Hoy es uno de esos días en los que me gustaría mucho haber bebido anoche. Así mi resaca sería justificada. O al menos tendría una excusa para la cantidad de gilipolleces que hice ayer.
Porque si alguien es capaz de liarla cuando todo va bien, esa soy yo. Hasta extremos insospechados. Hasta el punto en el que me sorprendo de mí misma. Y no sé cómo soy capaz aún de sorprenderme. Y menos cuando yo misma intuía que esto iba a pasar.
Bueno, a ver.
Tras miles de planes frustrados y problemas diversos, ayer celebramos la despedida del Gordito. Le vestimos con un traje de sumo estilo humor amarillo y le llevamos de paseo por Madrid. Cenamos en un restaurante muy chulo de esos con espectáculo y música y tal. Nos reímos y lo pasamos en grande. Y bebimos mucha sangría. Ya que había barra libre, había que amortizarla. Yo no bebí más que medio vaso con el rollo de brindar, pero ya sabéis mi problema con el alcohol. Dos sorbos y ya me pongo a hacer paridas.
Así que a mitad de la cena, mientras Mery y su novio se hacían arrumacos, Gordito me dijo, “pilla desprevenido al Ross y le das un beso, que le pillo la cara de tonto con la cámara”. No sé por qué, me pareció una idea divertidísima. Así que lo hice. Le di un beso en plan peli y sacamos la foto. Jiji-jaja. Y entonces el Ross, sacó ese poco fuste que suele tener en general y me dijo: “la próxima vez avisa, o dame tiempo para que te coma la boca en condiciones.” Así que la Naar imbecil se levantó de nuevo, se sentó en su regazo y se dejó besar por el único hombre al que de verdad ha querido. Primera decisión estúpida de la noche.
Después de eso, seguimos haciendo coñas con los animadores del restaurante, bailando, pintando a un tío buenorro que no debía tener ni 20 años y en cuyo escaso paquete desde luego tampoco había nada de 20… esas cosas horteras de las despedidas. Hasta que me llamó el ingeniero guapérrimo. Había salido por ahí y estaba relativamente cerca de donde íbamos a ir después. Así que le dije que más tarde podíamos vernos un rato. Segunda decisión estúpida de la noche.
Y a la que volvía a la mesa de hablar con el guapérrimo, un chaval me cogió por el brazo y me dijo que era preciosa y que tenía unos ojos impresionantes. Un chaval con un piercing en la boca y tatuajes en los brazos. Y no era el peor de su mesa, porque había todo un repertorio de poligoneros, canis, macarrillas y barriobajeros. Parecía un catálogo de camisetas petadas de los barrios bajos. Y el chaval se pudo a darme bola. Que si era de Leganés (sorpresa) y sus amigos eran de otros sitios aún mejores, de Vallecas, de Villaverde, de Fuenlabrada… (sorpresa, sorpresa) y que tenía 27 años y que blablá. Como era majo y no pillaba mis ironías, le vacilé un rato y luego me uní a la conga que pasaba por el salón. No hay nada que no se solucione uniéndose a una conga. Extrañamente, el chaval se las apañó para agarrarme con un montón de manos que no sé de dónde sacó. Por suerte me avisaron de que la limusina que teníamos contratada nos esperaba. Así que le dí un teléfono falso y nos fuimos. Dije que no más macarras y no más macarras. Primera decisión inteligente de la noche. 2 a 1 para las estúpidas.
Total, que nos dimos el paseito en limusina, bebimos cava en vasos de plático (más cutre imposible) y nos fuimos a la discoteca. Y allí estábamos, no sé muy bien haciendo qué, cuando el Ross me enganchó por la cintura con una decisión que no recordaba en él y me besó de nuevo. Nuestros amigos empezaron a montar follón. Risas, palmaditas y demás. Pero a mí me empezaba a importar todo un bledo. Me sentía en estado de euforia inducido por el no alcohol de lo más interesante.
Hasta que me llamó el guapérrimo y me dijo que estaba en la puerta. Ehhhhhh… estupendo. A ver, recapitulemos. Yo estoy pegándome el lote con mi ex, bailando con mis amigos como hacíamos hace casi diez años y hay un tío bueno en la puerta esperándome para vete a saber qué. Mátame camión. Mátame ahora mismo y moriré feliz. O no, pero moriré y no tendré que enfrentarme a todo este marronazo.
El Ross, que me tenía cogida en una extraña llave de judo y me besaba con más ganas que los años que salimos juntos, me miró, se echó a reír y me preguntó qué iba a hacer. Le miré a los ojos, esos ojos verdes que me llenan de serenidad y no tuve dudas. Sería la tercera decisión estúpida de la noche, pero iba a tomarla con todas las consecuencias.
Así que me puse el abrigo, cogí el bolso y subí las escaleras con decisión a pesar de lo mucho que me dolían los pies.
El resto de la noche, en el próximo capitulo, que si no esto es la historia interminable.
Que nervios!! Que paso ,!!
ResponderEliminarTú sí que sabes cómo dejarnos con las ganas.
ResponderEliminarPues sí, yo también me he quedado con las ganas... no tardes!!
ResponderEliminarBesos!!
Jajajajajajaja esto parece una entrada de La Pérfida Canalla xDDD
ResponderEliminarUf, ya quisiera yo escribir como pérfida... Pero sí, lo reconozco, es del estilo y últimamente mi vida también parece una película, jejeje
EliminarEntonces lo dejaste plantado y te fuiste con el guapérrimo? Pues a mí ese me parecería un buen plan, yo qué sé, cuéntame algo más!!! Biquiños!
ResponderEliminarJuas juas juas, qué ganas de conocer el final ^^
ResponderEliminarAy, Naar, qué cosas te pasan... Si es que no se puede ser tan irresistible. Así te va... Un besote y estoy deseando conocer el desenlace.
ResponderEliminarQue intriga! con quién te quedaste?!?! Cuenta!! Me parece fatal que hayas cortado en lo mejor!
ResponderEliminarA pesar de esa gran maldad por tu parte, te mando besos tomatiles jaja
Muy lista tú! Dejarnos así con la intriga!
ResponderEliminar:-))))))))
jjajajjaja... madre mía!! con estas ganas le dejaste al ross???????????????????????????????????????????????
ResponderEliminar?????????????????????????????????????????
??????????????????????????????????????????????????
Ui, ui, ui... eres peor que la publicidad de los programas de corazón justo antes de desvelar la gran noticia! Anda que, ya te vale xD...
ResponderEliminarAsí te lo digo, o los guionistas de tu vida te dan un respiro o te va a dar un síncope y a mi otro. Hombre ya! :).
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