Vivir solo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo. Yo, la verdad es que me he acostumbrado mejor de lo que pensaba. A ratos creí que no aguantaría. Y aún hago cosas que no debo, me acuesto demasiado tarde, como en el sofá y fumo más que antes. Pero ya no me siento mal de acostarme sola, no me da pena preparar cena sólo para mí y no siento el vacío y el silencio como una pesada losa. Al contrario que todo eso, me encanta hacer todo el día lo que me apetece. Y nadie dice nada, nadie se queja, nadie pone pegas. ¿Que quiero limpiar compulsivamente? Sin problema. ¿Qué no hago la cama en tres días? Da igual ¿Qué me tiro todo el día en pijama? Pues vale.
De hecho, últimamente me acojona bastante la idea de volverme tan maniática y solitaria que no haya modo de que nunca vuelva a compartir espacio con alguien. Tendría que ser muy rica, para poder tener un chaletazo enorme en el que no me encontrara con mi querido en días si no quisiera. Y no veo muchas posibilidades. Así que en la vida de pobres, hay que quererse más porque hay menos espacio. Y no sé si volveré a compartir el mío.
Me gusta mucho cenar sola, ver siempre lo que quiero en la tele. Apagarla y leer durante horas. Poner a Beethoven a todo volumen. O al Chivi, lo que me apetezca. Me gusta mucho no andar de puntillas para no molestar. Hacer ruido si quiero, tener silencio si me apetece. Y que nadie me lleve nunca la contraria, ni me critique, ni me diga que algo está mal.
Me gusta demasiado ser libre, me temo.
De todos modos, soy consciente de las cosas malas, o al menos regulares de estar sola. La peor de todas, que nadie me dice que a veces se me ocurren locuras o tonterías y me frene. Ahora todas mis payasadas parecen tener sentido porque nadie me dice lo contrario. Y claro, hago cada cosa que luego lo repienso y me dan los males. Además, hay días que echo de menos alguien con quien hablar que no sea yo misma. Alguien que me conteste algo diferente de miau, ya que mi otro gran interlocutor es Ron. A veces extraño la simple compañía, estirar un pie en el sofá y tocar a alguien. Alargar la mano y entrelazar mis dedos con los de otro. A veces, querría cambiar el cojín al que me abrazo en la cama por la calidez de un cuerpo masculino. A veces, necesito imperiosamente que me besen, que me abracen. Añoro esa fuerza de un brazo cogiéndome por la cintura y acercándome a él.
En fin, que echo de menos a veces la compañía… pues claro. Pero que ahora mismo no me compensa… pues también. La pregunta es ¿podré volver a convivir y a compartir o me estoy condenando indefinidamente a la soledad y las manías?
Cuanto, cuanto y cuanto la entiendo.
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas
Me lo he preguntado un montón de veces. Cuando sea el momento ya me lo plantearé. Si lo hago ahora, sólo consigo que me dé ansiedad.
ResponderEliminarUn abrazo!
Naar, supongo que paso a paso. Despacito. Yo por ahora sigo tranquilo, a mi bola. Me pasa que a una mujer que camina, me agobia pensar en el momento de volver a compartir. Aunque supongo que, inevitablemente, llegará.
ResponderEliminartoda persona, viva sola o en compañía, necesita un espacio personal.
ResponderEliminara parte de esto... y del respeto mútuo por ambos espacios (de cada uno) la convivencia no es difícil.
es sólo un proceso de adaptación y hay q amoldarse un poquito.
así q sin duda, cuand llegue ese momento, estarás preparadísima. y sobre todo muy ilusionada.
besos
Alma
yo lo que mas echo de menos, quitando el sentir un cuerpo al lado en la cama, es llegar y poder hablar con alguien, contar como ha ido el dia, que te cuente, saber que tienes a alguien a quien esperar y alguien que te espera.
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