Hay cosas en esta vida que son
cíclicas, como la moda, las hombreras, los estampados hawaianos o
los testigos de jehová. Y a mí no me gustan ninguna de esas cosas.
Que yo respeto a quien siga la moda a rajatabla, a quien vista
camisas azules con piñas y a quien crea en lo que sea, pero que no
me dé el coñazo. Que bastante tiene una con lo suyo, oiga. Y yo soy
relativamente creyente, que conste. Pero no braseo a la peña, no
trato de convencer a nadie de nada y creo que son cosas que cada uno
elige y se queda en su casa y en su intimidad.
Y es igual los hay normales o incluso
majos, pero todos los testigos de jehová que he conocido son más
pesados que una vaca en brazos. Que digo yo que si no voy a su casa a
predicar mis creencias, igual podían hacer lo mismo y no venir a la
mía a la dar la brasa. Cansinos, joder. Al menos los Hare Krishna
van bailando y tocando la pandereta, los otros son más aburridos que
ostras perlando.
El caso es que no sé qué pasa en la
zona de mi calle que cada dos por tres les da a los testigos de su
puta madre en bicicleta por ponerse a predicar de puerta en puerta. Y
eligen horas claves, como las nueve de la mañana o las cuatro de la
tarde, que o estoy desayunando o estoy recién echada la siesta. Y no
son buenos momentos para hablar conmigo, os lo digo desde ya.
Bueno, pues en las dos últimas
semanas, día sí día también, el mismo rollo.
9 de la mañana, desayunando,
despelujada, tratando de entender por qué he dormido cuatro horas de
mierda. Meeeeeeeeeeeeeec, el telefonillo. Modo mala hostia ON.
- ¿Quién?
- Hola, somos testigos de jehová y...
- No me interesa, gracias.
4 de la tarde, Ron encima de mis
piernas, yo dispuesta a recuperar un poco de ese sueño que me falta
cada día. Respiro hondo, me calmo un poco... Meeeeeeeeeec. Su puta
madre.
- ¡Quién!
- Hola, verás, somos testigos de...
- Que no me interesa.
Y así todos los días. Yo cada vez
estaba más y más enfadada y claro, ellos empezaron a tomar como un
reto entrar en mi edificio o algo parecido. Así que hicieron sus
técnicas más sofisticadas, a saber:
- Hola, estamos repartiendo una información que puede interesar a los vecinos del barrio y era por si nos dejabas entrar a echarla en los buzones... - mentira, mentira cochina. Pretenden que abras para ir de puerta en puerta dando la chapa.
- ¿Sois Testigos de jehová?
- Sí.
- No me interesa.
Al día siguiente, hora zulú de la
siesta.
- Hola, somos un grupo de vecinos del barrio que estamos valorando las dificultades de la zona y...
- ¿Testigos de jehová?
- Sí.
- Al carajo.
O la mejor de todas, que fue la gota
que colmó mi paciencia.
- Hola, ¿sabe si en este edificio vive algún ruso?
- Ehhh... no, no hay ninguno.
- ¿Y algún bielorruso o ucraniano o...?
- Pues no...
- ¿Podría decirme si hay algún extranjero en este edificio?
- No, aquí somos todos españoles – Me dieron ganas de añadir “y gente de bien”. - ¿Por qué pregunta esas cosas?
- Es que estamos informando por la zona a personas de nacionalidad rusa o ucraniana sobre unos temas que les pueden interesar ya que contamos con traductores y...
- No me jodas, ¿testigos de jehová?
- Sí.
- Genial, lo que os faltaba es dar el coñazo en diferentes idiomas.
Total, que estaba ya muy hasta el moño
del asunto, de sus timbrazos a horas incómodas, de sus preguntas, de
sus rodeos para no decir que son los pesados de turno directamente y
de que vayan predicando puerta por puerta. Así que el sábado,
después de haber dormido tres horas porque Ron decidió que las seis
era buen momento para sacar todos los juguetes que tiene y montar la
juerga padre, van y me tocan el timbre a las nueve. Yo me cago en la
puta de antemano y contesto echando espuma por la boca.
- ¡¡Quién!!
- Hola, buenos días, estoy repartiendo...
- ¡¡No me digas más!! Repartiendo información sobre jehová, ¿verdad? ¿eh, eh? Que sois más pesados que el copón bendito, joder. Dejad de venir a predicar a mi puta casa, coño, que yo no voy a la vuestra. Que sois un aburrimiento, hostia, que hasta vuestro dios o lo que sea está harto de vosotros, jodeeeeeer. Coño ya con el cuento a otra parte.
- … Repartiendo publicidad de la pizzería.
- ¿Pizzería de Jehová?
- No, pizzería Di´Tal.
- Eh... ¿Y tiene un momento para hablar sobre el poderoso Cthulhu?
Jajajajaja me ha encantado. Le doy mis dies :_)
ResponderEliminarP.D: Que Cthulhu te proteja
Jjajaja, que razón tienes. Yo como ya he dicho más de una vez en mi blog, no suelo abrir a nadie que toque al timbre. Deben haberme llamado antes, waseado o lo que sea...porque si no hacen ésto...no abro.
ResponderEliminarKiss
Me lo imprimo y lo cuelgo en la puerta.
ResponderEliminarjajajajaj, lo estaba viendo venir según avanzaba el relato!!!
ResponderEliminarDonde vivía hasta hace unos meses... ya no llamaban. Iban dando paseos y de vez en cuando me daban un papelillo y marchando (ahora lo típico es que estén en la calle parados como con unos atriles con folletos... esperando que te acerques a pillar uno... pero con tres personas escoltándolo, no sé yo si tendrá demasiado éxito la medida... jaja) (Fíjate, porque seguro que lo ves)
Ahora en la calle quienes tienen más peligro son los captadores a sueldo de las ONG...
Jajajaja. En mi barrio, por suerte, nunca vienen (o vienen cuando no estoy y no me entero). Deben de haber dado nuestras almas por perdidas y eso que en este edificio sí que hay mucho extranjero, aunque no creo haber visto ningún ruso.
ResponderEliminarLa verdad es que son muy cansinitos, aunque a veces me dan hasta un poco de pena. Seguro que se han llevado más de una agresión. Evangelizar es una tarea de riesgo...
De todas formas, me apunto lo del Poderoso Cthulhu, que también viene bien para los que te quieren vender ADSL. Un besote!!!
Lloro de risa, el momento traductores ha hecho reír hasta a mi enana que se ha descojonado al verme a mi.
ResponderEliminarMuy grande Naar, cada día cuentas mejor las cosas.
Un beso