viernes, 8 de abril de 2011

A

Últimamente paso tanto tiempo con él, que se merece un post, aunque quizás nunca lo lea. Aunque quizás nunca sepa las cosas que voy a decir hoy de él.
Le conocí hace muchos años, en una facultad que no era la mía, en un mundo que sólo me pertenecía en modo consorte. Como tenía casi cuatro años menos que yo y era más bien de pocas palabras, se refugió en mi verborrea y mi descaro. Así se forjó una amistad que trajo rumores crueles, pero falsos siempre. A y yo éramos amigos en el sentido más inocente de la palabra. Y lo fuimos durante años. Compartimos mil noches hablando de nuestras historias en el Messenger. Alguna vez quedamos, alguna lloramos, alguna reímos. Pasó el tiempo, él empezó a salir con su ex la posesiva, yo con el desequilibrado. Pero alguna noche les robábamos para hablar a través de Internet y contarnos nuestras vidas, como si no pasara el tiempo y aún fuéramos esos críos universitarios y despreocupados que se  tostaban al sol en vez de ir a clase.
El día de reyes de este año nos reencontramos en persona tras varios años. Yo, escuálida y dolorida. Él, con el pelo muy largo y heridas aún sin cicatrizar. El desequilibrado se había ido en noviembre. Su posesiva se largó a finales de verano. Así que sólo quedábamos él y yo.
Durante estos meses hemos hablado casi todos los días y hemos quedado de vez en cuando. Pero sobre todo, nos hemos hecho hueco uno en la vida del otro. El espacio entre nosotros se ha ido reduciendo hasta que quedó en muy poquito la madrugada que compartimos cama. Y en menos aún cuando la noche de mi cumpleaños se hizo hueco en mi sofá y me abrazaba, con su respirar calmado mientras veíamos la tele. Y en un poco menos cuando noté su olor en la almohada y sonreí, después de que me dijera que si le daba problemas, bienvenidos serían.
El vacío que queda entre nosotros ya es mínimo. Sólo el que necesita mi miedo para seguir acosándome y decirme que alguien saldrá herido de todo esto. Porque el amor hiere siempre a alguien. Por exceso  o por defecto, pero esa forma de mirarme tan dulzona, esos montones de besos que me da en sitios no erógenos (el tipo de besos que sólo trasmiten cariño), esa manera de acariciarme el pelo, ese calor que desprende mientras me abraza y respira tan despacio… todo eso me hace temblar. Me hace tener vértigo y empezar con mis momentos paranoicos pensando si estoy preparada o no, si de verdad me apetece querer a alguien, si quiero una relación, si quiero sentir cosas, si quiero todo esto. Pero él no parece asustado, parece que todo le da igual mientras entrelaza sus dedos con los míos y me dice que no cree que yo le vaya a hacer daño a propósito. Y se queda tan ancho, como si su cabeza no girara al mismo ritmo que la mía y fuera inmune al miedo, al vértigo y a las dudas. No tiene pinta de querer salir corriendo. Ni de nada. Sólo de vivir el momento, repitiéndome que está muy a gusto cuando está a mi lado. Y debe ser verdad, porque pasan las horas increíblemente rápido a su lado, siempre es demasiado tarde cuando miro el reloj. Ha pasado el tiempo volando entre sus ojos marrones, sus palabras pausadas y los aritos de humo que hace constantemente.
Aún no le necesito, no me he acostumbrado a compartir con él, no he creado un vínculo de esos que te unen irremediablemente, pero me asomo a veces al borde del abismo. Y es que esta sensación de seguridad y de calma que me trasmite me hacen sentir demasiado bien. Me recuerda a las pocas temporadas de mi vida que he sido feliz, en que la paz y la confianza han cercado al miedo y la culpabilidad.
A, tiene todo aquello de lo que yo carezco y parecen encantarle todas mis rarezas. Él no cree que estoy loca, si no que soy inteligente, que tengo sentido del humor y que soy una mujer especial. Y especial en el buen sentido, no en el de que sea anormal perdida. Todo esto me asombra, dado lo que llevo escuchando los últimos años.  Me trata genial, le gusta quien soy. Quien soy yo de verdad, no lo que él querría que fuera. Y me hace sentir muy bien. Me recuerda a eso que sentí hace demasiado tiempo, cuando los abrazos me hacían creer que aunque el mundo se cayera a pedazos a mí no me pasaría nada.
A modo anecdótico diré que llega a los estantes altos, tiene buenos brazos para abrir botes y el otro día mató una araña del techo sin rechistar. Igual hay un hombre perfecto dentro de un amigo de hace años. Igual, si yo regreso del limbo en el que vivo feliz como mujer soltera, este puede ser el comienzo de una bonita historia.

9 comentarios:

  1. Se va la vida pensando, y al final el tiempo se escurre entre los dedos. Ojalá le dedicáramos algo más de tiempo a vivir que a pensar.

    Y es que un desengaño duele un tiempo, pero el arrepentimiento de no haber hecho algo, dura toda una vida. No se puede vivir con miedo.

    Mente en blanco, nuevo día, sin barreras. ¿Adonde te llevará el viento? Lo bonito es no saberlo.

    Un beso

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  2. Estoy totalmente de acuerdo con sunseeker, un arrepentimiento dura toda la vida, te quedas siempre con la sensación del "algo inacabado"....
    ¡capón!


    ana

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  3. Esta claro que no es sólo el comienzo de una bonita historia, es en sí mismo ya una bonita historia. Disfrútala y manda el miedo fuera de todo esto.
    Besos

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  4. Creo que él está viviendo el momento. Tu estás demasiado ocupada en tus miedos y te olvidas de vivir y de disfrutar el momento presente. Deja el futuro en paz. Llegará de todos modos, tanto si le tienes miedo como si no. Pero si vas pensando en él (el futuro) lo que haces es perderte el presente. Y en tu presente está ese hombre que ahora mismo es el que te hace feliz. ¿Te vas a perder eso?

    Abrazos!

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  5. La pregunta es: ¿y qué más quieres? Aprovecha y disfruta el momento, porque también te arrepentirás si no lo haces.

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  6. Me gusta la gente calmada y tranquila. Creo que te va a traer muy buenos momentos.

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  7. Naar,sé feliz si puedes,vive el momento y no te comas tanto el "coco",que la vida es cuatro días y dos lloviendo.Un beso,LUZ.

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  8. Naar, yo creo que debes dejarte llevar por esa felicidad que pareces emanar. ¿Qué te preocupa? ¿El futuro? Como ya ha dicho alguien por aquí el futuro llegará de todos modos. El otro día me dijiste que te pasabas el tiempo comiéndote la cabeza con monólogo del atrevimiento. Yo me voy a atrever y tú te estás atreviendo. No necesitas nada más.

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