En honor a mi querida Tomate (cada vez compartimos más
cosas, hermosa), hoy vamos a hablar de hombres. Y no de cualquier tipo de
hombres. No. De hombres muy hombres. De jugadores de rugby. Los hombres más
hombres de todos los deportes de hombres.
Reconozco que lo mío con este deporte viene de muy lejos.
Cuando era pequeña, mis abuelos tenían el canal plus en casa y ya algunas
tardes que me quedaba con ellos veía el rugby con mi abuela. Mi yaya es así de
chula, le gusta el rugby y el fútbol inglés. Así que lo veía con ella y me
parecía una cosa muy divertida y muy graciosa, aunque no entendía nada de lo
que pasaba.
Luego, con los años, empecé a salir con el Ross.
Casualmente, él jugaba por aquel entonces con el equipo de su facultad. Y
reconozco que con cierta desgana, acepté a ir a verle jugar cuando me invitó
por primera vez. Cinco minutos después no había rastro de la desgana. Aquello
era el mejor espectáculo en vivo que había visto nunca. Primero, porque el Ross
sin gafas es un espectáculo en sí mismo. Y había que verle corretear por el
campo con cara de perdido, los ojos chinos y el mordedor de color fuxia. Por
suerte, la camiseta de su equipo también era fucsia y así no le costaba
demasiado distinguir a sus compañeros a pesar de la miopía.
Luego pasaban otras cosas fascinantes en el campo. Todos
corrían aparentemente sin orden ni concierto detrás de un melón de cuero. Y de
repente, alguien placaba al portador del melón. Y entonces, empezaban a caer
gordos, unos encima de otros hasta formar una montaña humana de la que parecía
imposible salir con vida. Otras veces, (vete a saber a cuento de qué) los de
cada equipo hacían varias filas se cogían por los hombros, metían la cabeza
entre los culos de los de delante y empujaban como arietes a los del otro
equipo, a su vez con las cabezas en los culos ajenos. A mí esto era lo que más
me gustaba. Porque empujaban y empujaban y yo nunca supe si tenían que avanzar
o girar o qué, pero me preguntaba cómo olería ahí abajo.
Y cuando sacaban desde la banda. Eso sí era divertido. Cogían por los
pantalones a un tipo alto y lo levantaban por encima de sus cabezas para que
atrapara el balón. Eso sí molaba. A mí me lo
hacían muchas veces mis amigos. De hecho, así me rompieron unos vaqueros con la
tontería.
Pero lo que más me gustaba, desde luego, eran los terceros
tiempos. Dios, qué juergas de terceros tiempos. Las mejores de mi vida. Cuando
terminaba el partido y se cantaba aquello de “esta noche hay una fiesta… vamos
todos a la fiesta…” empezaba el despiporre.
Y después del partido y la cancioncita, un Ross sudoroso,
lleno de barro y aún con cara de topo se me acercaba, escupía el mordedor y me
lloriqueaba un poco. Muy sensual él con su “tengo una herida aquí. Me han roto
una ceja. Me han pisado la mano. Me han tirado del pelo. Me he estirado una
oreja en la melé y me duele mucho.” Y yo, con toda mi santa paciencia, le
limpiaba las pupitas antes de que se pusiera las gafas porque al Ross le da
pánico la sangre. Y le sacaba los pegotes de barro de los oídos. Y le daba un
besito que sabía a barro y a sudor (muy rico) y le mandaba a la ducha con el
resto de compañeros en estados aún más lamentables que él.
Guardo muy, muy buenos recuerdos de aquellos años y aquellos
partidos. Era muy feliz sentada en las gradas de Cantarranas, a ratos mirando a
mi novio-topo persiguiendo bultos rosas y a ratos perdiendo la vista en el
horizonte, más allá de árboles y pájaros, por encima de gritos, insultos y
conversaciones universitarias. Era muy feliz viendo a los compañeros pegarse las
orejas con cinta aislante antes de salir a jugar, poniéndose chichoneras y con
los mordedores haciéndoles babear y hablar como si fueran retarded. Y pegando
gritos y blasfemando como si les fuera la vida en ello. Era feliz, viendo a mis
hombres de rosa fucsia.
A veces ganaban, a veces perdían. A veces eran partidos
aburridos, a veces eran increíblemente divertidos. A veces se montaban tanganas
y los puñetazos volaban como en una viñeta de Asterix. Pero luego siempre
terminábamos juntos de cañas. Es lo grande, grandísimo, del rugby. Que es un
deporte de hombres. No de putas nenas como el fútbol. En el rugby nadie se
queja, nadie se tira al suelo lloriqueando por una patadita. Nadie le replica
jamás al árbitro. Se hace pasillo y se aplaude a los que pierden. Y cuando se
acaba, se dan la mano y tan amigos, a beber cerveza.
Es hablar de todo esto y me da una morriña que me quiero
morir.
Y para quitarla, pienso en los jugadores profesionales. En
estos. En los Old Blacks. En sus hakas.
Y luego a la gente se le caen las bragas con los cuerpos de
los jugadores de fútbol. A mí que no me fastidien y que me perdone el Beckham
de mis amores, pero no hay punto de comparación.
He estado 20 años jugando a este deporte y nunca habia leido una vision tan completa en tan pocas palabras. Bravisimo, te ha faltado añadir el que somos tan masocas que disfrutamos de los golpes y hasta los echamos en falta, jejeje. Un placer leerte como siempre
ResponderEliminarAy Naan... Me has recordado cuando con 15 años vinieron los Barcelona Dragonsma entrenar al polideportivo de mi pueblo. ¡Qué hombres, por dios, qué cosa! Fui con una amiga a verlos entrenar y al salir nos hicimos fotos con todos, porque a los 15 años lo único que puedes hacer con un jugador de rugby profesional es hacerte fotos xD
ResponderEliminarCoincido, donde esté un jugador de rugby que se quiten las nenazas del fútbol. Te leo desde hace meses pero es la primera vez que te comento, me encanta como escribes.
Olé!! No puedo estar más de acuerdo contigo!! Mi hermano juega al rugby y es muy divertido verlos, como se placan, que da miedo a veces y luego tan amigos. Siempre van llenos de moratos y de puntos pero es como una adicción, si no juegan o no entrenan lo pasan mal jajajja
ResponderEliminarUna amiga se fue de erasmus a Toulosse y nos contaba que allí los idolatran y que calendarios por dios!, no he visto tios con las carnes más prietas ( hay que decir que hasta los "gordos" como los llaman a los de la primera fila, están fibrosos) y que culos!!!!
Si el fútbol es de nenazas y quejicas :)
A mi el rugby me gusta pero no demasiado, a veces son muy pesados y no avanzan nada, todo el rato tiraos unos encima de otros, me gusta más en las pelis cuando el tio de turno coge el melon y echa a correr xD
ResponderEliminarEso sí, el espectáculo de la haka es insuperable!
Pues fíjate tú que a mí el rugby no me llama, y sus jugadores tampoco, son demasiado cuadrados y a mí me van más tirillas. Pero para gustos colores. Biquiños!
ResponderEliminarCompi hakera!! Ve ensayando para nuestra gira mundial!
ResponderEliminarSi es que es muy molón, esos placajes a lo bestia y los saltos y todo... una pena que haya sido siempre un palillo de dientes, sino me hubiese apuntado a un equipo, tiene que ser de lo más desestresante XD
Sería todo un espectaculo ver al Ross ahí cegato perdío... no placó alguna vez a alguno de su equipo??jaja
Besos requeteguapa! ^^
Tomate
En Uruguay es deporte de pijos, vete a saber por qué... La verdad es que no me ha llamado nunca mucho la atención pero he de decir que no soy muy de deporte así en general, así que mi opinión no cuenta mucho. Vamos, que mi comentario no te va a aportar nada... Besotes!!!
ResponderEliminarNo soy aficionada a este deporte pero sí que es verdad que los cristianos ronaldos y messis y etc son un poco nenas. Que sí, que a veces se llevan una buena patada, pero otras los ves revolcarse a lo loco por una tontería y dan ganas de pegarles con un palo.
ResponderEliminarLos futbolistas están tan sobrevalorados...
ResponderEliminarYo soy futbolera desde pequeña (de las que no jugaban con las niñas, sino con los niños, que era más divertido) y no comparto tu visión del fútbol... pero me ha gustado ver tu visión del rugby ;)
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