lunes, 29 de febrero de 2016

El autobús

Éste fantástico post de Anusca me ha hecho pensar. Si aún no la conocéis, no sé qué hacéis aquí todavía. Y si ya la leéis, pues qué os puedo decir de ella. AnaCris es amor total, ella fue quien me regaló por el amigo invisible que montó Eva en Navidad y os digo una cosa, los regalos me gustaron, pero lo mejor de todo fue conocerla y empezar a seguirla.
Bueno, que me desvío. El caso es que su post me ha inspirado para contaros cosas.

Mil veces he dicho que yo de pequeña era más rara que un perro verde. Y encima rancia. No me gustaban los besos, ni que me tocaran, ni que me hicieran preguntas, ni que me hablaran, ni que me tocaran los cojones en general. O sea, como ahora, pero sin protocolo social. Y es que a ver, yo soy cariñosa con mi gente, pero no modo lapa. Y con los desconocidos, nada. Y usted, señora con bigote amiga de mi abuela, es una desconocida. No me pida besos, no me toque la cara, no me diga cosas, no me toque las pelotas, haga el favor y vaya a dar el coñazo a sus propios nietos. Así, por ejemplo.
Y una de las cosas que más me enfadaba era que me dijeran “Bueno, bonita ¿y tienes novio? Siendo tan guapa tendrás muchos”. Que yo pensaba “a ver, señora, que tengo cinco años, ¿cómo que novio? Igual en diez años, pero ahora me dedico a colorear. Sea usted seria y haga preguntas con sentido”. No lo decía, porque algún manotazo en la boca me llevé y opté por la técnica de no decir ni mu y esperar a que los adultos me excusaran diciendo que era tímida. Mis cojones son tímidos, lo que pasa es que no hablo con idiotas. Qué mal llevé la infancia, de verdad os lo digo.
Luego crecí un poco y la verdad es que no recuerdo si me gustaban los niños o no hasta los 14 años o así. A ver, que sí, que bien, que ese es guapo, el otro también y aquél es gracioso. Pero que no se me acercaran mucho. Y que nadie me preguntase por el tema porque me cabreaba cosa mala. Curiosamente, siempre tuve más amigos chicos que chicas, era bruta, jugaba con ellos y me lo pasaba bomba con sus bromas y sus cosas. Es decir, que no era miedo ni vergüenza, ni nada de eso. Era que no iba conmigo lo de emparejarse, lo veía extraño, ajeno, de mayores, de otra gente. De hecho, una vez pegué a un chico por decir que era mi novio sin mi conocimiento al respecto porque me pareció machista que lo decidiera por su cuenta. En otra ocasión os lo cuento.
A los 14 me enamoré platónicamente de un tipo del pueblo sobre el que no me gusta hablar porque la historia terminó con malos tratos a los 19 y no viene al caso.
Casi con 15 me enrollé por primera vez con un chico moreno de ojos negros preciosos y una sonrisa socarrona que a día de hoy aún me trae buenos recuerdos. El tema es que era del pueblo y nunca tuvimos nada serio, aunque andamos tonteando durante años.
La parte un poco más romántica de la historia es que en esa etapa adolescente mía se llevaban los juegos y los test de revista para saber cómo conocerías a tu futuro marido y blablá. Recuerdo que durante una temporada me salió insistentemente que conocería a mi amor en el autobús. Salió tanto que ya parecía cachondeo. Como yo no creía en esas cosas y no he tenido nunca la más mínima intención de casarme, no hice caso y me olvidé del tema.
A los 16 empecé con mi primer novio y a partir de ahí tuve mis líos, mis amoríos, mis decepciones, mis historias. Y a los 21, volviendo un día de la facultad donde tenía un par de asignaturas de libre configuración, me encontré con el Ross en el autobús. Y BUM. Yo le conocía del instituto, habíamos sido amigos y mi idea de él es que era un tipo raro, con unas pintas extrañas y una mente enigmática que quería ser físico. Pero de repente era otro. Llevaba otras gafas, se había quitado su estúpido chaleco beige de pescador y se había cortado el pelo. Y me atravesó de lado a lado como un huracán. Le vi sonreírme y como en las películas, el mundo empezó a estar borroso a mi alrededor. Sólo le veía a él. Ese chico era para mí. De repente, en una décima de segundo, supe que era MI Ross. Nos pusimos a hablar, me olvidé por completo del chico que me acompañaba y todo mi mundo se llenó de Ross al instante. Empezamos a quedar, venía a buscarme, conocí a sus amigos, me llevó a una fiesta de rugby. Y un mes después conseguí que me besara por fin. Me enamoré hasta las trancas. Y me acordé de la profecía del autobús.
Luego pasaron cosas, quizás éramos demasiado jóvenes y rompimos dos años después. Yo pasé mi etapa golfa, tuve otras relaciones incluida la del desequilibrado con el que llegué a convivir poco más de un año y la del Niño Chico al que quise tanto, que llegué a pensar que funcionaría y me quedaría con él para siempre. Pero nunca, jamás, sentí ni por un segundo lo que había sentido en el bus al ver al Ross. Siempre le tuve ahí dentro, en contra de mi voluntad y aunque me jodiera en muchos momentos. El Ross era una constante en mi vida. Y salvo pequeñas temporadas, siempre seguimos teniendo contacto, seguimos siendo amigos, seguimos teniendo un vínculo especial. Y a temporadas, tuvimos acercamientos amorosos que no llegaron a nada por unas razones u otras. Muchas veces dije que tenía que parar, que tenía que acabarse, que ya era suficiente. Pero es que algo dentro de mí me decía que al final, saldría bien, que al final volveríamos a estar juntos, que al final, sería. Porque sí, porque tenía que ser, porque le había encontrado en el autobús. Lo sabía, no sé por qué, pero lo sabía. Y quizás por pura cabezonería, al final parece que tenía razón. Ahí está, roncando mientras escribo esto.
Anusca decía en su post que al final sólo había estado con su marido. Yo admiro a esa gente con amores de toda la vida, de verdad. Pero yo no soy así. Sabía que no iba a terminar con mi primer novio. Y no me arrepiento de los años separada del Ross (a pesar de que a veces ha sido horrible) porque he aprendido, he conocido otras cosas, he vivido, he disfrutado, he llorado y me he convertido en la persona que soy, totalmente segura de lo que quiero. Si no, me hubiera quedado siempre con dudas y con preguntas. Cada uno somos un mundo.


En cualquier caso, bendito autobús que me llevó a ti.

15 comentarios:

  1. A ver si al final la Superpop iba a tener su base científica y todo. Jajajaja.

    Con autobús o sin él, me alegro de que hayas dado con tu Ross.

    Besotes!!!

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    1. Pero que salía hasta en el juego ese que se hacía doblando un papelito y luego levantabas las esquinas para ver qué respuestas te tocaban. Muy científico todo. :)

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  2. qué bonita historia! mi madre siempre dice que el amor se puede encontrar (o reencontrar, como es tu caso) en cualquier lugar: en el autobús, en la cola del cine, en una sala de espera...
    yo soy tímido, aunque a veces es difícil diferenciar cuándo es timidez y cuándo es simplemente que no te gusta un pelo la gente que tienes alrededor.
    anacris es un encanto, estoy totalmente de acuerdo.
    besos!!

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    1. Love is in the air, no?? Así que puede estar en todas partes.
      Yo no soy tímida y no lo he sido nunca, lo que pasa es que me incomoda que se invada mi espacio personal y con los niños se hace mucho. :)

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  3. Hola. recuerdo en mi adolescencia haciendo los test de las revistas que leíamos... qué risa... por lo menos en tu caso acert´ço que conocerías al amor de tu vida en el bus... Muy bueno. Nunca sabemos dónde encontraremos a nuestro pareja pero en tu caso ya te lo decían las revistas... seguimos en contacto

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  4. Y qué te digo yo ahora??? Lo primero Mil Gracias por esa mención y por tus palabras, y tú sí que eres un amor, digas lo que digas. A mí me encanta tu blog y lo que voy descubriendo de ti.
    Me ha encantado vuestra historia de amor, y el hecho de que no haya sido el único, no significa nada, cada uno vive lo que le toca vivir, pero no es menos romántica y bonita una historia que empieza más tarde, o que tenga interrupciones o rupturas de por medio, ni mucho menos. Me ha parecido super fuerte que al fina, te lo encontraras en el autobús y que esos test de la Super Pop (mi biblia de joven jajaja) resulta que acertaran, que sería casualidad, pero acertaron.
    Y oye, el hecho de ser de pequeña como eras, no significa que fueras peor que un niño más zalamero, de hecho a cada niño hay que dejarle ser como sea. Estos padres que obligan a sus hijos a ir regalando sonrisas y besos a to Dios porque sí, me ponen enferma.
    Lo dicho, que tenéis una historia preciosa el Ross y tú.
    Millones de besos

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    1. Creo que cada historia tiene su lado bueno y su lado un poco menos bueno, es decir cada cosa tiene sus ventajas. Yo estoy muy contenta de mi historia, de mi vida y también de la historia con el Ross, no la cambiaría. Y las historias como la tuya también son bonitas en su forma, cada uno vivimos lo que nos toca o lo que elegimos, no lo sé :)
      Y de pequeña era rancia, pero es que me daba rabia lo poco que te respetan los adultos cuando eres pequeño, te tocan, te pellizcan, te besuquean... arggg!! Qué mal. Mis padres se empeñaban en que fuera educada, pero no me forzaban demasiado.
      Un beso! :)

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  5. Qué post más bonito, ¡me ha encantado!

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  6. Yo enamore con una muchacha seis años y la queria mucho, pero tambien sabia que jamas me casaria con ella.

    Besos

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    1. Yo es que no quiero casarme en general, pero si lo hiciera, sería con el Ross, sin duda. :)

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  7. Súper chulo naar. Recuerda q hay gente q se pasa buscando la mitad de lo q tenéis tu y Ross un besazo a los dos

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  8. y la gente a la que se le pasa el tren no ha visto aún que hay otros medios de transporte!

    qué linda historia ^^

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