Hay recuerdos, que aunque sean estúpidos o tengan poco
valor, se quedan adheridos a ciertas canciones. Como un chicle pegajoso que
pisas con tus botas nuevas y que no hay manera de quitar del todo. A cada paso,
suena “chuic-chuic”. Pues hay recuerdos que a cada nota de una canción, te
asaltan, a flashazos, como una película mal montada.
Otoño del 98, una tarde rojiza de domingo, un autocar de
vuelta de unas convivencias. Un casco en mi oreja, otro en la suya. Mi espalda
apoyada en su pecho, mi mirada perdida en la carretera. Sus labios carnosos se
acercaron a mi cuello. “Sabes que en el fondo, no puedo vivir sin ti.” Chasqué
la lengua. Ni de adolescente me libré del cinismo.
No era mi novio, ni mi chico. Ni siquiera nos liábamos. No
le quería, porque le tenía cuando quería. Él me quería a todas horas, porque
sabía que no podía tenerme. La historia de mi vida apuntando maneras.
Yo seguía mirando por la ventana. Iba envuelta en mi enorme
camisa de cuadros de franela que había sido de mi padre y llevaba unas botas de
montaña que hacían que pisara con más seguridad de la que tenía en realidad.
Él, camiseta y deportivas. Ambos despeinados, oliendo hormonas y a campo.
Me pasaba las manos por la tripa, entrelazaba sus dedos
sobre mi ombligo. Yo me dejaba caer en su pecho sin saber que iba a recordar
esos minutos sin importancia toda la vida. Sé que por encima del hombro, me
miraba las tetas.
Volvió a decirme que me dedicaba la canción, que lo pensara,
que ojalá algún día hubiera algo entre nosotros. Yo suspiraba. Me preguntaba
hasta qué punto jugaba a mi favor esa extraña atracción, esa capacidad de jugar
con el sexo opuesto si me lo proponía. Qué poder me otorgaba aquello que aún no
controlaba, qué consecuencias tendría.
Y me arrebujaba en mi camisa de leñador que era como una
capa de super héroe, me hacía pensar que estaba a salvo de todo ahí metida.
Miraba mis pesadas botas de montaña que me daban la sensación de que podría
patear el culo a cualquiera con ellas.
Más palabras al oído que no recuerdo, más notas de la
canción. Más sensaciones a flor de piel, más desazón de no saber qué estaba
pasando conmigo, de no entender porqué en unos meses había dejado de ser una
niña invisible ante los chicos. Adolescencia en estado puro.
With or without you de U2.
Y siempre que la escucho, siempre, siempre, ese domingo de
otoño del 98, ese autocar a la vuelta de unas convivencias. Ese cable de su
oreja a la mía. Esa camisa de franela, esas botas de montaña. Esa niña de 15
años asustada ente su desconocido y apabullante poder recién descubierto. Esas
tetas recién salidas que aún no sabía que eran un imán de capullos. Ese momento
que creí intrascendente y que sin embargo, no puedo despegarme de la memoria.
With or
without you de U2, él y yo. Hace década y media. Ya no queda nada, ni de
quién era yo, ni de quién era él, ni de lo que nunca llegó a haber entre
nosotros. Sólo la canción y el recuerdo adherido, como el chicle pegajoso en la
suela del zapato.
Te ha quedao un post precioso, muy de comedia romántica.
ResponderEliminarUn post muy chulo, muy bien descrito ese momento adolescente. Los recuerdos son así, no se tiene control sobre ellos, van por libre.
ResponderEliminarUn beso
A mí me pasó al revés, me dí cuenta de que era adolescente cuando el hecho de que era plana empezó a tener transcendencia para los demás :)
ResponderEliminarEs un recuerdo bonito, hay cosas que cuando las vivimos no le damos demasiada importancia y aún así años después nos damos cuenta de que se han quedado en un huequito de nuestra mente para siempre.
Hay canciones que, aunque no lo queramos, están indefectiblemente ligadas a un recuerdo, aunque el recuerdo ya hay dejado de tener hasta importancia. Por cierto, nadie se ha matado nunca por ver mis tetas. No sé por qué será... Besotes!!!
ResponderEliminarPor lo menos era una buena canción!
ResponderEliminarAy con la camiseta de leñador ¿por qué no te conocería yo por esa época? jajajaj
Pimiento
Qué entrada más bonita, tiene "ángel".
ResponderEliminarPor ahí dicen que recordar es volver a vivir...
Un beso enorme, guapísima
Por eso me gustan las canciones nuevas, porque no recuerdan a nada. Biquiños!
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