viernes, 1 de marzo de 2013

Naranjas para los monos

A veces no tengo claro que sea una buena persona. Puede que incluso sea una persona horrible.
El otro día me llegó un mail con los finalistas del concurso de Fontestad de la Personita C. Todo gente guay. Gente que da comida a los pobres, gente que reparte macarrones, que dona sangre, que anima a sus amigos… gente toda generosa y molona. En serio, ole y ole por ellos. Si todo el mundo fuera así, nos iría mucho mejor. Sé que todos se lo merecen, ese premio y más. Es gente muy, muy buena. Ellos sí son buenas personas y no yo.
Porque después de leer estas historias a mí la que me emociona de verdad es la historia de un mono. Sí, señores, esa soy yo. La que se emociona con un mono.
La historia es de una señora que tenía una chimpancé. No explica cómo llegó a su vida, pero la cogió con cuatro meses y la cuidó durante diecisiete años. No estoy a favor de tener este tipo de animales. Me parece muy mal sacarlos de su hábitat. Y desde luego me llena de una profunda tristeza que cada vez haya menos selvas y parajes naturales vírgenes en los que los animales vivan a su aire, sin peligro de que los humanos los extingamos. Pero el caso es que esta mujer tuvo a su chimpancé hasta que decidió que sería más feliz con otros colegas peludos y la llevó a una reserva en Sevilla. Y decía que si le tocaba el camión de naranjas, iban a ir para el refugio, para dárselas de comer a los animales.
¡Y yo quiero que las naranjas sean para los monos!
Al parecer, debo ser la única chalada que opina así. Y habrá quien me diga eso de que habiendo personas que lo pasan mal, cómo yo me estremezco pensando en bichos. Cómo es posible que con la que está cayendo yo prefiera que las naranjas se las coman unos chimpancés a que las repartan en un albergue para pobres, por ejemplo.
Pero no lo puedo evitar. Hay algo en la inocencia de los animales que me toca muy hondo. Porque sí, porque ellos muchas veces son la parte más débil y más perjudicada de todo esto. Puede que los humanos hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades, puede que hayamos rechazado trabajos que ahora aceptaríamos con los ojos cerrados. Puede que no, que seamos víctimas también, no lo sé. Pero puede que hayamos hecho muchas cosas mal. Puede que nuestras casas, nuestros coches, nuestro estilo de vida requiera joder la selva, cargarse el amazonas, explotar las reservas naturales. Puede que seamos los culpables de que apenas haya muchas especies en libertad. Puede que seamos los culpables de que muchos animales tengan sólo unos cientos de ejemplares. Puede que seamos los que nos hemos llevado a nosotros mismos a la ruina, arrastrando a muchos inocentes por el camino.
Pero los animales qué tienen que ver con todo esto. Ellos no conducen, ni consumen, ni saben de política. Ellos no saben quién es la prima de riesgo, el euribor o el rescate a los bancos. Ellos sólo saben que desde que hay crisis comen un pienso más barato, van menos al veterinario o reciben menos caprichos. Ellos sólo saben que algunos han sido abandonados porque sus dueños dicen no poder mantenerles (cosa que me toca los cojones, si no abandonas a tu hijo, no abandones al perro, eres el responsable de su vida, joder). Ellos sólo saben que sus dueños están más tristes o más deprimidos o más tiempo en casa sin saber por qué. Y lo único que pueden hacer es poner su hocico en tu cara, subirse a tu regazo, o colocar una patita sobre tu pierna. Y esperar a que las cosas que ellos no entienden cambien de nuevo a mejor.
Por eso y por muchas más cosas, yo mandaría el camión de naranjas a los monos. Porque les imagino comiéndose las naranjas y sonrío. Porque les imagino teniendo una alegría en su vida privada de libertad. Privada por unos humanos para los que una naranja es sólo una naranja. Una naranja, de la cual se exprime el zumo y se tira el resto. O se come una parte. Una naranja que apenas vale nada. Para un mono, una naranja es una alegría, es una fiesta, es un manjar delicioso. Para un mono una naranja es todo lo que puede desear en ese momento.
Todos los días mientras como Ron se sienta a mi lado, esperando a que le caiga algo. Muchos días no hay suerte. No quiero que engorde ni que coma cosas que le pueden hacer daño. Sin embargo, hay días que tiene más suerte. Y mientras yo mastico el pescado con desgana, él espera pacientemente a mi lado, ronroneando bajito. Y me toca con mucho cuidado con su patita suave en el brazo. Así que al final no me resisto y le doy algún trocito. Su cara de felicidad es indescriptible. Para él en ese momento no hay nada mejor que ese pescado que a mí se me hacía bola. Y sonríe, porque los animales sonríen. Y quien no lo crea o no lo sepa ver, es simplemente que está ciego.
Por eso no puedo evitarlo. Me acuerdo de Ron cuando se come el pescado y se pone contento. Me acuerdo de lo sumamente feliz que me siento yo viéndole relamerse. Y pienso en los monos. Si aún tuviera relación con alguien de Sevilla, le habría dado mi caja de naranjas que me regalaron por ser jurado. Se las habría arrancado de las manos a mi padre y se las habría llevado a los monos. Y mi padre se habría enfurecido bastante porque le encanta el zumo por las mañanas… hasta que le dijera que son para unos bichos peludos. En ese caso, él, que me inculcó el amor desmesurado por toda criatura no humana, habría ido hasta Sevilla para llevarle las naranjas a los chimpancés en persona.
Y sí, puede que yo sea una mala persona. Pero quizás sea porque prefiero el lado animal que el lado humano. Quizás sea porque mi perro nunca me dejó sola durante toda mi infancia y se escapaba para dormir en mi puerta cuando estábamos en el pueblo de mi padre y yo me moría de miedo en esa casa. Quizás sea porque tuve una cobayita loca que me seguía a todas partes y se dormía en mis pies cuando estudiaba. Quizás sea porque tuve una pareja de hámster tan divertidos que me hacían reír cada día cuando estaba enferma. Quizás sea porque tuve otra cobaya que chillaba como un loco cuando mi exnovio me maltrataba y que gruñía cuando él se acercaba a su jaula. Quizás sea porque mi gato jamás se ha apartado de mí a pesar de todos mis defectos, a pesar de haber pasado meses en los que he tenido que comprarle pienso del más barato, a pesar de haberme visto en los peores momentos de mi vida. Quizás sea porque el único don que tengo en la vida es el de entenderme con ellos. No lo sé. Pero sea por lo que sea, yo le mandaba el camión de naranjas a los monos. Y me quedaba más ancha que larga.

11 comentarios:

  1. Genial, simplemente genial! Yo también enviaría las naranjas a los monos.

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  2. A lo mejor no eres la persona más caritativa, pero eres la más sincera. Y eso es un rasgo cada vez más escaso en la gente. Seguramente a nivel marketing y con la que está cayendo, no le darán las naranjas a los monos, pero no hay duda de que se las debemos.

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  3. Me parece muy bonito pero creo que los monos pueden comer otras cosas que no sean naranjas, que hay muchos niños que las necesitan. Soy sensible con los derechos animales, tienes razón en muchas cosas, pero soy más sensible con los derechos de los niños, ellos tampoco tienen culpa de nada. Biquiños!

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  4. Hace poco me enteré que los monos cuando parece que sonrien, que enseñan mucho los dientes, en realidad están cagaos de miedo... desde entonces todos los que veo en la tele o en anuncios me dan mucha pena.
    Así que nada, a mí me parece bien que se lo quieras dar a ellos.

    Tomate

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  5. que zalameros son los animales! mi perro a la hora de comer igual, se pone con la patilla a darme y como no le hago caso va a por mi madre, la tiene frita a la pobre.
    Es una buena opción darselo a los monos, en realidad, hay tantas y tantas posibilidades... por eso en su dia dije que ser jurado tenía que ser muy dificil!

    Pimiento

    Besos!

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  6. No creo que seas peor persona que los que las donarían a un comedor social. Simplemente eres más sensible a otras causas. A mí no se me habría ocurrido donar las naranjas a los monos, es una idea fantástica :)

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  7. me he perdido un poco con el camion de naranjas que no sé de donde sale.. pero bueno, la cosa es que el mundo está lleno de gente diferente, y eso es lo bueno, tu causa por los animales, tal y como dicen por arriba no te hace ni mejor ni peor. habrá gente que coincida contigo y gente que no... la cuestión es que ningún grupo ni animales ni personas deberían estar en situaciones desfavorables y que al final todo el mundo tuviera naranjas... la pena, que esto es demasiado utópico.. pero si no luchamos cada uno por aquello en lo que creemos.. mal vamos.

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  8. Yo siempre admiro muchísimo a la gente solidaria. Esta gente que es capaz de salir del calor de sus casas mientras cae una helada para ir a repartir sopa por las calles... Creo firmemente que hay más gente buena que mala en esta vida pero nunca, nunca, vamos a conseguir tener la inocencia de los animales. Eso de no saber qué es la maldad y no ser capaces de hacer algo malo simplemente por placer de hacer daño les hace merecedores de todas las naranjas del mundo. Un besote!!!

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  9. Los animales son siempre los más débiles.

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  10. Pensé que te comenté... al menos lo pensé, jiji.

    Efectivamente, los animales no tienen porqué sufrir lo que no pueden decidir :-***

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  11. Estoy de acuerdo contigo. Los animales suelen valorar más las cosasque muchos humanos. Hace poco me enteré de una historia que me dedejó a cuadros. Yo soy de un pueblo de Valencia, rodeado de campos de naranjos, y soy voluntaria en un banco de alimentos. Por un lado recibimos donaciones de gente y por otro lado repartimos esas donaciones a otra gente que está pasando por un mal momento. Pues bien, nos llegó una donación de varios cajones de naranjas y cual fue mi sorpresa que los beneficiarios las rechazaron!! Me quedé a cuadros. Qué pasa? Que prefieren ir a robarlas a un campo de alrededor? O que no comen fruta? De veras que no lo entendí y me molestó mucho. Por eso creo que en tu situación yo haría lo mismo.
    Un abrazo!

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