sábado, 15 de enero de 2011

mi niña la enfermera, Pa.

Lo he pensado seriamente y aunque hay menos, no por ello significa que sean menos importantes. Inauguro otra vez etiqueta para las mujeres de mi vida. Sólo una de ellas fue una especie de amorío y pensaba incluirla en los hombres de mi vida, pero no está bien. Es una mujer, preciosa, inteligente y muy femenina. Por ella y por todas las demás que forman parte de mí, etiqueta nueva: mis mujeres, las mujeres d mi vida.

La primera va ser mi niña la enfermera. Pa es, con permiso y después mi madre, la mujer más importante que hay ahora en mi vida. Pero las cosas no siempre fueron así. Empezaré por el principio. Muy al principio.

En los años en los que se inventó la tos, siglo arriba, siglo abajo, mi madre era profesora en el colegio de mi barrio. Y había una niña con la que se encariñó mucho. Venía de una familia muy conflictiva y problemática. Mi madre la acogió bajo su ala (mi madre es muy gallina, todo ser desprotegido puede refugiarse en ella) y empezó a formar parte de la familia. Cuando yo nací, algunos años más tarde, se convirtió en mi tía Techu. Ella me cuidaba y se quedaba conmigo, me sacaba a pasear y estaba más pendiente de mí que algunos familiares de sangre. Yo crecí con ella y nos contábamos todo. Recuerdo un día, siendo yo pequeña que me dijo que teníamos que hablar. El tema parecía serio. La tía Techu tendría unos 17 ó 19 años por aquel entonces y yo tres o cuatro, no sé. Me explicó que se iba a vivir con otra mujer. Que la quería mucho y tal y cual. A mí me pareció lo más normal del mundo. Más tarde entendí que se querían de verdad, como mi papá y mi mamá, como mis yayos. Pero me daba igual el modo. Mi tía era feliz y punto. Pues qué bien.
La mujer con la que se fue a vivir y a la que tanto quería, tenía una niña. Se había quedado embarazada muy jovencita y había tenido a una mocosa, Pa. La traían a casa cuando venían a comer o a cenar. Y a mí esa niña me caía fatal. Era una niña estúpida, que se comía mis petisuís y se llevaba todo el amor de mi tía. Así que decidí odiarla. Hala, que te den, niña.
Poco a poco crecimos y ella dejó de venir a casa. Pues mira qué cosa. Ya no tenía que aguantarla. Además la asquerosa había crecido demasiado, me sacaba la cabeza y tenía unas tetas enormes, que ya quisiera yo con tres años más que ella. Así que perderla de vista fue un alivio. Casi, me olvidé de su existencia.
Años más tarde, mi tía Techu, su mujer y Pa  se vinieron a vivir a mi barrio. Pa estaba en una edad complicada y quisieron alejarla de un entorno poco recomendable. Yo a veces iba a cenar a su casa, mis tías hacían una tortilla de patata estupenda y siempre tenían choped y salami del que me gusta. Así podía vengarme de los petisuís que engulló la mocosa años atrás.
Lo malo empezó un día que mi tía Techu me dijo que tenía que hablar conmigo. Me pidió que hablara con Pa. Que saliéramos por ahí alguna vez. Que la sacara un poco de casa y que intentara echarla una mano. Yo entonces trabajaba con adolescentes marginales y pensé que aquella chica rubia y pecosa no me daría excesivos problemas, así que acepté, como quien coge un trabajo. Pensé qué suelen hacer las mujeres y la invité a ir de compras. Yo necesitaba unas camisetas y así no iría sola. Aceptó de mala gana, pero aceptó.
Y no sé qué pasó de pronto, que de una tarde absurda de compras, sin saber de qué hablar e intentando hacer como que no nos caíamos mal, nos convertimos en inseparables. Nos dimos cuenta de que no éramos lo que la una pensaba de la otra. Que ambas éramos interesantes e inteligentes. Que las dos nos sentíamos un poco solas. Y fuimos llenando ese hueco que la otra tenía en su corazón.
Pa estudiaba entonces un módulo de auxiliar de enfermería. Y es la mejor enfermera del mundo. Se convirtió, poco a poco en una profesional increíble, a la que sus pacientes valoran y yo necesito. Nadie sabe quitarme las contracturas como ella. Me ha salvado más de una vez de la ansiedad. Me ha curado cuerpo y alma muchas veces. Gracias a ella tengo el hombro derecho medio bien, ya que se me salió del sitio y no tenía dinero para el fisio. Ella me lo colocaba día tras día y me ponía las vendas cada noche. Me ha desinfectado heridas. Me ha dado los mejores masajes de pies. Y sobre todo me ha abrazado. Me ha abrazado cuando más lo necesitaba, cuando más lo quería, cuando era lo único que podía sostenerme con vida. Me ha abrazado en la alegría y en el llanto. Me ha dado ánimos, me ha escuchado, me ha apoyado. Ha creído en mí.
Tiempo después de venir a vivir a mi barrio y de hacernos amigas, su madre y mi tía Techu se separaron. Yo me comí aquella mudanza con dolor y un nudo en el estómago. Pero la distancia que nos separa no es suficiente. Media hora en metro. Qué es eso. Tonterías, nuestra amistad es a prueba de bombas, de kilómetros, de hombres y de problemas.
No sé cuántas noches hemos pasado en vela. Hablando, llorando, riendo. Viendo pelis, escuchando música. O nada. Sólo compartiendo desvelos. Y durmiendo juntas. Despertando ojerosas y con la garganta en carne viva de fumar y hablar hasta las tantas. Comiendo juntas, echando la siesta, duchándonos y viendo la tele. Juntas, siempre juntas.
Nos han pasado mil cosas imposibles de resumir aquí. Aquél viaje a Calpe, cuando nos perdimos en un pueblo que se llamaba Minglanilla y terminamos viajando por la carretera comarcal durante horas. Aquellas llamadas eternas la época que se fue a vivir a Valencia. Las veces que nos llamamos y sólo decimos “ven” entre sollozos. No hace falta más para salir corriendo. El día que el loco se fue, no tardó nada en llegar y abrazarme fuerte. Se sentó conmigo, hizo cena. Hablamos, me dio su apoyo, me hizo sentir mejor. Y cambió sus turnos de trabajo para quedarse a dormir y no dejarme sola.
Tenerte en mi vida es un regalo, preciosa. Sólo quiero que seas feliz y haré lo que sea por ti, lo sabes. Si me necesitas, me salen alas y vuelo. Te quiero tanto, que me quedo sin palabras. A veces, tú lo sabes, cuánto más sentimos, menos sabemos expresarlo. Pero mi vida no sería la misma sin ti. Doy gracias por aquel día que tu camino y el mío se cruzaron, porque así no caminamos solas. Nos tenemos la una a la otra. Y qué bien caminar así, juntitas, como hacemos tantas cosas.
Has sido y eres la mejor amiga que se puede tener. Por que eres una mujer maravillosa. Y te quiero, porque eres Pa. Mi Pa.

4 comentarios:

  1. Parece que últimamente andas de homenajes... tiene que morirse de gusto al leer lo que le escribes. Eso es una amiga!!!
    (Tengo un regalito para alguien en mi blog...)
    Un besote.

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  2. Pa se sentirá orgullosa de ti tanto como tú de ella. Es especial contar con el apoyo de alguien así. Mantenla siempre cerca de tu lado.

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  3. Qué maravilla, N... qué maravilloso. Es difícil conectar así con alguien y conservar esa conexión con los años...
    Mil besos. Besos también a Pa, por cuidarte.

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  4. Ay... qué cosas en el corazón, ahora, después de leerte...

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Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!