Anoche volvía a casa conduciendo por la
M-30. Por la parte que queda descubierta,
en la que se puede ir a 90 y no tienes la asfixiante sensación de que sólo hay
humo negro a tu alrededor.
Había un montón de nubarrones grises sobre Madrid con un
resplandor rojizo que presagiaban lo inevitable. De lejos ya se veía a veces el
resplandor intermitente de los rayos.
Yo cantaba a pleno pulmón “vivir, a la deriva, sentir que todo marcha bien, volar siempre hacia arriba y sentir que no puedo perder”. Lo cantaba fuerte, porque no, nada marcha
bien estos días. “Vivir, qué cuesta arriba, sentir que no sé qué hago aquí, andar siempre arrastrado y perder, que no puedo pensar.” Pero no, no quemaría recuerdos. Aunque pudiera no echaría
al fuego ni uno sólo de aquellos minutos.
Volvía del hospital. El viernes el Ross se rompió un tobillo
en el torneo de rugby en el que habíamos planeado pasarlo bien. Le operan el
lunes para ponerle un tornillo. Igual es el que le falta, qué sé yo. Estuve con
él hasta la madrugada, hasta que sus padres volvieron del pueblo. Pero qué más
daba, el otro plan era estar en el tanatorio con Bombita, que acababa de
fallecer su padre. Nos hacemos mayores, eso empieza a ser asquerosamente obvio.
Hacemos planes para divertirnos, pero a veces la vida nos pega de hostias y nos
devuelve a la realidad más fea.
Conducía, de nuevo de punta a punta, media M-30 del hospital
a mi casa. Por suerte por la mañana había tenido un rato de luz. Sólo un poco,
pero joder, una bocanada de aire cuando el mundo te ahoga. Un soplo de aire
fresco, un respiro, un destello de lo que fue la vida antes de esto. Un rastro
de aquello de que si hace sol, se tira dela cama y por el ascensor, las nubes se levantan y ahí voy, a romper las telarañas de tu corazón, verás como se escampa. Un poco de charla, de
risas, de pies descalzos, de paredes desconchadas y olores familiares y lejanos
en el tiempo. Un rato, sólo un rato de esconderme del mundo, de huir, de
traspasar de nuevo la línea de lo prohibido. Un paseo, sólo un paseo pequeñito
por el lado salvaje. Unas horas apenas de las que son mías, sólo mías, de las
que no cuento para que no salgan de mí, de las que guardo bajo siente llaves
para que no se escapen envueltas en palabras que no le hacen justicia.
Así que conducía, bajo el pronóstico de tormenta y en medio
de mi propia borrasca. Conducía y cantaba alto. Cantaba muy alto, para asustar
a las lágrimas con la canción que me empujó media juventud “quisiera que mi voz fuera tan fuerte, que a veces retumbara en las montañas y escucharais las mentes social-adormecidas, las palabras de amor de mi garganta.” Y joder, qué cuestarriba otra vez.
Me secaba las lágrimas antes de salir para que no se me
corriera el rímel. Me pinto más cuando tengo miedo. Es mi forma de impedirme
llorar en público, de no permitirme temblar. El Ross me necesita fuerte,
Bombita nos necesita sonriendo por él. Ron me necesita a todas horas. Mis padres
me necesitan. Los yayos me necesitan, aunque sea por teléfono para charlar. Y
yo sólo puedo esconderme a ratos. Y a veces, hasta mis escondites me necesitan.
Así que cantaba otra vez “de pequeño me impusieron las costumbres, me educaron para hombre adinerado… pero ahora prefiero ser un indio, que un importante abogado.” De esas letras mil veces
repartidas saqué fuerzas muchas veces para hacerme trabajadora social, educadora
de calle. Aunque ahora no me sirva de nada, no me arrepiento. Tampoco eso lo
echaría al fuego. El espíritu de ayuda y de entrega sigue vivo en mí. Aunque no
me paguen. Nunca quise ser un hombre adinerado. Yo sólo quería amar. Ama, ama y
ensancha el alma.
Y así sigo, claro. Amando a diestro y siniestro. Dando sin
esperar, sin querer recibir. Dando ánimos, dando fuerzas, dando apoyo, dando
seguridad, dando empujones pa´lante. Dando, aun lo que a veces me falta. Dando cuando
flaqueo. Dando cuando tiemblo. Dando, porque es parte de mí. Dando, porque es
lo que soy.
Empezó a llover cuando llegaba a casa, pero la suerte me
sonrió y aparqué en la puerta. Aún así, me quedé un segundo apoyada en el
respaldo del asiento del coche. Cogiendo fuerzas para subir a casa con buen ánimo.
No me gusta llevarme el mal rollo a mi salón tan mono pintado de verde con sus
adornos y sus muebles nuevos. Doce o catorce horas fuera de casa, ni lo sé. Y eso,
tras haber dormido apenas seis. No sé si
hacer un tambor con mi escroto o dejar que llegue la primavera, y así de paso,
la vida entera.
Siento lo que cuentas pero me ha encantado cómo lo cuentas. Qué fuerza tiene esta entrada, es casi desgarradora.
ResponderEliminarPa'lante Naar pa'lante.
Muchos besos y abrazos
muchas gracias :)
EliminarEs de lo mejor que he leído en tiempo. Aunque suena muy triste.
ResponderEliminarCuidate mucho, y anímate, o deja que te animen :)
Besos!!
Guau, muchas gracias. Y no es tan triste, es sólo un poco de cansancio acumulado :)
EliminarPor esta fuerza que demuestras, y por seguir adelante cuando las cosas no van demasiado bien, te quiero y te admiro tanto. Nos queda mucho por aprender de ti...
ResponderEliminarY joder, qué bien escribes.
Un beso enorme.
Mil millones de gracias, viniendo de alguien como tú es mucho decir lo que dices. Te quiero un puñao, pequeña.
EliminarDe quién son esas letras, necesito esas canciones!
ResponderEliminarGracias!
Están puestos los enlaces, pincha encima de las letras... De todos modos, son de Extremoduro. :)
EliminarTienes razón. La edad se nota en cosas como ésta. Un beso muy grande, mucha fuerza y que mejore todo, hermosa!!!
ResponderEliminarse nota, porque antes moría algún abuelo, ya muy mayor y tal, como parte de la vida. pero ahora mueren padres y cosas que te dejan con el corazón encogido.
Eliminarmil gracias, ya os contaré :)
Mucho ánimo preciosa, es momentos así lo único que queda es seguir para delante, al fin y al cabo el mundo no se para. Biquiños!
ResponderEliminarGracias guapa. El mundo no para y yo tampoco :)
EliminarCuánto tiempo que no los escuchaba! me encanta también So payaso, seguro que la conoces.
ResponderEliminarSiento que estés colapsada, espero que pronto sientas que además de dar, también recibes amor y atención, que tiene que ser duro tener que ser siempre la que sigue en pie. Un besote.
Soy una fan de Extremo, sigo escuchándolos y hay momentos que los necesito.
EliminarNo estoy muy colapsada, sólo un poco cansada a ratos de ir y venir, pero yo nací para ser la que queda en pie, es parte de mí y hasta me gusta :)
A lo mejor es que lo he leído mal, pero yo no veo motivos para la tristeza en esta entrada. Sólo veo a una persona generosa y desprendida, rodeada de gente que la quiere y a la que quiere (aunque alguna de esa gente tenga percances tobilliles), y que además canta a grito pelao en el coche.
ResponderEliminarDefinitivamente veo muchas cosas buenas ahí. Sólo hay que mirar en la dirección correcta. ;)
En cualquier caso, mucho ánimo. Y conduce con precaución.
Lo has leído muy bien, es lo que hay. No estoy triste, sólo un poco cansada, pero eso es normal y no tiene nada malo.
Eliminarmil gracias!!
Lo del tambor con el escroto me deja muerta.
ResponderEliminar¡Qué harían tus colegas sin ti!
Es de Extremoduro también, no es cosecha mía, jajaja!!
EliminarY la pregunta es qué haría yo sin ellos... :)
Me ha encantado tu entrada, Naar, es poética, literaria, preciosa. Una verdadera obra de arte. Mucho ánimo, guapa. Y que sepas que te leo aunque no siempre comente. Un besazo.
ResponderEliminarJo, muchas gracias, me alegro mucho de que te guste, vaya cosas bonitas me dices :) y que me leas también me gusta!
EliminarNo sabes cuánto te entiendo. Estoy pasando por una mala racha también en la que todo es trabajo, familia que te reclama y te necesita, amigas que necesitan aliento por distintos motivos, y yo voy perdiendo las fuerzas y las ganas y el empuje para seguir ahí porque todo es una mierda y me cuesta ver la luz, como para "iluminar" a otro... y es conduciendo cuando tengo "mis momentos".
ResponderEliminarUn beso y ánimo.