lunes, 30 de enero de 2012

Naar O´Hara

Entre las muchas cosas que he heredado y aprendido de mi padre, que es un ser excepcional, es a amar “Lo que el viento se llevó”. La he visto tantas veces, que me la sé casi de memoria. Pero aún así, todos los años me empeño en verla de nuevo. Mi día preferido para ello es el de año nuevo. ¿Por qué? Pues sencillo: es una peli que requiere tiempo, porque es muy larga. Y el día 1 de enero es un poco rollo. En mayor o menor medida todos estamos resacosos, cansados, hace frío y no hay mucho que hacer. Así que en cuanto termino de comer, me enchufo la peli y ya tengo entretenimiento hasta la hora de la cena. Por supuesto, este año lo hice. Pero no conforme con esto, el día que tuve que ir a ver a mi abuela paterna, decidí cogerme una versión antigua del libro que era de mi padre, pero estaba en su casa. Ni pregunté. Cogí el libro, como compensación a sus agravios y porque es de mi padre. Era, qué diablos, ahora es mío.
Y estoy fascinada. Mira que leo. Y que me debo absorber y emocionar por casi todas las historias, pero esta tiene mucho de especial para mí.
Los personajes son fabulosos todos. Están bien dibujados y definidos. Tienen sus virtudes, sus defectos, sus problemas, sus sentimientos. Son casi tangibles. Y la historia está bien elaborada y es capaz de tenerte enganchado de principio a fin. Es una perfecta narración de cómo un mundo bien estructurado, aunque profundamente imperfecto, se viene abajo, dejando a sus habitantes confusos y desorientados.
Pero hay más. Yo me siento muy Escarlata O´Hara. No soy tan ambiciosa, ni tan avara, ni tan obsesionada con la riqueza. Pero también soy alguien demasiado dura, demasiado valiente, demasiado deslenguada cuando me dejo llevar. Demasiado decidida y obstinada para obedecer ni una sola orden. Una mujer demasiado fuerte para el mundo que le ha tocado vivir y que por eso tiene que cargar sobre sus espaldas con más peso que el resto de la gente que la rodea, porque todos delegan en ella. Una mujer dispuesta a romper con todo lo que le han dicho que es apropiado. Una mujer, con demasiado que hacer siempre como para parase a pensar en sentimentalismos. Dispuesta a relegar casi todos sus pensamientos a mañana, sí, ya lo pensaré mañana. Porque mañana será otro día.
Y, admitámoslo, yo también estoy estúpidamente enamorada de un cobarde y pusilánime Ashley Wilkes de cabellos dorados, que me ama y me admira por ser más fuerte, más valiente, más inteligente y más decidida que él, pero totalmente incapaz de dar un solo paso para estar a mi lado. Porque se muere de miedo. Porque prefiere vivir una vida insulsa al lado de alguien que no le levante la voz, que no viva la vida con esa irresistible pasión que él admira y teme a la vez. Sólo que la novia de mi Ashley no es ni la décima parte de lo que es Melania Hamilton, claro.
Sólo espero, que el día que aparezca mi Rhett Butler le sepa reconocer y cuidar y no echarlo todo a perder como ella. Aunque lo dudo. Me afano demasiado en estropearlo todo.   
El caso es que me he leído el libro casi del tirón. Emocionada, pasando páginas hasta la madrugada. Tratando, una vez más, de sacar lo bueno y aprender de los errores. Aunque sean de personajes ficticios.

Y esto viene a cuento, a parte de que me da la gana de contarlo, porque el otro día tuve una conversación de esas que dejan huella. Con la persona que me contó lo del corazón de barro, que lo está pasando mal. Vino a mi casa y mientras sorbía una infusión me miró a los ojos y me dijo:

-         Tú nunca tienes miedo.

Y yo, ante semejante aseveración, no pude mentir:

-         Sí, si lo tengo. Pero hago como que no. – porque ahora no puedo pensarlo. Ya lo pensaré cuando tenga fuerzas para ello.

Al cabo del rato, de mucho desahogarnos mutuamente, de mucho hablar y de mucho filosofar, me abrazó. Se refugió extrañamente entre mis brazos, buscando consuelo. Y era un poco raro, porque esa persona es mucho más grande que yo, mucho más fuerte. Pero aún así, yo acogí ese ovillo desconsolado que tiritaba entre mis brazos y le acaricié el pelo, le besé la frente y le aseguré que todo saldría bien. Le acuné contra mi pecho hasta que se calmó, tratando de transmitirle la paz que a mí me gustaría que alguien me infundiese de vez en cuando.
Al final, me miró fijamente a los ojos y me dijo:

-         ¿De dónde sacan estos ojos verdes tanta fuerza?

Y yo, suspiré y le dije:

-         De la tierra roja de Tara.

Y con eso, le hice sonreír.

6 comentarios:

  1. La tierra roja de Tara :)

    Entonces eres como mi prima Nuria, que es loca con "Lo que el viento se llevó". Son su libro y su peli favorita".

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  2. No miento si digo que he llorado con tu entrada de hoy.

    Yo tambien creo que eres fuerte.
    Te contaré un secreto, mi nombre (nick) traducido significa chica de cristal y es porque una persona muy especial una vez me lo dijo, que soy una chica de cristal (me hizo una cancion y todo) al principio pensava que era porque era frágil, pero no, sino porque soy fuerte y transparente y si, a veces un poco delicada, pero MUY LUCHADORA y por lo poco que te conozco creo que tu tambien.

    http://www.youtube.com/watch?v=jNkByflf01M

    Hoy te dedico ésta canción a ti (aunque está en catalán) algún dia te contaré la historia.

    Y supongo que he llorado porque necesito muchos abrazos, porque en parte tambien estoy un poco harta de luchar y luchar en vano.

    Besos.

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  3. Me has dado unas ganas enormes de verla. Sí, lo reconozco, nunca la he visto, es un pecado, lo sé. En cuanto tenga unas horas libres por delante me hago un fuerte en el sofá con mantita y gatos y me pongo a ello.

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  4. Exacto. A veces hay que hacerse el fuerte, pase lo que pase. Tu fuerza sale de ti, que eres una valiente.

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  5. ¿Qué es la tierra roja de Tara?

    Mi no saber.

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  6. Que bien has sabido definir a cada uno de los personages de la película ,también es una de mis favoritas , pero yo la veo en SEMANA SANTA.
    Un beso

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