domingo, 23 de enero de 2011

noche loca de sábado

A veces la vida es surrealista. Pero es divertido. Es la gracia que tiene la cosa.

El viernes por la mañana discutí con el Ross (aquí le he llamado amordemivida, pero  voy  recuperando cosas del antiguo blog que me gustaban). Y no me apetece explicar por qué, pero colmó mi paciencia. Llevo mucho tiempo esperando que dé un paso que no va a dar. Porque en el fondo, no va a cambiar, las personas no cambiamos. Y él es así, de no hacer nada, de dejar que todo pase a su alrededor y ver los toros desde la barrera. Y ya me he cansado. De momento, al menos, porque le quiero demasiado para sentenciarle. Pero por ahora basta. Basta de esperarle, basta de no estar con otros chicos, basta de soñar que me despertaré a su lado. Basta.
Total, que como explicaba en el post anterior, el viernes me disgusté con el Ross, fui a ver a I y G para no volverme loca y me asusté de la oscuridad. Y me acosté tarde, deprimida y cabizbaja. Y me levanté igual. Me puse a limpiar compulsivamente la casa. Para estar haciendo algo, más que nada. Hasta que me llegó un mensaje al móvil. Lo ignoré un rato, pensando que sería publicidad de “cambie su móvil por uno mejor y más chulipandi.” Pero cuando lo abrí resultó ser de Anita, mi ex compi de trabajo y buena amiga en la actualidad. Le dije que estaba depre pero que me apetecía verla. Y me dijo que sí, pero con la condición de salir de casa. Que siempre nos terminamos amuermando en el sofá. Acepté, porque tiene razón, que en invierno no hay quien me saque del pijama de pelotillas y mi nido de cojines.
Pasé más frío que una tonta, pero me lo pasé genial  y me sucedió algo que me ha quitado las penas para toda la semana, como mínimo.
El caso es que al final me arreglé, me pinté y me puse mona. Y nos fuimos al centro a tomar algo. Estábamos en un bar, ella cervecita y tosta, yo poleo porque voy así de fuerte cuando salgo de fiesta, cuando me suena un mensaje en el móvil:
“Hola que soy el hermano de G que me he enterado de que lo has dejado con desequilibradomental y aunque nos conocemos de poco, me gustaría verte un día y tal y cual.”
Yo levanto la vista, roja como un tomate y con risa floja de esa que me da a veces y le digo:
-         nena, busca la cámara oculta porque esto es coña.

Ella se ríe le cuento y me pregunta:

-         ¿pero está bueno?
-         Pues el caso es que sí. Yo le conocí este verano en el cumpleaños de G y el chaval está potente.
-         Pues llámale, si hay plan yo me cojo un taxi a casa y ya dormiré contigo otro día.
-         Hala, mujeeeeeeeeeeer.
-         Tú llama.

Y llamé a G, pero no me lo cogió. Así que le llamé a él.

-         ¿hermano de G?
-         Sí, soy yo.
-         Hola, soy Naar… ¿estás con tu hermano?
-         Sí… está aquí… pero…
-         Nada, pónmelo ya.
-         Pero…
-         ¡¡YA!! Luego hablaré contigo.
….
-         ¿G?
-         Si, dime guapa.
-         De guapa nada. Tú vas a morir.
-         ¿yo? ¿por?
-         Porque te voy a matar yo, así de sencillo.
-         Ah, por lo de mi hermano… yo no quería, ha sido él que…
-         Que nada. Voy a matarte.
-         Pues estamos en Tribunal, por si quieres venir a terminar con mi sufrimiento ahora.
-         Vale, pásame con tu hermano, anda.

Hablé un poco con el chico y le dije que estaba por ahí con mi amiga y que dónde estaban y en qué plan. Y al final decidimos ir. Dimos un pirulo increíble por medio Madrid y llegamos al garito. Muá-muá, holaquetal, puesaquíestamos.
Y de pronto volvía a tener 18 años y a estar tonteando con tío en un pub. Huy, qué bien hueles y te acercas peligrosamente a mi cuello. Ven que te coloco la bufanda y le pongo las tetas delante. Ay, qué delgadita eres, qué cintura más fina que te agarro a dos manos. Y eso. Cosquillitas en la tripa. Ganas de comerle la boca.
En esto que llega la hora de irse. Anita insiste en coger un taxi. Y hermanodeG no parece tener intención de irse a su casa. Y me tiene agarrada por la cintura. Le propongo que se venga para mi barrio y acepta. Pues hala, secuestrado, chaval, tú lo has querido.
Así que me lo traigo a casa. Y me besa. Y lo hace bien. Muy bien. Me cuenta cosas, es un chico interesante, pero yo lo que quiero es quitarle la camiseta. Me mira con unos ojos verde oscuro de lo más interesantes. Y sonríe y tiene los dientes un poquito montados. Y yo recuerdo que estoy sin depilar, que llevo unas bragas color carne cero morbosas y que hace varios meses que no pillo cacho. Me pregunto si habré perdido técnica, si lo haré todo mal. O si mis pelos le asustarán. O si… ¿me está quitando la ropa? Andá, pues sí, pues estoy a medio despelotar. Debería decirle que estoy sin depilar. Debería decirle que llevo mucho tiempo sin que nadie me toque así. Debería decirle que estoy desentrenada. Debería decirle que no, que lo dejamos para otro día. Debería decirle que…
-         ¿te subes a la cama conmigo?

Mierda. No era eso. Son mis hormonas las que han hablado, no yo. Pero madre mía, qué bueno está este hombre sin camiseta. Y se mete en la cama y desaparece la ropa que quedaba. Y me abraza y me besa y me hace estremecer. Una, dos, tres veces. Pierdo la cuenta, me falta el aire. Nos dormimos, desnudos, agotados. Nos despertamos y me besa. Tío bueno para desayunar, estupendo.

Se ha ido a la hora de comer, pero a mí me duele tanto todo que aún le siento cerca. Las piernas flojas, la espalda machacada y unas agujetas de culo me acompañarán unos días para recordarme la noche loca. Pero me da igual. Desde hace muchos años que tuve una noche así con el dueño de mis sábanas (la verdad es que mejor que esta, porque fue con él, con el dueño de mis sábanas), no había tenido otra. Y necesitaba sentirme mujer, sentirme deseada, sentir que alguien pierde la cabeza por mí aunque sea un rato.

No sé si volveré a quedar con él. Y me da lo mismo. El chaval es majo, es un seductor nato, muy meloso, con las palabras muy medidas, muy acostumbrado a que las niñas pierdan las bragas por él. Pero yo no estoy en ese punto. A mí me ha arreglado la semana (y la que viene también), pero tampoco me apetece complicarme la vida. Está todo bien como está.  

En fin, estoy muy cansada, pero muy contenta. Vuelvo a ser tan yo, que hasta he soltado a la fierecilla de mi interior. A la que aprendió de Sabina que los hombres se cansan de las chicas guapas que dicen “ten cuidado al desnudarme no vayas a estropear mi peinado”. Que los hombres buscan mujeres reales y no perfectas. Que en la cama se suda, te despeinas, gimes y te ríes. Que como también dice Sabina, que es un sabio en estos temas “la buena reputación es conveniente dejarla caer a los pies de la cama. Hoy tienes una ocasión de demostrar que eres una mujer además de una dama…”

5 comentarios:

  1. Me ha encantado!, gracias por compartirlo con nosotros, y has dado una gran lección a aquellas que se hubieran cortado por culpa del color poco sensual de las bragas o por unos pelos fuera de lugar. Olé! Me has alegrado la semana ;o)
    Besos.

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  2. Hola!

    Me estreno en los comentarios :), me parece GENIAL que te des un poco de vidilla. Como dice el famoso grupo de feisbuk: "mientras busco mi media naranja me voy comiendo mandarinas" ;)

    PD: Francesca, lo peor son las que se cortan pensando "que va a pensar de mi? que soy una fulana fácil que cae el primer día..."

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  3. ole ole y oleeee !!!!!!!

    así se hace.
    a disfrutar, a no pensar tanto en el mañana y un poco más en el momento, en el Ya!!! y en tí.

    besotes

    alma

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  4. ¡Genial! Gran lección para las que creíamos que sólo las casadas f... con pelos en las piernas.

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  5. Anda, vaya alegría para el cuerpo...

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Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!