sábado, 15 de febrero de 2014

recuerdos pegajosos

Hay recuerdos, que aunque sean estúpidos o tengan poco valor, se quedan adheridos a ciertas canciones. Como un chicle pegajoso que pisas con tus botas nuevas y que no hay manera de quitar del todo. A cada paso, suena “chuic-chuic”. Pues hay recuerdos que a cada nota de una canción, te asaltan, a flashazos, como una película mal montada.

Otoño del 98, una tarde rojiza de domingo, un autocar de vuelta de unas convivencias. Un casco en mi oreja, otro en la suya. Mi espalda apoyada en su pecho, mi mirada perdida en la carretera. Sus labios carnosos se acercaron a mi cuello. “Sabes que en el fondo, no puedo vivir sin ti.” Chasqué la lengua. Ni de adolescente me libré del cinismo.
No era mi novio, ni mi chico. Ni siquiera nos liábamos. No le quería, porque le tenía cuando quería. Él me quería a todas horas, porque sabía que no podía tenerme. La historia de mi vida apuntando maneras.
Yo seguía mirando por la ventana. Iba envuelta en mi enorme camisa de cuadros de franela que había sido de mi padre y llevaba unas botas de montaña que hacían que pisara con más seguridad de la que tenía en realidad. Él, camiseta y deportivas. Ambos despeinados, oliendo hormonas y a campo.
Me pasaba las manos por la tripa, entrelazaba sus dedos sobre mi ombligo. Yo me dejaba caer en su pecho sin saber que iba a recordar esos minutos sin importancia toda la vida. Sé que por encima del hombro, me miraba las tetas.
Volvió a decirme que me dedicaba la canción, que lo pensara, que ojalá algún día hubiera algo entre nosotros. Yo suspiraba. Me preguntaba hasta qué punto jugaba a mi favor esa extraña atracción, esa capacidad de jugar con el sexo opuesto si me lo proponía. Qué poder me otorgaba aquello que aún no controlaba, qué consecuencias tendría.
Y me arrebujaba en mi camisa de leñador que era como una capa de super héroe, me hacía pensar que estaba a salvo de todo ahí metida. Miraba mis pesadas botas de montaña que me daban la sensación de que podría patear el culo a cualquiera con ellas.
Más palabras al oído que no recuerdo, más notas de la canción. Más sensaciones a flor de piel, más desazón de no saber qué estaba pasando conmigo, de no entender porqué en unos meses había dejado de ser una niña invisible ante los chicos. Adolescencia en estado puro.
With or without you de U2.
Y siempre que la escucho, siempre, siempre, ese domingo de otoño del 98, ese autocar a la vuelta de unas convivencias. Ese cable de su oreja a la mía. Esa camisa de franela, esas botas de montaña. Esa niña de 15 años asustada ente su desconocido y apabullante poder recién descubierto. Esas tetas recién salidas que aún no sabía que eran un imán de capullos. Ese momento que creí intrascendente y que sin embargo, no puedo despegarme de la memoria.

With or without you de U2, él y yo. Hace década y media. Ya no queda nada, ni de quién era yo, ni de quién era él, ni de lo que nunca llegó a haber entre nosotros. Sólo la canción y el recuerdo adherido, como el chicle pegajoso en la suela del zapato. 

7 comentarios:

  1. Te ha quedao un post precioso, muy de comedia romántica.

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  2. Un post muy chulo, muy bien descrito ese momento adolescente. Los recuerdos son así, no se tiene control sobre ellos, van por libre.
    Un beso

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  3. A mí me pasó al revés, me dí cuenta de que era adolescente cuando el hecho de que era plana empezó a tener transcendencia para los demás :)

    Es un recuerdo bonito, hay cosas que cuando las vivimos no le damos demasiada importancia y aún así años después nos damos cuenta de que se han quedado en un huequito de nuestra mente para siempre.

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  4. Hay canciones que, aunque no lo queramos, están indefectiblemente ligadas a un recuerdo, aunque el recuerdo ya hay dejado de tener hasta importancia. Por cierto, nadie se ha matado nunca por ver mis tetas. No sé por qué será... Besotes!!!

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  5. Por lo menos era una buena canción!
    Ay con la camiseta de leñador ¿por qué no te conocería yo por esa época? jajajaj
    Pimiento

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  6. Qué entrada más bonita, tiene "ángel".

    Por ahí dicen que recordar es volver a vivir...

    Un beso enorme, guapísima

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  7. Por eso me gustan las canciones nuevas, porque no recuerdan a nada. Biquiños!

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