A veces creo que mi barrio es el de las series cutres de televisión. Y si no, debería serlo, porque cada vez que salgo a la calle, me da para escribir un guión de Aída.
El viernes por la tarde volvía de hacer unas cosas cuando me adelanta un adolescente que vive unos portales más abajo que yo a toda velocidad en su bicicleta. Es el típico chaval de 14 ó 15 años, desgarbadillo y con cara de no tener aún muy claro qué hace en el mundo. Llama a su telefonillo, pero la madre sale por la ventana del primer piso, despelujada y con un delantal puesto.
- ¿Qué? – le espeta.
- Mama – sí, sin acento. – Que me voy a cenar a casa del Juanfran.
- ¿Qué? ¿Cómo que “a cenar”? ¿Qué es eso de cenar?
- Joé, mama, pues a cenar a casa del Juanfran.
- No, de eso nada. A ver qué hago yo con las pescadillas. Tira para arriba ahora mismo.
- Pero mama, que vamos a pedir unas pizzas.
- ¿Pizzas? ¿Qué pizzas ni qué niño muerto? – siempre me encantó esa expresión. - Te he dicho que tengo ya las pescadillas preparadas. Vamos, hombre, qué es eso de irse a cenar por ahí. Y además, ¿qué dicen sus padres?
- Mama, no lo entiendes. – las madres de adolescentes nunca entienden nada.
- Pues a ver, explícamelo tú, que eres tan listo.
Y yo me pregunto si no sería mejor que el chico subiera a casa y hablasen tranquilos. Pero el chaval tiene pinta de temer que según suba su madre le plante el plato con las pescadillas. Y la madre parece muy a gusto hablando por la ventana.
- A ver, mama, - dice el chaval con voz condescendiente. – Los padres del Juanfran han salido a cenar por ahí. Y vamos todos con él a su casa, a pedir unas pizzas y jugar un rato a la “play”. Le han dado permiso para que vayamos.
- Ya. ¿Y quienes vais?
- Pues todos, mama, todos.
- ¿Todos? ¿Qué significa eso? ¿Quiénes sois “todos”?
Cuando la conversación llegó a este punto, justo yo estaba abriendo mi portal y tuve que entrar, obviamente para subir a mi casa y que no se notara que me estaba encantando la escena. De todos modos, no me hacía falta mucho más ¿quién no tuvo esta conversación a esta edad? Igual no por la ventana, pero qué más da eso. El caso es que hay cosas que no cambian. Al menos en mi barrio.
Pues todos las hemos tenido... aunque depende mucho de dónde vivas. Cuando yo en casa decía todos, mi madre sabía perfectamente con quién iba, es lo que tiene vivir en un pueblo.
ResponderEliminarJoooo, para otra vez quédate hasta el final.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPero qué garrulos son los críos. Todos hemos tenido esas discusiones, pero desde el balcón, no fastidies...
ResponderEliminar