Casi siempre pensamos que las cosas las estamos inventando nosotros. Cuando los demás nos cuentan lo complicado que es el matrimonio, pensamos “bah, eso será que ellos no se llevan como nosotros”. Cuando alguien nos dice lo complicado que es montar una casa e independizarse pensamos “bah, eso será él que no lo tiene tan bien organizado como yo”. Total, tendemos a pensar que todos son tontos menos nosotros mismos.
Cuando hace unos meses mi amigo Gordito empezó con sus preparativos de boda, estaba en ese estado de prepotencia en el que estaba convencido de que las cosas eran mucho más fáciles de lo que los demás le contaban. Luego, poco a poco, fue pensando que quizás no lo tenía todo tan controlado y organizado como pensaba en un principio. Pero aún así estaba seguro de que no era para tanto. Y él y su futura señora se llevaban de maravilla y estaban de acuerdo en casi todo. Muy happy él.
Yo me limité a insinuarle estas navidades que lo de montar un piso e independizarse no es tan bonito como en las pelis. Porque si una boda fuera poco, el Gordito es de los tradicionales, de los que se casan, se van a vivir juntos y todo así de golpe. Salto con doble tirabuzón a mil metros de altura. Sin cuerda, sin red de seguridad. Y con el viento en contra. Así que posiblemente le salga bien. Pero el caso es que aunque le dije que las cosas no son tan bonitas como parecen, él no me creyó. Por supuesto. Él es mucho más listo, más organizado y más blablablá que yo. Y yo me reí por dentro. Ja. Arrieritos somos, querido.
Efectivamente, el domingo pasado me llamó echando pestes. Yo estaba en casa con mi gripe a cuestas, mis mocos y mis toses, pero le contesté con la voz más alegre posible como hago siempre que me llaman.
- ¡¡Hola Gordito!! ¿qué tal, amorrrrr?
- Joder, qué gusto, rubia. – a mis amigos les consiento todo. Hasta que me llamen “rubia”. – hacía mucho que nadie me contestaba así al teléfono.
- ¿Ein?
- Es que llevo una racha… estoy hasta los huevos de todo. porque yo pensé que esto no era para tanto y lo teníamos bien organizado, pero no sé qué ha pasado que se nos están echando las fechas encima y todo está sin atar y… ¡y futura señora se ha vuelto loca! Loca te digo. Discutimos a todas horas y por todo.
- Ya, qué raro. – te lo dijimos, maldito Gordo, te lo dijimos y no escuchaste.
- Y del piso ni te hablo. ¿Tú sabes qué follón? Bueno, para qué decir nada. todo como el culo, con retraso, fatal. Los muebles no caben donde creíamos que cabían. Las cortinas no se adaptan y la cama que queríamos no entra. Y las cosas… porque digo yo ¿cómo hago la mudanza? ¿La hago antes de la boda y me quedo sin cosas en mi casa… o sea en casa de mis padres? ¿O la hago después y cuando me vaya allí a vivir no tengo nada todavía? ¿O mitad y mitad con cosas en los dos sitios y nada en ninguno? ¡¡Tú no sabes lo que es esto!!
- Sí, sí lo sé. Me mudé tres veces en dos años.
- Mis respetos entonces, querida. – me dijo muy serio tras un silencio.
Yo me eché a reír. Porque podría sacar aquello del “ya te lo dije”, pero no. Soy una buena amiga. Él sabe que se lo dije. Yo lo sé. Todos lo sabemos. No hurguemos más en ello.
Y no se lo dije… pero aún le queda lo peor. Porque aún no sabe lo que es convivir con su señora. Y es jodido. Quien diga lo contrario, miente. Lo que sale en las películas de recién casados es falso. La convivencia es muy chunga y hay mucho que pelear y mucho que ceder y mucho a lo que renunciar por la remota posibilidad de que las cosas salgan bien. Pero él no lo sabe. Él cree, ingenuo como fuimos todos en casos semejantes, que lo peor acabará cuando terminen la mudanza, cuando pase la boda, cuando por fin estén ellos solitos en su casita. Ja. Pringao.
El caso es que me pidió que quedásemos el jueves, o sea, ayer. Nuestra quedada típica, cañas en el bar de Eusebio. Para qué complicarse. Así que allí nos plantamos todos el jueves noche. Recibimos el tarjetón correspondiente que no deja lugar a escapar. Bodorrio al canto. La noche dio para mucho. Sobre todo para ser un jueves. Lo pasamos bien, nos reímos mucho, hicimos un poco el tonto e hicimos gala de esa complicidad extraña que hay en mi grupo y que tanto asombra a los que vienen de fuera. El pobre novio de Mery un día se irá y no volverá. Pero nosotros somos felices con nuestras payasadas.
Quizás me anime y la semana que viene os cuente la escena correspondiente con el Ross, pero ahora mismo no quiero ni pensarlo.
Lo importante en este caso: habemus boda, habemus invitación. Que Dios nos coja confesados.
TE admiro Naar, ese "ya te lo dije" es tan tentador... xd! YO no tengo idea de casarme, pero si lo hiciese, te aseguro que no concibo la idea de casarme con alguien con el que no haya convivido antes. En fin... Johnny, la gente está mu loca. Biquiños!
ResponderEliminarBueno bueno bueno , arrieros somos... Esta claro que nadie aprende en cabeza ajena , pero la convivencia antes de la boda es muy importante , luego vienen los divorcios y la gente no se lo explica, pero si llevaban juntos 10 años! Yaya pero no vivían juntos, deseando lo mejor a la futura pareja eso si! !
ResponderEliminarOfú! que estrés! yo el día que me "arrejunte", contrato a alguien para que haga todo eso jajaja Voy a empezar poniendo un cartel en mi balcón que diga algo tipo ¡Millonarios del mundo, aquí estoy!
ResponderEliminarPero bueno, a lo que iba, que eres mu majeta, ahí sin decir el "te lo dije" correspondiente, que cuidas muy bien a tus amiguetes, y eso dice mucho de ti!
Besos!
Tomate
Casarse sin convivir es un suicidio asistido, en mi opinión.
ResponderEliminarEs que es verdad... hay un montón de cosas que hacer a la hora de casarse y vivir juntos. Lo mejor es irlo preparando con mucha antelación y sin dormirse en los laureles.
ResponderEliminarY yo JAMÁS recomendaría a alguien que se casara sin haber convivido primero. Se conoce muchísimo más a la persona de esa forma. Ánimo para tu amigo.
Las mudanzas son duras, la convivencia es dura... pero hasta que no lo vivimos no somos conscientes de cuán duro es. Todo lo mejor para el Gordito y que os lo paséis genial en le bodorrio!!! Besotes.
ResponderEliminarPues no lo recuerdo yo así... vale, que sí, que son momentos muy duros, pero se pasan. Míralo por el lado bueno: si hay invitación de boda... ¡hay despedida! (Ay, se me olvidaba que también estáis con peleas con eso, ja, ja, ja)
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