domingo, 4 de diciembre de 2011

más vale doctora silenciosa conocida... que doctora imbécil por conocer

Un par de veces me he quejado de mi doctora, más por sus silencios que por ninguna otra cosa. En realidad, nunca se ha portado mal conmigo ni nada semejante. Sólo es que no decía nada. Ni bueno, ni malo ni regular. Nada. Y claro, eso genera dudas, no sabes si lo que te pasa es grave o es una chorrada, si vas a morir o si se curaría con decir “cura sana, cura sana, culito de rana” (nunca entendí esta cantinela… ¿culito de rana? ¿alguien se ha parado a pensar en ello?)
Así que cuando hace un par de meses me llegó una carta diciéndome que se habían convocado oposiciones y que había posibilidades de que me cambiaran de médico me dio un poco igual. Con un poco de suerte, me tocaría un médico que me dijera qué demonios es lo que me pasa o que me respondiera a alguna pregunta. Pero la historia me demuestra que la mayor parte de las veces los refranes tienen razón y que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Ahora parece que voy a echar de menos a mi doctora silenciosa y todo...
Como estoy increíblemente acatarrada (mucho y absurdamente, llevo una semana igual), pedí hora con mi nueva doctora. Me citaron a las cinco y media. Comí en casa de mis padres y a esa hora estaba en la consulta, con mi tos perruna y mi moqueo incesante.
Había una pareja esperando ya y me dijeron que hacía al menos un cuarto de hora que estaban allí. Me senté pacientemente, convencida de que habría un poco de retraso. Tras casi una hora de espera, el chico que estaba esperando antes que yo, llama a la puerta de la consulta y trata de abrir, descubriendo que la doctora no está dentro. Así que bajé a recepción y les dije que la doctora Fulana de Tal no estaba. La mujer que me atendió, me dijo que igual había ido al baño. Y yo le sugerí que lo mismo se la había tragado la taza del váter dado que hacía una hora que esperábamos. Así que la llamó para que volviera al que por otro lado, es su puesto de trabajo. Cuando llegó a la consulta, empezó a llamar por orden. Le dije que llevaba allí mucho rato esperando y que ni siquiera me había nombrado. Su respuesta fue:

-         Si se te ha pasado la hora, pides cita para otro día.
-         ¿Cómo dice? No se me ha pasado la hora, es que usted no estaba. Pero vamos, que si hace falta, me espero a la última o a un hueco que tenga.
-         No, pide cita para otro día.
-         ¿En serio?
-         Que pidas cita para otro día, hoy no voy a atenderte.
-         Oiga, mire como estoy, llevo una semana enferma y…
-         Que no te voy a atender, - me repite con una autosuficiencia ofensiva. – que pidas otra cita.

A mí, que seré una malpensada, me suena a venganza. Que te has chivado de que no estaba, pues ahora no te atiendo. Y las pataletas no me gustan ni en los niños, pero en una doctora en medicina, adulta y cobrando un sueldo del estado, me parece intolerable. Me cabreé tanto, que me di media vuelta y le dije a mi madre, bien alto para que ella me oyera:

-         Vámonos, que esta gilipollas no quiere atenderme.

Mi madre no daba crédito.

-         En serio, vámonos, que si no, aún la formo y no tengo la garganta para discutir.

Así que volví a recepción y pedí que me cambiaran de médico inmediatamente. Pedí también una cita para el día siguiente y la que tengo ahora es maja. Responde a mis preguntas, me recetó un par de potingues para el catarro y punto, que no era tan difícil, jolines.

5 comentarios:

  1. ¡ARGG! Me he envenado sólo con leerte. ¿Cómo puede haber gente tan GILIPOLLAS? Me siento orgulloso de ti, creo que tuviste la reacción adecuada, esa zorra no se merecía otra cosa. ¡Hay que tener poca vergüenza!

    En serio, qué hija de puta...

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  2. ¿En 'la cosa pública' no hay hojas de reclamaciones? Aunque como tampoco sirven para nada...

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  3. A esa cerda hay que invitarla a café con cualquier excusa y meterle laxante para caballos en la bebida. Pero hiciste bien, yo me hubiera pasado tres pueblos, soy una choni malagaita y como bien dices, cobrando del estado y siendo médico, no puede ir de ese palo. Y menos si no estaba en su puto puesto de trabajo.

    Pon su nombre y apellidos, que buscaremos su número de colegiada para meter una queja, cojones ya.

    A todo esto, un saludete :D

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  4. Cierto que estás malita y no tenías ganas de líos pero desde luego se merecía una queja en atención al paciente. Yo antes estas cosas las iba dejando pasar, pero como tengo cara de pánfila me pasaban demasiado amenudo, así que ahora si me tocan las pelotas yo las toco también.

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  5. ¡Menuda impresentable! Desde luego, parece mentira que pasen estas cosas, pero pasan demasiado a menudo. Y se merece una queja por escrito.

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