húmedo en la cara. Así que sí, era un buen
perro. Era guarro, rompía cosas, comía y vomitaba lo que no debía
y me incordiaba a menudo, pero era un buen perro. Y parece mentira
que hayan pasado casi 20 años desde que se fue porque curiosamente,
aún le tengo presente. Hay huellas con cuatro dedos y una
almohadilla que se quedan grabadas bien hondas en el corazón.
ACTUALIZACIÓN BREVE: adivinad quién
finalmente se ha quedado con la perrita que iba a ser de acogida...
si es que ya lo sabía yo.
Si es que son la alegría de la vida. Y a pesar de que a veces nos saquen de quicio es imposible no ver el lugar tan importante que ocupan en nuestras vidas y el vacío que dejan cuando se van. Un besote!!!
ResponderEliminar¡Nada de perros! Me canse de cocinarles, recoger sus cochinadas, tapar huecos y botar sus destrozos y lo mande al cielo de los perros y alli debe estar feliz con san Roque.
ResponderEliminarAy, que me has hecho llorar...Amigo estará corriendo con Tomi en el cielo de los perros. Eran tal para cual, seguro que se han hecho amigos.
ResponderEliminarAy, que me he acordado de mi Dublín, un perro canijo color arena que fue el perro de mi infancia. Pena que no me dí cuenta de cuánto lo quería hasta el día que murió, pero bueno, me quedan las carreras que se pegaba para saltar a mi alrededor cuando me veía a lo lejos y nuestras peleas por un trapo viejo (él tiraba de un lado y yo del otro, ya ves tú).
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