martes, 26 de julio de 2011

cargar con la culpa

Odio a la gente que victimiza. En serio, despierta mis instintos abofeteadores. Y es que cuando veo a alguien lamentándose y haciéndose la víctima inocente de los despiadados planes del malvado destino, me dan unas ganas de liarme a leches que me cuesta mucho retener. Una cosa es un momento calimero, que los tenemos todos y otra cosa es toooooodo el santo día llorando la pena mora por el mundo.
Sin embargo, yo soy partidaria de la culpa. De echársela a otro, me refiero. Y es que es estupendo, la culpa es de las pocas cosas que es mejor cuando es de los demás que cuando es propia. Y repito, sin victimizar y convertirse en la protagonista de un culebrón venezolano. No, sólo es cosa de quitarse la responsabilidad de encima. Ser víctima es un poco ridículo, pero ser el culpable es lo peor. Y ser culpable de los propios problemas te hace sentir idiota.
Cuando era pequeña, mi padre me enseñó que con él había dos cosas que no valían. Una era “esto es injusto”, siempre me respondía, “es lo que hay, la vida es injusta”. Y otra era “no he sido yo, ha sido culpa de…” Le daban igual mis explicaciones, siempre me respondía lo mismo, que me mirara el ombligo a ver qué era lo que había hecho yo, que todo el mundo tiene lo que se busca. Así que me acostumbré a asumir responsabilidades sin poder quitarme el muerto y cargar con él a otro.
Ahora me he hecho mayor y vivo sola, por lo que todo para bien o para mal, es cosa mía. Si algo me sale bien, digo, “jo, soy la puta ama”. Y me lo digo sola, claro. Pero si por lo que sea, meto la pata… también soy la única culpable. Y busco a mi alrededor para pagar mi mosqueo con alguien, pero sólo encuentro mi propio reflejo y pienso, “jo, soy gilipollas”. He llegado a la conclusión de que muchas veces, la utilidad de una pareja es culparle de lo que sale mal. Que se te quema el asado, su culpa por no echarle un ojo mientras tú vas al baño. Que se te cae el azucarero al suelo y pones la cocina perdida, su culpa por distraerte. Que te levantas sintiéndote un gusano miserable, su culpa, por no prestarte atención. Que te ves horrorosa y te sientes repentinamente gorda, su culpa, por no decirte lo guapa que estás cada mañana. Pero yo estoy sola, solísima, por lo que no me queda más remedio que asumir la responsabilidad de todo lo que me pasa. Y es una caca de la vaca, por cierto.
La conclusión de todo esto es que me siento un poco sola. Porque cuando compartes la vida con alguien, compartes lo bueno, lo malo, la culpa y la responsabilidad… pero cuando estás solo, llevas el peso de todo en tus espaldas y hay veces en las que echas de menos un poco de apoyo. Echas de menos pegarle la bronca si estás de mal humor. Echas de menos cargar la culpa al otro de un error tuyo. Echas de menos pagar un mal día con alguien. Echas de menos…. Guau, me estoy dando cuenta de que soy una joya. Igual por este tipo de cosas estoy sola. O quizás no, quizás sea culpa de todos menos mía. Sí, eso.  

2 comentarios:

  1. Los victimismos me ponen mala a mí también.
    Mis favoritas son las de (suelen ser chicas): ¡Jooooo! ¡Es que estoy súper goooorda!
    Sobre lo de estar sola, pues bueno... tiene su parte mala, cierto es, pero te olvidas de que cuando estás con alguien también pagas tú sus malos días y cargas tú con sus culpas. Todo tiene sus pros y sus contras, supongo.
    Ánimo y échale la culpa de todo al primer vecino que te cruces por las escaleras.

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  2. La culpa es huérfana. Nadie quiere asumirla. Eso es completamente cierto.
    Entiendo completamente todo lo que dices. Hay muchas partes de tu escrito que comparto letra por letra.

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