Los árboles crecen. Parece que no,
porque o siempre han estado ahí o los acaban de plantar y los
pobres, tan esmirriados, parece que van a troncharse con el primer
soplo de viento. Pero sí. Los árboles crecen.
Lo comprobé el otro día entre
lágrimas y a la fuerza. Que crecen. Que la vida sigue. Que cambia,
que a veces empeora, que otras mejora de golpe. Pero que sigue. Y los
árboles, ajenos y a la vez presentes, crecen. Raíces al suelo,
ramas al cielo, y creciendo.
Conducía de vuelta del hospital. De un
hospital que me trae recuerdos confusos y feos, como todos. De un
hospital que está lejos y que sin embargo tuve que conocer a la
fuerza. Había dejado a mi mejor amiga en la puerta, temblando como
una hoja. La noche anterior me consoló ella. Como ella sabe, con sus
acogedores brazos y sus palabras que un día le enseñé yo: que la
vida sigue y merece la pena ser vivida. Curiosamente, la mañana le
trajo un disgusto a ella. Uno gordo. Uno de esos que te despiertan
del sueño de creer que la vida es tuya y que mañana lo seguirá
siendo. Porque nada permanece. No tenemos la vida comprada, no es en
propiedad, no es algo tan seguro. A veces un segundo y todo se va al
traste. Y los árboles siguen creciendo.
Yo, sin poder hacer nada y con mis
propias angustias devorándome la piel, tuve que volverme a casa.
Conduciendo con un nudo en el estómago vacío desde hacía dos días.
Y pasé por delante de la facultad en la que estudié. En la que fui
joven, en la que tuve 20 años. En la que me formé para algo que he
desistido ser. En la que fui feliz, sana y fuerte y pensé que lo
sería siempre. La han reformado. Antes aquello era un antro salvaje
con una carreterucha de tres al cuarto y un descampado enfrente.
Ahora es una carretera bien hecha, con un bulevard bonito en el
centro con flores y árboles. Yo ya no soy aquella, ni mi coche, ni
mi vida. Ya no estoy tan sana, ni soy tan feliz, ni siquiera sé si
soy tan fuerte. A veces pienso que cada vez estoy más perdida. Que
sabía más de mí misma y de lo que quería entonces que ahora. Pero
esos árboles que plantaron el año que terminé y eran poco más que
enclenques ramitas ahora se alzan tan fuertes como debe ser un árbol.
Estaban llenos de flores moradas y olían a primavera, a sol, a
calor, a mayo, a vida.
Empezó a sonar Dover. Como antes de
que los árboles crecieran, cuando yo conducía por allí con mi
carnet nuevo y mi coche viejo, con mis veinte años y mis sueños que
no se han cumplido. Se me empañaron los ojos y se me quebró la voz
mientras cantaba para convencerme a mí misma de que “no pasaba
nada”. Esa mentira idiota que nos repetimos los humanos. Que todo
irá bien, que todo se solucionará, que no pasa nada. Pero a veces
sí pasa. A veces no, por suerte. A veces el mantra se hace real y
las cosas salen bien. Otras se tuercen. Es ley de vida. Los árboles
crecen, pero alguno muere antes de hacerse alto. Lo que pasa es que
nosotros no lo asimilamos con tanta naturalidad.
Y mientras avanzaba despacio porque hay
una rotonda cada cuatro pasos, me di cuenta de lo mucho que habían
crecido aquellos árboles que vi plantar poco después de terminar la
carrera. Se habían hecho grandes, enormes, fuertes y se habían
llenado de flores. La vida sigue. La vida se abre paso. La vida, sea
como sea, sigue siendo vida aunque no sea la misma.
Curiosamente, después del fin de
semana tan terrible, el lunes ha venido un poco más positivo. Mis
angustias se han disipado por el momento. El golpe de mi amiga se ha
suavizado levemente. Las dos hemos avanzado un poco en estos días.
Hemos crecido un poco, como los árboles. Hemos aprendido que la vida
es complicada, que lo que crees hoy quizás no sirva mañana. Que
nada es seguro, nada se mantiene igual. Y que los árboles crecen,
que parece que no, pero que si te fijas, ellos tampoco son los mismos
que antes.
Todos crecemos. El tiempo pasa y las cosas cambian. Debemos ser felices con lo que tenemos. Disfrutar el hoy y las flores de los árboles. Un beso grandote.
ResponderEliminarA veces tienes que darte contra los árboles para darte cuenta de eso... yo es que soy un poco bruta, ya sabes :)
EliminarVaya, no se ni qué decir. Es tal y como dices, la vida sigue, se abre paso y nuestras miserias o grandezas atrás quedan.
ResponderEliminarMe ha sorprendido lo de que ya no pretendes trabajar en lo tuyo, tienes previsto un reciclaje a otro área?.
Un beso
De alguna forma reconozco que me he rendido porque sé que tengo muy pocas posibilidades de trabajar de lo mío. Reciclarme en otra cosa... pues no lo sé. Es que lo mío es lo que me gusta, es lo que se me da bien. Así que no lo sé. Sobrevivir y poco más, supongo. Qué más da. El tiempo dirá.
EliminarY que conste que no es un discurso derrotista, que es sólo lo que siento ahora.
Entonces no te rindas Naar, sigue peleando y verás como consigues trabajar en lo tuyo.
EliminarUn beso
Gracias corazón, la verdad es que no creo, pero antes me dolía más. Ahora lo tengo bastante asumido: Aún así, espero que tengas razón :)
EliminarVaya... me has dejado el corazón hecho una bolita... quizás porque me identifico mucho con lo que has escrito. Diría que es como leerme a mí misma pero no sería verdad porque yo no sería capaz de expresarlo tan bien. Tan duro y bonito al mismo tiempo.
ResponderEliminarNo sirve de gran cosa pero... ánimo, y un beso.
Gracias corazón. Las cosas van mejorando y siempre hay que seguir adelante y al poder ser, con una sonrisa o un punto de optimismo. :)
EliminarPiénsalo de esta manera: si, es verdad que los árboles crecen, pero no todos por igual, porque no a todos se les ha tratado igual. Pero ellos superan sus problemas, sus dificultades dirigiéndose al sol, lo más bonito del mundo, a lo que los alumbra, a lo que nosotros llamaríamos lo positivo. Se acogen a ello. No todos los árboles crecen rectos: unos están torcidos, otros con ramas cortadas desde el nacimiento, otros con problemas en los troncos o enfermedades, pero aún así, siguen creciendo, sacando flores y alegría y dirigiéndose a su meta...el SOL.
ResponderEliminarKiss
Nada que añadir, lo has dicho más bonito tú de lo que podría hacerlo yo. Eres amor :)
EliminarLlevo leyéndote poco tiempo, y me he sentido identificada en algunas partes. A mis 37 años, a veces tengo esas mismas sensaciones respecto a la década anterior. Yo decidí pelear por trabajar de lo mío y lo conseguí, pero de repente lo perdí y llevo 5 años peleando por recuperarlo, voy picando aquí y allá pero nada como para echar cohetes. Aún así no me arrepiento por que no se hacer otra cosa ni quiero hacer otra cosa, y doy las gracias a que nada más terminar me dedicara a trabajar de lo mío y rechazase otras ofertas más suculentas en condiciones pero menos interesantes. Por que volver siempre cuesta más. Y por último, comentarte que me ha entrado una curiosidad ¿Que es lo tuyo?.
ResponderEliminarSeguiré leyéndote!!
Soy trabajadora social. Trabajé varios años en diferentes campos pero luego llegó la crisis y... pues nada, ya ves. Me alegro de que luches por lo que quieres y espero que lo consigas :)
EliminarYa me imaginaba algo así jajja!! Yo soy Educadora social!! y si miro atrás, estaba mucho mejor a los 30 que ahora, menuda vidorra que me pegaba!! pero bueno, ganamos en otras cosas. No te conozco e igual es atrevido darte un consejo, pero bueno, si es lo que te gusta, yo seguiría intentándolo!! Ánimooo
Eliminarme ha encantado este post, como persona y como ing. forestal (aunque sea algo que he estudiado para dejarlo de lado) espero que lleguen mejores noticias cada día y que haya muchas oportunidades para que tu amiga y tú se sienten a ver las flores.
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